Colaboraciones Nuestra América

Un mundo inestable, impredecible y en disputa, con altos niveles de conflictividad

Por Raúl Llarull*. –
Ponencia para el XXIX Seminario Internacional Los Partidos y una Nueva Sociedad, organizado por el Partido del Trabajo de México.
Tema III – Temas de Coyuntura
CDMX, 25-27 de septiembre de 2025

La humanidad presencia el genocidio sionista contra el pueblo palestino; pero es una humanidad cuyas estructuras jurídicas y organizativas se muestran incapaces de impedir la masacre, las hambrunas, las infamias.  Se limita a la protesta declarativa, pero es impotente para detener las atrocidades; está reducida a un rol testimonial e inútil.

Los genocidas son respaldados por un imperio en acelerada decadencia, cuya hegemonía no solo es desafiada, sino que ese desafío lo coloca claramente a la defensiva. Agotado el modelo de dominación asentado en la imposición del consenso globalista, los ideólogos imperiales recurren a su propia negación, abrazando un proteccionismo que no resuelve las contradicciones al interior de los EEUU, ni supera la crisis profunda de su economía.

En esa situación el imperio recurre a la violencia, al chantaje y la amenaza, pretendiendo por la fuerza recuperar espacios e influencia perdidas. Las mismas guerras que Donald Trump prometió acabar cuando estaba en campaña, hoy se multiplican, en un mundo cada vez más convulso, inestable, caótico y violento.

La violencia se traslada al propio territorio de la Unión Americana, donde los crímenes de intolerancia y odio se multiplican, y los homicidios por razones políticas, a manos de fanáticos neofascistas, fortalecen cada día las tendencias a una posible guerra civil.

Hacia el exterior, más allá de la complicidad estadounidense-israelí para colonizar el oriente medio en busca de recursos energéticos y la consolidación de nodos geoestratégicos, es necesario apreciar con exactitud estos movimientos, para calificarlos adecuadamente y enfrentarlos como corresponde. Lejos de encontrarnos ante una fuerza en ofensiva, estamos en presencia de un hegemón no solo en decadencia, sino que intenta demorar su retirada.

Como todo imperio, su caída no será pacífica. La violencia que se expresa en cada rincón del planeta es reflejo de aquella debilidad imperial. Aquella violencia exterior evidencia las profundas contradicciones al interior de ese imperio debilitado, que no encuentra el rumbo adecuado para retomar su privilegiada posición histórica.

Venezuela y el despliegue de la flota imperial en el Caribe, la frontera mexicana sujeta a una permanente observación amenazante desde el Norte; Indonesia, Nepal y el Asia Pacífico azuzadas por el germen de las revoluciones de colores,  que dieron resultados al imperio en el mundo árabe y, en su momento, en Ucrania; las ya mencionadas acciones en el Oriente Medio y la región circundante, incluyendo Irán  y Türkiye, sin olvidar la continuidad de la guerra en el este europeo, son todos signos de aquella debilidad y, sobre todo, de la incapacidad de conservar poderes por otro medio que la violencia, el chantaje y la amenaza.

Todo lo anterior demuestra también la crisis estructural del modelo construido por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial.

El sistema-mundo colapsa, y con él sus instituciones, desde las Naciones Unidas, hasta la Organización Mundial de Comercio, las alianzas militares transcontinentales y regionales, y hasta el sistema financiero multilateral. Todo está en crisis y en discusión y, en medio de ese caos, el rol de gendarme mundial ya no resulta igualmente efectivo para los Estados Unidos.

El emergente mundo de una gigantesca periferia que hoy llamamos el Sur Global, avanza sin pausas, en dos sentidos claramente identificables:

  • acumulando fuerzas a lo largo del planeta a partir de cosmovisiones integradoras y propuestas de relacionamiento entre naciones en igualdad de condiciones y con beneficios compartidos, privilegiando complementariedad a competencia.
  • Contribuyendo con su fortalecimiento a la desacumulación de fuerzas del bloque imperial, que se debilita en cada fracasado golpe de fuerza que intenta.

El fin del primer cuarto del siglo XXI nos encuentra en un mundo en cambios profundos, en el cual la relación entre los Estados está tensionada debido a múltiples causas, entre las que destacan los efectos de la revolución tecnológica y de la globalización productiva, financiera, comunicacional y cultural.

