Colaboraciones Nuestra América

Venezuela: el Esequibo ¿Por qué ahora, y por qué un Referéndum?

Por Omar Hassaan Fariñas*. Especial para PIA Global. –
Durante la Gran Guerra de los legendarios y heroicos lideres amerindios de Norteamérica como “Red Cloud” (Nube Roja), “Crazy Horse” (Caballo Loco) y “Sitting Bull” (Toro Sentado), entre los años 1866 a 1868, los siux oglala y los siux lakhota de Norteamérica mantuvieron una guerra de desgaste (atrición) contra los colones anglosajones (los ciudadanos estadounidenses) que duró dos años, en una región que actualmente constituye los estados estadounidenses de Montana y Wyoming.

Con victorias contundentes como “The Battle of the Hundred Slain” (La Batalla de los Cien Muertos) de 1866 (la derrota más significativa que sufrió el ejército estadounidense, antes de la derrota monumental de “Little Bighorn” de 1876), los siux pudieron negociar el favorable tratado del Fuerte de Laramie de 1868. El tratado de 1868 creó la “Great Sioux Reservation” (La Gran Reserva Siux), a la vez de garantizarle a los mismos la posesión de los territorios denominados “Black Hills” (las Colinas Negras); una cordillera de montañas entre Wyoming y Dakota del Sur. El tratado estipulaba una clara prohibición de acceso para los blancos (anglosajones), como también de explorar o crear asentamientos en la “Gran Reserva Siux”. A la vez, el tratado contemplaba el retiro de las tropas del gobierno federal de todos los territorios amerindios de la región señalada.

Pero como siempre, la codicia anglosajona cambió todo. Entre 1874 y 1876, los anglosajones descubrieron depósitos de oro en las Black Hills.[1] Adicionalmente, el gobierno federal estadounidense empezó a expresar interés por la madera de los bosques de Black Hills, de inmensa utilidad industrial para la República Anglosajona. La secuencia de eventos en la Gran Reserva Siux – después del descubrimiento del oro – mantuvo más o menos los mismos procedimientos y secuencias de tantos otros procesos de desplazamiento forzoso y exterminio de los amerindios norteamericanos por parte de los anglosajones. A continuación, presentamos una síntesis de este procedimiento, el cual podemos fácilmente aplicar a todos los otros procesos de despoje de tierras amerindias por parte de los anglosajones, a lo largo de los Siglos XVII, XVIII y XIX, hasta consolidar la republica interoceánica (del Pacífico al Atlántico):

