Europa

Ucrania: el papel de Alemania

Por Nahia Sanzo* –
En su visita de la semana pasada a la Casa Blanca y en su artículo escrito para Wall Street Journal, Olaf Scholz quiso dejar clara la postura de su Gobierno.

En su visita de la semana pasada a la Casa Blanca y en su artículo escrito para Wall Street Journal, Olaf Scholz quiso dejar clara la postura de su Gobierno: Alemania apoyará a Ucrania mientras sea necesario, algo a lo que añadió también la exigencia de que otros países europeos actúen de la misma manera. A pesar de las reticencias iniciales del canciller alemán a la hora de enviar material militar pesado -el pasado reciente de los tanques alemanes invadiendo la Unión Soviética y la masacre causada en territorios soviéticos como Ucrania aún tenía un peso relativo en 2022-, Alemania se ha convertido en uno de los socios militares clave de Ucrania. Según ha publicado esta semana Detusche Welle, la asistencia militar alemana asciende ya a 17.000 millones de euros, el 61% de los 27.800 millones que el país ha invertido en asistencia económica, humanitaria y militar a Kiev y en el coste que supone la población refugiada en su territorio. La presión ucraniana no ha logrado aún el anuncio de envío de misiles de largo alcance Taurus, aunque sí ha consolidado a Berlín como uno de los centros clave del eje de países que hace posible que las Fuerzas Armadas de Ucrania puedan seguir luchando. Los graves insultos que el entonces embajador ucraniano en Berlín, Andriy Melnjik, dedicó a Scholz por su negativa a enviar asistencia militar letal en las primeras semanas de la invasión rusa quedaron definitivamente en el pasado lejano en el momento en el que se anunció el envío de los tanques Leopard que iban a hacer posible la gran contraofensiva de 2023.

Aunque los Leopard de Rheinmetall no vivieron en los campos de Zaporozhie sus días más gloriosos y Ucrania se vio obligada a renunciar rápidamente a la táctica de las grandes columnas blindadas para evitar que continuaran quedando inutilizadas en los campos de minas rusos, la empresa sigue siendo una de las bases de la estrategia de Scholz. Esta semana, ha podido verse al canciller y a su ministro de Defensa, Boris Pistorius en la puesta en marcha de la construcción de una nueva fábrica de la compañía, que debe apoyar en el impulso del Gobierno a la producción militar. Es más, el canciller ha llamado a los países europeos a dejar en segundo plano la manufactura y “centrarnos en la producción de armamento a gran escala”. Alegando que “no vivimos en tiempos de paz” y olvidando que Alemania no hizo nada por favorecer los acuerdos de Minsk, que habrían dificultado notablemente el estallido de la actual guerra, e insistiendo en las “ambiciones imperiales” rusas, el canciller concluyó que “si quieres paz, tienes que disuadir cualquier agresión”.

El centro del argumento es, una vez más, al cuestión de la munición. Hace once meses, la Unión Europea se comprometió a entregar a Ucrania un millón de rondas de munición de 155 mm -la habitual en, por ejemplo, los ataques contra barrios residenciales de Donetsk-, una promesa que es consciente de que no podrá cumplir. Hasta ahora, la guerra de Ucrania ha utilizado material, especialmente munición, muy por encima de las capacidades de producción de la industria europea. Ante la intensidad y dificultad de la guerra, los países europeos no han reaccionado buscando vías de resolución del conflicto, sino con un renovado espíritu de militarización. “Hasta ahora nos las hemos arreglado entregando mucho de lo que teníamos”, afirmó el canciller Scholz en referencia a la caída de las reservas de munición de artillería en los arsenales europeos (debidamente exagerada para justificar el aumento de producción). Pero ante las dificultades de dejar aún más bajas esas reservas, para Scholz “es importante que hagamos todo lo que podamos para aumentar la producción a nivel mundial”.

Ese aumento de producción forma parte de un keynesianismo militar que busca movilizar la economía a partir del aumento de la producción de este sector para compensar las pérdidas que ha supuesto la caída industrial en las manufacturas alemanas (en gran parte debido al aumento de los costes energéticos derivados de la pérdida de una fuente de energía barata y directa como era Rusia). Y en él tiene especial relevancia Rheimentall, cuya fábrica se espera que esté construida en menos de 12 meses y que en su primer año produzca 50.000 rondas de munición, para duplicar la producción en su segundo año y llegar posteriormente a 200.000. El pensamiento a largo plazo indica la preparación para una guerra larga, la voluntad de mantener la militarización más allá del conflicto de Ucrania o ambas. En cualquier caso, las cifras que se manejan siguen siendo representativas de las dificultades de la industria europea: según la Unión Europea, Ucrania disparaba a principios de este año entre 4.000 y 7.000 proyectiles de artillería por los 20.000 de Rusia. En el mejor de los casos, la producción que se espera de Rheinmetall para dentro de un año alcanzaría para una docena de días de suministro de artillería para las Fuerzas Armadas de Ucrania. Las palabras de Scholz sobre la independencia que garantizan inversiones como esta contrastan con la evidente subordinación de la Unión Europea de la industria militar estadounidense a la hora de mantener la actual guerra.

