Estemos donde estemos, Fidel mensaje, Fidel ejemplo, Fidel reflexión, aparece para mostrarnos la herramienta, el criterio, la alternativa, para poder seguir combatiendo al imperialismo.
Los pueblos mantenemos su presencia, su discurso incansable y su mirada desafiante. Jamás su figura dejará de estar acompañándonos, seguirá participando en los debates, seguirá educando, seguirá arrancando sonrisa, canciones y poesías y estará entre nosotros ese día; el día de la definitiva independencia.
Fidel, hace 60 años nos decía «Nunca el poder revolucionario puede ser un poder burocrático, jamás» [1]
¿Por qué en las revoluciones hay que resolver los problemas con prontitud? Porque la revolución es un acontecimiento que no tiene esa cachaza que tienen… Los acontecimientos revolucionarios son acontecimientos donde todos los cambios ocurren vertiginosamente, y requieren, pues una actitud de rapidez también en el trabajo. ¿Y quién va a saber eso mejor que el sector bancario?
Este sector, es un sector que ha estado en el centro, se puede decir, de toda una serie de transformaciones de carácter económico y de carácter financiero. Cada una de esas transformaciones ha afectado, de alguna manera, al sector; ha implicado trabajos para el sector, ha requerido la participación del sector bancario. Cada una de las leyes revolucionarias importantes, de transformación económica y financiera, ha significado también cambios en las condiciones de trabajo del sector bancario. Y los errores de tipo administrativo que se cometen, o los apresuramientos en ese orden, han significado también cambios en las condiciones de trabajo del sector, y ha significado trabajo para los compañeros del sector.
Y el bancario, por ejemplo, ha sido uno de los sectores que se ha tenido que sacrificar por la Revolución; ha sido uno de los sectores que, con motivo de los cambios revolucionarios, ha tenido que trabajar más arduamente. En realidad, el sector bancario podía decirse, podía decir: “Bueno, ¿y la Revolución qué ha significado para mí?” Claro que la Revolución ha significado para todos, en todos los órdenes; pero también para algunos sectores ha significado mucho más trabajo. Y para el sector bancario la Revolución, con sus leyes, ha significado un gran cúmulo de trabajo; un gran cúmulo de trabajo que se debe —y en parte se hubiera podido evitar—, que en parte se debe, a la improvisación, y en parte se debe a la falta de previsión, y que en parte se debe a un mal que nosotros, en la Revolución, tenemos que combatir duramente, a un vicio que nosotros tenemos que erradicar de la Revolución. Y ese mal, o ese vicio —como quieran llamarle— es el método burocrático de trabajo.
El método burocrático significa el gobernar desde arriba; el método burocrático significa el decidir desde arriba; significa la ausencia de contacto entre el que administra, entre el que dirige, entre el que gobierna, y las masas. El contacto con la base, y el contacto con las masas, hace que las equivocaciones que pueda cometer un gobernante, o un funcionario administrativo, se reduzcan al mínimo. Y, además, es lo que hace que cuando una medida sea necesaria, imprescindible, esa medida, su necesidad, sea compartida exactamente igual por la masa, por los que trabajan, como por los que dirigen. Hay medidas que son innecesarias, que si hubiera contacto con las masas no se realizan.
Ya nosotros sabíamos que en los bancos había un exceso de trabajo, y habían llegado algunos informes a nosotros de que en los bancos se estaba trabajando una serie de horas, de tiempo extra; que había un exceso de trabajo en los bancos, que los bancos se habían sobrecargado como consecuencia de todas las nuevas funciones que los bancos habían asumido. Ya, incluso, estábamos tomando una serie de medidas para empezar a resolver ese problema. Pero fue la circunstancia de haber pasado nosotros el último viernes por un centro de trabajo, es decir, ya de retirada de nuestro trabajo, y encontrarnos que a la 1:00 de la mañana, en un banco, los trabajadores bancarios estaban todavía allí, un viernes, a la 1:00 de la mañana. Entonces nosotros sentimos curiosidad por conocer directamente cuál era la razón por la cual se había acumulado ese exceso tan grande de trabajo, y también para conocer la opinión de los trabajadores de aquel centro e informarnos más directamente del problema.
De la opinión de los trabajadores de ese centro, nosotros pudimos conocer toda una serie de medidas, que muchas veces sobrecargaban innecesariamente el trabajo, que muchas veces sobrecargaban injustamente el trabajo, que muchas veces sobrecargaban arbitrariamente el trabajo, sin que, posiblemente, los responsables de tales medidas, ni siquiera se dieran cuenta de cuáles eran las consecuencias de las disposiciones y de las resoluciones.
La situación que existía en los bancos nos vino a dar una idea de que, en este problema, como en otros problemas relacionados con este, nosotros hemos actuado mal; nosotros hemos actuado deficientemente. Habrá otros campos en que el resultado del esfuerzo haya sido un gran resultado y se haya abordado toda una serie de problemas con acierto, pero hay otros problemas en que nosotros hemos estado muy desacertados, y que el desacierto, en otros órdenes, ha contribuido a crear esa sobrecarga de trabajo que cayó sobre los bancos, tal como es el caso de la política nuestra con la plantilla suplementaria.
