«La raza europea ha recibido del cielo una superioridad incuestionable sobre todas las demás razas” Alexis de Tocqueville
El influyente think tank estadounidense The Atlantic Council publicó a principios de este año un importante informe sobre China (1) titulado: ‘The Longer Telegram’, con un título que hace referencia directa al documento del mismo nombre escrito en 1946 por el diplomático estadounidense George Kennan, uno de los principales arquitectos de la política exterior de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
En ese texto, George Kennan postulaba que Estados Unidos debía abandonar su reciente alianza con la URSS y adoptar una postura agresiva hacia este antiguo aliado, por esta razón la comunicación de Kennan se considera uno de los documentos fundacionales de la Guerra Fría. El actual ‘Longer Telegram’ del Atlantic Council sitúa a China como ‘el enemigo’ de una nueva Guerra Fría.
El Atlantic Council es una organización que reúne a las grandes empresas multinacionales, y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Personalidades como Henry Kissinger forman parte de su consejo de administración y entre sus directores honorarios se encuentran los ex secretarios de Estado estadounidenses Condoleezza Rice y el general Colin Powell (2). Hay que destacar que las opiniones expresadas por el Atlantic Council corresponden al consenso de la élite imperialista mundial y que, para esta élite, China representa efectivamente la ‘amenaza’.
Que el Atlantic Council haga referencia a George Kennan en este documento sobre China es revelador. En 1948, George Kennan definió así la posición y los intereses de Estados Unidos: «Tenemos cerca del 50% de la riqueza mundial, pero sólo el 6,3% de su población…. En esta situación, no podemos sino ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra verdadera tarea en el próximo periodo es idear un modelo de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad… No debemos engañarnos pensando que hoy podemos permitirnos el lujo del altruismo… Debemos dejar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el aumento del nivel de vida y la democratización. No está lejos el día en que tengamos que lidiar directamente por el poder. Cuanto menos nos atenazan los eslóganes idealistas, mejor»(3).
Para ‘mantener esta posición de disparidad` -como escribió Kennan- Estados Unidos y sus aliados occidentales tuvieron que asumir una agresiva política neocolonial para impedir el desarrollo económico y social de otras naciones, manteniéndolas como proveedores de materias primas y mano de obra barata. El ‘crimen’ imperdonable de China a ojos de Occidente fue terminar con su condición de una colonia.
La vergonzosa Guerra del Opio del siglo XIX abrió China a la explotación de Occidente. Los representantes del pensamiento liberal del siglo XIX, defendieron la guerra del opio, lo hizo John Stuart Mill y también Alexis de Tocqueville quien escribió: « apenas podré consolarme si no veo, antes de morir, que China se abre a Occidente, espero que Europa penetra en ella con sus armas»(4).
Con la Guerra del Opio, según Noam Chomsky: “Gran Bretaña estableció la empresa de narcóticos más extensa del mundo; nunca ha habido nada remotamente parecido. No sólo entraron en China, sino que los beneficios del opio sirvieron para sostener los gastos de la Armada británica y proporcionaron un capital muy importante que alimentó la revolución industrial en Inglaterra»(5).
A partir de la victoria inglesa en la Guerra del Opio, China pasó a ser considerada colonia, y no sólo por Occidente. El imperialismo japonés, en 1931, invadió el territorio chino con el objetivo de apropiarse de las riquezas naturales de este país y, en 1937, entró en una guerra abierta de extrema violencia contra una China en crisis. La población civil fue el blanco de la crueldad sin límites del ejército japonés. Los asesinatos en masa fueron una práctica habitual, como en el tristemente famoso genocidio en la ciudad de Nankín.
Para China, la Segunda Guerra Mundial comenzó en 1937 y se estima que perdió entre 10 y 20 millones de personas en esta guerra. Para los aliados, la derrota e incorporación de Japón a la órbita del capitalismo occidental era un paso estratégico para que China siguiera siendo una colonia condenada al subdesarrollo. Al final de la guerra, Japón no pagó ninguna reparación a China. Tampoco hubo un ‘plan Marshall’ para China que ayudara a su recuperación económica.
