Por Guadi Calvo*–
Mientras los más interesados en apagar los fuegos, Rusia, Alemania y Francia, que Estados Unidos encendió en la frontera ruso-ucraniana, el propio presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que si bien a comienzos del recalentamiento de la crisis, parecía muy de acuerdo con las políticas de provocación del Pentágono, ahora, cuando cada hora comienza ser crucial, Zelenski, desesperando hace señales a su jefe Joe Biden, para que detenga la escalada, ya que al parecer ha entendió que su país se convertiría en el anfitrión principal de una guerra, con consecuencias imprevisibles para la humanidad, no importa cuán lejos se viva de Kiev.
Por su parte Vladimir Putin, el presidente ruso, principal arquitecto del resurgir de su país, después del tenebroso periodo que le tocó vivir tras la disolución de la Unión Soviética, parece dispuesto a hacerle entender a los Estados Unidos, que no es la única voz que suena en el mundo y tal como ha mantenido sus principios en la cuestión de Siria, Ucrania, Bielorrusia o Kazajistán, parece dispuesto a contener el reingreso de Washington a África, continente al que prácticamente, los norteamericanos, había olvidado, tras fracasos como en Somalia, concentraron sus acciones en Afganistán, Irak y Siria, ya que incluso en una cuestión tan delicada como fue la invasión a Libia, dejó a cargo de la tarea a Francia, como lo ha hecho con Yemen delegando la faena a los Sauditas.
Occidente parece estar descubriendo que los ropajes democráticos con los que intentó cubrir al continente africano, después de su largo interregno de saqueo imperial, eran de pésima calidad, ya que esas democracias han quedado al desnudo, mostrando la peor combinación que puede tener cualquier gobierno: Corrupción y servilismo a cualquier precio con el poder extranjero. Lo que ha dejado como consecuencia, la cada vez más angustiante situación de los pueblos de esas naciones, quienes se registran en su gran mayoría entre los países más pobres del mundo, se lea la estadística que se lean. Mientras que las ubérrimas riquezas del continente han hecho inmensamente ricas a sus ex metrópolis y a muchos de sus ciudadanos.
En casi todos, por no decir exactamente en todos, los países del continente, tras los procesos independentistas que ya cumplen sesenta años, solo se ha profundizado la pobreza y perpetuar el saqueo perpetrado por sus gobiernos, ahora asociado a empresas que reportan a las viejas metrópolis: París, Londres, Bruselas y obviamente a Washington, como potencia regente, quien se lleva la parte del león del perdurable saqueo a África.
Esta situación parece haber comenzado, muy despaciosamente, a revertirse en algunos países donde jóvenes coroneles, han promovido, no sólo cambios de gobiernos, como ha sucedido en centenares de oportunidades en el continente, sino un esperanzador cambio de paradigma, como de alguna manera lo hicieron en su momento el egipcio Gamal Abdel Nasser, Thomas Sankara en Burkina Faso o Muammar Gaddafi, en Libia, entre otros intentos revolucionarios ahogados en su propia sangre por occidente y sus lacayos locales.
En este tiempo tan confuso y multipolar en la franja del Sahel, parece estar abriéndose una nueva oportunidad en la que, quizás se puedan sumar otras regiones del continente.
En lo que la gran prensa internacional ha dado en llamar: “el cinturón golpista de África”, para describir el área donde en el último año y medio se produjeron tres asonadas militares que terminaron con los gobiernos “democráticamente” elegidos por occidente, como es Malí, Guinea-Conakry y Burkina Faso (Ver: Burkina Faso: ¿Más coroneles para África?), revirtiendo “los logros democráticos” obtenidos la región. Cómo si los gobiernos derrocados hubieran tenido la identidad de la democracia sueca y no la impronta diseñada por las potencias coloniales para poder seguir dirigiendo esas naciones solo con un embajador y algunos gerentes de sus propias multinacionales.
Las potencias occidentales regentes en África, se sienten ahora amenazadas por la cada vez más amplia presencia de grupos de empresas de seguridad privadas, no vinculadas al Pentágono, sino a Moscú.