Un orden mundial en desarrollo en el que las consecuencias del cambio climático golpean a las poblaciones más vulnerables, el capital de plataformas concentrado en pocas manos, moldea las formas de relacionamiento social a través de algoritmos sesgados, y la asimétrica distribución de la riqueza expresa el crecimiento exponencial de su concentración, agudizando crisis económicas, políticas y sociales.

La crisis financiera de 2008 evidenció la inestabilidad del sistema financiero internacional y la incapacidad de sus instituciones para prevenir una crisis generalizada, que señala el fin del unilateralismo estadounidense y el nacimiento de un nuevo orden mundial, todavía en desarrollo, caracterizado por un cambiante sistema multipolar, con un creciente número de actores e importantes modificaciones en la correlación de fuerzas y el grado de autonomía de los Estados.

A su vez, el fracaso del sistema capitalista para satisfacer las necesidades de la mayoría de la población a nivel global dificulta cualquier perspectiva de bienestar y de justicia social, profundizando la desesperanza y desconfianza de cada vez mayores sectores, hasta poco antes convencidos de la capacidad del sistema para garantizarles mínimas condiciones materiales de vida.

Al hacer agua el sistema en lo económico, su equivalente político, el sistema demoliberal y sus estructuras partidarias, desnudaron sus incapacidades.

Esta realidad propició la proliferación de discursos de odio, diseminados a través de medios de comunicación, plataformas y redes sociales; estos medios se usan también para la demonización de la disidencia política, liderazgos y dirigencias del campo popular, facilitando el ascenso de la ultraderecha, que avanza montada en ese tipo de narrativas, que explota, además, las debilidades y falencias objetivas del campo popular y sus organizaciones.

En este escenario, el sistema político internacional enfrenta dos problemáticas:

  • la cuestión de la hegemonía y su relación con el orden internacional,
  • las interacciones entre los Estados y la institucionalidad que da forma a la arquitectura multilateral, hoy cuestionada y en gran parte paralizada.

El actual esquema multilateral, producto del orden internacional nacido a partir de 1945, dejó de reflejar y representar las relaciones de poder, perdiendo así legitimidad y relevancia.  

Al mismo tiempo, el ascenso del autoritarismo, así como la erosión de las formas de dominación expresadas en los valores democráticos burgueses, incluyendo la incapacidad objetiva de responder a los reclamos por justicia social, el respeto a las normas de comercio establecidas, o la defensa del derecho de naciones  y pueblos vulnerables ante el abuso de potencias militares, socavan los cimientos de las instituciones internacionales, eliminando las certezas que habían prevalecido a lo largo de más de medio siglo.

El conjunto muestra signos de una muy profunda crisis, que avanza hacia aspectos civilizatorios. Las expresiones de esa crisis son tan evidentes que resulta casi redundante afirmarlo. Solo debemos mirar el inútil papel jugado por el esquema del sistema de Naciones Unidas, desde el Consejo de Seguridad hasta sus agencias humanitarias, pasando por la Asamblea General, ante el cruel genocidio sionista contra el pueblo Palestino, o la irrelevante actitud de la Organización Mundial del Comercio, ante las arbitrarias medidas proteccionistas de la administración Trump y sus políticas arancelarias.

Cualquier análisis que se haga sobre el panorama internacional actual no puede ignorar la importancia que adquirieron en las últimas décadas actores como China, India y Rusia. Así como tampoco puede pasar por alto el hecho de que, en materia de política imperial, los Estados Unidos siguen considerando a la República Popular China como su enemigo principal y estratégico, su mayor amenaza a la incontenible decadencia de la hegemonía estadounidense en el mundo. En América Latina esta realidad se expresa a través de las presiones estadounidense contra la presencia china en el continente y el Caribe.

A su vez, no se puede eludir la importancia que tiene la cooperación económica, comercial, política y cultural impulsada por los BRICS, que nuclea a las principales economías emergentes del mundo, suma a más del 40% de la población mundial, representa más del 35% del PIB global, y se plantea como una alternativa multilateral.

Putin, Xi, y Kim Jong-un, en el desfile militar en Pekín este miércoles. Foto: SERGEY BOBYLEV/SPUTNIK/KREMLIN POOL / POOL (EFE)

DECLIVE IMPERIAL Y MULTIPOLARIDAD

Estados Unidos atraviesa un largo periodo de profundo declive y de reconocimiento implícito de su derrumbe hegemónico, que se expresa en sus políticas, tanto domésticas como en su relación con el mundo exterior, sean aliados, adversarios o enemigos.

