Europa

Sobre las últimas crisis de la coalición gobernante en Alemania

Por Gordei Morozov* –
La polarización de la sociedad, especialmente en el Este, no hará sino aumentar, lo que no hará sino agravar la actual crisis política.

La baja valoración de la coalición gobernante en Alemania, encabezada por el canciller federal Olaf Scholz, no es noticia desde hace tiempo. La perspectiva de una oposición más fuerte en forma de la Unión Sarah Wagenknecht (SSV) y Alternativa para Alemania (AdG) ante las próximas elecciones al Bundestag en 2025 puede traer consigo una serie de ajustes en la política interior y exterior alemana. En general, existe desde hace tiempo un consenso en Alemania para mantener al partido «populista de derechas» AdG fuera del Parlamento a nivel regional y federal. A pesar de ello, la popularidad de la oposición de derechas no deja de crecer, y el AdG se ha convertido ya en el segundo partido más popular del país. Este éxito se debe sobre todo al descontento con la política exterior y migratoria del canciller Scholz, que el 42% de los alemanes considera el problema más importante del país.

Investigación sobre el sabotaje del proyecto Nord Streams

El 26 de septiembre de 2022, el sabotaje de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 fue uno de los acontecimientos clave en las relaciones germano-rusas. Durante muchos años se habían depositado grandes esperanzas en el gasoducto Nord Stream 2: ya en el verano de 2022, la excanciller federal Angela Merkel declaró que la construcción del gasoducto no era un error de cálculo político y que su decisión se basaba en los beneficios económicos para Alemania, que siempre ha dependido en gran medida de los recursos energéticos externos.

Durante mucho tiempo, la coalición gobernante dirigida por el canciller federal Olaf Scholz no reveló ninguna información relativa a la investigación y, además, los países de la OTAN trataron periódicamente de encontrar un «rastro ruso» en el caso del atentado. El vacío informativo en torno al tema se vino abajo el 14 de agosto de 2024, cuando la fiscalía alemana emitió inesperadamente una orden de detención contra un ciudadano ucraniano sospechoso de estar implicado en el atentado contra el gasoducto. Resultó ser un tal Volodymyr Z., que probablemente ya había abandonado el territorio de Alemania a través de Polonia. Esta noticia causó una gran resonancia no sólo en Alemania, sino en toda Europa. Desde el principio de la operación militar especial, Alemania ha actuado como el principal patrocinador europeo de Ucrania, y el hecho de que la fiscalía se haya enfrentado abiertamente a tres ciudadanos ucranianos que, según algunos informes, actuaron con el conocimiento de Varsovia, sugiere ciertos cambios en la política de Alemania no sólo hacia Ucrania, sino también hacia Polonia.

Desde fuera se ve claramente que la coalición gobernante aún no comprende realmente cómo puede salir de la situación sin perder la cara y sin cambiar radicalmente su rumbo en cuanto al apoyo militar y financiero a Kiev. El canciller Scholz ya ha declarado que Alemania seguirá cumpliendo todas sus obligaciones de suministro de armas a la parte ucraniana. Sin embargo, la situación dista mucho de ser clara. El 19 de agosto, el ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, anunció que Alemania había agotado los recursos de su presupuesto para el apoyo incontrolado a las fuerzas armadas ucranianas, lo que provocó acaloradas discusiones en el Bundestag, y algunos representantes del Partido Verde afirmaron que el presupuesto alemán no podía ser más importante que la supervivencia de la agredida nación europea.

Las palabras de la Canciller se ven confirmadas por los hechos: en septiembre de 2024, Alemania transfirió otro tramo a Ucrania, que incluía 22 tanques Leopard 1A5, cinco vehículos todoterreno de orugas BV 202, más de 60.000 proyectiles de artillería de 155 mm y mucho más. En general, ha habido una tendencia a aumentar los suministros militares, aunque se ha afirmado en repetidas ocasiones que las propias fuerzas armadas alemanas no disponen de suficiente munición.

