No es una novedad en este día internacional de la lucha de las mujeres que Brasil retrocedió años luz en materia de conquistas. El país pasó de tener una mujer electa presidenta por primera vez en su historia a tener un presidente abiertamente machista, que nombró al frente del Ministerio de las Mujeres a una pastora evangélica que milita contra el aborto legal y que defiende la idea de que las mujeres se vistan de rosa y los hombres de azul.
Nada diferente de lo que se esperaría de un sujeto que ha llegado a decir a una colega en la Cámara de Diputados que no la violaba porque no se lo merecía.
El atraso al que la elite paternalista, xenófoba y odiante ha sometido a este país será difícil de evaluar inclusive en los próximos años, cuando seamos capaces de mirar para trás y contemplar la destrucción y las ruinas de lo que alguna vez supo ser un país soberano.
En materia de identidad de género la situación sólo empeora. En Brasil una mujer es asesinada por ser mujer a cada siete horas, casos que en su mayoría se encuadran en una anterior violencia doméstica. Este dato nos muestra que en su inmensa mayoría, los victimarios son los propios compañeros, quienes por celos, inseguridad o simple educación machista y patriarcal se adjudican el derecho de quitarle la vida a las mujeres que simplemente no cumplen con sus expectativas.
Tal es así que en esta semana la Corte Suprema deberá decidir a partir del voto de sus once miembros (entre los cuales se cuentan solamente dos mujeres) si la tesis sobre legítima defensa de la honra puede ser utilizada en casos de femicidio. Es decir, por si no queda claro, que la Corte deberá posicionarse acerca de si hombres acusados de matar mujeres podrán seguir alegando que mataron a sus compañeras por sentirse humillados.
Si bien no existe dicha figura jurídica en el código penal brasileño y, según el ex presidente de la Corte José Antonio Días Toffoli, la misma sería inconstitucional, a lo largo de los años y de la historia de las mujeres en el país, dicha tesis sirvió de justificación para miles de asesinatos.
El más famoso de todos fue el de Angela Dinis, una celebridad que aparecía en todas las revistas de actualidad en la columna de Sociedad y que fue asesinada en 1976 por su marido luego de un ataque de celos. En un primer juicio, la tesis de legítima defensa de la honra ganó la simpatía del jurado y de la opinión pública, porque según la misma defensa del asesino, la actitud provocadora y sensual de la víctima fue lo que produjo la reacción del marido.
Así como Angela Diniz en los años 70, un promedio de tres mujeres por día son asesinadas en Brasil, donde además se registran 50 mil casos por año de violencia verbal contra mujeres.
La ausencia de datos sobre raza, identidad de género y orientación sexual de las víctimas dan cuenta de una dinámica silenciosa y perversa de invisibilización de una problemática crónica en un país fundado sobre la violencia contra indígenas y negros.
Aún frente a una realidad que asusta, la organización y la lucha de las mujeres brasileñas crece a cada día y a cada atropello oficial. El golpe contra Dilma Rousseff, más allá de haber sido una ofensiva contra un proyecto de inclusión y distribución del ingreso presente en el país desde hacía 13 años, también fue una operación cargada de machismo y misoginia. Los insultos contra Dilma en los meses del impeachment dan cuenta de un odio de género que es histórico y que padecen todas las mujeres que habitan este país y que se atreven a cuestionar el orden patriarcal.
En este día internacional de la lucha de las mujeres, el desafío está en avanzar en el compromiso de la militancia que incluya las demandas de las mujeres y que aporte al debate acerca de una sociedad más justa. Al fascismo se lo derrota con organización, algo de lo cual las mujeres entendemos mejor que cualquier dirigente político y que le darán al pueblo brasileño la fuerza para superar de una vez uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente.
*Periodista, corresponsal en Brasil y miembro del equipo de PIA Noticias.