Colaboraciones Europa

Ucrania: el ilegal presidente de un Estado “402”

Por Hernando Kleimans*. Especial para PIA Global. – Dmitri Anatólievich Medviédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, expresidente, ex primer ministro y actual líder del oficialista “Rusia Unida” es, además, un enorme jurista internacional.

En sus agudas apariciones en “X” y en “Telegram”, no se priva de ningún epíteto y definición. Por ejemplo, calificó lo que actualmente queda de Ucrania como un “Estado 402”, aludiendo a la definición de ausencia que aplica internet a sujetos que no figuran en su lista.

Este “Estado 402”, además, hoy está encabezado por un presidente ilegal. Volodimir Zelensky dejó de ser titular del ejecutivo ucraniano en la medianoche del 20 de mayo de este año. Ese día caducaron sus facultades constitucionales y se convirtió en un ocupante ilegal de la residencia de la calle Bánkova, en la hermosa Kíev.

En su momento, Zelensky anuló las elecciones presidenciales que debían realizarse en el pasado mes de marzo porque, dijo, “no era el momento apropiado”.

De este modo, el “Estado 402” que encabeza el presidente ilegal afronta, además de la ofensiva rusa en el Donbass, los declarados apetitos polacos sobre toda la Ucrania Occidental, alguna vez parte del imperio de Varsovia: la “Recz Pospolita”, y las abiertas reivindicaciones húngaras y rumanas para las colectividades de estos países que residen en los Cárpatos ucranianos.

En algunos círculos de la OTAN, directos manipuladores de las conductas de Zelensky, se menciona la posibilidad de trasladar la capital de la antigua Kíev a la cosmopolita Lvov, aspirando de esta manera a prolongar la agonía del “Estado 402”. De esta manera, de esta tácita manera, los permanentes perdidosos seudoestrategas de la Alianza Atlántica reconocen la concreta realidad de ceder a la ofensiva rusa la gran ciudad industrial de Járkov, capital oriental de Ucrania, así como la hermosa y portuaria Odessa y, por qué no, la propia Kíev.

En marzo de 2022, recién lanzada la Operación Militar Especial (OME) las fuerzas rusas llegaron hasta los suburbios de Kíev sin encontrar mayor resistencia. La firma en ese mes de los acuerdos de Estambul, que reconocían el antiguo estatuto ruso de Crimea, el Donbass y Novorossia (las regiones sureñas aledañas al Mar de Azov incorporadas a Rusia por Catalina en el siglo XVIII tras la guerra con Turquía) presupusieron a cambio la retirada rusa hasta el territorio del Donbass.

Los permanentes perdidosos seudoestrategas de la OTAN obligaron al régimen de Kíev a desconocer los acuerdos firmados por sus representantes en Estambul y atendieron a la presuntuosa consigna euroatlántica de “derrotar a Rusia en el campo de batalla”. Esto vino acompañado por el irrefrenable, incontenible deseo de desmembrar a Rusia, destruir su economía y convertirla en campo arrasado.

(Los permanentes perdidosos… etc., etc., etc., nunca aprendieron de la historia. Desde Alejandro Nevski en el siglo XIII, pasando por mongoles, suecos, turcos, teutones, polacos, Napoleón, alianzas franco-inglesas, el Káiser Wilheim II y el efreitor Adolf Hitler, Rusia ha rendido a sus pies “de barro” todo intento de sojuzgamiento y mantiene enhiesta la consigna del príncipe del Gran Nóvgorod: “Quien venga a Rusia con la espada, por ella morirá”.)

Hoy, a dos años largos de esa nefasta decisión del régimen de Kíev, fracasada la pretendida “contraofensiva” del verano de 2023, destruida la promovida ayuda bélica euroatlántica, con centenares de miles de muertos en la línea de combate, los objetivos enunciados por el presidente Vladímir Putin en febrero de 2022: liberación del Donbass, neutralidad, desnazificación y desmilitarización de Ucrania están más cerca que nunca de cumplirse.

