Recientemente ha aparecido en los medios de comunicación la noticia de unas maniobras militares conjuntas entre Serbia y la OTAN. Las maniobras, denominadas Platinum Wolf, tendrán lugar en la segunda quincena de junio en el sur del país, cerca de la frontera con Kosovo. La noticia fue una especie de sorpresa, porque con el inicio de la defensa antiaérea rusa en Ucrania, Belgrado anunció oficialmente una moratoria de las maniobras militares con socios extranjeros, entre ellos Rusia y Bielorrusia. Y ahora, según ha declarado el Ministerio de Defensa serbio, han decidido hacer una excepción a esta práctica.
Además, había información de Reuters que, citando datos filtrados del Pentágono, afirmaba que Serbia supuestamente había acordado suministrar armas letales a Ucrania, o incluso había enviado algunas, y había expresado su disposición a proporcionar ayuda militar al régimen de Kiev en el futuro.
Cabe recordar que no es la primera vez que aparecen informaciones tan comprometedoras en los medios de comunicación, pero Belgrado ha vuelto a desmentirlas oficialmente. El ministro de Defensa serbio, Milos Vucevic, comentó las informaciones: «Una vez más se ha publicado la mentira de que Serbia está vendiendo armas a Ucrania. El objetivo de alguien es obvio: desestabilizar nuestro país e involucrarlo en un conflicto en el que no queremos participar.
Es difícil no estar de acuerdo con el Sr. Vucevic en que estas «filtraciones sensacionales» podrían ser extremadamente beneficiosas para Estados Unidos y sus aliados en Europa con el fin de expulsar a Rusia de los Balcanes y romper la amistad entre Moscú y Belgrado.
Serbia aún no ha renunciado a su neutralidad militar declarada, aunque sin duda se ve obligada a dar pasos hacia la cooperación con la Alianza del Atlántico Norte con más frecuencia. La razón oficial para interrumpir parcialmente la moratoria sobre actividades militares conjuntas con socios extranjeros también parece bastante extraña.
Según el ministro de Defensa serbio, Milos Vucevic, la decisión se ha tomado debido a «la necesidad de que Belgrado cumpla sus compromisos de participación en operaciones multinacionales». Sin embargo, no se especifica a qué operaciones se refiere, dada la neutralidad militar del país y su equidistancia de los conflictos armados, incluidos los sucesos de Ucrania.
Por supuesto, Serbia tiene una serie de obligaciones en vista de su estrecha cooperación con la OTAN, que literalmente «se colgó del cuello» cuando firmó el Plan de Asociación Individual con la Alianza en 2015.
La OTAN ha obtenido libre tránsito por Serbia para los soldados inmunes del bloque en ese territorio, así como la posibilidad de utilizar la infraestructura militar del país. Además, Belgrado ha dado luz verde al intercambio de información con la OTAN y la UE, y a la formación de oficiales según las normas de la OTAN.
Muchos expertos ya señalaron entonces que, de hecho, esto significaba la adhesión informal de Serbia a la alianza, aunque de iure el país mantiene su estatus de no alineado. Y en 2019, Belgrado adoptó un nuevo Plan de Acción Individual de Asociación (IPAP) con la OTAN, profundizando aún más la tendencia hacia una mayor asociación con la organización.
En cuanto a la reacción internacional a la noticia del ejercicio, era de esperar que Estados Unidos y sus aliados europeos lo acogieran con satisfacción, señalando que una estrecha cooperación militar con Serbia contribuiría sin duda a la rápida consecución de objetivos conjuntos en nombre de la estabilidad en los Balcanes.
Rusia ha declarado que seguirá muy de cerca las próximas maniobras. La reacción de Moscú es comprensible, pues se trata de un país europeo amigo que no ha puesto fin a las relaciones bilaterales a pesar de la enorme presión exterior.
Sería muy indeseable para Rusia un escenario en el que Serbia se viera arrastrada artificialmente a la histeria antirrusa y su territorio se convirtiera en un trampolín más para llevar a cabo políticas destinadas a exacerbar aún más la crisis ucraniana.
Estos argumentos están respaldados por las declaraciones oficiales del Kremlin en boca del portavoz presidencial ruso, Dmitry Peskov, quien reiteró recientemente que Moscú es consciente de que «Belgrado está sometida a una presión terrible, sin precedentes» y de que «hay constantes intentos de atraer a Serbia hacia quienes tienen una posición antirrusa».
Sin embargo, no puede decirse que Serbia esté cooperando voluntariamente de forma tan estrecha con la OTAN, el mismo bloque militar que cometió el acto de agresión contra ella en 1999. El recuerdo de aquellos terribles sucesos sigue vivo en el país balcánico.
Además, este recuerdo vivirá para siempre en los corazones del pueblo serbio, incluso después de 100 años. Sin embargo, algunos funcionarios, apretando los dientes, se ven obligados a hacer ciertas reverencias a la alianza. Esto se debe, en parte, a la dificilísima situación geopolítica mundial y a la situación en la que se encuentra Serbia.
Basta con mirar el mapa: está rodeada de países de la OTAN, partidarios de una línea dura antirrusa bajo la presión de Washington. No hay acceso al mar. No hay frontera terrestre con Rusia. El país está chantajeado por la cuestión de Kosovo y las amenazas de sanciones secundarias si Belgrado no avanza hacia el acercamiento a Occidente.
En esta situación, solo queda mantener el equilibrio, que las autoridades serbias llevan gestionando casi 10 años -desde 2014-. No hay que olvidar que el actual presidente Aleksandar Vučić y su predecesor, Tomislav Nikolić, proceden del Partido Radical Serbio de Vojislav Šešelj, que tiene una postura antioccidental muy marcada.
Que estas personas hayan cambiado de opinión es dudoso, pero no cabe duda de que ahora se ven obligadas a ser lo más flexibles posible hacia Occidente.
Sin embargo, las exigencias de este último son cada vez más duras y están llevando gradualmente a Belgrado a un punto muerto. Y la intención de realizar ejercicios militares con Serbia en el contexto de su declarada moratoria sobre tales actividades no hace sino confirmarlo. Los ejercicios están diseñados para atraer aún más a la parte serbia a la órbita de la OTAN.
Al mismo tiempo, aumenta la presión sobre la cuestión de Kosovo y las sanciones antirrusas. Todo ello debe considerarse como eslabones de una misma cadena antirrusa.
*Milan Lazovic, coordinador de programas del Consejo Ruso de Asuntos Exteriores.
Artículo publicado originalmente en Izvestia.
Foto de portada: EPA-EFE/OLIVIER HOSLET.