Los medios occidentales dan por hecho que el dueño del Grupo Wagner, Dimitri Utkin, un ex teniente coronel y comandante de brigada de las poderosas fuerzas especiales rusas Spetsnaz (GRU), es un “testaferro” del presidente Putin, para que el ejército ruso pueda operar más allá de sus fronteras de manera solapada. Cómo ya ha actuado y con éxito en Siria, Libia, República Centroafricana, por lo que acaba de ser llamado por la junta de coroneles de Mali, lo que se cree harán los coroneles que acaban de dar el golpe en Burkina Faso, para que colaboren en la lucha contra los grupos vinculados a al-Qaeda y el Daesh. En la que tanto Francia, los Estados Unidos y otros países miembros de la OTAN, están fracasando de una manera tan rotunda, que deja mucho lugar para sospechar que nunca ha existido una verdadera voluntad de vencerlos y de alguna manera la estrategia es mantenerlos con vida, para utilizarlos cuando sea necesario, como bien puede producirse ahora. Por ejemplo, en Mali, donde el pasado día 31, el Gobierno de transición, ha expulsado al embajador francés Joër Meyer, después que París, calificó de “ilegítimo”, al gobierno de Bamako. Cuestión que no ha hecho con los responsables del golpe en Chad, encabezado por el general Mahamat Idriss Déby, hijo del fallecido presidente Idriss Déby, un eterno déspota asociado a Francia.
La actual situación, tanto en Mali como Burkina Faso, parece estar beneficiando las políticas del Kremlin, para impedir un reingreso cómodo de los Estados Unidos a África, replicando, con sus diferencias, un panorama similar al de Ucrania.
Un nuevo intento de golpe, una vieja razón.
Para Europa las noticias provenientes de sus ex colonias africanas no dejan de ser preocupantes ya que el pasado día dos de febrero, un nuevo conato de golpe se registró en Guinea-Bissau, la nación más pobre de África Occidental y una de los más inestables del continente, independizada de Portugal en 1973, con apenas dos millones de habitantes, ya cuenta con cuatro golpes militares desde su independencia, entre los que se incluye la muerte del presidente Joao Bernardo Vieira en 2009, el último en 2012, fue dado en medio de un proceso electoral.
Durante la tarde del martes, en Bissau, la capital del país, se comenzaron a detectar movimientos de hombres armados en torno a varios edificios gubernamentales, según se especula, para localizar y detener al presidente Umaro Sissoco Embalo, ex general de y Primer Ministro reunido con su gabinete, que finalmente logró sobrevivir a un ataque armado, que se habría extendió por cinco horas.
El levantamiento, que habría dejado once muertos, según fuentes del gobierno, que no informaron si los seis soldados que murieron en las refriegas eran rebeldes o leales a Embalo. Si bien el gobierno ha intentado dar una fachada de estabilidad permitiendo, por ejemplo, la apertura de bancos y comercios, las calles de la ciudad estaban patrulladas por contingentes militares, que incluso levantaron vallas y bloquearon el acceso al complejo gubernamental que habría sido el centro del ataque.
Se ha informado que se creó una comisión investigadora, para establecer las dimensiones de la red golpista, mientras que la inteligencia militar había iniciado el seguimiento de algunos sospechosos, obviamente sin identificar.
Según algunos analistas el frustrado golpe podría tener varios orígenes, uno podría ser que tras las recientes amenazas del presidente de terminar con la corrupción, generada particularmente por el narcotráfico algún sector se haya sentido amenazado. Ya que desde Guinea-Bissau, se articula mucho del tráfico de drogas que tras arribar a sus costas desde America del sur, sigue camino a Europa por diferentes rutas, lo que sin duda ha generado una estructura delincuencial cercana al poder. La Administración para el Control de Drogas (DEA) estadounidense, ha puesto una recompensa de cinco millones de dólares por la cabeza del general Antonio Indjai, líder de varios golpes de estado, uno de los principales aliados del presidente Embalo
Otras versiones señalan la posibilidad de un autogolpe, con que el presidente intentó desembozar a sus enemigos, enquistados en su gobierno, incluso su primer ministro, Nuno Gomes Nabiam.
Las variantes del intento golpista, que no será último, pueden ser muchas más ya que la legalidad del actual presidencial es más que discutible. Embalo se autoproclamó ganador de las elecciones del 2020, tras una muy reñida disputa con Domingos Simoes Pereira. Lo que obligó al Tribunal Supremo a exigir un recuento de votos, lo que finalmente nunca se realizó, ya que el actual presidente también militar, contó con el apoyo de un importante sector del Ejército, por lo que se espera que si no se descubre pronto quienes verdaderamente están detrás del golpe, lo intenten nuevamente, y entonces conoceremos, si es los rebeldes intentan seguir los pasos de sus colegas de Mali y Burkina Faso, o solo será un cambio de figuras.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.