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Úrsula, al borde del colapso por el contrato con Pfizer

Por Claudio Conti* –
Las grandes crisis, las que afectan a grandes instituciones, siempre arrojan también pequeñas miserias individuales que, cuando implican a figuras de primera fila, dan la cifra de la degradación a la que habían llegado las instituciones.

Si hablamos entonces del presidente de la Unión Europea -ese edificio barroco que se nos había vendido como la panacea para las limitaciones históricas de la política y la ética pública italianas-, entonces la magnitud de la debacle adquiere proporciones catastróficas.

Aunque parta de un hecho aparentemente menor.

Ayer (14/5), el Tribunal General de la UE dictaminó que la Comisión Europea se equivocó al negarse a divulgar a la prensa los mensajes de texto intercambiados entre Ursula von der Leyen y el director general de Pfizer, Albert Bourla, durante el punto álgido de la pandemia del virus Covid-19.

Poca cosa, se nos hace pensar. Pero es exactamente lo contrario.

La existencia de los mensajes -inicialmente no confirmados por la Comisión- salió a la luz en una entrevista que la propia von der Leyen concedió al New York Times en 2021. En pocas palabras, se había puesto a sí misma en entredicho…..

Era plena temporada de Covid y «Europa», que había confiado totalmente en el «libre mercado», descubrió de repente que no tenía la capacidad tecnológica para producir las dosis de vacuna necesarias para combatir una pandemia que ya estaba segando a la población por decenas de miles.

Había que tomar una decisión para remediarlo, y la «política» al más alto nivel tuvo que intervenir. Ursula von der Leyen, como Presidenta de la Comisión, llegó en mayo de 2021 a un acuerdo con la farmacéutica estadounidense Pfizer-BioNTech para comprar a la UE hasta 1.800 millones de dosis de la vacuna. Fue, con diferencia, el mayor contrato de todos los firmados por Bruselas.

No hay duda de que había que comprar vacunas, eso está bien. Y ningún problema tampoco con el hecho de que los procedimientos en ese caso tuvieran que ser necesariamente rápidos, sin «licitaciones con normas europeas». Pero todo contrato de esa envergadura debe ser -según las mismas «normas de la Unión Europea»- absolutamente transparente, no sólo en la redacción final, sino también en cada paso preparatorio.

En resumen: por qué, en un panorama que ofrecía varias soluciones «de mercado», se había elegido el producto de Pfizer en lugar de los de Moderna, AstraZeneca, tal vez la cubana Soberana y algún otro. Pero también cómo se había establecido la pieza. Y cuáles eran las «condiciones límite» de un contrato tan oneroso (casi 20.000 millones de euros).

Al fin y al cabo, las grandes empresas y los grandes sobornos suelen ir de la mano. Mejor ser absolutamente transparente… ¿O no?

Y aquí cayó la burra, o más bien von der Leyen y toda la Comisión (el «gobierno» de la UE). Cuando un periodista del New York Times pidió acceso a los mensajes de texto intercambiados entre Úrsula y el director general de Pfizer, Albert Bourla, durante las negociaciones, la Comisión respondió que «ya no estaban disponibles». Borrados o perdidos, pero en cualquier caso no considerados como «documentos que deban conservarse».

Esto arroja no pocas sombras sobre el conjunto de la negociación. De hecho, todo mensaje intercambiado entre las partes debe considerarse un «documento», y no sólo los «textos oficiales» (cartas con propuestas, indicaciones operativas, etc.). Y, desde luego, los mensajes de texto entre los dos dirigentes (de la UE y de Pfizer) debían contener algo relacionado con la negociación, y no sólo -o nada en absoluto- «asuntos privados».

De lo contrario, sería demasiado fácil para cualquier persona corrupta, a cualquier nivel, invocar la privacidad en relación con llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, ‘pizzini’ y cualquier otra cosa.

Sobre todo porque el propio Bourla, en otra entrevista con el New York Times, había descrito los intercambios con von der Leyen como fuente de «profunda confianza» y «facilitadores de la negociación» del acuerdo sobre la vacuna.

Ahora la Comisión -es decir, el interesado directo, el Presidente- tendrá que explicar por qué consideró que esos mensajes eran «irrelevantes» para la firma del contrato multimillonario. O bien hacerlos públicos.

En el primer caso, dejaría de ser creíble como «garante de la transparencia» de las decisiones continentales. En el segundo, muy probablemente también aportaría pruebas fehacientes de su propia corruptibilidad y/o incompetencia.

Así que aquí estamos, al principio del fin de la carrera de un personaje antipático, vanidoso, belicista y «presidencialista» que desde el principio -en Alemania- había hecho estragos como ministra de Defensa, lo que suscitó la pregunta en la mente de muchos observadores: ¿de dónde venía esta aristócrata, que hasta los 43 años sólo había sido ama de casa (nada menos que siete hijos, pero tenía medios para mantenerlos en la opulencia…), además de aficionada a la equitación, de repente cooptada como diputada de la Cdu por ser hija de Ernst Albrecht (uno de los pocos democristianos con sustancia de la Alemania posterior a la I Guerra Mundial)?

Pero una institución que selecciona a sus miembros destacados en función del ADN familiar (con fuertes componentes del régimen nazi de preguerra) es una institución que vive mirando hacia atrás. Y que, por tanto, no tiene futuro. No se lo merece.

*Claudio Conti, redactor y columnista en Contropiano.

Artículo publicado originalmente en Contropiano.

Foto de portada:  Ursula von der Leyen habla durante una rueda de prensa tras una visita a una fábrica de Pfizer donde se producía la vacuna de Pfizer-BioNtech contra el coronavirus, el 23 de abril de 2021 en Puurs (Bélgica) afp_tickers

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