El mundo bipolar surgido a partir de los acuerdos de Yalta y Postdam, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ya había colapsado con el derrumbe del llamado Socialismo Real, la URSS y el bloque soviético a principios de la década de los 90 del siglo 20.

El mundo unipolar, surgido entonces, cuyo eje era el imperio de EEUU, las fuerzas de la OTAN y, en general, el capitalismo financiero globalizado y el orden neoliberal, resultó circunstancial, pese a los deseos de permanencia expresadas en aquel relato del fin de la historia.

OBJETIVOS DE TRUMP AL LLEGAR A LA CASA BLANCA:

Frenar el acelerado retroceso del dominio hegemónico mundial de EEUU, frente a la potente economía China, es sin duda el objetivo central del imperio.

Al llegar a su cargo, el jefe del Pentágono, Pete Hegseth, afirmó que La prioridad para Washington era enfrentar a China, “un competidor de gran envergadura” porque, argumenta, tiene la capacidad y la intención de amenazar la seguridad nacional de Estados Unidos y sus intereses principales en la región del Indo-Pacífico.

Subrayó que la disuasión de un conflicto con China en el Pacífico es la misión más importante de su despacho. Reconoció la escasez de recursos y la necesidad de tomar decisiones difíciles para garantizar que el proceso no fracase.

Desde su campaña presidencial Donald Trump utilizó un lenguaje no solo provocador sino rupturista, amenazante ante sus adversarios. Sus posiciones recordaban ya desde entonces aquel capitalismo del desastre del que hablaba la periodista, escritora y activista canadiense Naomi Klein, en su obra la Doctrina del Shock.

Las batallas centrales para Trump, ya desde entonces fueron  desmontar el Estado Profundo (la burocracia estatal, incluyendo la estructura de servicios de inteligencia y seguridad) al interior de EEUU, y restablecer el poderío hegemónico mundial perdido.

La nueva administración encarna los intereses de las grandes corporaciones de Silicon Valley, un sector que ha dejado de esgrimir su “neutralidad tecnocrática” para abrazar un proyecto político con un claro desprecio por los mandatos del globalismo.

La intención de volver a esquemas ultra proteccionistas, repatriar capitales y fortalecer el mercado interno, es un reconocimiento de esta situación en el marco de la competencia en los mercados globales frente a China, Rusia, India y el entramado comercial emergente en los BRICS.

LOS ARANCELES

La política de aranceles debe ser entendida como una medida defensiva de los Estados Unidos, ante el avance del multi-polarismo global.

Consecuencias internas para EEUU:

  • Aumento de la Inflación (julio 2025:  +1.3% de inflación subaycente respecto a junio).  El estimado del gobierno era de 2% pero ya superaba el 3.1 entre enero y julio.
  • La FED rechaza bajar tasas porque dispararía la inflación.
  • Escasa dinamización de la economía y problemas con la creación de empleos.

Más allá de lo doméstico:

La política arancelaria está produciendo una aceleración del deterioro de la hegemonía imperial estadounidense,  provocando el debilitamiento de su moneda y abriendo nuevas oportunidades para la desdolarización global.

Optimismos transitorios

El PIB ajustado a la inflación (que mide el valor de bienes y servicios producidos en EEUU), aumentó a un ritmo anual del 3,3%, según la segunda estimación de la Oficina de Análisis Económico de los EEUU. La estimación original había sido del 3%.

La recuperación del PIB se debió a la rápida importación de bienes por las empresas ante la inminente subida de aranceles. Es decir que esa recuperación fue solo aparente, en la medida que solo refleja una acción empresarial especulativa, defensiva y preventiva, al adelantar compras que, en todo caso, tenían planificadas.

El dólar se mantuvo a la baja y los rendimientos de bonos del Tesoro a dos años subieron ligeramente tras los datos del PIB.

Se espera que la Reserva Federal recorte los tipos de interes en algún momento a partir de  septiembre.

BENEFICIOS CORPORATIVOS

Resulta evidente en la lógica capitalista, y en la historia del capitalismo, que no suelen ser los ricos quienes pierdan. De modo que la pregunta natural en el caso de los EEUU  será, ¿quién pagará los aranceles?

La paradoja de Washington

Aunque la administración Trump representa los intereses de grandes conglomerados corporativos, es decir que se trata de un gobierno de los empresarios, parece esperar que sus representados en el territorio de la Unión no actúen según su naturaleza.

