Europa

‎¿Hacia dónde nos lleva el eje Roma-París?‎

Por Manlio Dinucci* –
El Tratado que Italia y Francia acaban de firmar en Roma modifica radicalmente la ‎arquitectura de la Unión Europea en materia de defensa.

Con el Tratado del Quirinal, el presidente de Italia Sergio Matarella, el primer ministro italiano ‎Mario Draghi y el presidente de Francia Emmanuel Macron conforman el nuevo binomio “líder” ‎de la Unión Europea: Francia e Italia. ‎

Ya no serán las dos únicas ‎potencias nucleares europeas (Francia y Reino Unido) quienes encabecen la defensa de ‎la Unión Europea. Tampoco lo harían el ejército de Francia y la chequera de Alemania ‎sino los dos ejércitos más importantes que aún quedan en la UE, que son los de Francia ‎e Italia. Por supuesto, siempre bajo las órdenes de la OTAN. ‎

El Tratado que acaba de firmarse en Roma, en el Palacio del Quirinal, promovido por ‎el presidente de la República Italiana, Sergio Matarella, y firmado el 26 de noviembre por ‎el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro italiano Mario Draghi, es un tratado ‎político mediante el cual Italia y Francia «se comprometen a desarrollar su coordinación y a ‎favorecer las sinergias entre sus acciones respectivas a nivel internacional», facilitando ‎‎«asociaciones industriales en sectores militares específicos» y otros programas que impliquen ‎obligaciones financieras para el Estado ‎ [1]‎‏.‏

Sin embargo, para que el presidente de la República Italiana pudiese ratificarlo ese Tratado ‎tendría que haber contado primero con la autorización del parlamento italiano conforme al ‎Artículo 80 de la Constitución, donde se estipula que «las Cámaras autorizan por ley la ‎ratificación de los tratados internacionales que sean de naturaleza política o prevean gastos ‎financieros». A pesar de lo anterior, el texto del Tratado se mantiene en secreto, ‎exceptuando solamente a un restringido círculo de miembros del gobierno, hasta que se decida ‎publicarlo… después de firmado. ‎

El objetivo del Tratado, revelado al cabo de una negociación secreta, se percibe claramente por ‎su timing: se concluyó en el preciso momento en que, al salir de la escena la canciller ‎alemana Angela Merkel, aparecen nuevas correlaciones de fuerzas en el seno de la Unión ‎Europea. Francia, que asume en enero la presidencia semestral de la UE, sustituye el eje París-‎Berlín por un eje París-Roma. ‎

El acuerdo franco-italiano se centra en el Artículo 2, dedicado a la «seguridad y la defensa», ‎que cuenta 7 párrafos. Italia y Francia se comprometen a «fortalecer las capacidades de ‎la Europa de la defensa, trabajando así igualmente por la consolidación del pilar europeo de ‎la OTAN». Como ha subrayado el primer ministro italiano Draghi, en sintonía con Washington, ‎hay que construir «una verdadera defensa europea, que naturalmente es complementaria a ‎la OTAN, no sustitutiva: una Europa más fuerte hace que la OTAN sea más fuerte». ‎

Para pagar simultáneamente la OTAN y la Europa de la defensa, será necesario un colosal ‎aumento del gasto militar italiano, que ya hoy sobrepasa los 70 millones de euros diarios. ‎

En el marco de las «alianzas estructurales» entre sus industrias militares respectivas, Italia ‎ayudará a Francia a desarrollar las fuerzas nucleares estratégicas francesas y contribuirá también ‎al desarrollo de los sistemas militares espaciales de ambos países. El presidente francés ‎Emmanuel Macron ha iniciado un programa de «modernización» que prevé el desarrollo de ‎submarinos de ataque nuclear de tercera generación armados de nuevos misiles balísticos, ‎así como el desarrollo de un avión de combate de sexta generación (FCAS) armado con nuevos ‎misiles cruceros hipersónicos portadores de ojivas nucleares, concretamente el misil Tempest, actualmente ‎en etapa de concepción en Reino Unido. ‎

El programa que el presidente francés anunció en octubre, sobre la construcción de un sistema ‎de pequeños reactores nucleares modulares –a un costo de 30 000 millones de euros–, encaja en la «modernización» de las fuerzas nucleares francesas, lo cual indica que el Tratado del ‎Quirinal probablemente incluye una colaboración de Italia en ese sector, en el marco del plan ‎tendiente a la reintroducción de la energía nuclear en el sistema energético italiano. ‎

En el mismo Artículo 2 del tratado, Italia y Francia se comprometen a «facilitar el tránsito y el ‎estacionamiento de las fuerzas armadas de la otra Parte en su propio territorio», sin especificar ‎con qué objetivo, y a coordinar la participación de ambos países «en misiones internacionales ‎de gestión de crisis», particularmente en el Mediterráneo, en el Sahel y en el Golfo de Guinea. ‎

Se prepara igualmente un fuerte incremento de la participación de fuerzas especiales italianas –‎con blindados, aviones y helicópteros de ataque– en la Task Force Takuba, que opera en Mali y ‎en los países limítrofes con este último Estado bajo el mando de las fuerzas armadas francesas. ‎Oficialmente, el objetivo de Takuba en esa región sería la «lucha contra el terrorismo», pero ‎en realidad apunta a controlar una de las zonas más ricas en materias primas estratégicas, cuya ‎explotación está en manos de transnacionales estadounidenses y europeas, temerosas de los ‎cambios políticos en África y de la creciente presencia económica de China en ese continente. ‎

Así, según proclama el Tratado del Quirinal, Italia y Francia unidas actúan en «su objetivo ‎conjunto de contribuir al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales, proteger y ‎promover los derechos humanos».‎

*Manlio Dinucci, geógrafo y politólogo. 

Artículo publicado en Voltaire. Artículo original en Il Manifiesto.

[1] «Traité du Quirinal», Réseau ‎Voltaire, 26 de noviembre de 2021.

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