¿Qué ocurría? En muchos departamentos, en muchos departamentos, constantemente mandando personal para la plantilla suplementaria. Se suponía que había que mandar el personal con el presupuesto; ahora, el presupuesto sí lo mandaban, pero después, en el otro presupuesto, si traían gente nueva, pues pedían presupuesto para aquel personal.
La triste realidad es que teníamos 9 000 personas sin hacer nada en la plantilla suplementaria, y sin estarlas preparando para nada… Es decir que mientras nosotros estábamos mandando personas para la plantilla suplementaria, el trabajo en los bancos iba creciendo, y creciendo y creciendo. Entonces, en los bancos se iban acumulando todas las cuestiones.
¿Qué se hace la Ley de Reforma Urbana? Y pasa el cobro, y todo el trasiego de los cobros y los pagos para los bancos; una cantidad de trabajo abrumador. ¿Qué se reestructuran las funciones del Estado, el pago de los impuestos se va a dejar de pagar a la zona fiscal, se va a refundir en los bancos, es decir, en el aparato financiero del Estado, todas esas funciones? Y pasa para todos los bancos el cobro de los impuestos que antes se hacían en las zonas fiscales. ¿Qué la chapa? A pagarla también en los bancos. ¿Qué viene el cambio de moneda? Y se acumulan un montón de miles y decenas de miles de cuentas en el banco.
Entonces, ¿Qué hemos hecho nosotros? Les hemos ido acumulando a los bancos funciones, y funciones, y más funciones y más funciones, mientras por otro lado no hemos hecho absolutamente nada previsoramente para, en el orden del trabajo en cada uno de esos centros, crear las condiciones mediante las cuales los bancos hayan podido asumir todas esas funciones. Así que mientras por un lado hay disminución de personal, con motivo de las deserciones, por otro lado aumento infinito de funciones en los bancos.
Estaba muy bien, desde el punto de vista de las transformaciones que tienen que llevarse a cabo en nuestro país, toda una serie de cambios en virtud de los cuales han pasado a los bancos todas esas funciones. La cuestión, desde el punto de vista de las funciones, en lo fundamental no tiene nada de objetable; desde el punto de vista de los cambios estructurales, no tiene nada de objetable. Lo que sí tiene de objetable es que nosotros nos empachemos con una indigestión de transformaciones, y que sean transformaciones de tipo teórico, sean transformaciones de carácter burocrático.
Porque, cuando se va a hacer una medida determinada, es necesario estudiar las condiciones en medio de las cuales se va a implantar esa medida, y los requisitos para que esas medidas se lleven a vías de hecho, previsoramente, sobre todo cuando hay tiempo (…) ¿Y por qué no llamar siquiera un administrador de un banco, no consultar con los trabajadores, no consultar con el sindicato, con la representación de los trabajadores? Y entonces, ¿Cómo se puede calificar tal orden, tal método de trabajo cómo se puede calificar? Es sencillamente un método de trabajo burocrático, es sencillamente eso; no hay que darle más vueltas.
Ese es el problema de la confusión de ideas que tiene alguna gente. ¿Quién les ha dicho a ellos, a los que opinen que esos son métodos adecuados, que esos sean métodos socialistas? Esos métodos son feudalistas, y si no feudalistas son por lo menos burgueses, de alta burguesía, métodos de superintendente de banco yanki. ¡Qué!: ¿Es la época en que cada superintendente de banco hacía lo que le daba la real gana? No señor. ¿La época en que cada superintendente resolvía el problema sin tomar en cuenta para nada a los trabajadores? No señor. ¡Ese jamás será un método socialista!, ¡ese jamás será un método revolucionario!
Si cada una de estas disposiciones se hubieran discutido con el sindicato, se hubieran ahorrado el 95% de los desaguisados que se han cometido. ¿Qué mejor prueba se quiere de la importancia de la representación de los trabajadores, y del papel de los trabajadores? Y nosotros entendíamos que el sindicato también tenía culpas; entendíamos que tenía culpas, porque si el sindicato no es el que da la voz de alerta sobre todo eso, entonces, ¿Quién lo va a hacer?
Así que, lo mismo a través del aparato sindical, que, a través del aparato político, debe llegar a la dirección de la Revolución y del gobierno, todo problema que exista en cualquier sitio. Cuando hay cualquier problema en cualquier lugar, y no llega a los organismos responsables de resolver los problemas, es que algo anda mal; o anda mal la organización obrera, o anda mal el núcleo revolucionario. Porque tenemos que tener siempre la atención puesta en todos los problemas, y tenemos que registrar, sensiblemente, todas las cuestiones. Y las cuestiones que no podamos resolver, que no esté al alcance de nuestras manos resolverlas, hacerlas llegar al alcance de los organismos que deben resolver esas cuestiones.
