Ayer, preocupada por el protagonismo que ha cobrado recientemente Oriente Medio, Ucrania conmemoraba los “600 días de guerra”. Kiev busca así hacer olvidar los casi ocho años de conflicto civil cuya realidad militar solo se sufrió realmente en la región de Donbass. Al igual que en Israel, donde se consideraba paz el statu quo que se rompió el 7 de octubre, la ruptura de la paz en Ucrania no se produjo, según la narrativa oficial, cuando los tanques ucranianos comenzaron a rodar por las carreteras, sino solo cuando lo hicieron los rusos. Eliminar de la memoria la fase de guerra civil del conflicto no solo ratifica la versión de la guerra no provocada en la que Ucrania es simplemente la víctima inocente del hambre imperial de su vecino del este, sino, sobre todo, la idea de que no puede haber una solución negociada. Al igual que Israel, Ucrania ve solo una resolución militar al actual conflicto. Pero para ello depende completamente de la voluntad de sus socios extranjeros, espónsores y proveedores del ejército que sigue diciendo que lucha en su nombre.
El paso del tiempo y la capacidad limitada de las sociedades occidentales por mantener el interés en un solo tema no son ya la única preocupación de Kiev, consciente de que actualmente cuenta con una competencia importante en el caso de Israel, un país que causa en el Congreso de Estados Unidos el consenso que Ucrania produjo en las primeras semanas de la invasión rusa. El riesgo de cronificación de la guerra, la percepción de una parte de la sociedad de que el envío de armamento puede alargar un conflicto en busca de una derrota rusa que ven poco probable o simplemente el uso partidista de los fondos que precisa el suministro de armamento dificultan ahora la aprobación de nuevos fondos, necesarios para que Biden garantice la financiación del Estado ucraniano durante 2024.
El intento ucraniano de vincular su lucha a la de Tel Aviv no ha recibido la reciprocidad de Israel que, según los medios locales, ha rechazado la visita con la que Volodymyr Zelensky pretendía mostrar su completo apoyo a la operación israelí y mantener también la presencia mediática mundial vinculando a los dos aliados de Estados Unidos y sus dos guerras. Como han recogido también los medios ucranianos, la respuesta israelí a la solicitud del presidente ucraniano fue “no es el momento”. Sí parece el momento de Scholz o Biden, cuyas visitas parecen anunciarse para los próximos días. En esta situación de crisis acumuladas, los actores políticos muestran sus prioridades.
Al contrario que Tel Aviv, Washington sí ha adoptado la retórica de Ucrania y trata activamente de vincular ambos conflictos, fundamentalmente para lograr la financiación que considera necesaria. “Somos la nación más poderosa de la historia del mundo”, proclamó en una entrevista concedida al programa 60 Minutes un sonriente Joe Biden, que insistió en que “podemos cuidar de Israel y Ucrania y seguir manteniendo nuestra defensa general”. El presidente de Estados Unidos parece adherirse a la teoría de Janet Yellen, Secretaria del Tesoro de Estados Unidos.
“Tenemos que sacar fondos tanto para Israel como para Ucrania. Esto es una prioridad”, declaró para explicar cuál es el que parece ver como el único problema. “Realmente, es cosa del Congreso encontrar y elegir a un presidente y ponernos en una posición en la que se pueda aprobar legislación”, afirmó dejando claro que el único obstáculo para la obtención de los fondos necesarios para financiar la guerra es el Partido Republicano. “América desde luego puede permitirse respaldar a Israel y apoyar las necesidades militares de Israel y también tenemos y debemos apoyar a Ucrania en su lucha contra Rusia”, insistió dejando ver cuál es la primera prioridad de Estados Unidos, que ha hecho cambiar el discurso de Kiev para retorcer la realidad hasta incluir a Hamas en la lista de aliados con los que Moscú busca “desestabilizar la democracia”.
En el plano militar, la reactivación de algunos frentes estancados desde hace años, especialmente el sector de Avdeevka, ha devuelto a Ucrania a sus técnicas habituales. El inicio de un intento ruso por avanzar sobre la fortificada ciudad al norte de Donetsk ha ayudado a Kiev a desviar la atención de otros frentes en los que su discurso pasa simplemente por repetir siempre la misma idea: avances ucranianos y grandes bajas rusas. Es así como Kiev lleva describiendo la lucha alrededor de Artyomovsk desde el pasado mayo a pesar de no haber podido recapturar la ciudad tal y como prometía.