Espera, sin motivo alguno que justifique tal esperanza, que sean los propios empresarios quienes absorban una porción considerable del impacto arancelario sobre las tarifas. Eso no sucede ni sucederá. Ya los grandes almacenes como Walmart, Home Depot y en general las grandes tiendas a lo largo del país, registraban aumentos de precios en su línea de productos, aún antes de la afectación real. Es decir que, como siempre, será el consumidor, en este caso el estadounidense, el que pagará estas políticas en forma de inflación generalizada.

De hecho y como demostración de esta afirmación, las ganancias corporativas aumentaron 1.7% en el segundo trimestre de este año, tras haber registrado las mayores caídas desde 2020 en el primer trimestre.

Las ganancias después de impuestos de las empresas no financieras como proporción del valor agregado bruto se mantuvieron en el 15,7%, muy por encima de los niveles habituales desde la década de 1950 hasta la pandemia.

DESDOLARIZACIÓN GLOBAL

Una de las consecuencias inmediatas de las políticas arancelarias y proteccionistas de Washington, y de las más importantes a nivel geopolítico, es el debilitamiento del dólar, entendido como moneda de reserva global.

Su pérdida de peso específico para las transacciones comerciales favorecerá una aceleración de la desdolarización global y la profundización de los esquemas de pagos en otras monedas.

De igual manera, es previsible que las reservas de los bancos centrales de los países de todo el mundo buscarán diversificar su cartera, aumentando así la inercia decadente de la moneda norteamericana.

LA RESPUESTA CHINA Y EL EFECTO EN EL MUNDO

Ante las provocaciones estadounidenses, la República Popular China no se ha dejado intimidar; lejos de ello, ha dinamizado su accionar en el mundo, agilizando sus respuestas, profundizando sus acuerdos multilaterales, e impulsando con fuerza la cooperación con beneficios compartidos.

Expresiones de esta política fueron la reunión del  IV Foro China-CELAC en mayo de 2025 en Pekín, la reunión de los BRICS+ en julio de 2025 en Rio de Janeiro, y la reciente reunión de la Organización de Cooperación de Shangai, en Tianjin, en agosto de 2025, donde el anfitrión dejó claramente establecidas las bases para la profundización, desarrollo y prosperidad del mundo multipolar, derrotando en base a cooperación y relaciones pacíficas entre naciones en igualdad de condiciones y respeto a las diferencias, a las políticas imperiales y sus aliados, que actúan como si el mundo fuera de su propiedad.

Las advertencias fueron claras y los pasos de los 26 países integrantes de esta importante asociación resultan evidentes.

Por su parte, ya China había dado con anterioridad respuestas contundentes a las acciones inconsultas y arrogantes de Donald Trump. Un ejemplo fue la puesta en marcha por el gigante asiático de un sistema de pagos global que evita el Swift, liquidando las ventas de hidrocarburos sin utilizar el dólar en las transacciones.

El Banco de China conectó su RMB digital (Yuan digital) a los diez países de la ASEAN (Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam) y a seis de Oriente Medio, cubriendo de esta manera el 38% del comercio mundial, evitando al Swift y al dólar.

De esta forma los pagos se procesan en 7 segundos, en lugar de 3 a 5 días, y se reducen las comisiones en un 98%, generando un alivio a los comerciantes de energía de Oriente Medio.

El comercio de la ASEAN con el RMB digital alcanzó los 5,8 billones de yuanes (US$ 814,435,159,000.00). Uno de los principales países en utilizar este mecanismo fue Tailandia, que liquidó su petróleo en RMB digital.

Se trata de una Ruta de la Seda Digital, es la desdolarización en acción. No se trata solo de pagos, es una red global que en este momento cuenta con unos 200 países, mientras EEUU debate si la moneda digital es una amenaza.

https://www.cadtm.org/

NUEVOS DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES

El esquema de proteccionismo y repatriación de capitales iniciado por Trump profundiza la decadencia hegemónica norteamericana, abriendo paso a la consolidación de la multipolaridad.

El eje Euroasiático se fortalece como un polo de poder emergente, que puede aumentar su incursión en territorios aún dominados por EEUU.

