Asia Occidental

Türkiye e Israel: la construcción mutua del enemigo

Por Jordi Pintado Morera*- La rivalidad entre Turquía e Israel ha vuelto al primer plano tras el reordenamiento de Oriente Medio posterior al 7 de octubre de 2023.

El cambio en el equilibrio de poder en Oriente Medio avanza lentamente, pero con paso firme. De un lado, Israel, que después del 7 de octubre ha despedazado –con la literalidad del verbo– todos los flancos que podía considerar una amenaza existencial. Del otro, potencias emergentes que casi con carroñería se aprovechan de los despojos restantes del que un día fue el Eje de Resistencia.

Turquía es una de ellas, que se sabe cada vez más poderosa y percibe el deterioro de Irán como una oportunidad para ocupar su lugar. Además, lo hace en mejores condiciones, pues Ankara no ostenta la consideración de “paria” que pesa sobre Teherán a ojos de Occidente, pero tampoco se alinea con el statu quo que las potencias emergentes del nuevo orden mundial venidero están desplazando con inercia spengleriana.

En este escenario, parece incuestionable que ambos Estados entablarán una rivalidad que redefinirá el equilibrio de poder en la región. Lo sustancial será averiguar de qué manera se dará, y en eso será especialmente definitorio la consideración que Tel Aviv haga sobre Ankara: un “enemigo existencial” tal y como ha hecho y hace con el régimen de los ayatolás o, por contra, un adversario estratégico en ámbitos menos sensibles de provocar un conflicto a gran escala.

La guerra ya está en las palabras

Delante de este telón de fondo, las tensiones retóricas y diplomáticas ocupan los medios. En el contexto del recibimiento de Donald Trump a Tayipp Erdogan del 25 de septiembre de 2025 para discutir temas de índole militar, incluida la venta de F-16 mejorados y F-35 Join Strike Fighters, Michael Rubin, miembro del think tank de tendencia derechista American Enterprise Institute, criticó la doctrina transaccionalista de Trump, argumentado que ésta contribuía precisamente a engrandecer a sus contrincantes.

Definió la política exterior turca como incitadora del “terrorismo” y una “amenaza” a Israel. “Con Erdogan amenazando a Israel, recibiendo a Hamás y ahora armándose con algunos de los aviones más sofisticados del mundo, y con Trump ciego o tratando de sacar provecho de las situaciones, los líderes israelíes ya no deberían abrazar su política de ambigüedad nuclear de décadas de antigüedad”, afirmaba en la pieza para el National Security Jornal.

Asimismo, el investigador inducía en la posibilidad de que Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, atacara unilateralmente a Ankara si éste desarrollara armas nucleares. En definitiva, pedía mirar a Turquía con las mismas lentes que a la República Islámica de Irán.

Apenas unas horas después del ataque de Israel sobre el buró político de Hamás en Catar –país considerado por Estados Unidos como un “aliado importante extra-OTAN”–, la esfera ideológica sionista rápidamente centró su atención en Turquía. El mismo Rubin acusó a Ankara como “último refugio de Hamás”, a la vez que podría ser “el próximo” en ser atacado.

“La pertenencia de Turquía a la OTAN no le brindará protección ante un ataque israelí. Un ataque israelí podría presentarse como legítima defensa contra un Estado patrocinador del terrorismo, y una respuesta colectiva de la OTAN al amparo del Artículo V no es automática”, declaraba Rubin en otro artículo para el National Security Journal.

Asimismo, el académico y político israelí Meir Masri dio continuidad a sus palabras. “Hoy Catar, mañana Turquía”, haciendo referencia a los ataques. Por su parte, Turquía respondió con una agresividad inusual hacia Tel Aviv. “Para el perro del Israel sionista; […] pronto el mundo va a encontrar paz con tu desaparición del mapa”, escribía el asesor principal de Erdogan.

El telón de fondo de dichos improperios es el recrudecimiento de la opinión pública israelí hacia Turquía y viceversa, enaltecida en diversas ocasiones por los medios de comunicación alineados con los postulados sionistas y erdoganistas.

En esta línea, varios comentaristas han calificado al régimen turco como “el enemigo más peligroso de Israel”, en alusión a tres razones básicas: su creciente influencia en el Mediterráneo Oriental, su apoyo a la milicia Hamás y su tentativa de influencia en la Siria posbélica.

Los motivos, con muchos matices, tienen parte de realidad, aunque eso no debería ser per se una razón de confrontación armada entre ambas potencias regionales, en caso que su intención fuese buscar una coexistencia pacífica y una disuasión mutua.

No obstante, en lo que parece un espejo de las grandes potencias, el juego de suma cero se situa como narrativa preponderante. “En Ankara, esta retórica [antiturca] se toma en serio y se considera que Israel busca la hegemonía regional”, declaró al medio catarí Al Jazeera Omer Ozkizilcik, miembro no residente del Atlantic Council, y añadió que Turquía sentía cada vez más que “la agresión israelí no tiene límites y disfruta del apoyo estadounidense”.