  • Primeramente, los especuladores de oro, tierra, madera o cualquier otro rubro, empiezan a invadir los territorios amerindios (asignados por los mismos anglosajones, en base a “acuerdos y tratados”, propiciados por el poder ejecutivo del gobierno federal estadounidense, y legitimados por el poder legislativo del mismo gobierno);
  • Durante esta primera etapa, el gobierno federal hace poco (efectivamente, nada) para limitar las miles de incursiones y asentamientos ilegales creados por sus ciudadanos blancos, sobre los territorios amerindios, ni mucho menos para impedir el atropellamiento que sufren las poblaciones nativas, o la extracción ilegal de los recursos naturales de sus tierras, a pesar de la existencia de cláusulas en los tratados firmados, que obligan a dicho gobierno a actuar en contra de este tipo de agresiones y violaciones del espacio amerindio;
  • Ese mismo gobierno espera que la situación entre los colones (invasores) anglosajones y los amerindios se ponga bastante complicada, caótica y fuera de control (es decir, sangrienta), para intervenir y “restaurar el orden”, por lo general a través de una supuesta “separación” de los beligerantes;
  • Esta separación eventualmente implica una “relocalización” amerindia hacia un “nuevo” y “exclusivo” territorio (el cual siempre es un vertedero), asunto que se debe “negociar” a través de nuevos tratados que sustituyan los viejos, estos últimos ahora automáticamente “nulificados”, a raíz de la existencia de depósitos de oro, o por cualquier otra excusa que desean adelantar los anglosajones;
  • El nuevo “tratado” suele ser negociado a través de un “partido del tratado”, en el seno de la comunidad amerindia. Estos suelen ser grupos minoritarios de amerindios que están dispuestos a vender sus propios pueblos por un poco de tierra, o quizás apaciguadores que creen que la lujuria anglosajona por las tierras posee límites físicos y palpables. Si estos “partidos o partidarios del tratado” no existen, se creaban: simplemente se colocaban unas cuantas bayonetas sobre los cuellos de un grupo predeterminado o seleccionado al azar, se les impone “una oferta que no pueden rechazar” al mejor estilo del Don Vito Corleone, y se les obligaba a firmar, y de esta manera se “creaba” el partido del tratado necesario. Estas tácticas son empleadas para “acelerar las negociaciones”;
  • El nuevo “tratado” se hace un hecho legal y legítimo, al ser rápidamente ratificado por el Congreso. Reclamos de falsificación, fraude y falta de representación (una representación genuina, no las del llamado “partido del tratado”) son sistemáticamente ignorados, por parte del gobierno federal estadounidense;
  • Después de legitimar el nuevo “tratado”, se organiza el traslado – igualmentelegítimo” – de los “firmantes” y sus posesiones (las familias y sus “corotos”, etc.), hacia sus nuevas “tierras” (obviamente, vertederos que no poseen oro, madera, etc.). Toda la población es “legítimamente” expulsada de sus tierras;
  • En el marco de las traiciones y divisiones en la comunidad amerindia – a raíz de la firma del nuevo “tratado” – los miembros del “partido del tratado” son condenados a muerte, profundizando las divisiones en el seno de la nación, con una posible guerra civil que destruiría aún más la población amerindia, beneficiando los diseños anglosajones, a través de esfuerzos mínimos;
  • Finalmente, se celebra la parte más importante del proceso: la distribución de las tierras que fueron un día de los amerindios, entre los invasores y especuladores anglosajones. 

Los anglosajones aplicaron estas tácticas en lo que hoy en día es Estados Unidos, pero también en México, en China, en la África subsahariana, en realidad es parte de su “modus operandi”. Cuando hablamos de los “anglosajones”, nos referimos a una categoría sociocultural y no a un grupo racial o étnico, una en la cual los miembros comparten un idioma y una historia cultural, como son los sujetos de la corono británica (Canadá, Australia, Gran Bretaña), a la vez de los ciudadanos de repúblicas que anteriormente fueron colonias, y aunque cesaron de ser “británicos”, nunca cesaron de ser anglosajones. Por eso es que podemos observar estas tácticas de despoje de tierras en tantas partes del mundo, repetidas una, dos, tres, hasta docenas de veces.

Nuestros hermanos argentinos, y efectivamente nosotros mismos en la tierra de Bolívar y Zamora, no somos la excepción, sino efectivamente la continuación de estos patrones repetidos de despoje. Las Malvinas pasaron a ser “Falkland”, y hasta el momento siguen siendo de esa manera, producto del despoje de tierras que tanto caracteriza la historia de los anglosajones. Los ineptos e ignorantes militares de la dictadura argentina consideraron muy erróneamente que después de tantos servicios a los gringos en América Latina luchando contra el “comunismo” (Plan Condor, para empezar, pero mucho más, en realidad), los gringos agradecerían sus sacrificios y apoyarían sus acciones contra los británicos en las Malvinas. Pues para la dictadura argentina, eso hubiera sido la aplicación correcta de la mismísima “Doctrina Monroe”, ¿verdad? ¡Qué falta de conocimiento histórico por parte de los generales dictadores!

Los estadounidenses y los británicos – es decir, los anglosajones – se pusieron de acuerdo durante varias etapas del conflicto de las Malvinas, y consolidaron el despoje. Esto que acabo de indicar no es mi opinión personal o ciertos alegatos maliciosos y calumnias malintencionadas por parte de este maligno comunista, sino hechos históricos: invito al lector a leer más, a averiguar y a investigar, por sus propias maneras.

