Europa

Turquía resultó ser un socio militar más fiable para Rusia que Grecia

Por Andrew Korybko* –
Grecia se está convirtiendo en el principal apoderado regional de Estados Unidos, mientras que Turquía se está convirtiendo en su principal problema regional.

La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, arremetió contra Grecia después de que sus dirigentes propusieran enviar S-300 a Ucrania a cambio de que Estados Unidos los sustituyera por Patriots. En sus palabras, «eso sería una flagrante violación de… los acuerdos ruso-griegos… sobre cooperación militar y técnica». La oferta de Atenas sigue a la ratificación en mayo del Acuerdo de Cooperación de Defensa Mutua greco-estadounidense que dio a Washington acceso a tres bases militares, una de las cuales alberga ahora aviones no tripulados MQ-9 Reaper.

La situación geoestratégica en el Mediterráneo Oriental ha ido cambiando gradualmente como consecuencia de las políticas cada vez más independientes de Turquía. Sus reivindicaciones marítimas, su desarrollo naval, sus planes para construir un corredor energético y sus crecientes relaciones de amplio espectro con Rusia han alarmado a Estados Unidos, que a su vez ha decidido apoyar a Grecia en esta rivalidad tradicional tras haber respaldado a Turquía durante décadas. El resultado emergente es que Grecia se está convirtiendo en el principal apoderado regional de Estados Unidos, mientras que Turquía se está convirtiendo en su principal problema regional.

Esta evolución tiene importantes consecuencias para la política exterior rusa. Hasta ahora, Moscú había intentado equilibrar las relaciones con sus socios tradicionales en Atenas y sus nuevos socios en Ankara, pero la intromisión regional de Washington estropeó sus planes. Ahora Turkiye ha resultado ser un socio más digno de confianza que Grecia, incluso en el sentido militar. Y ello a pesar de que el primero es un rival histórico de Rusia, mientras que la cultura y la religión del segundo han desempeñado un papel fundamental a la hora de influir en la propia Rusia.

Lo que esto demuestra es que el elemento emocional en algunas asociaciones estratégicas no es suficiente para mantener su viabilidad a largo plazo frente a la injerencia del hegemón unipolar en declive que divide y vencerás, como demuestra el deterioro de los lazos entre Grecia y Rusia impulsado por Estados Unidos. Del mismo modo, el denominado «bagaje histórico», como el que hasta ahora ha frenado los lazos ruso-turcos, no es insuperable y puede superarse siempre que cada parte sea realmente soberana y tenga la voluntad política de mejorar los vínculos.

Las observaciones anteriores sobre la evolución de las relaciones de Rusia con Grecia y Turquía resultan especialmente interesantes porque estos dos países del Mediterráneo Oriental son miembros de la OTAN. A primera vista, ninguno de los dos debería haber tenido nunca vínculos estrechos con Rusia, pero cada uno de ellos se acercó a Moscú en momentos distintos -Atenas antes que Ankara- en un intento de equilibrar/contrarrestar el apoyo de Washington a su rival. Esto sugiere que la política de «divide y vencerás» de Estados Unidos dentro de la OTAN es contraproducente.

Para explicarlo, EE.UU. pivota ocasionalmente cuando se trata de a qué país apoya en cualquier rivalidad dentro de su «esfera de influencia». En el caso greco-turco, históricamente ha apoyado a Ankara frente a Atenas, ya que la primera era la piedra angular de la OTAN en Asia Occidental durante la Guerra Fría. Con la disolución de la URSS, Grecia tendió la mano a Rusia sobre la base de sus históricos lazos culturales y religiosos, en un intento de conseguir el apoyo militar de Moscú para equilibrar/contrarrestar el de Washington a Turquía.

El resultado fue que Atenas obtuvo los S-300 y, posteriormente, durante un tiempo, a muchos observadores les pareció que estaba surgiendo un eje greco-ruso en el Mediterráneo oriental para contrarrestar al turco-estadounidense, con la posibilidad de que estos dos bloques de facto se enfrentaran por Chipre. Este escenario se vio contrarrestado a mediados de la década pasada, cuando Turquía se dio cuenta de que Estados Unidos la estaba utilizando como ariete en Siria, al tiempo que conspiraba para apuñalarla por la espalda con un golpe de Estado y con el terrorismo del PKK.

En respuesta, el presidente Erdogan redobló la trayectoria soberanista de Turquía a expensas de los intereses hegemónicos regionales de su aliado nominal estadounidense, lo que llevó a Estados Unidos a pivotar en apoyo de Grecia. Las tendencias interconectadas que se desencadenaron durante ese tiempo desembocaron en la situación actual, en la que Turquía resultó ser un socio más digno de confianza para Rusia que Grecia, incluso en el sentido militar, mientras que Grecia resultó ser un socio más digno de confianza para Estados Unidos que Turquía.

De cara al futuro, es probable que estas relaciones se conviertan en la «nueva normalidad» de la geopolítica del Mediterráneo Oriental a medida que se acelere la transición sistémica mundial hacia la multipolaridad en esta fase de la Nueva Guerra Fría. La lección que hay que aprender es que una visión compartida sobre el futuro del sistema internacional es mucho más importante a la hora de determinar la fortaleza de las relaciones bilaterales que las tradiciones culturales y religiosas compartidas, lo que explica por qué Grecia y Turquía intercambiaron sus puestos como principal socio regional de Rusia.

*Andrew Korybko, analista geopolítico estadounidense.

Artículo publicado originalmente en korybko.substack.com.

Foto de portada: extraído de fuente original korybko.substack.com.

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