En Bagdad, el sábado pasado murieron dos nuevos manifestantes durante las protestas populares que continúan sacudiendo al país.
Para su primera visita a Irak como vicepresidente, Pence decidió celebrar Acción de Gracias con las tropas en la base de la provincia de Al Anbar.
Segundo productor de la OPEP, Irak es presa de un movimiento de protesta espontáneo y de una crisis social que ha dejado casi 350 muertos en algo más de un mes, un fenómeno inédito desde la caída en 2003 del dictador Sadam Husein, después de que Estados Unidos invadiera el país.
Mientras que la calle reclama una refundación del sistema político establecido por los estadunidenses después de 2003, y ahora muy influenciado por Irán, Washington, prácticamente, se ha limitado a guardar silencio.
Una actitud que, según los expertos, confirma el declive de su influencia en Irak e incluso su desinterés por ese país, en el que Irán, desde hace años, ha «cooptado dirigentes, pagado a agentes iraquíes y se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida política, económica y religiosa de Irak», según una reciente filtración de documentos de los servicios de inteligencia iraníes.
Hace cerca de un año, el presidente Donald Trump festejó la Navidad en la base de Ain al Asad, en el desértico oeste de Irak, sin reunirse con ningún oficial ni visitar Bagdad, a 200 kilómetros de allí, lo que dio lugar a la enésima campaña de los simpatizantes de Irán en el Parlamento para expulsar de Irak a los 5 mil 200 soldados que Estados Unidos tiene desplegados en el país.
«Agradecimiento» a los kurdos
Tras su visita a la base, Pence se dirigió a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, donde garantizó al presidente de la región autónoma, Nechirvan Barzani, y a su primer ministro, Masrur Barzani, su «agradecimiento» y su «determinación para mantenerse al lado de los aliados kurdos», indicó un responsable estadunidense.
Al otro lado de la frontera, los kurdos de Siria, aliados de Estados Unidos en la lucha antiyihadsita en los últimos años, consideran que Washington los ha abandonado tras retirar a sus militares de su región en el norte de Siria, lo que abrió la vía a una ofensiva militar turca contra ellos en octubre.
En Irak, las autoridades federales de Bagdad tuvieron que contentarse con una llamada telefónica porque Pence «no podía ir a Bagdad por razones de seguridad», dijo otro responsable estadunidense.
Así, llamó al primer ministro, Adel Abdel Mahdi, desde la base de Ain al Asad, y le instó a «disociarse de Irán», según el mismo responsable.
De un tiempo a esta parte, Washington parece ocupar una posición marginal en el plano político en Irak, si bien sigue apoyando al país en la lucha contra las células yihadistas del grupo Estado Islámico, encabezando una coalición internacional a tal efecto.
La relación entre Estados Unidos e Irak está en su punto «más bajo», reiteran responsables de ambos países, sobre todo con Abdel Mahdi, considerado «demasiado próximo» a Irán.
El jefe de gobierno, que lleva trece meses en el cargo, todavía no ha viajado a Washington, una visita que se ha postergado repetidas veces en los últimos meses.
Dos manifestantes muertos
Además, la visita sorpresa de Pence tuvo lugar en pleno movimiento de protestas en Irak. Desde el jueves, diez manifestantes fueron alcanzados por las balas, granadas lacrimógenas y pelotas de goma, según fuentes médicas.
Entre ellos, dos murieron este sábado en el puente Al Ahrar, cerca de la plaza Tahrir, epicentro de las protestas en Bagdad, según una fuente médica.
Decenas de manifestantes resultaron heridos en Bagdad y en varias ciudades del sur del país, donde las protestas y las acciones de desobediencia civil continúan.
En Kerbala, una ciudad santa situada al sur de Bagdad, los manifestantes formaron un cortejo fúnebre en honor a un manifestante que había desaparecido y que al final fue hallado muerto en el maletero de su vehículo, constató un corresponsal de la AFP.