Es un nuevo mundo de oportunidades, pero solo para aquellos que se atrevan a romper las relaciones de exclusividad que exige el imperio

BRICS

Correlación de fuerzas: EEUU (y su crisis) frente a BRICS (y su desarrollo)

  • La consolidación de fuerzas económicas emergentes, en particular la República Popular China y el conjunto de otras naciones que conformarán inicialmente BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) constituye una fuerza poderosa en todos los sentidos (concentración de población, PIB mundial, producción de petróleo y gas, mercado de producción y consumo y, sobre todo, una nueva visión de las relaciones de cooperación Sur-Sur).
  • Al ampliarse (Bielorrusia, Bolivia, Indonesia, Kazajistán, Cuba, Malasia, Tailandia, Uganda y Uzbekistán), representa el 51% de la población mundial y el 40% del PIB

ALGUNOS DATOS DUROS

  • En 1945, Estados Unidos aportaba más del 50% del producto interno bruto global.  En 2024, solo aportó el 22%.
  • Los depósitos en dólares de los bancos centrales del mundo en 1999 rondaban el 71%. Hoy ese porcentaje es inferior al 60%.
  • En 1992, la participación en el PIB mundial del G7 (EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) fue del 45%; la de las naciones de lo que hoy se conoce como BRICS, fue del 16%.  En 2024, el G7 participó con el 30% y los BRICS con el 35%.
  • Entre 2000 y 2023, los países de BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudita, Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, e Indonesia), junto con los países socios (Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Tailandia, Uganda y Uzbekistán) incrementaron su participación en las exportaciones mundiales del 10% al 23%, mientras el G7 cayó del 45% al 29%.
  • En términos de crecimiento económico, el FMI indicó que en 2024 el bloque BRICS+ tuvo una tasa promedio del 3,6%, frente al 1% del G7.
  • En 2023, EEUU registraba 40 millones de pobres (12% de su población);
  • El lavado de dinero en EEUU ascendía a $100.000 millones al año, según Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos durante la administración Biden.

China vs EEUU

  • China ahorra el doble e invierte el doble, que EEUU como proporción del PIB
  • La formación bruta de capital fijo (inversión que realizan las empresas y los gobiernos en activos fijos, como edificios, maquinaria, y equipos) de la economía de EEUU es de un 20% del PIB y la de China es del 45%.
  • China: superávit comercial de 700.000 millones de dólares/año; EEUU: déficit comercial de más de un trillón de dólares/ año.
  • La deuda de EEUU representa el 130% de su PIB; la de China es del 75%.

EL NUEVO ORDEN MUNDIAL NACIENTE, ESCENARIO DE LUCHAS EN LAS PRÓXIMAS DÉCADAS 

Tanto el desarrollo, consolidación y ampliación de los BRICS+, como el avance de ciertos jugadores clave en el mundo, a su vez integrantes de aquel grupo, como China, India o Rusia, señalan una clara tendencia a la multilateralidad de las relaciones internacionales, y un claro desplazamiento de las fuerzas que durante siglos han dominado el mundo a través de la imposición colonial e imperial.  

La correlación de fuerzas mundiales representa así una oportunidad para que tres cuartas partes de la humanidad pueda frenar la dinámica agresiva y belicista, de relaciones de dominación y subordinación hacia potencias centrales a base de la fuerza, el chantaje, la amenaza y la coacción.

El nuevo orden mundial que empieza a gestarse lo hace sobre las ruinas de formas de dominación cada vez más obsoletas.

Ese nuevo mundo nace con contradicciones, con estertores y violencia. Estamos en presencia de fuerzas imperiales en retroceso y heridas que, por eso mismo, se vuelven aún más peligrosas. Esto tiene dos regiones en el mundo donde esa agresividad imperial se hace patente: 1) Eurasia y Medio Oriente; y 2) América Latina y el Caribe.

EN ESTE ESCENARIO PLANTEAMOS DOS EJES CENTRALES PARA EL ANÁLISIS

  1. EEUU y su declive hegemónico
  2. América Latina y sus desafíos
  1. EEUU Y SU DECLIVE HEGEMÓNICO

El mundo ante el retorno de Donald Trump

Cuatro elementos determinantes de la política de EEUU:

  • Agotamiento del modelo globalista/atlantista
  • Insuficiente capacidad de respuesta ante los desafíos a la hegemonía imperial
  • Retroceso ante el avance de China y otras economías emergentes
  • EEUU: un país en crisis social, fracturado y con amenazas de guerra interna

DESEOS FRENTE A REALIDADES EN EL IMPERIO

Más allá de las promesas de campaña de Trump, y de sus mensajes destinados a ilusionar a una clase trabajadora racializada y deprimida, los objetivos reales del trumpismo fueron –y siguen siendo- la concentración de riqueza en manos de los grupos concentrados de capital productivo, las grandes tecnológicas que se convirtieron en aliados de último momento, y las grandes corporaciones financieras globales que también saltaron al barco del trumpismo cuando la victoria era incuestionable.