LO QUE HUBO EN CHINA FUE UNA REVOLUCIÓN
Es un lugar común calificar de ‘milagro’ la recuperación económica de Alemania tras la guerra. Pero nada es comparable a la recuperación de China. Partiendo de una base industrial mucho menor que la Alemania de posguerra, habiendo sufrido una destrucción mucho mayor y sin ningún apoyo equivalente al que Alemania recibió de Estados Unidos, y enfrentándose aún a una guerra civil que duró hasta 1949 con la victoria de la revolución, en el espacio de 72 años -de 1949 a 2021-
China consiguió no sólo escapar a su ‘destino manifiesto’ de colonia, sino que se ha transformado, en la práctica, la mayor potencia mundial. Gracias a China, se ha producido una revolución silenciosa de alcance inimaginable: el centro de gravedad económico del planeta se ha desplazado de nuevo a Asia tras más de 500 años de dominio del eje atlántico. Es más, China también está desafiando una de las premisas básicas de la civilización occidental: la supremacía blanca.
La cita de Tocqueville que utilicé al principio de este texto revela la naturalidad con la que un reconocido representante de la civilización europea reflexiona sobre su superioridad ‘inherente’. Fue esta ‘superioridad’ la que justificó la esclavitud y, la explotación colonial, sin la cual el capitalismo no se habría desarrollado. La supremacía blanca está intrínsecamente ligada al capitalismo.
Friedrich Hayek, el célebre pensador que tanto contribuyó al establecimiento de la vertiente neoliberal del capitalismo sostiene abiertamente la estrecha conexión de su pensamiento con el racismo y la supremacía blanca.
En 1946, planificando la reunión fundacional de la Sociedad Mont Pélerin (en Suiza) Von Hayek, trazó sus ideas para el primer think tank neoliberal:
«Aunque la filosofía de la libertad es nuestro terreno común no es fácil definirlo en unas pocas frases, me pareció ampliamente aceptable la sugerencia de que los ideales que subyacen en las obras de Lord Acton y Alexis de Tocqueville podrían servir como la base acordada de la que podría partir tal esfuerzo común»(6).
Las citas de Tocqueville revelan su identificación con la supremacía blanca. En cuanto a Lord Acton basta decir que durante la Guerra Civil estadounidense apoyó a los esclavistas del Sur. Para Tocqueville y para Lord Acton la esclavitud y la supremacía blanca – es la base ‘ampliamente aceptable’ del neoliberalismo de Friedrich Hayek.
En los años posteriores a la Guerra Civil de Estados Unidos, un importante “contingente de chinos fueron importados” para trabajar como mano de obra semiesclava en la construcción de ferrocarriles y otros trabajos que antes realizaban los esclavos negros, y fueron igualmente despreciados y oprimidos por los supremacistas blancos estadounidenses.
Que un pueblo y un país considerados ‘inferiores’ por los supremacistas blancos se conviertan en su oponente más espectacular no es algo fácil de digerir ni de aceptar para la élite imperial profundamente identificada con la supuesta ‘superioridad’ -racial, cultural y económica- de Occidente.
CHINA Y AMÉRICA LATINA
Aún peor: China no sólo ha dejado la condición de colonia, sino que está ayudando a otras naciones en su lucha contra el neocolonialismo imperial, como en América Latina.
