Las recientes declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, anunciando la reanudación inmediata de las pruebas nucleares por parte del Pentágono y acusando a varios países —incluidos Rusia, China, Corea del Norte y Pakistán— de realizar pruebas secretas, han desatado una ola de preocupación internacional.
En Asia del Sur, donde India y Pakistán mantienen una rivalidad nuclear histórica, sus palabras actúan como una chispa en un polvorín: cualquier paso en falso podría romper el frágil equilibrio regional y abrir una nueva era de inestabilidad atómica.
Sembrando el caos y la desconfianza
Trump, en una entrevista con CBS News, afirmó que “otros países están probando, y nosotros no. No quiero que Estados Unidos sea el único país que no hace pruebas”. Con esa frase, el mandatario abrió una verdadera “caja de Pandora” nuclear, desafiando tres décadas de contención desde la última prueba nuclear estadounidense en 1992 y socavando el espíritu del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), que Estados Unidos firmó pero nunca ratificó.
El impacto de sus palabras fue inmediato. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de la India, Randhir Jaiswal, declaró que Nueva Delhi “ha tomado conocimiento de los comentarios del presidente Trump sobre las pruebas nucleares de Pakistán”, y recordó que “la actividad nuclear secreta e ilegal forma parte de la historia de Pakistán”.
Jaiswal enfatizó además que India ha alertado repetidamente a la comunidad internacional sobre “el historial de contrabando, violaciones de control de exportaciones y proliferación” del programa nuclear pakistaní, aludiendo a la célebre red del científico Abdul Qadeer Khan, que durante décadas facilitó la transferencia clandestina de tecnología nuclear a otros países, entre ellos Corea del Norte e Irán.
Las palabras del portavoz indio evidencian la profunda desconfianza entre ambos países, una desconfianza que puede exacerbarse ante el nuevo escenario abierto por Trump. Desde 1998, cuando India y Pakistán realizaron sus primeras pruebas nucleares casi simultáneamente, la región ha vivido bajo una paz armada: una coexistencia inestable basada en la disuasión mutua.
Sin embargo, si Estados Unidos efectivamente reanuda sus ensayos, las potencias nucleares regionales podrían sentirse legitimadas o incluso presionadas a hacer lo mismo, desatando una nueva ola de pruebas subterráneas y desarrollo de cabezas nucleares más avanzadas.

Tensiones in crescendo
La situación es particularmente delicada. India, bajo el gobierno de Narendra Modi, busca consolidar su doctrina de “disuasión mínima creíble”, que implica mantener un arsenal limitado pero moderno. Pakistán, por su parte, depende casi exclusivamente de su arsenal nuclear como garantía de supervivencia frente a su poderoso vecino.
Cualquier movimiento en Washington que rompa la moratoria nuclear mundial puede ser interpretado por Islamabad como una oportunidad —o una excusa— para probar nuevos sistemas, especialmente los de corto alcance y capacidad táctica, diseñados para contrarrestar el poder convencional de India.
El riesgo no se limita al ámbito militar. Una carrera de pruebas entre India y Pakistán tendría efectos devastadores en la estabilidad regional y en los esfuerzos globales de no proliferación. La rivalidad indo-pakistaní, marcada por los conflictos de Cachemira, las tensiones fronterizas y los atentados terroristas patrocinados por grupos extremistas desde territorio pakistaní, podría pasar de la tensión controlada a una crisis abierta, con consecuencias impredecibles para el equilibrio estratégico en Asia.
En este contexto, las declaraciones de Trump actúan como un catalizador peligroso. Al colocar a Pakistán —junto con potencias mayores como Rusia y China— en la misma lista de “violadores nucleares”, el presidente estadounidense introduce una cuña que puede modificar las dinámicas de poder en Asia.
Islamabad podría intentar reforzar su relación con China, que ya es su principal proveedor militar y socio estratégico en el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), mientras India profundizaría su alineamiento con Occidente, pero bajo una lógica de desconfianza hacia Washington.
Caos como estrategia
No debe olvidarse que, desde el punto de vista de Nueva Delhi, las palabras de Trump no sólo suponen una provocación a Pakistán, sino también una prueba de que Estados Unidos no actúa como garante de estabilidad, sino como potencia que juega con el equilibrio nuclear global para sus propios fines geopolíticos.
India, que históricamente ha defendido la desnuclearización gradual y el uso pacífico de la energía atómica, podría verse obligada a reforzar su arsenal y revisar su política de “no primer uso” ante un entorno cada vez más volátil.
La caja de Pandora abierta por Trump podría así reconfigurar el tablero nuclear mundial. Si Washington vuelve a realizar pruebas, Rusia y China difícilmente se abstendrán de responder. Corea del Norte podría aprovechar el contexto para justificar nuevas detonaciones, e Irán, bajo presión occidental, tendría incentivos para acelerar su programa. En ese marco, el subcontinente indio —con dos potencias nucleares que ya libraron tres guerras— emerge como el punto más vulnerable del planeta.
Por lo cual el gesto de Trump no sólo desafía las normas de contención nuclear establecidas desde el fin de la Guerra Fría, sino que amenaza con iniciar una nueva carrera armamentista global en la que Asia del Sur sería el epicentro del peligro. La historia demuestra que una vez abiertas las compuertas de la proliferación, cerrarlas resulta casi imposible. Y si Estados Unidos, la mayor potencia nuclear del planeta, abandona la moderación, el mundo podría estar al borde del retorno a una era de ensayos, desconfianza y tensiones que creíamos superadas.
La “paz nuclear”, construida con dificultad durante décadas, pende hoy de un hilo. Y su ruptura, provocada por decisiones políticas irresponsables, podría convertir el mapa del siglo XXI en un tablero de juego atómico sin control.
*Foto de la portada: EFE

