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Yemen: La crisis de Hadramaut acelera la “somalización” del país

PIA Global comparte la entrevista realizada por la Agenzia Nova a Laura Silvia Battaglia, periodista y documentalista especializada en Yemen, voz de “Radio3 Mondo” y colaboradora del “Washington Post”.

Yemen ha entrado en la fase más avanzada de su fragmentación territorial e institucional desde el inicio de la guerra civil. La actual crisis militar y política en la región oriental de Hadramaut, junto con el avance de las fuerzas separatistas del sur respaldadas por los Emiratos Árabes Unidos, es la señal más clara de la disolución del estado unitario. Una transición lenta pero ahora inexorable, donde las autoridades locales, las milicias, las tribus y los poderes regionales dictan la agenda política más que cualquier gobierno central formalmente reconocido. «Estamos presenciando una somalización clara, progresiva y agresiva de Yemen», declaró a Agenzia Nova. Laura Silvia BattagliaBattaglia, periodista y documentalista especializado en Yemen, portavoz de Radio 3 Mondo y colaborador del Washington Post, subraya que la disolución progresiva de las instituciones no es un fenómeno repentino ni episódico, sino “un proceso que lleva años en marcha”, ahora amplificado por la crisis de Hadramaut y la competencia entre Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.

Según Battaglia, hablar hoy de un “gobierno central” yemení es “poco realista”. Distingue dos niveles de gobierno formalmente reconocidos, ambos carentes de control operativo: por un lado, el aparato compuesto por la élite institucional y política vinculada a Islah, el principal partido islamista sunita, que mantiene relaciones exteriores, pero “de facto ya no tiene control sobre el territorio”. Por otro lado, el Consejo Presidencial con sede en Adén, liderado por el presidente Rashad al-Alimi, que representa formalmente al gobierno reconocido internacionalmente. Sin embargo, el marco institucional carece ahora de poder real: “Al-Alimi y sus hombres, que dialogan con Riad, sí tienen presencia de facto en el sur, en Adén, pero el núcleo del gobierno ya está en manos de fuerzas separatistas”, explica Battaglia. Para la población y los actores armados, el poder ejecutivo en Adén es un referente burocrático necesario para las negociaciones externas, pero carece de capacidad para imponer decisiones, ejercer la soberanía territorial o gestionar la seguridad, los recursos y los servicios.

El aparato estatal se encuentra así fragmentado y reducido a una representación simbólica, mientras que la gobernanza real ha pasado a manos de una pluralidad de autoridades armadas, tanto locales como regionales. En el centro de esta transformación se encuentra el movimiento secesionista del sur, el Consejo de Transición del Sur (STC), que en los últimos días ha tomado el control de zonas enteras de la región de Hadramaut, incluyendo aeropuertos, infraestructura energética y vías de comunicación. Battaglia explica que el STC cuenta con el firme apoyo de los Emiratos, que tienen presencia en varias zonas de la costa, y que ahora tienen un interés sustancial en garantizar que esta zona se desarrolle según sus necesidades.

Según el experto, los Emiratos han pasado de una posición de intereses compartidos con Arabia Saudí a un conflicto con estos intereses precisamente en Yemen. La rivalidad entre las dos potencias del Golfo se manifiesta a nivel territorial, económico y militar, especialmente en el sur de Yemen, donde Abu Dabi apoya la independencia de las instituciones locales y proporciona recursos, entrenamiento e infraestructura a grupos armados y estructuras civiles. El Consejo de Transición Sudafricano (STC) ya no es una simple milicia, sino una autoridad autónoma de facto, con capacidad administrativa, una cadena logística, una presencia militar estructurada y acceso directo a apoyo financiero externo. En las zonas bajo su control, ejerce funciones de seguridad, gestión fiscal y territorial, reemplazando de hecho al gobierno central.

