Sus héroes eran dos adolescentes estadounidenses con retraso mental, que se insultaban obscenamente, expresaban un pensamiento absurdo tras otro, incapaces de resolver una sola situación cotidiana, pero… a pesar de su total incapacidad y falta de sentido, de alguna manera sobrellevaban la vida. Cada vez que una serie de acciones idiotas los llevaban al borde del desastre total, un accidente o fallo igualmente absurdo en la lógica de las cosas los salvaba, dándoles otra oportunidad. Lo cual, sin embargo, se perdía de inmediato. Y todo se repetía en círculo. Fracaso tras fracaso, decisiones completamente equivocadas, romper todas las conexiones lógicas posibles y, al final, ver un video de heavy metal en el que gente con cuernos y guitarras escenifican -en realidad devoran mujeres o cabras vivas-.
Lo que el mundo vio durante el debate electoral Trump-Biden fue sólo un nuevo episodio de Beavis y Butt-head. Además, ambos, como a propósito, fueron copiados de personajes de dibujos animados: Trump es una nueva versión de Beavis, Biden es una nueva versión de Butt-head. Trump incluso tiene exactamente el mismo peinado. Y el contenido del debate está totalmente en el espíritu de la serie.
Beavis: «Eres un viejo idiota».
Butt-head: «Tu eres un viejo imbécil, sólo tengo tres años más que tú. Eso significa que eres mayor que yo. Ya eres todo un maestro».
Beavis: “Esto es lo tuyo, pero como sea, ya fue demasiado, te estás comunicando con espíritus, estás tocando sillas invisibles… Fallaste en todo, en cambio yo hice todo a la perfección”.
Butt-head: “No, hice todo perfecto y tú fallaste en todo. Además, eres un gato lascivo”.
Beavis: «No soy un gato, ni siquiera sé quién es Stormy Daniels[i][1], mis abogados la destrozarán».
Butt-head: «Arruinarás a la OTAN».
Beavis: «¿Qué es la OTAN?»
Butt-head: «¿Por qué atacaste el Capitolio?»
Beavis: «¿Qué es el Capitolio? Pero no importa, estás a punto de morir y haremos que Estados Unidos vuelva a ser grande».
Butt-head: “Ya lo hice genial porque dejé entrar a muchas personas diferentes aquí, y quieres arruinarlo todo. ¿Mira cuántos inmigrantes ayudamos a trepar por tu muro? Brillan con todos los colores del arcoíris. Paso horas mirándolos”.
Beavis: “Construiré mi muro otra vez y tapiaré a todos los inmigrantes que hay en él”.
Butt-head: «No te lo permitiré, te enviaré a mi amigo, el superhéroe Zelensky. Tiene unos pantalones ajustados especiales con los que puede volar».
Beavis: «Es un delincuente, viene y nos roba. Lo quemaré vivo con mis superpoderes».
Butt-head: “Ahora te quemaré o te convertiré en hielo por ser un gato de marzo”.
Beavis: «Ni siquiera sé quién es Stormy Daniels»
Esto transcurre mientras todo Estados Unidos observa y hace apuestas sobre cuál de los viejos colapsará primero y cuál dirá tonterías hasta el final.
De hecho, la caricatura de Mike Judge en sí es una dura burla de la conciencia adolescente de Estados Unidos como una superpotencia que no ha madurado históricamente para gobernar a la humanidad. Los Estados Unidos son un adolescente que se volvió loco con una ametralladora cargada. La Nación es un tirador escolar. Si hay una ametralladora, entonces, según la lógica de un idiota, hay que disparar con ella. Al que le toque.
Los personajes de dibujos animados son adolescentes, los héroes de los debates televisivos son personas muy mayores. Pero ésta es la especificidad de la identidad estadounidense: Estados Unidos no puede crecer. Es una kidult[2] fatal, atrapada para siempre entre niño y adulto. En psiquiatría se diagnostica la “hebefrenia”, un trastorno mental de la adolescencia, cuando un niño o una niña enfermos no pueden desarrollarse naturalmente más y adaptarse a la vida adulta, quedando aislados en la adolescencia. En el Japón de la posguerra, que copió hasta el más mínimo detalle las costumbres de los ocupantes norteamericanos, comenzó a extenderse como una avalancha el fenómeno de los «hikikomori»: jóvenes que rechazan crecer, se encierran en sus habitaciones con juegos de ordenador, se sientan sobre el cuello de sus padres y son incapaces de trabajar, formar una familia, etc. En esencia, se trata de una reproducción literal del patrón cultural estadounidense. Beavis y Butt-head no pueden crecer. Estos son hebefrénicos completos con un mecanismo de maduración bloqueado. De ahí la corriente de series de Marvel basadas en cómics a escala industrial. Están dirigidas a espectadores de diez o doce años, pero toda América los observa. También lo son los debates sobre los candidatos presidenciales.
Como resultado del debate, la gran superpotencia de los idiotas reconoció la victoria: Trump. Se comportaba mejor, su peinado era más agresivo y convincente que el del somnoliento Butt-head, que al final también se quedó sin pilas y empezó a gemir monótonamente.
Si tal sociedad y tal cultura, tales candidatos y tales votantes determinan el destino de la humanidad, entonces tenemos que admitir que estamos acabados. Es imposible siquiera pensar en tratar o aplicar técnicas de desarrollo a un adolescente clínicamente enfermo si tiene un botón nuclear en sus manos.
Decimos de Rusia que está gobernada por Dios, ya que de otro modo su existencia es inexplicable. Estados Unidos también tiene algún secreto. ¿Cómo es posible, con esas condiciones, con semejante gente y con semejantes problemas mentales, convertirse en la potencia mundial más importante? Esto significa que también está controlada por alguien más serio e invisible. Y no parece que sea Dios. Lo más probable es que sea alguien más…
Alexandr Duguin* filósofo, politólogo, consultor del Kremlin
Este artículo ha sido publicado en el portal de Ria Nóvosti/Traducción y adaptación Hernando Kleimans
Referencias:
[1] Actriz porno involucrada en uno de los juicios de Trump por soborno.
[2] Kidult: reducción de “kid” y “adult”