Y esos son los vehículos que tienen los trabajadores para actuar, para participar, para resolver. Que no se concibe el poder revolucionario sino como un poder que es representación, voz y brazo de las masas trabajadoras. Y esa es la concepción verdadera que hay que tener. Hay que tener en cuenta que el poder revolucionario es representación de esa masa, y que los sentimientos, las ideas, los intereses de esa masa, las preocupaciones y las iniciativas de esa masa, deben llegar —a través de todos los canales posibles— a la dirección de la Revolución.
Es muy importante que estos conceptos se aclaren, porque nunca el poder revolucionario puede ser un poder burocrático, jamás. Nunca el poder revolucionario puede distanciarse de las masas. El poder revolucionario debe estar, siempre, en constante contacto con las masas.
Hay otro problema que es importante en los funcionarios del gobierno, que se lo acaben de aprender, y es la necesidad de coordinar, la necesidad de consultar. Es indiscutible que en una etapa revolucionaria debe haber un cierto grado de centralización —porque no es lo mismo soportar la equivocación de uno que soportar la equivocación de diez— y debe haber uno… ¡Qué es eso de estar dictando órdenes a diestro y siniestro, cualquier departamento, que afectan a los bancos! ¡Pues no señor! ¡No se debe dictar en ningún banco ninguna resolución, si no es consultada con la dirección del banco!, y además, esa resolución no se debe ejecutar si no se han tomado en cuenta las condiciones del centro de trabajo, si no han discutido también con los compañeros que representan a los obreros de ese centro de trabajo.
Con eso nos evitaremos que se dicten resoluciones por cualquier funcionario, sin que lo sepa, ni siquiera, la dirección del banco, y nos evitaremos que se dicten resoluciones por métodos burocráticos, sin tener en cuenta para nada las condiciones en las cuales se van a ejecutar esas disposiciones. Y así se habrían ahorrado muchos de los problemas en los bancos, porque cualquier trabajador bancario habría dicho: “Ese cambio no se puede hacer, porque ese cambio origina una serie de trastornos. Ese cambio hay que avisarlo con tanto tiempo” y se les ahorra a los trabajadores un disgusto, se les ahorra a los trabajadores un sacrificio inútil, un sacrificio innecesario. Porque nosotros comprendemos perfectamente bien que cuando cualquier trabajador sabe que lo que está haciendo es útil y es necesario, se siente mil veces satisfecho de las horas que tenga que estar trabajando, y que, en cambio, las horas más amargas de trabajo, son aquellas horas en que se tiene la sensación de que está haciendo una cosa inútil, o un sacrificio innecesario.
Me acuerdo de que, en una novela seria, leíamos nosotros sobre los métodos de tortura y de castigo que tenían en una cárcel, y que, uno de los métodos consistía en poner a un grupo de personas a cargar arena de aquí para otro lado, y cuando ya se había formado el bulto de arena allí, cambiarlo de allí para acá, y así sucesivamente. Aquel era un trabajo, pero, ¿Qué era lo horrible de aquel trabajo?: La idea de que se estaba realizando un trabajo innecesario. No hay cosa más estimulante que el trabajo útil, que el trabajo que es necesario, que el trabajo que vale la pena realizar. No hay cosa más angustiosa que el trabajo innecesario, el sacrificio innecesario.
Nadie tiene derecho a esa desconsideración; nadie tiene derecho a esos actos arbitrarios, sencillamente. Ahora esos actos arbitrarios no se pueden cometer cuando se utilizan métodos revolucionarios. Es muy difícil que quien use métodos revolucionarios pueda cometer una arbitrariedad. Es posible que pueda haber una decisión dura, difícil, pero cualquier trabajo, cualquier esfuerzo que se exija, plenamente justificado, siempre encontrará apoyo, siempre encontrará entusiasmo para realizarlo, siempre tendrá una explicación que todo el mundo comprenderá.
Y eso es lo difícil en una revolución. En la revolución es difícil que las ideas de cada uno de los que tienen funciones que desarrollar, se comprendan perfectamente bien, para que no se vaya de un extremo a otro, para que no se caiga, ni en la arbitrariedad, ni tampoco en la indisciplina, ni tampoco en la anarquía. Y estas son las cosas que, tanto los administradores, compañeros que desempeñan funciones de dirección, como los trabajadores, deben comprender. Que al apartarse de un mal no se vaya a caer en otro peor, y que se sepa comprender la función que a cada cual le corresponde.
De manera que lo que vaya quedando cada vez más en nuestro país, sea lo mejor, lo más honesto, lo más limpio, lo más trabajador…
Notas:
Fuente: http://www.cubadebate.cu/
Referencia:
[1] Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la reunión con los empleados del sector bancario, efectuada en el Teatro Payret, el 2 de octubre de 1961.