Ahora bien, Venezuela pasó por lo mismo, naturalmente. Los actores principales del despoje – y qué gran sorpresa es para nosotros – fueron los mismos anglosajones, los que crearon las Trece Colonias y los que eventualmente mataron a “Crazy Horse” y a “Sitting Bull”: los estadounidenses y los británicos. Todos sabemos la historia, y sí no la sabemos, pues qué vergüenza para nosotros. Tenemos primeramente las múltiples y famosas “líneas de Schomburgk”, cada una moviéndose mágicamente más y más hacia el propio territorio venezolano, hasta llegar al Orinoco mismo. Alegremente, el esfuerzo anglosajón de enviar a sus colones a territorios venezolanos en 1850 y la creación de un “movimiento autonomista” en el oriente venezolano, fracasó. Este tenía como objetivo declarar una independencia ficticia, y luego consolidar la anexión a Gran Bretaña (la misma estrategia aplicada en Coahuila y Tejas). En 1887, Gran Bretaña publicó un mapa con nuevas fronteras (168.000km2 al oeste del Esequibo), declarando como “equivocada” la línea inicial trazada por Schomburgk (la cual ya se estaba robando el propio Esequibo completo). Esta nueva “línea correcta” llegaba hasta Punta Barima en las bocas del río Orinoco, colocando a los británicos en las minas de oro y el acceso al Orinoco.

Ya que las tácticas que fueron tan exitosas para despojar a Coahuila y Tejas de México durante la década de 1830 no funcionaron en Venezuela, lo anglosajones pasaron a fase dos del despoje: El acuerdo de arbitraje de 1897, y el laudo arbitral de París de 1899. Si observamos la lista presentada anteriormente en relación con los amerindios, podemos ver muchos elementos en común, como viejos tratados derogados unilateralmente, y nuevos tratados impuestos unilateralmente, la lujuria y avaricia de los colones anglosajones (hoy en día las multinacionales), las acciones mafiosas para obligar a las partes a firmar, y los famosos “partidarios” del tratado que se crean de la nada, si no existen (en nuestro caso, fueron alegremente los propios estadounidenses en “representación” de Venezuela). La legitimidad del despoje siempre es importante para los anglosajones, y por eso los tratados con los amerindios (los que se firman después de masacrar a su gente en genocidios en cámara lenta) son “ratificados” por el congreso para otorgarles toda la “legitimidad” sangrienta que se le puede, bajo las circunstancias en las cuales se obtuvieron las tierras robadas. En el caso de Venezuela, el instrumento “legitimador” del despoje fue obviamente el laudo arbitral de 1899, el cual hace una burla del propio concepto del derecho, sea este el doméstico o el internacional.

Quizás ahora podemos entender el “porqué” de ahora, con el tema del Esequibo, es decir, por qué ahora es que se hace tan relevante. En realidad, los colones anglosajones ahora son empresas multinacionales, pero siguen el mismo comportamiento de los últimos siglos: se les derriten las bocas al oler el oro, el petróleo y el gas natural, particularmente si es de otros, y no de ellos. Lo importante del asunto es que siempre será mejor negociar con un gobierno débil, sumiso y que siempre ha sido pobre, para así garantizar que no se pongan a hablar de “pistoladas” como la soberanía y los derechos del pueblo, y se queden silenciosos mientras que se llevan las riquezas a cambio de las migajas que soltarán en el piso durante sus procesos de saqueo (las cuales serán considerables para las elites locales del país vecino), dejando así satisfechos a los “partidarios del tratado” locales: el gobierno actual de la República Cooperativa de Guyana. Si estas riquezas están en territorios venezolanos, tendrán que tratar con pesadillas chavistas como la bendita “propiedad del pueblo”, la “soberanía es innegociable”, los “acuerdos de extracción justos”, las “empresas mixtas”, las “nacionalizaciones” y todos los demás dolores de cabezas que ya se sufren actualmente en la Venezuela del momento. Naturalmente, es muy conveniente que las “Black Hiills” venezolanas – el propio Esequibo, obviamente – quede en manos de los “partidarios del Tratado” en Georgetown, quienes regalarán todo a cambio de unas migas o que simplemente no los maten, en vez de la versión venezolana de Sitting Bull y Crazy Horse. 

