El título de Obispo de Roma conlleva la primacía en la Iglesia Católica, siendo el Papa considerado sucesor de Pedro.
El Papa León XIV eligió su nombre en referencia a León XIII, quien fue pontífice desde 1878 hasta 1903. Su pontificado duró 25 años, a lo largo de los cuales emitió numerosas encíclicas, cartas apostólicas y otros documentos.
Entre sus contribuciones más significativas se encuentra la encíclica Rerum Novarum y su postura respecto al Syllabus Errorum.
El syllabus Errorum (Índice de Errores) fue un documento emitido por el Papa Pío IX en 1864, que enumeraba y condenaba diversas proposiciones consideradas erróneas desde la perspectiva de la Iglesia Católica.
Aquí la preocupación central es la comunidad católica en su cohesión interna y en sus relaciones con un entorno que experimenta cambios acelerados; la relación de los fieles católicos con las concepciones y prácticas que el mundo moderno les presenta como posibles.
El Syllabus es una recapitulación de actos previos y la ratificación de una postura intransigente frente a las novedades del siglo:
“Desde su ascenso a la Cátedra de Pedro, no ha cesado el Sr. Pío IX de proscribir y condenar la multitud de perversas doctrinas que enseñan y publican los enemigos de la religión. No es, como fingen algunos, un arma de partido, de que el Santo Padre se vale para contrariar los convenios de setiembre de 1864 entre Napoleón y Víctor Manuel: la Condenación de los errores comprendidos en este Catálogo había sido hecha en diversas Encíclicas, Alocuciones y otras Letras Apostólicas.” (“Preliminares”, Syllabus)
Aunque León XIII no derogó el Syllabus (y en cuestiones doctrinales en varias ocasiones reafirmó sus postulados) eligió un enfoque más conciliador. En su Encíclica Libertas (1888) subrayó el valor de la libertad y mostró aprecio por todo lo que de bueno y verdadero había en las aspiraciones modernas.
La encíclica Rerum Novarum, emitida el 15 de mayo de 1891, abordó la situación de los trabajadores y las condiciones laborales en el contexto de la Revolución Industrial. León XIII destacó la necesidad de justicia social.
Aunque desde una perspectiva contemporánea la encíclica puede parecer limitada, en su tiempo representó un avance significativo y sentó las bases para lo que luego sería la Doctrina Social de la Iglesia.
Algunas citas destacadas de esta encíclica:
Para establecer la medida del salario con justicia (…) tengan presente los ricos y los patronos que oprimir para su lucro a los necesitados y a los desvalidos y buscar su ganancia en la pobreza ajena no lo permiten ni las leyes divinas ni las humanas. Y defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen, que llama a voces las iras vengadoras del cielo.
(…) los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que este es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes. (…) El Estado debe velar por el bien común como propia misión suya.
Por lo que respecta a la tutela de los bienes del cuerpo y externos, lo primero que se ha de hacer es librar a los pobres obreros de la crueldad de los ambiciosos, que abusan de las personas sin moderación, como si fueran cosas para su medro personal.
Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo (…); y tomen nota especialmente de esto los que tienen a su cargo velar por la salud pública. Canalicen hacia esto todas las fuerzas del espíritu y su competencia los ministros sagrados y, precedidos por vosotros, no cesen de inculcar en todos los hombres de cualquier clase social las máximas de vida tomadas del Evangelio; que luchen con todas las fuerzas a su alcance por la salvación de los pueblos y que, sobre todo, se afanen por conservar en sí mismos e inculcar en los demás, desde los más altos hasta los más humildes, la caridad, señora y reina de todas las virtudes.
Es notable y central que León XIII haya elegido mencionar la caridad para cerrar su encíclica. La caridad cristiana es, a menudo, muy cuestionada y descalificada porque se la confunde con dar limosnas.
En realidad, la caridad cristiana es la virtud teologal por la cual se ama a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Y de este profundo amor brotan las acciones de cuidado, respeto, responsabilidad, colaboración y cooperación entre hermanos.
En una de las primeras cartas que el apóstol Pablo escribió a la comunidad de Corinto, enseñaba sobre la caridad (el amor):
“Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.” (1 Corintios 13, 2-6)
El amor, entendido como la virtud teologal que impulsa toda acción, es el fundamento mismo de la vida eclesial. En este sentido, la elección de León XIV puede leerse también como una oportunidad para reavivar esa raíz amorosa del Evangelio en las decisiones pastorales y en el modo de conducir a la comunidad. Su decisión de asumir el nombre de León, en homenaje a un pontífice que tendió puentes entre la tradición y los tiempos modernos, invita a pensar en una Iglesia capaz de dialogar con el mundo sin perder su centro: la dignidad humana y el cuidado del prójimo.
Sin embargo, una mirada esperanzada no debe ser ingenua. La Iglesia que León XIV hereda no está exenta de contradicciones profundas. Estas tensiones no son una novedad de nuestro tiempo: la figura del apóstol Pedro —a quien Jesús le asignó un rol especial— ya contenía en sí misma la complejidad del liderazgo eclesial. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, le preguntó Jesús tres veces (Juan 21, 15-17) y Pedro lo afirmó con seguridad y también lo negó tres veces luego de que Jesús fuera apresado.
Esa contradicción originaria atraviesa la historia de la Iglesia hasta hoy. En el año 2025, pese a los valiosos gestos de apertura del Papa Francisco hacia las mujeres y su reconocimiento explícito de su rol insustituible en la vida eclesial, no hubo ninguna mujer entre los electores del nuevo Papa. Tampoco se han revisado otras prácticas que resultan incomprensibles para gran parte del Pueblo de Dios, como el celibato obligatorio para los presbíteros o la escasa valorización de la vida familiar en los varones consagrados.
Así como León XIII supo tender puentes sin renegar del pasado, uno de los desafíos de León XIV será mantener viva la llama del Evangelio en medio de un mundo herido, desigual y cambiante.
Que su pontificado se nutra de la caridad verdadera, la justicia social, y la valentía para abrir puertas que aún permanecen cerradas. La Iglesia, como Pedro, sigue siendo amada y llamada a pastorear —con fidelidad y con dulzura— al rebaño entero.
Florencia Sosa* Profesora de Ciencias Sagradas
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal infonativa.com.ar
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