Fue el primer contacto directo entre el ministro de Defensa chino, Dong Jun, y su homólogo estadounidense, Pete Hegseth, y aunque la conversación buscó aparentar un canal de comunicación estable, en realidad expuso las líneas rojas que ninguna de las dos partes está dispuesta a ceder.
Dong fue categórico al advertir que “cualquier intento de contener, disuadir o interferir con China fracasará”, subrayando que Pekín frustrará de manera contundente todo plan de Washington que intente utilizar el tema de Taiwán como herramienta de presión geopolítica.
“Cualquier esquema destinado a ‘usar la fuerza militar para ayudar a la independencia’ o ‘usar el problema de Taiwán para contener a China’ será frustrado”, afirmó el ministro, en declaraciones reproducidas por la agencia Xinhua.
El intercambio también abordó el Mar de China Meridional, uno de los puntos más delicados de la agenda de seguridad regional. Pekín reiteró su voluntad de mantener la paz y la estabilidad en cooperación con los países del sudeste asiático, aunque al mismo tiempo dejó claro que se opondrá “firmemente a la infracción y las provocaciones de ciertos países, así como a la instigación deliberada de naciones externas”.

Este mensaje apunta de manera indirecta a Estados Unidos y sus aliados, que en los últimos meses han intensificado las operaciones de “libertad de navegación” en aguas disputadas.
El contexto de esta conversación no puede pasar desapercibido: apenas una semana antes, China realizó un masivo desfile militar donde exhibió su arsenal más avanzado y reafirmó la necesidad de impulsar un orden multipolar para contrarrestar la “intimidación” de Occidente. La demostración de fuerza fue interpretada como un aviso directo a Washington, en medio de los preparativos para una eventual reunión entre los presidentes Xi Jinping y Donald Trump en los próximos meses.
Estados Unidos, por su parte, ha elevado el tono de sus advertencias. Durante el Diálogo Shangri-La en Singapur, el secretario Hegseth calificó la amenaza militar china como “real y potencialmente inminente”, asegurando que Pekín se está preparando para alterar el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico mediante la fuerza.
La desconfianza estratégica quedó en evidencia desde noviembre pasado, cuando Beijing rechazó reunirse con el entonces secretario de Defensa Lloyd Austin en protesta por la venta de armas a Taiwán.
Este nuevo canal de diálogo refleja una paradoja: mientras ambas potencias reconocen la necesidad de comunicación para evitar incidentes, la rivalidad estructural entre Washington y Pekín se intensifica y se desplaza al terreno militar. Taiwán y el Mar de China Meridional constituyen, hoy por hoy, los epicentros de un choque que marcará el rumbo del Indo-Pacífico en los próximos años.
La videollamada entre Dong Jun y Pete Hegseth muestra que la confrontación entre China y Estados Unidos avanza por carriles cada vez más peligrosos. La insistencia de Pekín en defender su soberanía y la determinación de Washington en contener su ascenso convierten a Taiwán y al Mar de China Meridional en escenarios de fricción permanente. Lo que está en juego no es solo la seguridad regional, sino el orden mundial en transición hacia un sistema multipolar.
*Foto de la portada: Xinhua

