La República Turca del Norte de Chipre es una entidad estatal de facto creada en 1983 en el territorio ocupado por el ejército turco tras la intervención militar de 1974, oficialmente motivada como respuesta al golpe de Estado en Grecia y al intento de unión de la isla con Atenas. Desde entonces, Chipre permanece dividida entre la parte meridional, la República de Chipre, reconocida internacionalmente y miembro de la Unión Europea desde 2004, y el norte turcochipriota, reconocido únicamente por Turquía, protegido por la presencia de más de 35 000 militares turcos y separado del resto de la isla por una línea de demarcación bajo control de la ONU, la «línea verde».
La disputa chipriota sigue sin resolverse a pesar de décadas de negociaciones, con momentos de relativa apertura, como el referéndum sobre el plan Annan de 2004, y largos periodos de estancamiento. El marco jurídico y político actual se basa en el marco de la ONU y la UE de una federación bizonal y bicomunitaria, que prevé la reunificación de la isla en un Estado federal con dos entidades constitutivas, la grecochipriota y la turcochipriota. Sin embargo, en los últimos años, la orientación del liderazgo del norte de Chipre bajo Ersin Tatar, apoyado por Ankara, se había desplazado decididamente hacia la demanda de una solución de «dos Estados» separados, en abierto contraste con el paradigma federal en el que se basan las negociaciones internacionales.
En este contexto se inscriben las elecciones presidenciales del pasado 19 de octubre en la República Turca del Norte de Chipre, una cita que ha adquirido un claro valor plebiscitario sobre la relación con Turquía y la posibilidad de relanzar una negociación federal con el sur de Nicosia.
Las elecciones del 19 de octubre: una clara victoria de Erhürman
En las elecciones presidenciales del 19 de octubre, la participación se situó en torno al 65 % de los inscritos, una cifra significativa en un contexto de creciente desilusión política y dificultades económicas. El resultado final supuso una clara victoria de Tufan Erhürman, líder del Partido Republicano Turco (Cumhuriyetçi Türk Partisi, CTP), formación históricamente socialdemócrata y favorable a una solución federal de la cuestión chipriota. Erhürman obtuvo 87 137 votos, lo que equivale al 62,76 %, frente a los 49 714 votos y el 35,81 % obtenidos por el presidente saliente Ersin Tatar, candidato independiente pero apoyado por las principales fuerzas nacionalistas y por Turquía.
La victoria no solo fue amplia en términos numéricos, sino también inequívoca desde el punto de vista político, sobre todo si se tiene en cuenta que la campaña electoral se había polarizado en torno a dos visiones opuestas del futuro de la isla. Tatar había basado su candidatura en la defensa de la línea «dos Estados para dos pueblos», haciendo especial hincapié en la soberanía separada de los turcochipriotas y en el vínculo privilegiado con Ankara. Erhürman, por el contrario, volvió a centrar la atención en la idea de una federación bicomunitaria, comprometiéndose a reanudar las conversaciones con los líderes grecochipriotas bajo los auspicios de las Naciones Unidas, respetando el marco aprobado por la ONU y la Unión Europea.
El consenso obtenido por Erhürman se vio favorecido por una importante convergencia de las fuerzas de la oposición, incluidas algunas facciones que en el pasado habían presentado candidatos independientes. De hecho, una parte de la izquierda y del centro progresista decidió no presentar candidatos alternativos y apoyar al líder del CTP, precisamente para convertir el voto en una señal clara contra el aislamiento internacional y la creciente penetración política y económica de Turquía en el norte de la isla. Las encuestas realizadas entre 2024 y 2025 ya señalaban esta dinámica, poniendo de manifiesto un lento pero constante desplazamiento del electorado hacia Erhürman, en paralelo al agravamiento de la crisis económica y las tensiones internas sobre la laicidad del Estado y el modelo social.