Sin embargo, las políticas aplicadas y las promesas de campaña siguen chocando con una realidad que no hace más que confirmar la profundidad de la crisis del sistema, convertida a nivel global en crisis civilizatoria. Así las medidas aplicadas no dejan de revertirse en contra de quien las aplica.

  • Aranceles:  se han convertido en un camino de ida y vuelta (efecto boomerang);
  • El modelo está golpeado en su capacidad productiva y en su desarrollo tecnológico militar; su promesa de creación masiva de empleos no se materializa ni siquiera con la masiva expulsión de la mano de obra barata representada en la población migrante.
  • La inflación no deja de crecer, y el consumo interno se verá gradualmente afectado por esa combinación de variantes, golpeando a los sectores populares, muchos de los cuales le dieron su aval en las urnas.
  • Más allá de su discurso inaugural, las reservas energéticas de EEUU son escazas. Sus reservas petroleras durarían entre 8 a 12 años incluyendo el fracking. Esto también explica la continuidad de las políticas guerreristas en Medio Oriente, que colocan a la mayor potencia mundial siguiendo el guion que traza Tel Aviv (Siria, Líbano, Irán, bombardeo sobre Qatar), incapacidad y falta de voluntad para detener el genocidio en Gaza. Esa limitada capacidad energética se encuentra a la base de las políticas guerreristas y agresivas contra Venezuela.
  • El sistema que viene a liderar Trump está seriamente herido y amenazado. Por eso sus movimientos, aunque agresivos, y violentos no dejan de ser defensivos.
  • Los bloques económicos emergentes limitan su capacidad de imponer condiciones al mercado

OBJETIVOS DE LA NUEVA ADMINISTRACIÓN

  • Frenar (o demorar) el retroceso en su hegemonía mundial
  • Neutralizar la crisis social al interior de los EEUU
  • Reflotar la Doctrina Monroe como freno al avance de las múltiples relaciones de la República Popular China con América Latina y el Caribe
  • Proyecto productivo y de re-industrialización interna
  • Todo lo anterior se traduce en una política proteccionista de Aislacionismo/Expansionismo en áreas de interés extraterritorial.

Configuración de nuevos esquemas de poder con sus propias contradicciones internas

  • Nueva alianza entre la política de Washington y los magnates que personifican la nueva fase del Capital.
  • Nuevo intento de reconfiguración neconservadora del papel de Estados Unidos en el orden económico y geopolítico mundial.
  • Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Meta-Facebook), Sundar Pichai (Alphabet-Google), Tim Cook (Apple), Sam Altman (OpenAI), y Shou Zi Chew (Tik Tok), junto a Elon Musk (X/Tesla), los nuevos rostros de poder que se suman a las grandes corporaciones financieras.
  • Sobredeterminación de la politica exterior de EEUU por parte de las grandes corporaciones que financian el proyecto.
  • Su mirada aislacionista es el reconocimiento de un país socialmente quebrado, con millones de personas sin hogar, ciudades fantasmas que hablan de un pasado poderoso que hoy solo deja miserias
  • Aunque eche las culpas a otros, el problema de la droga no sería tal si su país no fuera el mayor mercado consumidor del mundo.
  • Su deseo de expulsar migrantes choca con la realidad de las necesidades objetivas de los productores locales de mantener sus tasas de ganancias (mano de obra barata) y contener la inflación en productos alimenticios.
  • El frente interno “trumpista” resulta heterogéneo, caótico y contradictorio en cuanto a sus intereses. Sus fisuras salieron rápidamente a la luz en el caso de Elon Musk, el escándalo Epstein, pero por sobre todo en las contradicciones evidentes con su Secretario de Estado, personaje ajeno a MAGA e impuesto por los ultra-reaccionarios del sur de Florida y otros Estados. En el caso de Rubio, sus aspiraciones presidenciales lo hacen mantener su línea extremista de derecha, muy agresiva hacia América Latina y el Caribe, no sólo por su ideología sino porque esa es la política que esperan sus poderosos padrinos políticos.
  1. AMÉRICA LATINA Y SUS DESAFÍOS

Pocas veces la posibilidad de construir alianzas y buscar unidad en base a intereses comunes entre países y pueblos tuvo tanta relevancia. Esto aplica para todo el mundo, pero sin duda resulta imperativo en el caso de Nuestra América.