En un artículo (7), es investigador social Yanis Iqbal explica este proceso: «China ha hecho incursiones en América Latina, desafiando implícitamente la hegemonía unipolar del Imperio Americano y su Doctrina Monroe. A finales de la década de 1990, el comercio total (importaciones más exportaciones) entre China y América Latina era de aproximadamente 5.000 a 8.000 millones de dólares al año. El comercio bilateral creció de forma espectacular desde el cambio de siglo, llegando a superar los 255.000 millones de dólares en 2014. Entre 1999 y 2014, las importaciones chinas desde América Latina se multiplicaron por más de cuarenta y las exportaciones a la región por más de veinticinco. «
Y sobre el apoyo de China a los gobiernos progresistas de América Latina, Yanis Iqbal añade:
«Los gobiernos de izquierda de América Latina han visto en la expansión de las relaciones con China como una forma de ampliar su espacio político: les hace menos vulnerables a las condicionalidades del Consenso de Washington y les permite aplicar políticas sociales alternativas libres de presiones externas. Por poner un ejemplo, en Ecuador, cuando la Asamblea Nacional aprobó en 2010 una ley que exigía la renegociación de los contratos con las empresas transnacionales del sector petrolero, las empresas chinas se mostraron más dispuestas que las occidentales a aceptar las nuevas condiciones comerciales.»
«En Bolivia, una empresa conjunta entre la china Jungie Mining y la cooperativa minera Alto Canutillos descubrió que la comunidad local de Tacobamba se oponía a la apertura de una planta de procesamiento de estaño cerca de la mina y la empresa acordó trasladar la ubicación de la planta a un lugar a 25 millas de distancia, evitando un posible conflicto. Este tipo de actitud de cooperación y respeto a las bases sociales de las organizaciones populares contribuye a su consolidación política.”
«En Venezuela, el gobierno chavista utilizó préstamos chinos para financiar sus programas sociales, lo que no habría sido posible si hubieran necesitado obtener fondos en los mercados internacionales de capitales. En una situación en la que la beligerancia imperialista del gobierno de Estados Unidos llevó a Venezuela a una calificación muy baja en el sistema de crédito internacional, el préstamo de China fue una forma que el gobierno financiara su programa económico.»
El neocolonialismo imperial también tiene una propuesta para América Latina, que el propio Atlantic Council pone de manifiesto a través de su iniciativa más » reconocida», según informa esta organización, el «Global Citizen Award», un premio que se otorga anualmente ‘a personas que han hecho contribuciones destacadas al fortalecimiento de las relaciones transatlánticas’(8).
En 2018, Mauricio Macri, entonces presidente de Argentina, fue uno de los elegidos para recibir este “prestigioso” premio. (9) En su página web, el Atlantic Council informó de que “concedió al presidente argentino Mauricio Macri el premio por sus incansables esfuerzos para renovar el papel de Argentina como actor global
También según el Atlantic Council: » Mauricio Macri ha devuelto a Argentina a su posición de líder regional y mundial, restaurando la credibilidad mediante una nueva oficina de estadística transparente y una reapertura a los mercados financieros internacionales.»
La realidad de la gestión de Macri en Argentina, sin embargo, es muy diferente a esta visión presentada por el Atlantic Council. La deuda externa de Argentina al final del gobierno de Cristina Kirchner era del 25,7 % del PIB, es decir, unos 170.000 millones de dólares. (10) Al final del gobierno de Macri, la deuda era del 63,7% del PIB, unos 285.000 millones de dólares. El propio Consejo Atlántico reconoce que la situación en Argentina había empeorado, afirmando en el mismo texto: «El 26 de septiembre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) acordó aumentar su apoyo a Argentina a 57.100 millones de dólares, el mayor préstamo de la historia del Fondo, que se desembolsará en tres años».
¿Por qué iba a necesitar Argentina el ‘mayor préstamo de la historia del Fondo si todo iba tan bien? No se había necesitado un préstamo así durante el gobierno de Cristina Kirchner.
De hecho, la pobreza en Argentina aumento exponencialmente bajo el gobierno de Macri – que es exactamente la razón por la que fue ‘premiado’ .Macri devolvió a Argentina a la condición de colonia, situándola de nuevo en la esfera imperial y bajo el control del FMI, destruyendo los logros progresistas del anterior gobierno de Cristina Kirchner.
El caso de Argentina no es el único. En Bolivia y Brasil, países en los que se produjeron golpes de Estado con el apoyo explícito del Imperio y sus think tanks – Atlantic Council y Atlas Nertwork – el objetivo principal era también frenar los avances sociales y económicos conseguidos.