Crisis económica, cuestión social y defensa de la laicidad
Según los analistas, la dimensión económica ha desempeñado un papel crucial en la derrota de Tatar. De hecho, la República Turca del Norte de Chipre depende estrechamente de Turquía en el plano monetario y financiero: la adopción de la lira turca y el recurso constante a protocolos económicos bilaterales la exponen directamente a los efectos de las crisis cíclicas que atraviesa la economía turca. La fuerte devaluación de la lira en los últimos años, combinada con el aumento de los precios de la energía y los alimentos, ha alimentado una espiral inflacionista que ha erosionado el poder adquisitivo de las familias, llevando la inflación de los alimentos a niveles cercanos al 100 %.
Esta situación ha acentuado la percepción de que la subordinación económica a Ankara no garantiza la estabilidad, sino que, por el contrario, expone en el norte de la isla las contradicciones de la economía turca. El tema ha sido abordado hábilmente por la campaña del CTP, que ha criticado la excesiva dependencia de las transferencias y los protocolos económicos negociados con el Gobierno turco y ha propuesto un mayor protagonismo de las instituciones locales, junto con una estrategia de integración progresiva en los circuitos económicos vinculados a la República de Chipre y a la Unión Europea, sin renunciar al apoyo financiero de Ankara.
Además de la cuestión económica, las elecciones se celebraron en un clima marcado por las protestas de 2025 sobre la laicidad de la educación, que estallaron tras el caso de una estudiante de secundaria a la que inicialmente se le impidió acceder a las clases con el velo y, posteriormente, como reacción, tras la adopción de una normativa que muchos percibieron como una cesión a las presiones religiosas. Las movilizaciones lideradas por los sindicatos de profesores y apoyadas por más de cuarenta organizaciones de la sociedad civil dieron voz a un malestar más profundo: el temor a que las transformaciones cada vez más conservadoras y religiosamente marcadas de la Turquía de Erdoğan se importaran progresivamente también al norte de Chipre, poniendo en tela de juicio la tradición laica de la comunidad turcochipriota.
El hecho de que también participaran en las manifestaciones los hijos de líderes históricos turcochipriotas, como Fazıl Küçük y Rauf Denktaş, puso de manifiesto que la defensa de la laicidad y la autonomía político-cultural del norte no es una cuestión exclusivamente «de izquierdas», sino que también atraviesa sectores nacionalistas sensibles a la independencia de la identidad turcochipriota con respecto a Ankara. En este clima, el lema «Chipre seguirá siendo laico» sintetizó el rechazo a una deriva confesional y el deseo de reafirmar un modelo de sociedad más pluralista. Erhürman ha captado esta demanda, insistiendo en un Estado de derecho laico, europeo en sus referencias jurídicas y respetuoso con las libertades individuales, en contraposición a la imagen de un norte de Chipre cada vez más alineado con el islam político dominante en la Turquía contemporánea.
Relaciones con Ankara: entre la continuidad formal y un posible reequilibrio
A pesar del perfil reformista y federalista de Erhürman, sería ilusorio imaginar una ruptura brusca del vínculo estratégico con Turquía. En su discurso de victoria en el norte de Nicosia, el nuevo presidente quiso tranquilizar a Ankara afirmando que las cuestiones de política exterior, en particular el dossier chipriota, seguirán coordinándose con la República de Turquía y que nadie debe temer por la protección de los derechos e intereses soberanos de los turcochipriotas.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, envió rápidamente sus felicitaciones, subrayando que Turquía seguirá defendiendo el norte de Chipre y apoyándolo en el plano diplomático y militar. Al mismo tiempo, la reacción del líder ultranacionalista Devlet Bahçeli, que rechazó el resultado electoral invitando abiertamente a la anexión del norte de Chipre a Turquía, revela cómo la victoria de Erhürman es percibida con recelo por los sectores del establishment turco más vinculados a la solución de «dos Estados» y a una línea de control directo sobre el territorio chipriota.
Por lo tanto, es probable que, al menos en la fase inicial de su mandato, Erhürman intente aplicar una estrategia de equilibrio: por un lado, mantener intacto el marco de seguridad garantizado por la presencia militar turca y los protocolos de cooperación; por otro, afirmar una mayor autonomía decisoria del liderazgo turcochipriota, especialmente en cuestiones internas, económicas y sociales. Sin embargo, el margen de maniobra se verá limitado por la dependencia financiera y la importancia estratégica que el norte de Chipre tiene para Turquía, tanto como avanzada en el Mediterráneo oriental como en el marco de las disputas energéticas y marítimas con Grecia y la República de Chipre.