Al ver las preocupaciones de las multinacionales, el gobierno estadounidense – el mismo que les robó los territorios amerindios a sus verdaderos dueños – tomó acción por motivaciones económicas, naturalmente, pero también geopolíticas. Activar este frente internacional contra Caracas en la coyuntura actual pudiera agregar más peso a las ya existentes, nefastas e ilegales medidas coercitivas unilaterales y las demás agresiones económicas y diplomáticas, con la finalidad de exterminar el Gobierno Bolivariano, y por ende “sacar” del juego a un aliado de los malvados chinos y rusos. La estrategia es la misma de siempre: permitir que aumenten las tensiones para después poder “intervenir y restaurar el orden”. Obviamente, en vista de las posturas “agresivas” de Venezuela contra su pequeño e inocente vecino, lo justo es ayudar al “little guy” (el pequeño chamo) contra el “bully” bolivariano. La única solución, obviamente, es un nuevo tratado que se establezca a través de un “arbitro imparcial”: en el tiempo de los sioux y demás amerindios norteamericanos, era el propio congreso estadounidense, y en nuestros tiempos, pues es la Corte Internacional de Justicia. Dos caras de la misma hipócrita moneda.   

En realidad, el porqué de la agresión nunca ha cambiado, desde hace un milenio y más: la codicia anglosajona por las tierras de los otros. El imperio británico se dedicó a la piratería para derrocar al imperio español, y al tráfico de drogas (opio) para derrocar al imperio chino, y en ambos casos, el “botín” de guerra siempre fueron las tierras. El porqué de ahora es simplemente parte de la lógica propia del despoje: siempre se debe arrancar tierras a los países o Estados que se encuentran en una condición u otra de debilidad, nunca a un país con fuerza y coherencia interna, con capacidad de proyectarse en el ámbito internacional, etc. En la Guerra Fría (ya no tan fría) que vivimos en la actualidad, la importancia es eliminar los aliados del adversario principal, en vez de los propios adversarios (ya que estos suelen poseer armas nucleares). Entonces geopolíticamente hablando, se hace favorable en esta coyuntura finalizar el proceso de despoje que ya tiene más de un siglo y medio (desde 1840), aprovechando la supuesta debilidad venezolana a raíz de años de brutales medidas coercitivas unilaterales y desestabilizaciones políticas y diplomáticas, combinadas con ataques constantes contra la moneda nacional. No habrá mejor oportunidad que la del momento, en realidad.

El argumento de los agresores es que la culminación del despoje del Esequibo pudiera debilitar mortalmente al proceso bolivariano, y precipitar su fin, al iniciar una campaña en la cual primeramente se despoja el territorio del Esequibo, para luego insistir en que el Gobierno Bolivariano permitió que se “pierda” el territorio. Esto implicaría el fin de la “pesadilla” Bolivariana en Venezuela, la llegada de un “Macri” o un “Lasso” al país Bolivariano, la ruptura de las relaciones con China y Rusia como anunció el ahora Presidente electo de Argentina Javier Milei, y todo el resto del paquete de “transformaciones” que se dan cuando se logra pasar a un aliado del enemigo, a una pieza sumisa del proyecto de restauración de la unipolaridad estadounidense. Por lo cual, el despoje es favorable en la coyuntura geopolítica actual, más que en cualquier otro momento del Siglo XX o del siglo actual.  

Ahora bien, pasamos brevemente al porqué del referéndum consultivo y las cinco preguntas. Aquí no abordaremos temas ya evaluados y establecidos en otros espacios, particularmente el esfuerzo del Gobierno Bolivariano para demostrar la legalidad del referéndum, el amparo presentado por la Asamblea Nacional y las declaraciones del Tribunal Supremo de Justicia. Alternativamente, sí tenemos que expresar una profunda preocupación al oír balbuceadas incoherentes y argumentos mediocres como “la soberanía no se consulta, sino se ejerce”, o la necesidad de que el Gobierno Bolivariano participe entusiasmadamente en el proceso de la Corte Internacional de Justicia, le otorgue legitimidad y jurisdicción a esta, para que “fácilmente” se demuestre que el Laudo Arbitral de 1899 es nulo e irrito, lo que Venezuela ya efectivamente realizó en 1962 (razón por la cual se firmó el acuerdo de 1966, obviamente).