Ayer, medios como Newsweek recogían la versión ucraniana de la batalla y cifraban en 3000 los soldados rusos muertos en la ofensiva local que comenzó hace tan solo unos días. Las cifras son difícilmente verosímiles, especialmente teniendo en cuenta que ni siquiera ha comenzado un intento de asalto a la ciudad y que el avance ruso se limita a tratar de aproximarse por los flancos. Es posible que la táctica rusa se asemeje a la utilizada en Artyomovsk y que la operación sea extremadamente costosa, pero a pesar de las escasas imágenes que se disponen actualmente, puede decirse que el escenario no es, al menos por ahora, similar.
La lógica militar indica que la parte atacante ha de ser numéricamente superior y que tiende a sufrir unas pérdidas más elevadas que la que, atrincherada, se defiende de los ataques, por lo que es de esperar un repunte en las bajas rusas una vez comenzadas ciertas acciones ofensivas. Sin embargo, hasta ahora, incluso con los datos occidentales, la tendencia ha sido al aumento de bajas ucranianas y a un importante descenso de las rusas, lo que confirma esa norma. Es Ucrania quien ha realizado operaciones ofensivas que esperaba fueran masivas mientras que Rusia se ha mantenido a la espera.
Aunque las cifras de bajas son el secreto que ambos bandos quieren mantener bajo llave, es suficiente con observar la preocupación de los aliados de Ucrania, que ha trascendido en la prensa occidental, habitualmente dispuesta a ocultar esos datos. Rusia insiste habitualmente en el elevado nivel de bajas de personal en las Fuerzas Armadas de Ucrania y se atreve a estimar una cifra: 90.000 soldados desde el inicio de la contraofensiva, un dato posiblemente muy inflado con el que Moscú busca presentar como gran éxito su solvente defensa y minar la moral de su oponente.
Sin embargo, no hay triunfalismo en el discurso ruso. Las defensas se han mantenido y los avances ucranianos son escasos en el lugar en el que Kiev y sus socios aspiraban a tener más éxito, el frente de Zaporozhie. Aun así, las fuentes rusas continúan refiriéndose al reconocimiento realizado por parte de Ucrania en la región de Jersón, lo que abre la posibilidad a un intento, quizá desesperado, de forzar el Dniéper que, por el momento, no se ha producido. Ucrania no ha tenido éxito tampoco en otros frentes, especialmente el de Kupiansk, el segundo sector en el que las tropas rusas realizan operaciones ofensivas.
Ayer, Oleksandr Sirsky, comandante de las Fuerzas Terrestres de las Fuerzas Armadas de Ucrania, reconocía un “empeoramiento significativo” de la situación en el sector de Kupiansk y Krasny Liman. Frente prioritario hace un año, es ahí donde Ucrania aspiraba a infligir una derrota aún más dura a las fuerzas rusas y republicanas que se retiraban de Járkov. Kiev no fue capaz de capitalizar su ofensiva y el intento ruso de mantener el frente se ha convertido en lo que el presidente ruso calificó ayer de “defensa activa”, es decir, un intento de recapturar posiciones para proteger la retaguardia.
Se trata de la segunda ocasión en apenas unos días en la que Vladimir Putin insiste en la naturaleza defensiva de la actuación rusa en el frente en estos momentos. Es más, el presidente ruso insistió en que Moscú es consciente de que se prevén nuevos ataques ucranianos. El mandatario ruso repitió ayer ese mensaje dejando claro que las tropas de la Federación Rusa buscan únicamente, al menos en estos momentos, avances territoriales. La excepción, como es habitual, está en Donbass, donde las aspiraciones rusas sí pasan por capturar todo el territorio de Donetsk y Lugansk. Pero incluso ahí, la naturaleza de esos avances en Kupiansk y hacia Krasny Liman se deben a la defensa del norte de Lugansk. En el caso de Avdeevka, el intento ruso de avanzar sobre una de las zonas más fortificadas del frente se debe fundamentalmente a la necesidad de detener los bombardeos de Donetsk.
En todos los frentes, el conflicto se ha instalado en una guerra posicional y en muchos casos de trincheras que exige importantes recursos, pero que, ante la fortaleza de ambos ejércitos, dificulta los grandes avances y, en consecuencia, las grandes victorias. Una guerra que, a pesar de seguir causando bajas y destrucción, provoca menos titulares y que hace aumentar en Ucrania el temor a perder protagonismo. En este contexto, el hecho de que las necesidades de Kiev estén siendo presentadas como prioritarias, aunque siempre por detrás de las israelíes, solo puede causar nerviosismo en las autoridades ucranianas, cuyo mayor temor es verse obligadas a negociar con Rusia.
Por Nahia Sanzo Ruiz de Azua, periodista, especialista en Ucrania/Donbass.
Artículo publicado originalmente en Slavyangrad.
Foto de portada: extraída de Slavyangrad.