En este contexto, uno de los elementos clave será la relación entre Erhürman y la opinión pública turcochipriota. Si el nuevo presidente es capaz de traducir el mandato electoral en una redefinición de los protocolos económicos y en una gestión más transparente de las relaciones con Ankara, podría reforzar una legitimidad interna capaz de contrarrestar, al menos en parte, las presiones de los sectores más intervencionistas de Turquía. Si, por el contrario, su presidencia se limita a un cambio de estilo sin incidir en los nudos estructurales de la dependencia económica y política, se corre el riesgo de que la frustración social se traduzca en un rápido desgaste del consenso.
Las implicaciones para la República de Chipre y las negociaciones de paz
En lo que respecta a las relaciones con la República de Chipre y la Unión Europea, la victoria de Erhürman reabre una ventana que parecía haberse cerrado en los últimos años. El presidente grecochipriota Nikos Christodoulides envió inmediatamente sus felicitaciones, reiterando su disposición a reunirse con el nuevo líder turcochipriota «lo antes posible» y a reanudar las conversaciones sobre el futuro de la isla.
Incluso las Naciones Unidas, que en 2025 intentaron reactivar el diálogo mediante una serie de reuniones y medidas de fortalecimiento de la confianza —desde la apertura de nuevos puntos de paso en la zona de amortiguación hasta la creación de comités técnicos sobre medio ambiente, juventud, desminado y gestión conjunta de la energía solar—, pueden encontrar en Erhürman un interlocutor más en sintonía con el marco federal en el que se basa el mandato de la ONU.
Sin embargo, la inercia acumulada tras el fracaso de las conversaciones de Crans-Montana en 2017 y los años de retórica divisiva por ambas partes hacen que el camino esté plagado de obstáculos. Muchos grecochipriotas miran con recelo al norte, temiendo que cualquier acuerdo que reconozca la igualdad política de la comunidad turcochipriota pueda consolidar la división y legitimar los efectos de la ocupación de 1974. Por otro lado, amplios sectores de la población turcochipriota y de los colonos de origen anatolio ven en los proyectos federales el riesgo de perder parte de la soberanía y las garantías que les proporciona la protección turca.
Erhürman deberá, por lo tanto, comprometerse a reconstruir un clima de confianza mínima, también a través de medidas concretas que incidan en la vida cotidiana: facilitación de los pasos a lo largo de la Línea Verde que separa las dos partes de la isla, cooperación en cuestiones medioambientales y energéticas, protección de los derechos de propiedad y soluciones viables a las controversias sobre terrenos. En este ámbito, la posición del nuevo presidente podría converger con la de los dirigentes grecochipriotas y con las propuestas de la ONU, pero sigue existiendo el problema fundamental de la compatibilidad entre la visión federal y las expectativas de Ankara.
Las posibilidades de reactivar el proceso de paz dependerán también de la capacidad de las partes para imaginar un equilibrio que concilie las preocupaciones en materia de seguridad de la comunidad turcochipriota con el principio de integridad territorial de la República de Chipre y con el derecho internacional.
En definitiva, la victoria de Erhürman devuelve la centralidad a la República Turca del Norte de Chipre como actor político con una agenda propia y no solo como proyección de los intereses turcos. La elección de un presidente que conoce a fondo los expedientes jurídicos y diplomáticos, con experiencia directa en las negociaciones sobre el futuro de la isla, abre la posibilidad de reanudar un diálogo que parecía bloqueado. Pero para que este paso se traduzca en un avance real hacia la solución de la cuestión chipriota, será necesario un compromiso coherente en el tiempo, tanto por parte de Erhürman como por parte de la República de Chipre, Turquía y la comunidad internacional.
*Giulio Chinappi, politólogo.
Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.
Foto de portada: extraída de World Politics Blog.