Ciertos sectores políticos que hacen vida en la República Bolivariana de Venezuela efectivamente desean que el Gobierno Bolivariano les otorgue legitimidad a la Corte Internacional de Justicia, o que se preparen las condiciones para un conflicto bélico. ¿Por qué desean esto? Simplemente, para poder decir: “Maduro perdió o botó el Esequibo”. Es decir, están dispuestos a perder otro pedazo más de tierra que heredamos de la Capitanía General de Venezuela, con el simple y determinado fin de “salir del rrrrregimen”. Los que repiten como un loro “la soberanía no se consulta, sino se ejerce” son los mismos que entregaron la soberanía al regalar CITGO a los gringos y Monómeros Colombo Venezolanos S.A. a la oligarquía saqueadora de Colombia, entonces no sé con cual moralidad hablan de soberanía. Igualmente, estos sujetos saben muy bien que la posición histórica de Venezuela – la de la IV o la V República – siempre fue la de NO reconocer una jurisdicción para la Corte Internacional de Justicia (al estar al tanto de su tendencia a ser un instrumento de la política estadounidense). No obstante, ahora pretenden argumentar que, en vez de celebrar un referéndum, el Gobierno Bolivariano debe asumir el reconocimiento de la Corte y defender el argumento que ya habíamos defendido y ganado hace casi sesenta años: el Laudo Arbitral de París es tan legítimo como el derecho de la Entidad Sionista de “defenderse”, perpetrando el genocidio contra la población de Gaza que estamos presenciando en estos momentos. 

¿Por qué estos sectores aconsejan una estrategia que tiene garantizado la pérdida del Esequibo? Pues porque no importa perder un territorio tan valioso como el que se encuentra bajo controversia, ya que lo que es realmente importante para ellos es quien será el “autor” de esta pérdida: el Presidente Nicolas Maduro. Con esta tragedia nacional, se espera poder lograr la salida del “rrrregimen”. Esa estrategia absurda y mal intencionada que ellos proponen, nunca la aplicarían ellos mismo si estuvieran en el poder, pues efectivamente desde 1966, durante los gobiernos puntofijistas, nadie propuso que se confíe en la Corte Internacional de Justicia, para ahora realizan hipócritamente una vuelta de 180° y proponen cínicamente lo que nunca se hubiera propuesto – y mucho menos aceptado – durante la IV República Puntofijista. Alternativamente, con frases absurdas como “la soberanía no se consulta sino se ejerce”, se pretende estimular una respuesta emotiva e imprudente por parte del gobierno, con la finalidad de abandonar o destruir el proceso jurídico legal que lleva Venezuela en base al acuerdo de Ginebra de 1966 – el verdadero impedimento para imponer la legitimidad al despoje anglosajón – y perder el único camino confiable que tiene Venezuela para proteger su integridad territorial.

Entonces, insistimos una vez más, ¿por qué el referéndum? ¿Por qué la consulta al Soberano? Es menester recordar que esos mismos sectores de la frase “la soberanía no se consulta”los mismos que solicitaron que sean conducidos a Miraflores sobre tanques gringos, como sucedió en Irak – formaron parte de una estrategia que nunca fue de ellos, pero que ellos sí la cumplieron: deslegitimar el Gobierno Bolivariano, para justificar su salida violenta y sangrienta. Aunque la estrategia no funcionó, los efectos de estas la viven los venezolanos todos los días, con severos daños a la economía y la pérdida de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Pero efectivamente, se dedicaron a deslegitimar el único gobierno que tiene Venezuela en la actualidad, el único que efectivamente puede dar la pelea ante los organismos internacionales altamente hostiles y politizados en contra del país suramericano. El gobierno del Presidente Maduro es el único que tenemos para esta tarea histórica, nos guste o no, lo odiemos o no, y es durante esta coyuntura histórica del 2023 – 2024, que se intensificó y se intensificará aún más la agresión para despojar a Venezuela de su territorio. En realidad, nos encontramos en una etapa quizás decisiva de esta controversia que posee ya 180 años, pues el momento actual es tan determinante como el del Laudo de Paris o el del Acuerdo de Ginebra, quizás hasta más determinante que todos los otros momentos históricos de este triste proceso de despoje.  

