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Zelensky, los neonazis y la guerra olvidada.

Por Ángel Guerra Cabrera*
El presidente de Ucrania Volodomir Zelensky es de origen judío. Así que, repiten Fox News, CNN, PBS y, claro, demás medios hegemónicos, es absurdo afirmar que en su gobierno haya nazis ni influencia neonazi.

Sin embargo, los hechos demuestran que no solo Zelensky, sino el régimen que representa, tiene una prosapia neonazi, arraigada en la historia de la extrema derecha nacionalista ucraniana, aliada a los nazis durante la ocupación de la URSS por el hitlerismo. Llegó a existir una temida división de las SS bajo comando alemán, pero completamente integrada por ucranianos, durante el conflicto.

De las “SS” formaron parte los máximos referentes de la Unión de Nacionalistas Ucranianos (UNO), Stepan Bandera e Iván Pavlenko. Una fuerza guerrillera de la UNO, además, realizaba operaciones de exterminio contra judíos, comunistas y población civil, hasta arrasar aldeas enteras. Miembros de la UNO llevaron a cabo el progrom de Lvov, en el que asesinaron a 300 comunistas y 4000 judíos.

La Masacre de Volinia es una limpieza étnica realizada durante la Segunda Guerra Mundial por el Ejército Insurgente Ucraniano (Ukrainska Povstanska Armiya, o UPA) y otros grupos armados nacionalistas, nazi-fascistas, que los actuales gobernantes y manifestantes del Euromaidan no tienen ninguna vergüenza en adular, como en el caso de las fotos de Stepán Bandera, líder indiscutible del UPA y la OUN, exhibidas en la plaza Maidan u otros lugares de Kiev. 

Fueron los grupos inspirados en ese legado los que hicieron posible, con sus sangrientas acciones contra civiles y policías, el golpe de Estado antirruso de 2014, mediante el cual se instauró el actual régimen vasallo de Estados Unidos en Ucrania. Primero con el multimillonario Petró Poroshenko al frente, y posteriormente con el cómico Zelensky, inflado como un héroe por la maquinaria mediática occidental desde que inició la guerra.

Pero es inocultable su impopular gestión presidencial cuajada de escándalos, no solo por sus vínculos con los neonazis, también por el incumplimiento de sus promesas de campaña. Entre ellas el combate a la corrupción imperante en el manejo público del país, de las mayores del mundo.  Para luego aparecer en los Pandora Papers como poseedor de cuentas en paraísos fiscales con   fondos provenientes de Igor Kolomoisky.  Este, magnate de origen judío y uno de los principales financistas de los batallones neonazis Azov, Aidar y Dnipro.

El primero con fuerte presencia en la guerra olvidada contra la población rusófona del Donbás, que dura ya ocho años. Azov fue decisivo, junto al también neonazi Sector Derecho, para la victoria del golpe, regado con ríos de dinero por Washington. De forma tan descarada, que la subsecretaria de Estado estadunidense Victoria Nuland, estuvo presente durante días en las protestas de Maidán.

Zelensky, ciertamente, intentó al principio de su mandato, desescalar el conflicto armado en el Donbás, una promesa de campaña apoyada por la mayoría de la población rusófona y por muchos ucraniófonos. Quería reforzar la llamada fórmula Seinmeier, impulsada por el entonces ministro alemán de exteriores Walter Seinmeier, consistente en convocar a elecciones en Donets y Lugansk, un paso que habría apuntado al cumplimiento de los sensatos Acuerdos de Minsk, hasta entonces ninguneados por Kiev.

El presidente de estreno visitó la línea del frente e incluso amenazó con desarmar a los neonazis, pero estos lo tundieron en las redes sociales, lo amenazaron, junto a políticos de extrema derecha, y lo doblegaron. De modo que el cómico metió reversa e hizo las paces con los facinerosos para terminar mimándolos y alentándolos hasta echar Minsk al cesto.

Para la historia queda la foto de Zelensky condecorando con la orden Héroe de Ucrania, nada menos que a Dmytro Kotsyubaylo, comandante del Sector Derecho,

que, junto al batallón Azov, se ha destacado por sus crímenes de guerra contra niños, mujeres, ancianos y, en general, población civil rusófona del Donbás, donde han ocasionado entre 13 y 14 mil muertos.

Son ellos, los que Moscú acusa de impedir la salida de los civiles por los cordones humanitarios habilitados por los militares rusos en los últimos días en varias ciudades ucranianas, algo perfectamente verosímil si uno conoce la férrea oposición armada y fieras provocaciones de esos grupos contra los Acuerdo de Minsk, su violencia descontrolada y su rusofobia.

Fueron extremistas ucranianos, hasta hoy impunes, los que quemaron vivos en la Casa de los Sindicatos de Odesa a 42 civiles de origen ruso, durante las protestas populares, que recorrieron varias ciudades del este y sureste de Ucrania en 2014 contra los manifestantes de la plaza Maidán y su propósito de integrar al país en la Unión Europea y la OTAN.

Bandera y Pavlenko han sido reverenciados en medios de extrema derecha y oficiales desde que Ucrania proclamó la independencia de la URSS. Ambos proclamados Héroes de Ucrania por el parlamento. Un monumento rememora al primero y una calle de Kiev al segundo.

El 1 de enero de este año una marcha en Kiev recordaba a Bandera con gran disgusto de millones de rusófonos pero evidente apoyo gubernamental. Son solo algunas aciagas evidencias de la presencia neonazi en el gobierno y sectores de la sociedad ucraniana. Entre otras raíces de esta pavorosa guerra fratricida.

Notas:

*  Periodista y analista político cubano.

Fuente: https://lapupilainsomne.wordpress.com/

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