En el contexto del impulso de la reforma militar para aumentar la cantidad y calidad de las fuerzas de la Bundeswehr, esta política parece cuando menos contradictoria. La implicación de Ucrania en el sabotaje de infraestructuras alemanas críticas añade nuevos colores políticos a esta contradicción. La situación se ve agravada, entre otras cosas, por el aparente estancamiento de la economía alemana, así como por el aumento de los precios de la energía, que afecta no sólo al coste de la vida, sino también al desarrollo de la producción a gran escala. Uno de los ejemplos más recientes es la situación en torno a Volkswagen, que se ha visto obligada a cerrar hasta dos fábricas debido a la difícil situación económica. La empresa nunca había conocido crisis semejantes en su larga historia y estaba asociada en gran medida a la próspera industria automovilística alemana. El cierre de las fábricas ha provocado un amplio debate público y se considera una de las manifestaciones de la dinámica negativa general de la economía estatal.

Tras la revelación de información sobre la conexión entre Ucrania y Polonia y los atentados del Nord Stream, la cuestión de seguir apoyando a Ucrania está pasando de la categoría de asunto financiero y político al plano de los intereses nacionales, un tema sobre el que suelen especular los partidos de derechas en Alemania. El AdG exigió incluso que el Bundestag creara un grupo de trabajo especial para investigar la situación y destinara 50 millones de euros a su labor, calificando la interrupción de los Nord Streams de «ataque terrorista» contra Alemania y pidiendo su restablecimiento. En particular, en su declaración, Tino Hrupalla, presidente del partido AdG, pidió que se restablecieran los gasoductos y que se castigara a todos los implicados en el sabotaje.

La pasividad de la coalición gobernante en este asunto juega definitivamente a favor de la oposición. La falta de una respuesta diplomática clara al sabotaje y la falta de implicación en la investigación deberían afectar sin duda al estado de ánimo de una parte del electorado. Es bastante obvio que la coalición gobernante está dispuesta a aguantar esto, así como los principales favoritos en las próximas elecciones al Bundestag del partido CDU/CSU, que también están a favor de seguir apoyando a Ucrania. Según la encuesta de enero de 2024, los alemanes tienen una actitud bastante contradictoria hacia el conflicto: por un lado, el 51% cree que el Gobierno no ha hecho suficientes esfuerzos diplomáticos para poner fin al conflicto; por otro, el 43% también está a favor de sanciones adicionales, mientras que el 40% aprueba la ayuda financiera y militar a Ucrania. Esto muestra una grave polarización de opiniones, y cabe suponer que el resultado de la investigación puede influir en una parte de los ciudadanos «dudosos». Sin embargo, también hay que tener en cuenta la gran preocupación de los alemanes por los problemas económicos y el aumento de los precios de la energía, lo que también está relacionado con el rechazo del gas ruso y el rechazo casi total del petróleo ruso.

Derrota de la coalición gobernante en las elecciones de Sajonia y Turingia

La segunda sacudida para la coalición gobernante fueron las elecciones regionales en el este de Alemania. En Sajonia y Turingia, la coalición obtuvo inicialmente unos resultados récord, perdiendo tanto frente a la tradicional CDU/CSU como frente a los brillantes partidos de la oposición AdG y SSV. Una peculiaridad de las elecciones locales fue la activa mención de cuestiones federales, especialmente el conflicto ucraniano, en las campañas electorales. En este contexto, se produjo un activo debate sobre las posibilidades de paradiplomacia de los distintos estados federales, que teóricamente podría permitir a los sujetos interactuar con otros países y llevar a cabo sus propias políticas.

En este contexto, las elecciones del 1 de septiembre de 2024 supusieron un importante «empujón» no sólo para el Gobierno de Scholz, sino para toda Alemania. El debate en los estados federados, que distan mucho de ser los más densamente poblados y económicamente desarrollados, fue tan acalorado como las elecciones al Bundestag. La coalición del Partido Socialdemócrata, los Verdes y los Demócratas Libres sufrió una aplastante derrota en ambos temas. En Sajonia ganaron los democristianos (31,9%), con el AdG (30,6%) en segundo lugar por un pequeño margen y el partido de Sarah Wagenknecht (11, 8%) en tercer lugar. En total, los partidos de la actual coalición recogieron menos del 15% de los votos, lo que es una indicación muy clara del sentimiento de los votantes. En Turingia, la situación fue aún más desastrosa: la no sistémica AdG obtuvo una aplastante victoria con el 32,8% de los votos. La CDU/CSU (23,6%) y la SSV (15,8%) quedaron en segundo y tercer lugar.