Entonces, ¿qué se encuentra el Gobierno Bolivariano obligado a realizar? Producto de esta “brillante” estrategia de deslegitimación que eventualmente fracasó, ahora es necesario relegitimar al Gobierno Bolivariano para que se encargue de una serie de batallas que tendrán los episodios más agresivos y peligrosos justo en el año 2024, el que le sigue al proceso del referéndum consultivo. En otras palabras, en el 2024 escucharemos a la Corte Internacional de Justicia, en su proceso de legitimación del despoje, preguntarle al Gobierno Bolivariano: ¿quién son ustedes para objetar el Laudo Arbitral y la soberanía de Guyana sobre el Esequibo? Dicen que son los representantes legítimos del pueblo venezolano, pues ¿acaso no fue otro el representante de los venezolanos, el famoso “treparrejas” de la extinta Asamblea Nacional del 2015? Ya efectivamente tenemos a uno de los propios jueces de la Corte Internacional de Justicia que había reconocido al famoso “Spiderman” de la extinta Asamblea Nacional, entonces es muy lógico esperar que cuestionen las gestiones del Gobierno Bolivariano para salvar el Esequibo.

No existe alternativas para el Gobierno Bolivariano. Si este se debe preparar para una batalla altamente agresiva como la que nos espera en el 2024, lo primero que debe hacer es obtener un mandato claro del Soberano para que emprenda y sostenga – en su nombre – esta lucha titánica contra los saqueadores anglosajones y sus instrumentos internacionales. Si no se hubiera impuesto la fracasada y absurda estrategia de deslegitimación de una autoridad legítimamente electa por el pueblo venezolano en el 2018, no sería tan necesario la búsqueda de un mandato explícito y claro por parte del pueblo para el Gobierno Bolivariano, pero en el contexto en el cual nos encontramos, es absolutamente necesario, para así poder armar al Gobierno Bolivariano de las herramientas necesarias para dar esta larga, compleja y altamente peligrosa batalla contra fuerzas internacionales altamente hostiles hacia Venezuela, y controladas por Estados Unidos.

Es importante resaltar aquí que el Gobierno Bolivariano busca el mandato para poder afrontar la crisis generada y creada desde el exterior, y no a raíz de necesidades internas, ya que el proceso electoral del 3 de diciembre implica altos riesgos internos para el chavismo (se medirá la fuerza de su convocatoria, por un lado, y la necesidad de cumplir con la voluntad del pueblo, luego de que esta sea expresada en el referéndum, por el otro), a un año de las elecciones presidenciales del 2024, y que no son necesarios asumir (los riesgos), en esta coyuntura. No obstante, el mandato popular que será generado el 3 de diciembre es absolutamente necesario para rescatar nuestro territorio de los anglosajones y sus agentes, sean cuales sean los resultados y las dinámicas del proceso electoral del 2024.

Ahora bien, finalmente, la última pregunta, la que no anunciamos en el título de este documento, pero que es tan importante como las que acabamos de explorar. ¿Por qué es importante votar en este referéndum? ¿Por qué el pueblo venezolano, chavistas y opositores que no quieren bañar a Venezuela en sangre para salir del gobierno, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes, ricos y pobres, por qué todos debemos votar? En realidad, el gobierno ya ha otorgado muchas razones, todas muy válidas. Sorpresivamente, ciertos opositores igualmente han otorgado sus razones, las cuales también son válidas. Pero aquí deseamos agregar una más, una que tiene que ver con el tiempo y las generaciones del futuro.

