Los medios de comunicación, en su permanente cruzada antirrusa, divulgan, una y otra vez, falsas noticias sobre la potencia eslava, como los supuestos planes del Kremlin de invadir Ucrania en enero de 2022 y, revolcándose en su propia estupidez, algunos hasta sacaron los planos de la invasión, que, claro, el gobierno ruso había distribuido alegremente.
Noticia falsa que, sin embargo, fue divulgada urbi et orbi, pues el propósito de estas campañas no es informar, sino demonizar a Rusia, dentro de una estrategia más concreta, que es convencer a los europeos del justo, moral e imprescindible ingreso de Ucrania en la OTAN, como única forma de salvar a los pobres ucranianos de las pérfidas intenciones de Rusia de comérselos crudos.
Las falsas noticias podrán engañar a parte de la población europea y estadounidense –que todo esto es Made in USA, no hay que engañarse-, pero no a los gobernantes rusos, que le están viendo los colmillos al lobo. Aunque, en Europa, al ciudadano de a pie sólo le llegan noticias falsas, los mismos que las divulgan echan una gruesa carpa de circo para no informar sobre lo que, en verdad, está pasando y que aquí tocaremos.
Para empezar, desde hace años, la OTAN no ha cesado de incrementar el número y volumen de tropas, armas y maniobras militares alrededor de Rusia, del Báltico al Mar Negro, pasando por Ucrania, de forma cada vez más retadora. Los buques de la OTAN hacen constantes provocaciones cerca de Crimea y, en el mar Negro, hay tantos barcos de la OTAN que ya parece el Mediterráneo. Hasta bombarderos estratégicos de EEUU simularon un ataque nuclear contra Rusia en los bordes mismos del espacio aéreo ruso.
Una actitud prepotente y ofensiva que Rusia ha decidido no seguir aguantando, por el riesgo de que, en un momento dado, haya un grave incidente militar entre las Fuerzas Armadas rusas y las de la OTAN. La situación ha llegado a tal punto que, en un discurso en abril de este año, el presidente Vladimir Putin aludió, por vez primera, a unas líneas rojas que no debían cruzarse. En ese discurso, Putin afirmó que las provocaciones a Rusia se estaban tomando “como si fuese un deporte” y que muchas de ellas eran “auténticas groserías”, es decir, ganas de agraviar y escarnecer a Rusia. También advirtió que si alguien confundía la paciencia de Rusia con debilidad, Rusia respondería “de manera asimétrica, rápida y severa”. Desde entonces, las advertencias sobre las líneas rojas se han convertido en una constante del gobierno ruso. Va tan en serio el tema, que, el 17 de diciembre pasado, Rusia presentó sendos tratados de seguridad mutua a EEUU y la OTAN, con la advertencia de que, si son rechazados, Rusia responderá con medidas militares nunca antes vistas. “Se acerca el momento de la verdad”, afirmó el encargado de relaciones con la OTAN, Alexander Grushko.
Tema central es Ucrania. Tenemos años avisando que Ucrania es casus belli. Rusia no permitirá que este país ingrese en la OTAN, por múltiples motivos, desde los históricos hasta los esenciales de seguridad. Rusia irá a la guerra si la OTAN se empeña en expandirse a Ucrania. Invadirá Georgia, por la misma razón.
Lleva, Rusia, años preparándose para esos escenarios, como demuestra el espectacular proceso de modernización de sus fuerzas armadas y de creación de armas apocalípticas (que, en Occidente, al principio, se tomaron a guasa y ahora saben que funcionan muy bien).
Hace escasos días, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, declaró que Rusia es líder mundial en armamentos modernos. “El Ejército y la Marina están equipados con armas modernas en un 71,2%. En términos de modernidad, nuestras Fuerzas Armadas son hoy líderes en el mundo, mientras que en términos de gasto en defensa estamos en el noveno lugar”, dijo Shoigú. “Más de 71% de las tropas rusas disponen ya de armamento avanzado, mientras que las fuerzas nucleares fueron modernizadas al 89%”. En otras palabras, el ejército ruso está bien armado, listo y en primera línea de desarrollo militar.
Por otra parte, cuando la prensa occidental se refiere a Ucrania, transmite la idea de que es un país homogéneo, unido en su cruzada contra la perversa Rusia. Nada más lejos de la realidad. Ucrania está dividida en dos regiones, la occidental y la oriental, como si fueran dos países. La Ucrania Oriental, formada por Donetsk, Dnepropetrovsk, Járkov, Lugansk y Zaporizhie, es (o era) la región más rica, industrializada, desarrollada y urbanizada del país. La región oriental concentra las principales industrias de carbón, aeronáutica, automotriz, militar y energética. Esta zona está habitada, en una amplia mayoría, por población ruso-hablante, que, en algunas provincias, representa más del 80% de sus habitantes. La Ucrania Occidental, donde está la población de lengua ucraniana -Lvov, Ivano-Frankovsk, Ternópol, Volyn y Rovnensk- es la parte menos desarrollada del país, al tener un escaso desarrollo industrial, razón por la cual buena parte de sus ingresos provienen de subsidios federales. Ucrania está en bancarrota y tan sumida en la corrupción, que hasta EEUU le condiciona los fondos. Como sus ‘aliados’ no le dan dineros, nos encontramos con el lloro patológico del gobierno ucraniano, que se declara enemigo de Rusia, pero patalea y grita por los 2.500 millones que paga Rusia por el tránsito de su gas por territorio ucraniano. Es decir, quiere que Rusia financie con dinero ruso la guerra contra Rusia. Tal disparate daría para reírse de no ser tan trágico.
