El encuentro entre los dos máximos líderes políticos de las Américas se centró en el “tarifaço” impuesto a Brasil. Pero los recargos estadounidenses no fueron el único problema. Entre otros temas, las amenazas de Estados Unidos a Venezuela estaban en la agenda, y Lula insistió en mantener a América del Sur como una zona internacional de paz.
La preocupación está más que justificada. Hace unos días, The Washington Post reveló que el expresidente Donald Trump había autorizado a la CIA a realizar acciones agresivas —o letales— contra el gobierno venezolano y presuntos narcotraficantes vinculados a él. Si bien las instrucciones detalladas siguen siendo clasificadas, el contenido de la autorización sugiere algo más que una simple vigilancia: un movimiento de presión política que coquetea con la intervención militar.
La respuesta de Caracas fue inmediata. Nicolás Maduro acusó a Washington de tratar de fabricar legitimidad para una operación de cambio de régimen, comparando el escenario venezolano con las “guerras eternas y fallidas” en Afganistán, Irak y Libia. Para el gobierno venezolano, el discurso estadounidense sobre el narcotráfico y la democracia esconde un objetivo más antiguo y predecible: el control de los vastos recursos energéticos del país.
Maduro es sin duda una figura controvertida y el régimen venezolano lleva graves acusaciones de autoritarismo y violaciones de derechos humanos. Sin embargo, reconocer estos fracasos no debería cegarnos a la lógica más amplia actual. La política exterior de Estados Unidos ha operado históricamente bajo el disfraz de la moralidad, pero sus intereses reales son económicos y estratégicos. América Latina, desde el siglo XIX, ha sido el escenario de esta ambigüedad, de Guatemala a Cuba, de Chile a Panamá, y ahora, nuevamente, en Venezuela.
El exdiplomático Tom Shannon, con larga experiencia en el Departamento de Estado, advirtió que la acción directa podría “agravar la situación”, especialmente si asumía “un objetivo político”. Shannon fue aún más incisivo al afirmar que la Casa Blanca “no está siendo clara con el pueblo estadounidense sobre lo que está sucediendo”. La falta de transparencia, en este caso, no es un descuido, sino un patrón: cuanto más oscura es la justificación, más fácil es realizar una intervención sin consenso público.
La pregunta central sigue siendo: ¿Estaría dispuesto Estados Unidos a repetir su viejo guion de “liberación” por la fuerza? La respuesta oficial sigue siendo negativa. Pero el despliegue de una inmensa fuerza militar en las afueras de Venezuela es un hecho impresionante. Además, la historia muestra que la negación estadounidense a menudo es solo un preludio vacío: el silencio antes del bombardeo.
Lier Pires Ferreira* Doctor en Derecho (UERJ). Investigador en NuBRICS/UFF.
Renata Medeiros** Máster en ciencias políticas, abogado
Este artículo ha sido publicado en el portal onorteonline.com/
Foto de portada: onorteonline.com









 
									 
							 
							 
							 
							 
							