Nuestra América

Venezuela: un candidato-programa Maduro

Por Fernando Buen Abad Domínguez*. – Pesan más de 900 sanciones económicas impuestas por EU contra Venezuela, con las heridas sociales que implican, y eso no impidió el registro clamoroso de Nicolás Maduro como candidato a un nuevo periodo presidencial.

Fue un clamor de pueblo movilizado que, desde sus entrañas dolidas y heroicas, ha debido soportar a pie firme, la insolencia y la estulticia imperial yanqui. A pesar de todo, ese pueblo ha encontrado las fuerzas históricas indispensables para no sucumbir arrodillado por extorsiones y humillaciones a destajo. Una muchedumbre, con vocerío preclaro, sacó a las calles y las avenidas su mensaje hondo y nítido, conmovedor por inamovible: “¡váyanse al carajo, yanquis de mierda!” La derrota de la derecha parece inevitable.

Resisten una de las más virulentas ofensivas económico-mediáticas, desencadenada contra el programa bolivariano y socialista. Los gringos han sobrepasado sus agresiones conocidas y han desplegado repertorios peores a manos de las jaurías neoliberales y sus secuaces mass media. Lo que han hecho contra el pueblo venezolano es una canallada insoportable. Han llegado a usar el nombre de su país con sorna y desprecio. Repudiemos la guerra de desprestigio instalada contra Venezuela. Que no se naturalice el odio de clase como sustituto del debate.

La respuesta de “los hijos de Bolívar” se despliega en clave electoral, por la democracia. Acudió ese pueblo extraordinario a registrar al candidato Nicolás Maduro. Preparan una contraofensiva ayudados con las urnas, las leyes y orgullo de contar con una estructura electoral impecable, revisada y avalada por los organismos y los expertos más exigentes del orbe. Contraofensiva de dignidad que extrae la artillería de la cordura y la autodefensa, de los arsenales históricos del chavismo para no caer en provocaciones y emboscadas del imperio gringo. Irán por los votos para una victoria contundente e histórica.

Desde luego la derecha y sus corifeos se precipitan para interrogar airadamente, como si tuviesen algún derecho para interrogar, “la relección”, “el régimen”, “la dictadura” y el manto de la virgen… claro, sin pasar revista al escándalo de corrupción macabro que pudre desde sus entrañas al capitalismo, que ellos tanto aman, empeñado en destruir todo signo de civilización y toda dignidad humana. Ahora el programa del socialismo bolivariano se ensancha en un “polo patriótico” que teje la trama de las alianzas emergentes en un mundo pospandemia, ensangrentado, saqueado, explotado y humillado hasta el hartazgo. Así, han encontrado el modo para organizar la resistencia y la rebeldía en unidad.

Es “imperfecto” ese socialismo, dicen algunos desde las diestras y las siniestras. Es “incompleto”, añaden otros. “No es Marx”, “no es Lenin”, “no es Trotsky”, reclaman aquellos. No es Chávez, rumoran los más delirantes. Muchos omiten lo que se escucha en las calles. Ignoran lo que mandatan miles de asambleas populares que organizan la voluntad política del pueblo de Chávez como plan de lucha electoral que lleva a Maduro al Consejo Nacional Electoral para hacerlo candidato de nuevo.

No todos están “contentos”, es verdad que hay fatigas y heridas. Falta mucho, hay deudas y demoras. Las más de 900 sanciones imperiales no lo explican todo y sigue habiendo desigualdades añejas con distorsiones nuevas y viejas. Hubo traiciones, puñaladas y bofetadas de corrupción escandalosa y faltan soluciones más enérgicas con sanciones ejemplares para los traidores. Para superar eso, el pueblo bolivariano extiende otro voto de confianza, ahora transversal al programa de la patria que marca la dirección política de esta etapa. Es una dialéctica histórica que enloquece a los pitucos y a sus apellidos.

Hasta para seguir disputando su derecho a ser libres, miles de asambleas de barrio han optado por Maduro. Por cierto, indica pobreza intelectual severa o mala fe emitir afirmación sobre Venezuela, omitiendo el peso de las más de 900 sanciones que son por sí mismas un crimen de lesa humanidad. Algo muy bueno para su pueblo debe estar haciendo el chavismo que enoja tanto a la burguesía. Recrudecerán en los meses próximos las campañas del odio que han pretendido desfigurar el impulso revolucionario de las masas venezolanas. Intentarán crear las condiciones para un “escarmiento” macabro que extinga la osadía de querer ser soberanos, igualitarios y comunitarios. El imperio amenaza con sus palabrejas apocalípticas para destruir las libertades y las dignidades democráticas. Las comparsas mediáticas exhiben sus circos con la esperanza mercenaria de insuflar los influjos siniestros de los oligopolios mediáticos.

Está activado un movimiento de masas que construye su agenda de lucha inspirado en sus propias luchas. Se hermana con las victorias históricas de otros pueblos y entiende el rol de las generaciones que se dan cita para garantizar soberanía a sus riquezas naturales y a sus riquezas morales. Que las tiene y muchas en cantidad y en calidad. Maduro es signo de la resistencia disciplinada, cuya tarea histórica es contribuir a perfeccionar el socialismo bolivariano de Venezuela. Se lo ordena la revolución misma. Su campaña será obedecer la orden hacia un gran avance revolucionario. Eso significa mucho en el actual periodo revolucionario pese a los miles de obstáculos y afrentas porque el cometido electoral de Maduro no es sólo la victoria.

El mandato es una victoria contundente y han de saberlo muy bien todos los obreros, los campesinos, los estudiantes de todo el mundo, porque este proceso electoral ya no es sólo un asunto de Venezuela, es sin duda, un continental y global del que surgiría una geopolítica cargada con novedades. No habrá “electores” con sentido quietista, todos saben que su voto es un documento histórico de lucha en el que habita el avance dialéctico y revolucionario que, todavía, no conocen muchos pueblos y que ha costado trabajo entender en el estado actual de alienación mundial. Maduro es ya candidato, y deberá ser escuchado atentamente porque su voz no es otra que la de un pueblo indicando los pasos de su revolución.

Maduro es un candidato-programa, parido por las masas para multiplicar las fórmulas de la ecuación rebelde en una revolución “bonita” comprometida con la “máxima felicidad posible para todos y todas”. La nominación de Maduro como candidato será movilización permanente del vocerío revolucionario escrito por la mano de campesinos y obreros de todos los frentes en lucha que son soporte crucial y futuro único. Será acción directa e irreductible porque su pueblo lo ordena. Acción directa de una democracia revolucionaria que no se detendrá, aunque muchos la ignoren o la desprecien.

Fernando Buen Abad Domínguez* Doctor en filosofía

Este artículo ha sido publicado ebn el portal jornada.com.mx/

Foto de portada: Reuters.

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