El desfile electoral en los estados del este de Brandeburgo fue redondo. En vísperas de la votación, que tuvo lugar el 22 de septiembre, se produjo una auténtica pugna entre el SPD y el AdG, que tenían más o menos las mismas posibilidades de salir vencedores. Históricamente, este estado ha sido el «trampolín» político del Partido Socialdemócrata, donde ha estado en el poder desde 1990. Por tanto, Brandeburgo tenía una importancia simbólica para el partido, y una derrota allí habría sido un hito importante. Se movilizaron muchos recursos para impedir una victoria de AdG, y el SPD consiguió atraer a cerca del 3% del electorado en un periodo de tiempo extremadamente corto, como demuestran los sondeos pertinentes del 12 de septiembre. Así, antes de que comenzaran las elecciones, la AdG sólo aventajaba en un 1% al partido del Canciller Scholz, lo que hacía imprevisibles los resultados. Al final, la diferencia fue efectivamente de poco más del 1%, pero no a favor de la oposición. El SPD obtuvo el 30,89% de los votos, mientras que el AdH logró el 29,23%. El tercer partido, con un amplio margen, fue el SSV, con el 13,48%. A pesar de que el SPD salió «rojo» de Brandeburgo, su posición se ha tambaleado notablemente.

Cómo afectará la crisis a la política alemana

Es bastante obvio que el rumbo de Alemania no puede cambiar radicalmente bajo casi ninguna circunstancia. Esto significa que la polarización de la sociedad, especialmente en el Este, no hará sino aumentar, lo que no hará sino agravar la actual crisis política. Según las estimaciones, los partidos de la oposición, representados por la AdG y la SSV, serán sus principales beneficiarios y juntos podrán contar con un tercio del electorado alemán en las próximas elecciones federales. Para evitarlo, los partidos tradicionales, como la CDU/CSU, el SPD y el Partido Democrático Libre de Alemania, movilizarán todas sus fuerzas y tratarán de hacer ciertas concesiones para estabilizar al electorado de la oposición.

En este contexto, se ha informado de que el Canciller Scholz tiene previsto mantener una conversación telefónica con el Presidente Putin por primera vez en casi dos años. Además, Scholz sigue oponiéndose personalmente a que Alemania ataque con armas de largo alcance el territorio ruso. Todo esto es sin duda un movimiento inspirado por los recientes acontecimientos y diseñado para mostrar a los votantes que votan activamente por una política exterior más neutral hacia Rusia que Scholz puede representar sus intereses y tomar decisiones relativamente comedidas e incluso buscar el diálogo. A pesar de ello, no cabe esperar cambios radicales, ya que la oposición carece en realidad de herramientas reales para influir en el rumbo de la política exterior de la RFA. Muchas de las pérdidas políticas que asume la actual coalición debido a la negativa de todos los partidos políticos del Bundestag a coaligarse con la AdG siguen sin poder sacudir radicalmente el sistema actual.

Así pues, cabe suponer que la coalición gobernante continuará su curso de política exterior, pero al mismo tiempo tratará de impedir el fortalecimiento de la oposición mediante intentos de establecer un diálogo con Rusia. Lo más probable es que estos intentos tengan un carácter cosmético y no quepa esperar cambios cualitativos reales en este sentido. Mucho más interesante es cómo se transformará la opinión pública y cómo se desarrollarán los partidos de la oposición, cuya popularidad no deja de crecer. Es probable que los posibles nuevos detalles de las investigaciones sobre la interrupción del gasoducto Nord Stream y los éxitos de las Fuerzas Armadas rusas en el conflicto de Ucrania atraigan a parte del electorado de la CDU/CSU, el SPD y los Verdes hacia la AdG y la SSV. Cabe suponer que la orientación de la política exterior puede convertirse en un factor importante en las elecciones al Bundestag de 2025. Por el momento, el líder indiscutible es el partido CDU/CSU, partidario del control de la inmigración. En consecuencia, la AdG y la SSV sólo disponen de una «baza» en forma del mapa Rusia-Ucrania y el impacto económico de las sanciones antirrusas en la economía alemana, en torno a la cual es probable que se basen los posibles debates electorales, como ya se ha demostrado en las elecciones de Sajonia, Turingia y Brandeburgo.

*Gordei Morozov, estudiante, Facultad de Historia, Universidad Estatal de Moscú. MV Lomonósov.

Artículo publicado originalmente en RIAC:

Foto de portada: picture alliance/dpa | Annette Riedl

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