La reciente crisis no puede entenderse sin considerar la importancia histórica de la región de Hadramaut, una región que siempre ha sido “extremadamente independiente, con una historia única”, recuerda Battaglia. La región cuenta con grupos tribales muy fuertes y redes económicas globales poco comunes en el mundo árabe. Además, es “la zona que sin duda posee las mayores reservas de petróleo”, parcialmente explotadas, pero con un amplio potencial de desarrollo en hidrocarburos y gas. Es un territorio rico, con infraestructura energética estratégica y acceso directo al mar, de gran interés para las potencias del Golfo y los actores regionales.

Ya en 2012, durante la Conferencia Nacional organizada tras la revolución de 2011, Hadramaut defendió un modelo federal y el derecho a la autonomía económica. «Es una de las zonas de Yemen que más deseaba la federación y la independencia de la zona central, precisamente para beneficiarse de todas sus actividades comerciales, especialmente del petróleo, pero no solo», continúa Battaglia. Por lo tanto, esta reivindicación histórica no surge del conflicto actual, sino de una posición consolidada, culturalmente arraigada y sustentada por un tejido económico independiente. Hadramaut ha mantenido durante mucho tiempo relaciones privilegiadas con Arabia Saudí y Omán, y en el pasado ha operado con un grado significativo de autonomía tanto del norte como del sur de Yemen.

La perspectiva separatista para Hadramaut es más avanzada hoy que en el pasado: «Una de las hipótesis separatistas que se barajan es que, además del norte con los hutíes, y en el sur con este mosaico de Islahi y precisamente el Consejo de Transición Estratégica (CTS) y el gobierno separatista, Hadramaut debería convertirse en el tercer Yemen». Esto significa que la fragmentación territorial no se limitará a la división Norte-Sur, sino que podría estabilizarse mediante la creación de tres autoridades independientes con sistemas económicos y de seguridad diferenciados. La crisis actual, de hecho, refleja una división interna entre dos bloques locales: por un lado, quienes «desean la independencia total de Hadramaut»; por otro, grupos tribales o económicos que prefieren «permanecer vinculados a los saudíes por razones de posicionamiento regional». En medio se sitúa un gobierno central «que ya no controla nada», reconocido formalmente, pero carente de herramientas efectivas para contrarrestar los acontecimientos sobre el terreno.

Arabia Saudita no tiene interés en una mayor somalización de Yemen, al menos en términos energéticos. Según Battaglia, el principal objetivo de Riad es asegurar un corredor logístico capaz de transportar recursos petroleros desde el norte hasta la costa sur. Para ello, los saudíes han invertido fuertemente en la gobernación oriental de Al Mahra, fronteriza con Omán, forjando profundas relaciones locales y canalizando fondos hacia tres sectores principales: gas y petróleo, educación e infraestructura, especialmente aeropuertos y puertos. Estas inversiones no son principalmente militares, sino económicas y de infraestructura, con el objetivo de construir una red logística estable. Es en este marco que surge la competencia entre los intereses saudíes, los centralistas en Adén y los grupos armados autónomos presentes en Shabwa y Lahj, incluyendo fragmentos de Al Qaeda, que Battaglia cita en su análisis.

«Este Yemen ha perdido la oportunidad de convertirse en una federación en una era de paz, y ahora cada elemento de este único organismo, cada órgano, empieza a funcionar por sí solo», resume Battaglia. La falta de una centralización real, observa, transforma el país en un sistema permeable, incapaz de redistribuir recursos ni de garantizar una seguridad unificada, hasta el punto de «convertirlo en un colador, como lo fue y lo es Somalia». Por lo tanto, la «somalización» no es un escenario hipotético, sino un proceso ya visible: las entidades territoriales administran partes del país como entidades autónomas, con sus propias economías, negociaciones externas, milicias, aduanas y relaciones bilaterales. Como concluye Battaglia, Yemen está ahora destinado a convertirse en «muchas Somalias dentro de Somalia», unidas más por equilibrios locales y acuerdos de seguridad que por una única capital o un gobierno central plenamente operativo.

Artículo publicado originalmente en Agenzia Nova.

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