La cuidadosa ofensiva rusa, basada en ataques esterilizados y de altísimo nivel tecnológico sobre reservas, armas, centros de decisión, infraestructura energética y de transporte y… “mercenarios” europeos que dé a miles intentan estabilizar la línea del frente, atiende a ese cumplimiento desplazando esa línea más allá del Donbass y terminando de liberar los territorios de las repúblicas de Lugansk y de Donetsk.

Además, crea una zona de seguridad lo suficientemente expandida como para impedir que continúen los salvajes bombardeos ucranianos sobre las ciudades y poblados de las zonas fronterizas rusas. Mientras las aceitadas maquinarias propagandísticas euroatlánticas no pueden mostrar una sola imagen de ciudades o siquiera edificios ucranianos destruidos por misiles rusos, una enorme cantidad de videos y fotos denuncian las víctimas y los daños causados por esos bombardeos de Kíev sobre edificios residenciales, hospitales, escuelas, centros comerciales de Bélgorod o Kursk, ciudades fronterizas rusas.

El inexorable avance ruso, basado en el potente incremento de la producción industrial bélica, en el constante y saludable crecimiento del PIB ruso (3,8% en 2023) y en la ya innegable superioridad tecnológica sobre el armamento de la OTAN, pero antes que nada en la consolidación del respaldo de la sociedad rusa a la OME, ha permitido aún en plena contienda, incorporar todas las regiones reinsertadas en Rusia al proceso económico y social nacional, con lo que, como dice Putin, esa reincorporación “es un asunto terminado”.

El incierto y vidrioso estado de supervivencia del régimen de Kíev se inscribe en la crisis general política y económica del “Estado 402”. Con su infraestructura energética y de transporte destruida al 80%, su antiguo esplendor agrícola en poder de los grandes monopolios internacionales y una deuda externa de casi 150.000 millones de dólares que debe comenzar a pagar a partir de 2025, todos los informantes coinciden en augurar el colapso del seudogobierno del ilegal presidente.

Agotada ya la instancia de la “desinteresada” ayuda financiera y militar euroatlántica y revertida la triunfalista tesis de la “derrota estratégica” de Rusia en el campo de batalla en un lastimoso exordio a negociaciones de paz, a un alto el fuego, a un armisticio, los permanentes perdidosos… etc., etc., idean afiebradas combinaciones que permitan eludir la inminente clausura del “Estado 402”.

Por un lado, el atildado Emmanuel, pretendido rey de Francia, proclama la santa cruzada contra el bárbaro oriental, respaldándose en el “inglés” Sudak y en el timorato germano socialdemócrata Scholtz. Su asombrosa ignorancia convoca a recrudecer el conflicto llegando a la provocación nuclear. Esta envejecida y agotada Europa se debate en la lucha intestina entre estos delirantes provocadores y quienes procuran desandar la crisis, como el húngaro Orban, el serbio Vucic o el baleado eslovaco Fizo. No están solos porque la necesidad de proveerse de energía y fertilizantes rusos hace que países como Austria, Grecia o la propia Italia de la bella Meloni pongan serios reparos a la política agresiva euroatlántica y deriven hacia el respaldo más o menos franco a la oposición a la descabellada aventura bélico-nuclear.

Al bloque euroatlántico le queda jugar la carta de la “bondad diplomática” y del “deseo de paz”, en oposición a los muy malos rusos casi bolcheviques y muy retrógrados que no quieren aceptar la propuesta de paz de Zelensky. En realidad, ese mamotreto es un mal disimulado intento de imponer los designios euroatlánticos disfrazándolos de una porfía por la paz. Esa propuesta reclama volver a los limites ucranianos de 1991, cuando todavía Ucrania mantenía una política fraterna con Rusia tras la reciente eliminación de la Unión Soviética.

(A propósito de ello, esa eliminación se produjo mediante un auténtico golpe de estado, llevado a cabo en diciembre de 1991, cuando los presidentes Borís Ieltsin de Rusia, Stanislav Shuskévich de Bielorrusia y Leonid Kuchma de Ucrania, resolvieron per se, sin consultar al resto de países que la componían, la disolución de la URSS).

Además, la propuesta ucraniana reclama el pago total de reparaciones, por parte de Rusia, por los daños causados por la OME. Por supuesto, tanto Crimea, como el Donbass y Novorossía deben volver a Ucrania.