Los años de gobierno de Evo Morales en Bolivia habían traído un progreso innegable al país, basta decir que el PIB de Bolivia en 2005 era de 9.574 millones de dólares y en 2013 era de 40.000 millones de dólares. La pobreza extrema, que era del 38% de la población en 2006, se ha reducido al 16% en 2018. (11).
Con el régimen golpista de Jeanine Áñez se pretendió revertir todos los logros anteriores y sólo fracasó porque, gracias a la resistencia del pueblo boliviano, su gobierno duró poco y su derrota en las urnas ante el nuevo presidente Luis Arce -del MAS- fue demoledora.
Pero en el Brasil de Jair Bolsonaro la situación no puede ser peor: Brasil fue la sexta economía del mundo durante el gobierno de Dilma Rousseff. Hoy en día Brasil ya ha caído a la duodécima economía del mundo… Es un país mucho, mucho más pobre de lo que era antes… Exactamente lo que conviene al proyecto imperial neocolonial articulado por el Atlantic Council.
Y no es casualidad que tanto los seguidores de Jeanine Áñez como los de Jair Bolsonaro hayan realizado varios ataques racistas contra poblaciones indígenas y negras, manifestando así públicamente su ‘solidaridad’ con la ideología de la supremacía blanca de la metrópoli imperial.
En 2019 el presidente de Chile, Sebastián Piñera, también recibió el Global Citizen Award del Atlantic Council -y no por casualidad se ha enfrentado a sucesivas protestas en las calles contra su gobierno: los chilenos no quieren seguir siendo una colonia. Los premios del Atlantic Council a Macri y Piñera revelan que los gobiernos más serviles al capital internacional -y por tanto al imperialismo- son los más ‘reconocidos’ y prestigiados por los think tanks neoliberales y su proyecto neocolonial.
Cuba, otra nación que con su revolución escapó del destino colonial, ha sido castigada con sanciones y bloqueos hace décadas. Detener el desarrollo de Cuba ha sido una prioridad para el Imperio. Pero China también ha sido un importante socio e inversor en Cuba. Y el apoyo chino al desarrollo de vacunas cubanas contra el COVID-19 ha hecho cundir el pánico en la lucrativa industria farmacéutica occidental, ya que las vacunas de China y Cuba se ofrecerán a un coste mucho menor a los países del Caribe, América Latina, África y Asia.
La mayor ironía es que el Partido Comunista de China, a través de sus inversiones masivas en infraestructuras, sobre todo en el marco de la Iniciativa Belt and Road (Nuevas Rutas de la Seda), está consiguiendo realizar en Asia lo que la burguesía ilustrada de EEUU intentó realizar en su propio país en los años 30 del siglo pasado con el ‘New Deal’.
El gobierno de Roosevelt consiguió aplicar la política del ‘New Deal’ sólo hasta cierto punto, porque los sectores más autoritarios y reaccionarios del capitalismo estadounidense opusieron una enorme resistencia, llegando a planear un golpe de Estado para derrocar al presidente. Aun así, el ‘New Deal’ constituyó la base del desarrollo de la economía estadounidense durante su mayor período de expansión y crecimiento en el siglo XX.
Pero son las fuerzas más retrógradas del capitalismo, las que combatieron ferozmente el ‘New Deal’ en Estados Unidos -organizadas como el orden neoliberal- las que hoy dominan Occidente y pretenden imponer el neocolonialismo al resto del mundo.
El Imperio y la supremacía blanca están en guerra contra el desarrollo, contra la emancipación de los pueblos, contra la diversidad cultural, social y económica. Pero, a pesar de todas las acciones belicistas del imperio, China, Rusia, Bolivia, Argentina, Ecuador, Cuba y Venezuela, están demostrando que otros caminos son posibles.
El siguiente y necesario paso es que los diversos pueblos del mundo, en sus múltiples colores, géneros y formas de ser, se unan cada vez más para construir un futuro más humano y más solidario.
*Franklin Frederick, escritor y activista suizo.
Artículo publicado en Observatorio de la Crisis.