Hace exactamente 100 años, en 1922, la negativa de las grandes empresas inglesas y holandesas del momento de proveer combustibles a precios razonables motivaron al Coronel Enrique Mosconi a idear la creación de la primera gran petrolera estatal verticalmente integrada del mundo. Así nació, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) con el objetivo de lograr ser autosuficientes en materia energética e impulsar el desarrollo industrial nacional sin dependencia alguna de potencias extranjeras. Tan libre como ética, nacía la mayor empresa de la historia argentina.
Veinte años después, con el regreso de un gobierno nacional y popular, durante el primer gobierno peronista, la empresa 100% estatal logró en nueve años incrementar la producción de petróleo un 70% y elevar el consumo y distribución de petróleo, de 6 a más de 14 millones de toneladas. La capacidad de las destilerías de YPF en el mismo período, pasó de 8 mil metros cúbicos de tratamiento diario a 25.025. Con el impulso inicial de YPF, se creó la empresa Gas del Estado y se planificó la realización de un gasoducto desde Comodoro Rivadavia a Buenos Aires (uno de los más grandes del mundo en su momento). La producción de gas natural pasó, de 8 millones de metros cúbicos, en 1946, a 448 millones en 1954. El gas manufacturado se elevó en el mismo período, de 94 a 247 millones de metros cúbicos. El número de usuarios se triplicó.
Esta exitosa performance empresaria es diametralmente distinta al desarrollado por la misma empresa en manos, y con criterios de ganancia, privada, pero también, choca de frente, con sus resultados como empresa mixta (51% estatal- 49% privada) desde el año 2012. En estos períodos, YPF abandonó su rol y función histórica, su razón de ser, de motorizar el desarrollo industrial y económico mediante el abastecimiento de combustible a bajo precio y la puesta en marcha de grandes obras de infraestructura que impulsen el aumento de las capacidades industriales de la Argentina. Por el contrario, sus políticas se alinearon al mercado global, equiparando los precios locales con los internacionales, generando un contexto difícil y negativo para la reconstrucción de la industria nacional, y sus inversiones fueron mayoritariamente destinadas al crecimiento de las exportaciones y no al desarrollo endógeno ni a la generación de trabajo local.
En este caso, no existe un problema de correlación de fuerzas para una actuación distinta dado que, en la actualidad, YPF domina el 46% de la producción petrolera nacional, el 32% de la gasífera y consta de un gran porcentaje de capacidad instalada en desuso, por lo que cuenta con espalda y poder suficiente para ponderar el interés nacional en lo que respecta a combustibles.
En consecuencia, debemos remarcar que la causa principal de la implementación de estas políticas, a contramano de lo que el interés nacional indica, se debe a la consolidación y profundización de un modelo económico netamente exportador que encuentra como mayores beneficiarios a un grupo reducido de empresas transnacionales mientras en nuestra tierra solo aumenta el desempleo, la pobreza y desigualdad.
Es aquí donde se encuentra la principal contradicción puesto que, si bien la producción y exportación de petróleo sirve a la generación de divisas, estas políticas atentan contra la creación de empleo y el desarrollo de los diversos sectores económicos. También, porque un aumento en la capacidad productiva del país traería aparejado un proceso de industrialización que posibilite sustituir el gran volumen de importaciones que representan la mayor sangría de divisas de la economía nacional. Sin lugar a dudas, un proyecto de desarrollo en ese sentido, conlleva beneficios sustancialmente mayores a la exportación de petróleo y sus derivados.
Dicho esto, resulta importante destacar la necesidad de que la mayor empresa del país retome el rol de testigo y referente de los sectores estratégicos, y no actúe, como hasta el momento, como un intermediario entre el interés de lucro del capital privado y el interés social del Estado.
Hoy, como hace cien años, YPF es una herramienta clave para impulsar el desarrollo industrial que genere los puestos de trabajo que la Patria Argentina y su Pueblo tanto necesitan.
*Rodolfo Pablo Treber es analista económico, trabajador del Banco Central de la República Argentina, secretario político de la agrupación Social 21 La Tendencia y colaborador de PIA Global.