Tras varios infructuosos esfuerzos por lograr el respaldo universal a esta propuesta, el bloque euroatlántico dispuso la celebración, el 15 y 16 de junio, en la Lucerna suiza, de una conferencia mundial para consolidar ese respaldo, excluyendo la presencia rusa de la misma. De las 160 invitaciones cursadas a países, menos de 60 (la mayoría europeos) dieron su conformidad a asistir, pero no evidenciaron solidaridad con la propuesta de Kíev. Por el contrario, los países BRICS proponen realizar una cumbre con la participación de Rusia y Ucrania para analizar todas las variantes de paz presentadas: china, árabes, africana, brasileña, del Vaticano, etc.

La firme posiciones del “Sur Global” ya condenó la conferencia suiza al fracaso. A punto tal que el propio Joe Biden no asistirá porque tiene “compromisos electorales pendientes en California, coincidentes con esas fechas”

Zelensky ha rogado a Biden y a su colega chino Xi Jinping que desistan de sus negativas y concurran a Lucerna. Todo indica que este ruego quedará sin ser atendido. Esto en el marco de la creciente “histeria bélica” del bloque euroatlántico, sin posibilidades de contener el despliegue militar ruso.

El pasado 24 de mayo en Minsk Putin y su par bielorruso Alexandr Lukashenko, definieron nuevas políticas de integración estatal, políticas y económicas, así como la consolidación de una línea única de defensa y respuesta a agresiones externas. Bielorrusia es contenedora de armamento nuclear táctico ruso y participó en las recientes maniobras de las tropas nucleares tácticas de ambos países en respuesta a las amenazas de agresión del bloque euroatlántico.

Entre tanto, la política exterior rusa logra importantes, yo diría trascendentes éxitos en estos días. A la consolidada, estratégica relación con China, evidenciada en la reciente visita de Putin a Beijing y Jarbín, hay que agregar la tercera visita a Moscú de Hamad ben Isa Al Califa, rey de Bahrein y presidente de la Liga de Estados Árabes, donde se reafirmó la sólida alianza de los países árabes con Rusia en la OPEP+.

La reunión de cancilleres BRICS+ a principios de junio en Nízhni Nóvgorod preparará la cumbre BRICS en octubre en Kazán, donde se presume que se incorporarán a la organización multipolar más de 20 países y se dejará instituida la plataforma BRICS agroindustrial.

En este contexto, cabe preguntarse cuál será el análisis que hacen los encargados de la política exterior argentina y cuál será la postura que adopte nuestro país ante acontecimientos que innegablemente apuntan a la conformación y consolidación del nuevo orden multipolar en el mundo.

Procuremos por un momento abstraernos de los exabruptos ideológicos proferidos por el presidente constitucional de la Argentina. También ignoremos los frecuentes viajes turísticos, personales o políticos particulares que realiza a bordo de presupuestos nacionales. Es conocida su afición por el ilegal presidente del “Estado 402”. También es conocida su predisposición a viajar a Kíev para abrazar un muerto. Lo mismo ocurre con su desenfrenada subordinación a los designios de Washington o su irritante e incondicional respaldo a la política represora e ilegal de Israel con respecto a Palestina.

Esta actitud, en el contexto ya mencionado, además de confirmar el aislamiento consecuente de la Argentina en el plano de este nuevo mundo, puede arrumbar a nuestro país en el peligroso rincón de los países “hostiles” al naciente ordenamiento. Ya dimos sólidas muestras de la desequilibrada posición que sustenta nuestro presidente con China, los países árabes, Rusia, Colombia, Brasil, México, España, Chile y ya no recuerdo cuál más.

¿Cuánto más dañará este alocado derrumbe de nuestro posicionamiento internacional los intentos por combinar el respaldo, la ayuda y la integración con las organizaciones de este nuevo orden y en qué medida limitará nuestra capacidad de maniobra y discusión con entidades como el FMI o el BM y fríos grupos de acreedores como los fondos buitres?

En la dilucidación de este Punto Crítico radica la esencia de nuestra identidad como nación libre y soberana. Con entidad constitucional y democrática. Con la exacta y correcta visión de su lugar en el mundo y de sus innegables aliados.

Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: Sputniknews

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