La cuestión migratoria

  • En 2023 65,1 millones de habitantes en EEUU eran de origen hispano.
  • Casi 38 millones tenían raíces mexicanas. 5,8 millones, de Puerto Rico.
  • En 2023, un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) demostró que la población latina en EE.UU. alcanzó en 2021 un PIB de 3,2 billones de dólares, lo que la convertiría en la quinta economía del mundo si fuera un país, después de EE.UU., China, Japón y Alemania. Supera economías como las de Reino Unido, Francia, Italia y Canadá. 
  • Las remesas desde Estados Unidos representan una suma económica considerable para América Latina y el Caribe alcanzando aproximadamente US$160.900 millones en 2024, lo que equivale al 2,3% del PIB regional. No obstante, este porcentaje es mucho mayor en algunos países de Centroamérica y el Caribe, donde el impacto en sus economías es más significativo, como en Honduras (25,9% del PIB) o El Salvador (24% del PIB).

Desde su discurso inaugural, el relato de D. Trump (Make America Great AGAIN) revela la añoranza de un poderío perdido.

Su misma evocación demuestra que ese poderío no existe, y que no es posible volver al pasado, a pesar de su lenguaje y acciones violentas y ofensivas.

Queda claro que en América Latina y el Caribe, existe una fuerza de derecha consolidada como bloque, con posibilidades de crecer y con capacidad para obstruir iniciativas unitarias (Argentina, Perú, Paraguay, Costa Rica, Ecuador, Rep. Dominicana, El Salvador, ahora deberemos incluir a Bolivia).

Esta realidad empuja a los pueblos a una nueva configuración de alianzas mirando también a economías emergentes (BRICS+)

La defensa de la Soberanía Nacional, el respeto a las fronteras, el trato digno a los migrantes, la lucha sin cuartel por mantener a América Latina y el Caribe como territorio de Paz (CELAC 2014) y libre de armas nucleares (Tlatelolco 1967) constituyen puntos de confluencia potencial para alianzas continentales, exceptuando a los cómplices de Trump.

La Cumbre BRICS 2025 evidenció diferentes niveles de compromiso latinoamericano, entre cautela diplomática y proyección estratégica. / Reuters

Lo que queda del experimento progresista en América Latina

Contrario a quienes, desde el reformismo latinoamericano, auguraban un “continente rojo” por varios años, a partir de la llamada ola progresista a inicios del siglo 21, la realidad muestra que, con la llegada de esos gobiernos, tuvieron lugar procesos de desacumulación de las fuerzas que los encumbraron a la administración del Estado; gobiernos progresistas que no lograron en muchos sentidos resolver las contradicciones entre promover la distribución más justa de la riqueza y generar en el pueblo consciencia de la profundización de los procesos de cambio para transformarlos en revolucionarios.

La mayoría de gobiernos de carácter reformista, con una clara influencia socialdemócrata, se apegaron a los lineamientos de multilaterales como el FMI o el Banco Mundial, sin alejarse un ápice de las doctrinas neoliberales.

Sumado a esto, un largo proceso de reflujo de masas en el continente, y la penetración de las ideas de corte neofascistas, en más de un caso camufladas bajo narrativas seudo-izquierdistas, lograron captar la atención de amplios sectores, capitalizando electoralmente frustraciones, desesperanzas y desconfianzas hacia gobiernos que no habían logrado sostener el respaldo popular, sea por incumplimiento de promesas, procesos insuficientes de transformación, escasa comunicación para explicar al pueblo las dificultades enfrentadas o, simplemente, porque esos gobiernos progresistas jamás se plantearon la transformación revolucionaria de la consciencia popular por medio de la educación política permanente, la construcción de formas de poder popular y estilos de democracia popular, asamblearia, directa y protagónica. Tampoco afectaron realmente las verdaderas concentraciones del poder fáctico, en especial los poderes económicos.

Hoy tenemos un panorama donde fuerzas de derecha se imponen a lo largo del continente, en muchos casos representando proyectos neofascistas, directamente ligados a intereses multinacionales en la égida estadounidense e israelí, empeñados en la demolición de estructuras estatales y fórmulas demoliberales para construir sobre sus ruinas estructuras jurídicas que no solo garanticen su permanencia, sino que imposibiliten en la práctica el acceso al gobierno a fuerzas de sentido contrario.

Los proyectos reformistas, como el de Chile, Uruguay, Honduras, incluso los de Colombia y Brasil, algunos más radicalizados que otros en virtud de las presiones crecientes desde Washington para impulsar procesos regresivos, como sucede en Colombia y en Brasil, no logran asegurar una continuidad ante las ofensivas de las derechas extremistas vernáculas y los apoyos externos.