Turquía pisa los talones de Israel

Ahora mismo, con un gasto militar de 25.000 millones de dólares en 2024, es Turquía el único Estado de la región que puede contestar parcialmente a Israel, cuyo presupuesto asciende a 46.500 millones. Este aumento responde a la ofensiva en la Franja de Gaza y a la reanudación intermitente de las hostilidades a gran escala con Irán.

Los ataques del 13 de junio contra la República Islámica han reafirmado con clarividencia que el bienestar geoestratégico israelí no se basa en el equilibrio, sino en la dominación. Eso implica que esté más atento que nunca al aumento exponencial de las capacidades militares turcas, que en 2024 crecieron un 12% respecto al año anterior, en lo que se enmarca, según el Ejecutivo de Ankara, en reforzar sus capacidades “hasta el nivel disuasorio”.

De esta forma, Turquía está paliando los defectos que presentaba Irán –sobre todo en lo que concierne a su poder blando–, pero calcando sus aspectos funcionales, entre los que está la persecución de una capacidad defensiva hercúlea mediante el desarrollo de programas propios que, a palabras de Erdogan, “nadie se atreverá a desafiar”.

En esta línea, fue a finales de agosto cuando alrededor de 50 elementos del nuevo sistema de defensa aérea –entre baterías, cañones antiaéreos y sistemas de apoyo electrónico (ESM)– se integraron en las fuerzas turcas, bautizado por Ankara como Cúpula de Acero; un material, por cierto, más resistente que el “hierro” de la cúpula israelí.

El complejo donde se instalarán los nuevos equipos está actualmente en construcción: 735.000 metros cuadrados conformarán la base tecnológica de Oğulbey, valorada en 1.500 millones de dólares, que albergará las actividades de producción, investigación y desarrollo de la Cúpula de Acero, considerada ya la inversión más significativa en la historia de la industria de defensa del país.

Así pues, la apuesta intensiva de Ankara unida a la lógica del precedente nos incurre en que Israel tomará acciones serias en el momento en que su hegemonía militar empiece a estar ligeramente compartida con Turquía. La disparidad de capacidades destructivas sigue siendo evidente, pero Ankara no se arrodilla en exceso.

Fue en julio de 2024 cuando Erdogan sacó pecho de su hemeroteca de intervenciones militares para infundir el miedo al Ejecutivo israelí en respuesta a su ofensiva genocida en la Franja de Gaza. “Al igual que entramos en Karabaj, al igual que entramos en Libia, haremos lo mismo con ellos. No hay nada que lo impida. Solo debemos ser fuertes y entonces ¿podremos dar estos pasos? Los daremos”.

En consonancia internacional, el pasado agosto Turquía anunció el cese total de su espacio aéreo y sus puertos a los barcos y aviones israelíes, acusando a Tel Aviv, en boca del ministro de Exteriores Hakan Fidan, de ser un “Estado terrorista que desafía el orden internacional”, amén de las esperadas calificaciones hacia el Ejecutivo y poder militar israelí de genocida.

En mayo de 2024, el Ejecutivo turco ya anunció la suspensión de todas las exportaciones e importaciones israelíes, si bien la oposición ha acusado reiteradamente al gobierno de no cumplir con la promesa.

La falta de respuesta occidental a la invasión de Osetia dio alas a Rusia para llevar a cabo la invasión de Crimea en 2014 y la del conjunto del país en 2022. En esta línea, Estados Unidos no ha respondido más allá de la retórica y a la exigencia de un perdón telefónico a la vulneración de la soberanía catarí, hecho que puede propiciar la posibilidad de Israel de sentirse impune en la realización de otros ataques hacia enemigos que no necesariamente supongan una “amenaza existencial”.

Lo cierto es que Tel Aviv usa ese término en presencia de cualquier atisbo de Hamás. En esas condiciones, Ankara también lo supondría. Más allá de las respectivas doctrinas de seguridad y sus implicaciones, lo cierto es que Israel atacó hace poco más de un mes seis países en 48 horas, lo que refuerza la visión de que cualquier ademán por parte de Erdogan de mirar a Israel como iguales será neutralizado.

Estados Unidos, ¿a quién eliges?

Ya sabemos que la Casa Blanca respondería a un ataque sobre tierra israelí como un ataque sobre sí mismo. También que, si éste lo provocase Irán, lo haría con diligencia y determinación. La pregunta central se sitúa en si haría lo propio en la tesitura de un ataque sobre Turquía, posibilidad respaldada por el propio artículo V de la OTAN.

Lo haga Washington o no, una vulneración de la soberanía turca mediante ataque israelí haría saltar las alarmas con más ahínco respecto al que provocó sobre el régimen de los ayatolás. Su ya mencionada membresía en la OTAN y del G20, amén de su poder blando creciente entre los países musulmanes y europeos –(auto)considerado puente entre civilizaciones siguiendo la doctrina neootomanista– hacen que Turquía presente pocas debilidades.

El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) era una de ellas y, aún a la espera de la concreción del acuerdo de paz, el régimen turco empieza a paliar el que ha sido su mayor dolor de cabeza desde hace más de 40 años.

