Portugal se decantó ayer por el voto útil. António Costa, primer ministro y candidato del Partido Socialista (PS) estaba exultante anoche. No era para menos. Su arrolladora victoria le otorgaba la ansiada mayoría absoluta. A su izquierda, queda tierra quemada tras el hundimiento de sus antiguos socios: el Bloco de Esquerda (BE) y los comunistas. Y a su derecha, deja un cadáver político, el conservador Rui Rio, del Partido Social Demócrata (PSD), un globo inflado por las encuestas y pinchado en las urnas. El otro ganador de la jornada electoral es Chega, el partido ultraderechista, xenófobo y provocador, aupado a tercera fuerza política del país.
La debacle de los partidos a la izquierda del PS es mucho mayor de lo que vaticinaban las encuestas. A falta de contabilizar el voto del exterior, el Bloco cae de 19 a 5 diputados y el Partido Comunista Portugués (PCP), coaligado con los verdes en la CDU (Coalición Democrática Unitaria), baja de 12 a 6 diputados. De esas caídas se beneficia un PS que crece cinco puntos (del 36,3% al 41,7%) y eleva su representación de 108 a 117 escaños en un Parlamento de 230 asientos. Los conservadores del PSD descienden ligeramente (de 79 a 76 diputados) y Chega (Basta) sube de forma espectacular, de uno a doce legisladores.
El adelanto electoral a mitad de la legislatura pintaba muy mal para el Bloco y el PCP. La ruptura con los socialistas se hizo patente en octubre, tras el rechazo de la izquierda a los Presupuestos Generales presentados por Costa en el Parlamento. La derecha se aprovechó de esas desavenencias y ayudó a tumbar las cuentas públicas, sin cuya aprobación Portugal no podrá disponer de los fondos de recuperación asignados por Bruselas (unos 16.000 millones de euros).
La disolución del Parlamento decretada por el presidente Marcelo Rebelo de Sousa fue criticada por una izquierda que pedía más tiempo para seguir negociando. Pero el conservador Rebelo de Sousa creyó ver en esa crisis política una oportunidad de oro para difuminar la influencia política de esas fuerzas en el gobierno de centroizquierda. Costa, mientras tanto, empezó a hacer sus propias cábalas. ¿Y si de esa derrota parlamentaria surgía una nueva mayoría socialista?Costa aceptó algunas sugerencias de la izquierda, pero descartó sus principales demandas
Las propuestas de la izquierda eran sensatas, asumibles y necesarias: reforzar el Sistema Nacional de Salud, revalorizar las pensiones, aumentar la inversión en educación o actualizar el salario mínimo (hoy apenas supera los 700 euros mensuales). Esta última cuestión se convirtió en el caballo de batalla del Parlamento. Costa aceptó algunas sugerencias de la izquierda, pero descartó sus principales demandas. Para Catarina Martins y Jerónimo Sousa, líderes del Bloco y del Partido Comunista, el gobernante socialista se estaba olvidando de la agenda social en un momento en que la crisis había hecho estragos entre las capas más desfavorecidas de la sociedad. Al mismo tiempo, la austeridad impuesta por Bruselas en otros tiempos se había relajado con la pandemia. Con el déficit público bajo control y los fondos de recuperación de la UE en camino, era el momento de aumentar el gasto social.
A medida que avanzaba la campaña electoral, las encuestas alejaban a Costa de la mayoría absoluta. Rio, un devaluado dirigente antes de las elecciones, se acercaba sorprendentemente al carismático primer ministro. Se generó así de forma artificial un duelo bipartidista que finalmente ha jugado a favor de los socialistas y en detrimento de la izquierda. Ante la amenaza de una hipotética entrada de Chega en un gobierno conservador, el voto útil y una abstención menor de la esperada (43%) favorecieron al PS. Los expertos demoscópicos tendrán que explicar ahora por qué proyectaban un empate técnico entre socialistas y conservadores en la recta final de la campaña (cuando las urnas han arrojado casi 13 puntos de diferencia). ¿Cambiaron de opinión los portugueses durante este fin de semana de reflexión?
Ningún sondeó auguró un triunfo tan contundente de los socialistas. A mitad de la campaña Costa había olvidado ya su sueño de la mayoría absoluta, varió su estrategia y tendió la mano a pactos postelectorales a izquierda y derecha. De repente, resucitaba la geringonça (la coalición de izquierdas entre el PS, el Bloco y los comunistas), surgía el «acuerdo de caballeros» entre socialistas y conservadores (para que gobernara la lista más votada), e incluso hubo quien llegó a hablar de la formación de un nuevo Bloco Central (el gobierno de coalición entre las dos grandes fuerzas políticas, como el que se formó en 1983 bajo el liderazgo de Mario Soares).
Las elecciones legislativas dejan las manos libres a Costa para gobernar sin ataduras. Atrás queda el inédito pacto de gobierno suscrito en 2015 por primera vez entre las fuerzas de izquierda en Portugal. La derecha bautizó esa alianza como geringonça, en alusión a su presunta fragilidad o mala hechura, pero lo cierto es que el acuerdo se mantuvo cuatro años en los que Portugal avanzó por la senda del progreso. A juzgar por los resultados de las elecciones de 2019, el PS fue el socio que más crédito político obtuvo de la geringonça. Pasó de 86 a 108 diputados y se quedó a solo ocho escaños de la mayoría absoluta. Costa pensó entonces que ya no precisaba de un acuerdo de legislatura y limitó la relación con sus antiguos socios a acuerdos puntuales.
La ultraderecha, tercera fuerza
El crecimiento de la ultraderecha en Portugal ya se había constatado en las elecciones presidenciales de hace un año, en las que su líder, André Ventura, contó medio millón de votos a su favor. Exprofesor universitario de 39 años devenido comentarista deportivo, Ventura bebe de las fuentes populistas de extrema derecha que han surgido en Europa en los últimos años. Abascal, Salvini o Le Pen, entre otros, lo han apadrinado. Dice las mismas barbaridades que sus mentores. Portugal ha dejado de ser una excepción en Europa. Con más del 7% de los votos, Chega se sitúa como tercera fuerza política del país y Ventura ya no estará solo en el Parlamento. Lo acompañarán otros once diputados. Como ocurre en otros territorios de la UE, la ultraderecha portuguesa ha sacado provecho del descontento social provocado por la crisis.
Mientras, el electorado portugués ha castigado a aquellos partidos que han propuesto un escudo social para favorecer a los sectores más afectados por la pandemia y la crisis económica. Aunque tanto el Bloco como los comunistas ya estaban en declive desde 2019, en su brusca caída ha pesado su rechazo a los Presupuestos Generales. Las duras críticas de Costa a sus antiguos socios al principio de la campaña, responsabilizándolos de la inestabilidad política, sin duda calaron en la conciencia de muchos votantes. La geringonça agoniza. Una lección portuguesa de la que tal vez puedan extraerse conclusiones al otro lado de la Raya.
*César G. Calero, periodista.
Artículo publicado en Público.
Foto de portada: António Costa, Primer Ministro de Portugal y líder del Partido Socialista (PS), pronuncia un discurso al celebrar la victoria en las elecciones legislativas de 2022. — MIGUEL A. LOPES / EFE