La voluntad de sostener el esfuerzo bélico de Ucrania es evidente en el Gobierno alemán, en el que tras las dudas iniciales del canciller, parece haberse consolidado la postura más dura que hasta entonces mantenían los Verdes de la ministra de Asuntos Exteriores Annalena Baerbock. La dinámica de guerra, que finalmente arrastró a Scholz a intentar subirse a un tanque para un acto propagandístico y la llegada de Boris Pistorius al Ministerio de Defensa han acabado por consolidar a Alemania en la vanguardia de la militarización del continente y del apoyo incondicional a sus aliados, no solo a Ucrania, sino también a Israel.

Sin embargo, la exigencia de mantener a Ucrania y apoyar al país hasta la victoria final no se limita al Gobierno sino que se extiende también a la oposición, especialmente a la derecha tradicional de la CDU. En un artículo publicado esta semana, Junge Welt explica que, según David Arajamia, sin apoyo de Occidente, Ucrania podría sostenerse por sí misma durante dos meses y que, según The New York Times, la munición para la defensa aérea se agotaría en marzo y la de artillería, en mayo. “Entonces Rusia habría ganado, pero al menos dejaría de haber muertos en Ucrania”, escribe el medio que, sin embargo, añade que “no tiene por qué ser así”. Esa es la introducción a las palabras de un destacado miembro de la CDU esta semana, que no solo ha abogado por mantener la guerra, sino por la escalada. En su visita a Kiev, el excoronel Roderich Kiesewetter, “exigió a Berlín que permita a Ucrania «llevar la guerra a Rusia» y «ya no solo atacar refinerías de petróleo», sino también búnkeres, puestos de mando y centros de mando. Esto también haría que la población rusa se diera cuenta por fin de lo que significa la guerra”.

Para ello, Kiesewetter “exigió que se autorizara a corto plazo el suministro de misiles de crucero Taurus, capaces de destruir búnkeres”. Desde el principal partido de la oposición alemana se aboga por la escalada, el aumento de ataques a Rusia también como castigo colectivo contra la población y con el uso del armamento alemán que Kiev lleva tiempo exigiendo. El pasado septiembre, en una rueda de prensa, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitro Kuleba, exigía a Annalena Baerbock su aprobación rápida y, dirigiéndose a la ministra le explicaba que “nos vais a entregar misiles Taurus. Solo es cuestión de tiempo”. Como recuerda Junge Welt, “el canciller los ha retenido hasta ahora porque podrían atacar directamente a Rusia y, por tanto, también supondrían un motivo directo de guerra para Moscú”. Pese al importante giro que ha dado en los últimos dos años hasta ponerse al frente del sector beligerante, sigue habiendo un toque de prudencia en el canciller Scholz que, como escribe este mes Foreign Policy es también uno de los partidarios de frenar, precisamente por temor a una guerra más amplia, la adhesión de Ucrania a la OTAN. Es también Scholz quien está retrasando la entrega de misiles que Kuleba daba hace meses por hecha.

Las palabras de Kiesewetter sobre la necesidad de que misiles alemanes sean utilizados contra Moscú no es la única de sus ideas que rima las intenciones alemanas del siglo pasado. En unas palabras que posteriormente matizó para volver al argumento de la “defensa de la libertad de Ucrania” como garantía de la libertad europea, el político mencionó en diciembre del pasado año que en Donbass se encuentran algunas de las reservas de litio más importantes del continente. Dejando clara la importancia económica que podría alcanzar la zona, sus comentarios recuerdan el motivo por el que Donbass fue importante para Alemania en dos ocasiones a lo largo del siglo XX, en el que ciudades como Donetsk vivieron dos ocupaciones alemanas: tras la Primera  Guerra Mundial y durante la segunda. En ambos casos, los recursos industriales fueron el principal aliciente, aunque fue durante la ocupación Nazi cuando Alemania consideró verdaderamente estratégicos los recursos naturales, industriales y humanos en forma de obreros y obreras cualificadas que serían utilizadas como esclavas en el Reich. Ni las circunstancias, ni la ideología ni las consecuencias pueden considerarse comparables, pero, aun así, Donbass sigue estando en el punto de mira de Berlín, ya sea para recuperar su control (en este caso para sus aliados ucranianos) o para hacerse con sus recursos.

*Nahia Sanzo Ruiz de Azua, periodista, especialista en Ucrania/Donbass.

Artículo publicado originalmente en Slavyangrad.

Foto de portada: extraída de Slavyangrad.

Dejar Comentario