No hablamos aquí de lo histórico hacia el pasado, sino de nuestro presente, el cual será historia para las próximas generaciones de venezolanos, quienes juzgarán las acciones de sus abuelos y antepasados, los venezolanos de este gran momento histórico de la Patria de Bolívar. En 1941, Venezuela firmó el triste “Tratado sobre demarcación de fronteras y navegación de los ríos comunes”, en la ciudad de Cúcuta, el 5 de abril de 1941, por el general Eleazar López Contreras (a un mes de entregar la presidencia a Medina Angarita), presidente de Venezuela y por el presidente Eduardo Santos de Colombia. Con este tratado Colombia se devoró la Guajira venezolana, y colocó un pie sobre el Golfo de Venezuela. Aunque fue ratificado de manera unánime por el senado de entonces, varias voces se alzaron contra la aprobación de este tratado, como por ejemplo los diputados Rafael Caldera Rodríguez y Ricardo Hernández Rovati, como también se dieron magistrales intervenciones por Pedro José Lara Peña, Andrés Eloy Blanco y Carlos Navas Spínola. Hoy en día, vemos estos sucesos y acuerdos con tristeza, y nos preguntamos: ¿Cómo puede ser que los venezolanos de entonces toleraron este desprecio por la soberanía territorial del país? ¡Qué tristeza, qué falta de consciencia nacionalista y deber con la propiedad colectiva de los venezolanos! Claro, existen circunstancias de ese momento histórico que tenemos que tomar en cuenta, pero por más que sean, esas generaciones serán siempre vistas de manera negativa por todas las que les siguen, justo por esa gran pérdida de nuestro territorio.

Ahora bien, el Presidente Maduro está prácticamente colocando la soga sobre su propio cuello con lo que hará en La Haya y en nuestra frontera con Guyana en el 2024. Digo la soga porque el desafío no es contra el inútil títere en Georgetown, sino contra Estados Unidos y su ilimitada avaricia por las riquezas de los otros, y quienes se oponen a esta avaricia suelen terminar muertos, asesinados por los propios gringos y sus agentes. Este camino de defensa de la soberanía puede terminar de manera feliz, o quizás trágica para nosotros, lo cual nunca será razón para no emprender la lucha, de la misma manera que Simón Bolívar tomó el triste y doloroso camino de la independencia – con todo el precio que se pagó por parte del Pueblo – para una causa que hoy en día nadie puede lamentar u objetar.

No obstante, el Presidente y su gobierno ya han tomado las acciones que deben tomar, y están realizando lo que pueden para rescatar el Esequibo, y ponerle un paro a futuras demandas de territorios venezolanos. Si hoy es fácil arrancarle a Venezuela el Esequibo, mañana será más fácil despojar al país del Estado Bolívar, o los archipiélagos venezolanos en el Caribe, pensarán los ávaros que nunca estarán satisfechos con las tierras que tienen. La pregunta sería: ¿Qué hemos hecho nosotros, el pueblo venezolano, para rescatar el Esequibo de las garras de los profesionales saqueadores de tierras? Tenemos que actuar, tenemos que hacer presencia, no por el Presidente, no por le Partido, ni siquiera por la Patria, sino por nuestros nietos y bisnietos, para que seamos el ejemplo en la lucha por las riquezas que les dejamos a ellos, y no dejamos que se las roban antes de que ellos sean adultos para defenderlas, o antes de que ellos mismos hayan nacido.

Las riquezas del Esequibo son inmensas, y aunque no las estemos disfrutando en el momento, nuestros nietos podrán hacerlo, solo si en el 2024 damos la batalla para salvar lo nuestro. Esa batalla del 2024 empieza el 3 de diciembre de 2023, con una orden e instrucción del Soberano al Presidente Maduro para que se encargue de liderar la batalla. ¿Cuál excusa tiene Usted – venezolano del presente – para fallarle al venezolano del futuro? El legado del Presidente Maduro ya está seguro: tenga éxito o no, él ya señaló que está dispuesto a dar la pelea. Entonces, ¿Cuál será el legado del votante venezolano del momento? ¿Será como el venezolano que destruyó los ejércitos españoles en Carabobo y Ayacucho, o será como el Gobierno de López Contreras en 1941? La decisión, y las consecuencias de esta, son completamente nuestras, y de nadie más.   

El Sol de Venezuela nace en el Esequibo, y el verdadero legado de Venezuela es Carabobo y el Lago de Maracaibo (la batalla naval), y nunca el de rendirse ante la adversidad.

Omar Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: aica.org/

Referencias:

[1] El descubrimiento de los depósitos de oro en Black Hills fue oficializado mediante un informe de la Expedición del 7º Regimiento de Caballería del ejército estadounidense, liderado por el comandante de caballería George A. Custer a Black Hills en 1876, el mismo Custer y el mismo 7º Regimiento que más tarde estarían en la batalla de Little Bighorn del mismo año, otra gran derrota de los anglosajones en manos de los amerindios.

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