La realidad indica que hoy Sudáfrica se encuentra en una situación difícil, en medio de un aterrador sistema tan frágil que con poco comenzó a implosionar. Tal vez la excusa haya sido la condena y encarcelamiento del ex presidente Jacob Zuma por corrupción durante su gobierno. Pero eso es solo una mirada parcial del problema. Lo que sí está claro es que una sociedad cansada puede ser dirigida o llevada a sus límites con apenas una campaña en redes sociales. En Sudáfrica una parte de la sociedad salió empujada a defender un statu quo al cual no pertenece, y otra parte se vio atacada y se defendió. Ahora bien es esa la raíz del problema o hay que rascar más allá de lo superficial para encontrar el verdadero motivo.
Una semana de saqueos y la destrucción de propiedades en una escala nunca antes experimentad indican que los problema tienen un rigen más allá de lo que se supone a primera vista. Estas acciones fueron supuestamente desencadenadas por protestas tras el encarcelamiento del ex presidente Jacob Zuma, pero quedan muchas preguntas sin respuesta sobre lo que estaba en juego para encender la mecha, que al día de hoy solo encuentra incertidumbre, violencia y muerte en las calles sudafricanas.
Un análisis primario, (del cual intentaremos alejarnos y profundizar) es la realidad en la que está sumergido este país del sur de África, el cual encapsula las desigualdades globales dentro de las fronteras nacionales. Todo lo que se pudo ver, todo lo sucedido en Sudáfrica tiene relevancia y resonancia mucho más allá de sus propias costas.
La desigualdad en Sudáfrica se encuentra entre las más altas del mundo. También lo es el desempleo, especialmente para los menores de 25 años que en como sus sueños se diluyen dentro de un sistema sin respuestas. Esta (también) es la misma generación de sudafricanos hiperconectados que ven a través de sus teléfonos celulares todo lo que un sistema perverso les ofrece, pero no pueden tener y probablemente nunca tendrán. Las promesas de un mundo mejor posterior al apartheid, son una ilusión.
Pandemia y desigualdad
Sudáfrica se está recuperando del Covid-19, aunque una tercera ola y las variantes cada vez más contagiosas, siempre serán un peligro latente, sobre todo teniendo en cuenta un invierno muy frío. Casi todos los pobladores han visto al virus a la cara, ya sea por haber perdido amigos o seres queridos a causa del coronavirus. Pero, otros (muchos) sudafricanos vieron que sus trabajos han sido eliminados temporal o permanentemente del ecosistema laboral. Millones de ciudadanos alimentan a sus familias con una subvención de la seguridad social de R350 (24 dólares) al mes. Estirado durante un mes, está muy por debajo de la línea de pobreza internacional y al borde absoluto de la supervivencia física.
En un planeta en colapso, ¿Cuál es el lugar que ocupa Sudáfrica? Frente a los avances de la tecnología y las cadenas de suministro globales cada vez más cortas que están transformando rápidamente los sistemas de producción, ¿Cómo se puede garantizar la creación de los puestos de trabajo necesarios? ¿Cómo será posible sostener y viabilizar las vidas y medios de subsistencia a escala y de una manera que reconozca el derecho único de cada persona a la libre determinación?
Estamos en un punto de quiebre en todos los ámbitos, y aunque los actos de saqueo y destrucción desenfrenada que se han visto son absolutamente horribles, no hace falta un gran salto de imaginación y compasión para comprenderlos. Cada vez más, como planeta, esto es a lo que nos enfrentaremos en los próximos años. No es una mirada ni un análisis apocalíptico, es solo objetiva entorno a los hechos consumados.
Los medios de comunicación se ocupan del tema. Los consumidores de estos medios que replican los acontecimientos en Sudáfrica verán los videos de saqueos y violencia y los militares, policías y civiles armados listos para responder. Se verá una sociedad en su peor momento y al país de rodillas, y muchos recordaran el sueño de Mandela, y lo verán hacerse trizas con cada muerte absurda.
Lo que esta quedado claro y los medios no lo reflejan es que todas las historias están matizadas, y aquí también, hay muchos lados de la narrativa. En todo el país, la gente se ha unido para proteger lo que valora, y lo hará cada vez más en los próximos días en notable deferencia a la democracia y el bien público.
La industria del taxi, que a menudo se encuentra en el centro del malestar social, se ha puesto del lado de la protección pública y ha pedido explícitamente la protección tanto de vidas como de medios de subsistencia. Las empresas, el gobierno, la sociedad civil y las organizaciones comunitarias están colaborando estrechamente y trabajarán más juntos. Miles de personas ya han limpiado la destrucción que otros han causado.
En algunas comunidades, se ha podido ver a sus líderes locales obligando a los saqueadores a devolver los bienes robados. En otros, se ha conservado la comida, pero se ha retirado todo lo demás. En algún punto y volvamos a la mirada apocalíptica hemos visto lo peor de una sociedad cansada, pero en las próximas semanas, si se logra un verdadero cambio también podremos ver lo mejor. Solo es necesario que el liderazgo político esté a la altura del desafío y guíe a una sociedad necesitada. Si ponemos una cuota de positivismo, confiaremos en que lo harán, sabrán como encarrilar la situación, pero también es posible que no puedan o no sepan cómo. En ese caso la sociedad sudafricana podría estar un poco más quebrantada de lo que ya está.
La desigualdad a flor de piel
Vivir en un suburbio de Ciudad del Cabo puede dar una perspectiva particularmente curiosa de Sudáfrica. Es lo mismo y muy diferente a vivir en el extranjero: lo mismo porque el nivel de privilegio y comodidad personal es aproximadamente equivalente, y diferente porque a diferencia de quienes tienen fronteras nacionales entre ellos, solo hay unos pocos metros de distancia entre quienes lo tienen todo y los que no tiene nada.
Pero así es como funciona el capitalismo en el mundo, y hasta que se logren desarrollar nuevos sistemas de distribución a escala global, es con lo que debemos vivir, pero sin dejar de reconocer nunca lo que está en juego. Los lentes con los que vemos a la sociedad van en todas direcciones: todos pueden ver en ambos sentidos, y los países pobres no pueden aceptar el comportamiento de los países ricos más de lo que los sudafricanos pobres pueden aceptar un sistema que beneficia a algunos a expensas de muchos. Esta problemática está presente mucho antes de la pandemia del Covid y también es anterior a la condena de Jacob Zuma, estos hechos solo pusieron de relieve una vieja coyuntura sociopolítica.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación social y periodismo, Licenciado en Comunicación social, UNLP, Miembro del Equipo de PIA Global.
Articulo publicado por el equipo de PIA Global