Pero si hay un ejemplo trágico de las consecuencias que tiene para el pueblo la acumulación de debilidades en la superestructura y en las dirigencias del campo popular a partir del sectarismo, el caudillismo que prioriza y personaliza intereses políticos por sobre la defensa del proyecto nacional-popular, y la incapacidad de profundizar los procesos transformadores debido, precisamente, a no poder superar las debilidades mencionadas, y a lo que podemos sumar la ausencia de la necesaria autocrítica ante esta realidad, ese es el caso doloroso de Bolivia, cuya dirigencia histórica, en todas sus manifestaciones y sin excepciones, coadyuvaron con su accionar político a la división del campo popular, facilitando el regreso al poder de una derecha proimperialista, dispuesta no solo a entregar los recursos de la nación sino, seguramente, a trabajar incansablemente para revertir las conquistas sociales populares logradas a lo largo de más de 20 años de luchas y, sin duda, establecer condiciones de imposibilidad para el retorno de las fuerzas populares al poder, al menos por los medios institucionales establecidos.

México protagoniza un proceso de transformaciones más profundas, aunque siempre en los estrechos márgenes del sistema, pero sin dejar de estar bajo la mira de un imperio decidido a impulsar el acceso al poder a fuerzas más sumisas y dóciles a sus presiones.

Por ahora, la decisión del pueblo mexicano se reafirma, sobre todo en las urnas, en su decisión de apoyar con energía un proyecto distributivo que se centra en seguir reduciendo las desigualdades sociales, mantener en lo posible una actitud soberana e independiente de los EEUU, aunque esto último resulte particularmente complicado con una administración como la de Trump. En todo caso, los grandes capitales, lejos de verse afectados por las políticas de la 4T, siguen mostrando resultados extraordinariamente positivos.

Las tres excepciones en América, son los procesos revolucionarios de carácter nacional, popular y socialista de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Puntos álgidos de la geopolítica continental y mundial, en la medida que representan obstáculos objetivos a la estrategia imperial de retomar el control hegemónico sobre lo que considera su histórica área de injerencia y dominio.

Es precisamente la defensa de la República Bolivariana de Venezuela, la que nos convoca, de sur a norte del continente, porque simboliza el enfrentamiento directo contra un proyecto de recolonización imperial, despojo y opresión que, de tener éxito, marcaría posiblemente el destino del resto del continente.

Venezuela y su pueblo, representan para la dignidad de los pueblos de Nuestra América, la línea Maginot que el imperio no debe cruzar.

Derrotado en múltiples frentes del planeta, particularmente en Eurasia y África, el imperio y las fuerzas retrógradas que aglutina, como las del sionismo genocida y las de los supremacistas y fascistas estadounidenses y europeos, ven en Nuestra América su refugio.

Esperan que, si cae Venezuela, sus riquezas naturales y su petróleo, luego caigan Cuba y Nicaragua, para subordinar definitivamente un continente rebelde que necesitan sumiso y entregado a sus designios.

Es la hora de conformar un solo frente latinoamericano y caribeño, no de palabra sino en los hechos. No serán las instituciones en crisis, ni siquiera las que desde América Latina emiten declaratorias solidarias, las que impedirán las agresiones imperiales, como no son las estructuras jurídicas y políticas internacionales las que impiden las atrocidades en Gaza. Serán los pueblos, nuestros pueblos, con el bolivariano a la vanguardia, pero todos en un solo pie de combate quienes podremos derrotar al imperio agresivo y asesino.

Hoy, más que nunca, dos llamados deben acudir a nuestros oídos. La antigua apelación del escritor romano Publio Flavio Vegecio, que advertía. “Si quieres la paz prepárate para la guerra”; y, sobre todo, aquel llamado del Che que sigue interpelándonos cuando, ante el heroísmo del pueblo vietnamita, nos llamó a “Crear dos, tres, muchos Vietnam” hasta derrotar al imperio. 

Esos llamados tienen hoy más vigencia que nunca ante las amenazas a nuestra hermana Venezuela. Venezuela y Gaza son hoy, o deberían serlo, los paradigmas de la defensa de la humanidad, de la vida, de la paz, de un futuro para todos. Pero, ante asesinos deshumanizados, como los genocidas sionistas o los supremacistas neofascistas de Rubio y sus gusanos, no bastarán sin duda las palabras. Se requiere un mundo en pie de lucha para enfrentarlos y derrotarlos.

Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: gedes-unesp.or

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