No hay timonel único en el sistema internacional, y eso parece beneficiar a Ankara, que se mueve en esa indefinición con asombrosa destreza. Con la guerra de Ucrania estancada –también en la mesa de negociación–, abraza la cooperación europea sin membresía, y su relación militar y energética con Rusia sigue siendo harmónica. Europeísmo y eurasianismo.

En el génesis un proceso de alto al fuego que cesará probablemente la carnicería en la Franja de Gaza, pero difícilmente va a traer a una solución que no sea la asimetría, la impunidad y la negación de la soberanía completa para los palestinos, Turquía va a jugar un papel clave en los posibles reductos que queden para la defensa y cumplimiento de las aspiraciones palestinas. También aquí se va a mover entre las dos aguas de la condena fervorosa a Israel y el vitoreo al plan propuesto por Trump.

Hasta ahora se ha presentado como la “protectora de Hamás” y la causa palestina. Junto con la ya citada mediación con Occidente, esta estrategia multifacética le puede dar un papel preponderante en ulteriores negociaciones y en el mantenimiento de paz del enclave –en el que participará como fuerza internacional para supervisar el acuerdo–, pero también en su reconstrucción, como ya ocurrió en Siria.

Por otro lado, desde el 7 de octubre de 2023 Israel se habría convertido en un Estado paria si no fuese por el apoyo estadounidense: su único aliado que se puede afirmar eviterno, pero a la vez el óptimo en el sistema internacional para la consecución de su doctrina estratégica con impunidad.

Siria y la rivalidad entre Turquía e Israel

“La primera manifestación de la fricción turco-israelí aparecerá en el frente sirio, en tierra y aire”, advirtió Cem Gurdeniz para Al Jazeera, almirante turco retirado y arquitecto de la doctrina de la Patria Azul, que exige una Turquía que bombee el pecho cuando se hable de su soberanía a la vez que con la guardia alta en sus mares circundantes: el Egeo, el Mediterráneo oriental y el mar Negro.

Israel y Turquía tienen visiones opuestas sobre el futuro sirio. Mientras Israel tiene una intención balcanizadora hacia los territorios que puedan cuestionar sus ambiciones estratégicas –incluso mesiánicas considerando su proyecto del Gran Israel, como se ha visto en Líbano o se ve en Cisjordania y la Franja de Gaza–, a Turquía le vienen bien los centros de poder fuertes y homogéneos para ejercer su influencia.

El ministro de Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, se reúne con el presidente interino de Siria, Ahmed Al-Sharaa. / Hakan Fidan.

Fue el mismo almirante turco quien también aseguró que en el contexto de la “profundización de la presencia militar y de inteligencia de Israel en Chipre”, la visión de Ankara es que eso es un “intento de fracturar y contener la Patria Azul”.

Tom Barrack, embajador de Estados Unidos en Turquía y enviado especial a Siria, admitió que Tel Aviv prefería una Siria “fragmentada y dividida”. “Los Estados-nación fuertes son una amenaza, especialmente los Estados árabes, para Israel”, aseguró el diplomático. En este sentido, Siria, como avispero étnicopolítico con intereses difíciles de conciliar, beneficia a los intereses del sionismo, que intenta permanentemente asegurarse cuotas de influencia entre las minorías étnicas que conforman el país.

A corte de ejemplo, la pretensión de hegemonía unívoca que ostenta Netanyahu provocó, entre otros, que Israel haya bombardeado Siria incesantemente desde que la caída de Bashar al-Asad, además de apoderarse de una mayor porción del territorio de los Altos de Golán y realizar amenazas de escalada en la defensa de la población drusa.

Las porciones de territorio apropiadas unilateralmente permanecerán, tal y como ha afirmado el propio ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, retenidas por un tiempo “ilimitado”. Además, el propio Netanyahu ha prohibido explícitamente el establecimiento de nuevas bases militares turcas en Siria que “puedan amenazar a Israel”.

En lo que incumbe a la cuestión kurda, el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) de Israel publicó en marzo un artículo donde advertía que el proceso de paz entre Turquía y el PKK podía llevar consigo una debilitación de “la capacidad de los kurdos en Siria para seguir operando de formar autónoma” y contribuir a que Ankara “expanda su influencia en el sur de Siria”, reavivando así la amenaza a “la libertad de acción israelí”.

No hay duda de que Turquía no va a permitir la desestabilización de sus frentes sur para siempre. También, por razones estratégicas, el gobierno de Erdogan va a salir en todos los titulares en lo que atañe a la cuestión palestina, temática más susceptible de reacción del Ejército israelí.

Falta por ver si su escudo occidental amortiza la virulencia con la que Tel Aviv ataca a quien cuestiona su hegemonía. O si, por contra, la impunidad de la política exterior de Israel ya será un aspecto consagrado del porvenir en Oriente Medio, incluso con quien se presume como el amigo de su amigo.

*Jordi Pintado Morera politólogo especializado en Relaciones Internacionales. 

Artículo publicado originalmente en Descigfrando la Guerra.

Foto de portada: Oficina Presidencia Israelí.

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