Ucrania es un país más parecido a Bélgica que a Francia. Bélgica está dividida, de punta a punta, entre valones y flamencos. En una hipótesis imposible de que Países Bajos entrara en conflicto con Bélgica, los flamencos se irían en masa al lado de sus hermanos holandeses y los valones no dudarían en echarse en brazos de Francia. Si hay invasión de Ucrania, en el oriente del país y Odesa saldrán a vitorear a los tanques rusos.
Rusia lleva dos décadas reorganizando su economía, industria y sector agropecuario. Quien arrastre la idea de una Rusia atrasada, le recomendamos que se actualice. La suma de inversiones millonarias, mano de obra cualificada y desarrollo científico y técnico hace de Rusia la primera potencia espacial, primera potencia agroexportadora y, muy pronto, una importante competidora en el mercado de la aviación civil (lo es desde hace años en la militar), por indicar los principales sectores en expansión. El prudente manejo de la economía la ha llevado a disponer de las mayores reservas internacionales de su historia (623.200 millones de dólares), con un endeudamiento que no llega al 18% de su PIB (el de España es del 122%). Desde 2015, las reservas de Rusia crecieron en 235.000 millones de dólares. Otro aspecto es el cambio radical en el tipo de reservas. El Banco de Rusia no ha cesado de aumentar la participación del oro en dichas reservas. Si entre 2016-2018 eran del 15-17%, en el presente superan el 23% (133.700 millones de dólares). Distinto ha sido el papel del dólar. En marzo de 2018, el Banco de Rusia tenía entre el 43% y el 48% de sus activos en dólares; a partir de entonces empezó a diversificar su canasta, adquiriendo euros y yuanes. En 2018, Rusia poseía bonos de EEUU por 100.000 millones de dólares; en el presente quedan apenas 6.000 millones, y en extinción. Por último, el 15 de diciembre pasado, Putin y Xi Jinping acordaron crear un sistema financiero alternativo al de EEUU. Estará listo en unos años y la tiranía financiera occidental habrá pasado a la historia.
Queda el tema del gas y del petróleo. Europa lleva semanas sumida en una crisis de escándalo, con precios desorbitados que han llegado para quedarse un buen rato. Rusia proporciona una media del 40% del gas que consume Europa, sin alternativas mejores (peores las hay siempre). Algunos países dependen hasta en un 100% del gas ruso. No obstante esa realidad, la UE vive en guerra con Rusia. Tiene parado el gasoducto Nord Stream 2, que ya está lleno y listo para resolver gran parte del desabastecimiento de gas. Además, boicotea sus vacunas, a pesar de que la Sputnik V es la mejor del mundo; expulsa a sus diplomáticos, castiga a sus deportistas y, en su versión Mr. Hyde, que es la OTAN, la provoca a diario. ¿Quiere suicidarse la UE? Cierto, hay dependencia de Rusia de sus venta a la UE; pero eso también tiene los días contados. El gasoducto Fuerza de Siberia 1, inaugurado en 2019, funciona a todo gas (nunca mejor dicho) y Putin y Xi aprobaron uno nuevo: el Fuerza de Siberia 2. También firmó un acuerdo con India, para suministro de gas desde Yamal, en Siberia. Cuando esos proyectos entren a funcionar, Rusia necesitará menos de la UE, pero la UE seguirá dependiendo de Rusia.
Putin ha dicho y repetido que misiles instalados en Ucrania alcanzarían Moscú en cinco o seis minutos y que eso es una amenaza mortal para Rusia. Una OTAN instalada en Ucrania tendría sus tropas apuntando al corazón de la Rusia europea, lo que tampoco es admisible. Están, en Rusia, recordando la Crisis de los Misiles, de 1962, cuando la URSS quiso instalar ojivas en Cuba. Rusia está diciendo que hasta aquí llegamos. O la OTAN renuncia al ingreso de Ucrania o habrá guerra. De hecho, Rusia y China llevan años preparándose para un conflicto con EEUU y la OTAN. La OTAN tiene la palabra.
En este escenario, no sería prudente ni inteligente dudar de Rusia. Está preparada, tanto para firmar un acuerdo de seguridad mutua, como para actuar si no se firma. No es esta noticia un buen regalo de navidad, pero, vaya, al menos irnos a otro mundo informados.
*Augusto Zamora R., autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2ª edición 2018); Réquiem polifónico por Occidente (2018) y Malditos libertadores (2020).
Artículo publicado en globalización.ca.