Según el expresidente de Indonesia, Joko Widodo, la región ya no es solo un mercado en expansión: se está convirtiendo en una fuerza global autónoma, impulsada por una generación joven que está transformando la economía digital del planeta.
Widodo, en su intervención durante el cierre del Bloomberg New Economy Forum, fue categórico al afirmar que; “El próximo unicornio quizá no provenga de Silicon Valley o Shenzhen, sino de Yakarta, Singapur, Bangkok, Kuala Lumpur, Manila o Hanói.”
La frase es más que una predicción. Es la confirmación de una realidad que Occidente ha tardado en reconocer, el Sudeste Asiático emerge como un eje geoeconómico decisivo, donde se está incubando la próxima ola de innovación tecnológica global.
Una región donde la juventud impulsa una revolución digital
En el Sudeste Asiático se está produciendo una transformación silenciosa pero profunda impulsada por una generación joven que ha decidido convertir a la región en un laboratorio vivo de innovación.
En Indonesia, Vietnam, Filipinas, Malasia y Tailandia, millones de jóvenes están creando empresas en campos que van desde las finanzas digitales y el comercio electrónico hasta la inteligencia artificial, la movilidad eléctrica, las energías renovables, la agricultura tecnológica y el desarrollo de software.
Ese impulso juvenil ha tejido un ecosistema digital que crece con una velocidad difícil de igualar y en el que cada año aparecen nuevas compañías valoradas en miles de millones de dólares. No es un fenómeno aislado ni accidental: hablamos de una región de más de 700 millones de habitantes, con una población mayoritariamente joven, un mercado digital que se expande a un ritmo vertiginoso, Estados que apuestan abiertamente por la innovación y la soberanía tecnológica, y un flujo constante de inversiones procedentes de China, India y los países del Golfo.
Todo esto ocurre mientras el Sudeste Asiático fortalece su papel dentro del BRICS+ y otros mecanismos de integración euroasiática, lo que convierte a la región en un actor que ya no puede ser reducido a la categoría de “mercado” sino que empieza a comportarse como uno de los centros de gravedad del nuevo orden global.
El auge de los “unicornios” del Sudeste Asiático
Los datos confirman esta tendencia. Eqvista señala que, de los más de 1.550 unicornios existentes en el mundo, cuarenta y cuatro pertenecen al Sudeste Asiático. La distribución de estos casos de éxito muestra la nueva jerarquía regional: Singapur encabeza la lista con veintidós unicornios, Indonesia le sigue con diez empresas valoradas en más de mil millones de dólares, Vietnam irrumpe con cinco, y Malasia, Tailandia y Filipinas avanzan con paso firme, acumulando capacidades que podrían convertirlos en protagonistas en los próximos años.
Este mapa tecnológico emergente demuestra que el talento local, sumado a los mercados internos y a la inversión regional, está dando forma a un polo de innovación capaz de competir con los centros históricos del capitalismo digital.
En este contexto, Joko Widodo ha insistido en que los países del Sudeste Asiático deben prepararse para entrar de lleno en lo que él denomina una “economía inteligente”, una etapa donde la inteligencia artificial, la libre circulación de datos y la automatización transformarán los niveles de producción, la manera de planificar el desarrollo y, en última instancia, la distribución de la riqueza.
Para Widodo, la inteligencia artificial no será simplemente una herramienta complementaria sino un factor central de competitividad; la infraestructura digital deberá considerarse tan estratégica como la física; y la integración regional permitirá que las soluciones tecnológicas nacidas en Yakarta, Singapur o Hanói puedan escalarse rápidamente al resto del planeta.
Esta visión choca con el intento de Estados Unidos y Europa de mantener su hegemonía tecnológica y empuja al Sudeste Asiático a consolidar una vía propia, más cercana al espíritu de un mundo multipolar donde la soberanía digital y económica es una prioridad.
Una región que reclama su lugar
Este ascenso tecnológico tampoco se desarrolla en un vacío geopolítico. El Sudeste Asiático es hoy un territorio disputado donde convergen intereses globales. Occidente intenta atraer a la región para fortalecer su estrategia de contención contra China; Pekín incrementa su cooperación tecnológica e inversiones; Corea del Sur expande su presencia industrial; los países del Golfo abren rutas financieras; y Washington refuerza su postura militar para no perder influencia en un espacio que considera vital.
Sin embargo, la nueva generación de liderazgos políticos y empresariales del Sudeste Asiático parece decidida a evitar depender de potencias externas. Sus decisiones ya no se toman en función de las expectativas de Washington, Bruselas o incluso Pekín, sino desde las prioridades que definen Yakarta, Hanói o Manila, que buscan un margen de autonomía más amplio en un mundo cada vez más interconectado pero también más competitivo.
Todo esto ha dado lugar a una región que se reclama a sí misma como protagonista. El Sudeste Asiático se mueve hacia una fase donde su peso económico, demográfico y tecnológico comienza a definir parte de la arquitectura del nuevo orden global. El surgimiento constante de unicornios, la expansión del mercado digital, la creciente articulación regional y la apuesta política por una economía inteligente muestran que estamos frente a un proceso histórico de larga duración, y que su impacto será decisivo en la configuración del siglo XXI.
Como señaló Widodo, el Sudeste Asiático ya no puede ser visto únicamente como un espacio de consumo. Es una fuerza global que avanza y que, con cada nuevo paso, deja claro que será uno de los pilares de la nueva era multipolar.
*Foto de la portada: DPA

