“Cuidado, están atravesando el Caribe de los libertadores, ¿acaso no han leído la historia de Bolívar? Están llegando a las tierras donde Ejércitos de campesinos con lanzas derrotaron a los soldados españoles y franceses, se enfrentan con pueblos acostumbrados a batirse con poderosos huracanes”. Presidente Gustavo Petro. III Cumbre Social de los Pueblos de América Latina y el Caribe. Santa Marta, Colombia, 8 de noviembre 2025.
“Yo conocí a Bolívar una mañana larga, en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento, Padre, le dije, eres o no eres o quién eres y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo: “Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”. Pablo Neruda. “Un Canto a Bolívar”. 1941.
Desde las aguas del Caribe, manchadas por la sangre de pescadores pobres —sangre que ha teñido el inmenso azul de nuestro mar— hasta las calles de Caracas y Santa Marta, un grito de indignación recorre la Patria Grande. La administración del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, ha desatado una ofensiva brutal contra nuestra soberanía, que ha encontrado una resistencia que hará historia.
Cuando el águila imperial estadounidense creyó poder seguir cazando impunemente en nuestros mares, subestimó la fiereza dormida del jaguar latinoamericano. La reciente escalada militar de la administración Trump en el Caribe —con portaaviones, destructores misilísticos y lo que nuestro presidente Nicolás Maduro denuncia como “ejecuciones en el mar [que] transgreden el derecho internacional y atropellan la vida humana”— ha encendido la chispa de una resistencia que promete convertirse en incendio de pradera.
“Esos actos conllevan ejecuciones en el mar, se transgrede el derecho internacional y se atropella la vida humana”, denuncia el presidente Maduro en su carta a la CELAC. La evidencia es abrumadora, e incluye a expertos de Naciones Unidas que han documentado estas “ejecuciones extrajudiciales que merecen investigación y condena”, ejecuciones que la administración Trump pretende justificar como daños colaterales de su fallida guerra contra las drogas.
Mientras Trump acusa falsamente a líderes democráticos, sus misiles asesinan a pescadores pobres. La hipocresía imperial queda al descubierto cuando “bajo eufemismos como la “seguridad” o la “lucha contra el narcotráfico”, se pretenda imponer la vieja Doctrina Monroe”.
Frente a esta agresión, la respuesta es contundente: “Rechazamos con energía el resurgimiento de la Doctrina Monroe y alzamos, como respuesta, la Doctrina Bolivariana en defensa de la independencia, la unión y la emancipación de nuestros pueblos”. La administración Trump, en su delirio neocolonial, cree que puede resucitar la política del “patio trasero”, pero “Venezuela lo declara con absoluta claridad: no acepta ni aceptará tutelaje alguno”.
Desde la hermana nación de Colombia, también alza su voz el presidente Gustavo Petro: “Si el águila dorada ataca el cóndor, despiertan el jaguar poderoso”. Y el jaguar está despertando, porque, como sentencia Maduro: “Frente a un despliegue de fuerza de tal magnitud no caben las medias tintas. El principio que está hoy en juego es claro y decisivo: la soberanía de los Estados y la libre autodeterminación de los pueblos”.
El jaguar, en la cosmovisión de nuestros pueblos originarios del Caribe, es símbolo de poder y fuerza; ejemplifica la valentía, la destreza y la astucia, convirtiéndose en un guardián y guía espiritual de la comunidad y de su entorno: “Le fue encomendado mantener, en la Tierra, el orden, el equilibrio y la dualidad propia de su naturaleza: luz/oscuridad, día/noche (…) el bien y el mal, vida/muerte”, tal como señala el ambientalista y antropólogo Carlos Castaño Uribe en su obra Chiribiquete, la maloka cósmica de los hombres jaguar. El jaguar ha despertado, encargado de proteger el legado bolivariano, la vida y la soberanía plena.
La Gran Colombia renace como bastión antiimperialista. La propuesta de reconstruir la Gran Colombia adquiere dimensiones estratégicas frente a la agresión trumpista. Es el mismo sueño por el que Bolívar luchó en Angostura, ese mismo Bolívar que nos enseñó que “no somos europeos, ni somos indios, sino una especie intermedia entre los legítimos propietarios de la tierra y los usurpadores españoles”. Hoy, esa identidad soberana se levanta contra nuevos usurpadores.
Los pueblos caribeños han dicho “basta”. Por eso Maduro convoca a “los pueblos del Caribe y de la América Latina a que hagamos de esta Cumbre no un ejercicio ritual sino un acto de firmeza”. La demanda es clara: “Proclamemos la defensa incondicional de nuestra América como Zona de Paz, rechacemos de manera categórica cualquier militarización del Caribe, exijamos la investigación independiente de las ejecuciones denunciadas”.
La administración Trump ha cometido un error histórico, creer que América Latina y el Caribe aceptarían sumisamente su nuevo asedio. No contó con que, como advierte Petro, “los pueblos que siempre han estado acostumbrados a los huracanes” pueden convertirse en el huracán que barra con la arrogancia imperial. La política exterior de Trump, por ahora, ha fracasado. Su secretario de Estado no ha podido convocar a la Cumbre de las Américas. Sus amenazas a las naciones del Caribe para hacerlas desistir de la Cumbre de la CELAC-Unión Europea han chocado con el muro de la decencia y la dignidad.
En medio de la diversidad de visiones del mundo, la Cumbre de la CELAC-UE ha reunido a los pueblos de Latinoamérica y el Caribe en Santa Marta. En ella ha tenido lugar la III Cumbre Social de los Pueblos de América Latina y el Caribe, donde el presidente Petro ha señalado la “idea de Bolívar” de la Gran Colombia “con parlamento común y presidencia colegiada” a través del “poder constituyente y el acuerdo entre gobiernos”. A Petro hay que tomarle la palabra, pero profundizando el poder constituyente del pueblo que retome la idea bolivariana.
Y no se trata de una aspiración o un anhelo de quien escribe, tampoco se trata de un optimismo que se asoma tenuemente en medio de la incertidumbre, si razón y empujado tan solo por el corazón. Es la certeza que da la historia escrita por nuestros libertadores, por cientos de años resistiendo la oleada de los colonizadores. Es la convicción de quien empuña la pluma para dejar en el “Canto a Bolívar”, la esperanza de la Patria Grande: “Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra, el laurel y la luz de tu ejército rojo a través de la noche de América con tu mirada mira. Tus ojos que vigilan más allá de los mares, más allá de los pueblos oprimidos y heridos, más allá de las negras ciudades incendiadas, tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace tu ejército defiende las banderas sagradas: (…) La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron, de nuestra joven sangre venida de tu sangre saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos”.
Por eso, hoy más que nunca, como concluye Maduro en su misiva, “estamos obligados a enfrentar los desafíos del presente con la máxima del pensamiento de El Libertador Simón Bolívar: “La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo””.
Pero esa paz solo llegará cuando cesen las agresiones. Hasta entonces, el jaguar debe permanecer alerta. “Ese Bolívar incompleto quiso unir a América Latina, integrarla, y se convocó el Congreso Anfictiónico”, al que hace referencia el presidente Petro; hay que completarlo en la idea y en la acción que convoque a los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, en sus 200 años, al nuevo Congreso Anfictiónico, donde los pueblos señalen a la humanidad el camino a transitar en este siglo XXI: el “siglo de las luces” y no el de las guerras, “un faro de luz en medio de la barbarie”.
Miguel Salazar* Profesor en Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC). Miembro del equipo editorial de la revista digital puebloenarmas.com de Venezuela
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal serviralpueblo.org/
Foto de portada: Serviralpueblo
