En “Socialismo y cultura”, escrito en 1916, Gramsci escribía -y me permitiré citarlo extensamente:
“Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro con las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión a los estímulos varios del mundo externo. Esa forma de cultura es verdaderamente dañina especialmente para el proletariado sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad por que ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgranan en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás.” (Gramsci, 2018, p. 21).
Esta idea es importante, porque constituye una llamada de atención para los proyectos de transformación social. Es posible que, pese a todo, aún arrastremos el peso de una concepción libresca de la cultura y que ello se traduzca, incluso, en la pedagogía política. Además, lo que apunta Gramsci tiene que ver con la situación de los intelectuales, con el cultivo pernicioso de su “espíritu de secta” (Dalton). Pero a lo que vamos, y tiene que ver con el título de estas líneas, es que debemos considerar la revolución informática como parte integral de la cultura -entendiéndose, también, de forma integral, como lo hace Gramsci. Su acepción de cultura va más allá de las expresiones literarias o de bellas artes.
“La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propio, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y deberes. Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual como ocurre en la naturaleza vegetal y animal. El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica y no naturaleza.» (Gramsci, 2018, pp. 21-22).
Gramsci entiende la cultura desde la perspectiva de una visión de mundo que está encarnada en la vida humana y se traduce en sus acciones cotidianas. La espiritualidad está relacionada con los actos y pensamientos más profundos y espontáneos. Podríamos llamarla subjetividad, pero tomando en cuenta que no se trata de una subjetividad o de una espiritualidad en el aire, sino que está en relación dialéctica con las condiciones históricas y materiales. Hoy en día podríamos decir que la cultura y espiritualidad están definidas por el capitalismo neoliberal, el cual conforma el pensamiento hegemónico. Esa organización del yo interior a la que alude nuestro autor, está modelada desde esa perspectiva hegemónica.
En ello, cumplen un papel fundamental las tecnologías informáticas y comunicacionales. Ahora bien: la cuestión necesita verse en su complejidad. La producción en masa de una subjetividad-espiritualidad funcional a los intereses del capitalismo -ahora en su modalidad neoliberal-fascista- es un hecho, pero también es cierto que la fábrica de subjetividades no funciona totalmente. Es verdad que las formas de asalto al poder de parte de los fascismos contemporáneos se apoyan con las tecnologías informáticas y comunicacionales.
Es importante pensar esta situación desde una perspectiva emancipatoria, y en función de construir un proyecto alternativo al capitalismo. Esto implica, desde la mirada de Gramsci, un cambio cultural, que no se da a dos o cinco años plazo, sino que se trata de un proceso prolongado. Sólo imaginemos, por ejemplo, el tiempo que tomó, en la civilización europea el paso de la cultura hegemonizada por la matriz grecorromana a la conformación de la cristiandad occidental y la conversión del cristianismo, de una religión entre tantas a ser el “sentido común”. El paso de una cultura hegemonizada por la visión de mundo capitalista a otra, inspirada por una visión de la realidad, una ética, unas costumbres y una cotidianidad articulada por una perspectiva alternativa y “otra”, descolonizada y no sexista, será una labor larga, pero necesaria. Tendremos que pensar qué implica esto aquí y ahora, en El Salvador.
*Luis Alvarenga escritor, catedrático y filósofo salvadoreño. Formó parte del taller literario Xibalbá, en la década de los años ochenta y en los noventa trabajó como redactor del periódico Colatino, en donde tuvo a su cargo el Suplemento Cultural Tres Mil y Aula
Fuente: Revista Marginales
https://www.revistamarginalessv.com/post/tecnolog%C3%ADa-inform%C3%A1tica-y-cultura-algunas-reflexiones-en-homenaje-a-gramsci