Asia

Rusia y la séptima cumbre sobre Afganistán: estabilidad frente al caos occidental

Por PIA Global*- La VII reunión del formato de consultas de Moscú sobre Afganistán se ha convertido en una plataforma central para reafirmar el papel de Rusia y China como garantes de la estabilidad en Asia Central, frente a las políticas de desestabilización promovidas históricamente por Washington y Londres.

En un contexto regional marcado por la fragilidad heredada de la ocupación occidental y las amenazas terroristas latentes, Moscú busca consolidar un consenso regional que asegure un Afganistán soberano, neutral y estable, libre de cualquier injerencia extranjera.

El mensaje de Moscú: Afganistán no debe volver a ser un tablero geopolítico

Durante la inauguración de la cumbre, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, fue categórico:

“Confirmamos la inadmisibilidad categórica del despliegue de la infraestructura militar de terceros países en el territorio de Afganistán, así como en el territorio de los Estados vecinos bajo cualquier pretexto.”

Lavrov advirtió que la presencia de fuerzas extranjeras —en clara alusión a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN— “puede llevar a la desestabilización y nuevos conflictos”. Estas palabras resumen el núcleo de la política rusa hacia Afganistán: impedir que vuelva a convertirse en un campo de batalla por poderes, un laboratorio del caos como lo fue durante la ocupación estadounidense.

El canciller ruso subrayó además que la estabilidad de Afganistán no es solo una cuestión nacional, sino un requisito para la seguridad de toda Asia Central. Para Moscú, garantizar la paz en la región implica integrar plenamente a Kabul en los procesos políticos y económicos de su entorno, vinculándolo a plataformas multilaterales como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y a proyectos de infraestructura y energía liderados por Rusia y China.

Kabul reafirma su soberanía: “No habrá bases extranjeras en nuestro territorio”

El ministro de Asuntos Exteriores de Afganistán, Amir Jan Muttaqi, coincidió plenamente con la posición rusa y expresó que su gobierno no permitirá el establecimiento de bases militares extranjeras, incluyendo la emblemática base aérea de Bagram, símbolo de la ocupación estadounidense.

El enviado especial ruso para Afganistán, Zamir Kabúlov, confirmó esta postura y destacó que Rusia no contempla ni contempla establecer bases militares en el país, rechazando así cualquier interpretación que busque presentar la cooperación entre Moscú y Kabul como una forma de ocupación encubierta.

“Rusia no tiene tales planes ni intenciones”, afirmó Kabúlov.

Estas declaraciones reafirman la voluntad conjunta de ambos países de mantener un Afganistán soberano y sin injerencia extranjera, en contraposición al modelo impuesto por Estados Unidos durante más de dos décadas, que dejó tras de sí una nación devastada, dependiente y sin cohesión interna.

China y Rusia: estabilizadores naturales de Asia Central

La diplomacia coordinada entre Rusia y China ha sido esencial para contener los efectos de la retirada estadounidense de Afganistán y evitar un vacío de poder que pudiera ser explotado por grupos extremistas o por intereses occidentales. Beijing, a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), y Moscú, mediante la OCS y su influencia militar y diplomática, impulsan la integración de Afganistán en proyectos de reconstrucción regional.

China ha demostrado interés en proyectos de minería, conectividad y energía que podrían convertir a Afganistán en un nodo estratégico entre Asia Central y el sur de Asia. Rusia, por su parte, busca reforzar la cooperación en materia de seguridad, inteligencia y lucha antiterrorista, evitando que el extremismo se propague hacia Tayikistán, Uzbekistán o Kirguistán.

Ambas potencias entienden que la estabilidad de Afganistán es la piedra angular para la seguridad euroasiática. Un Afganistán neutral, económicamente viable y políticamente integrado garantiza la protección del corredor energético del Caspio y fortalece el eje Moscú–Pekín en su objetivo común: consolidar un orden multipolar basado en la soberanía y la cooperación, no en la dominación y el caos.

Washington y Londres: arquitectos del desorden

La advertencia de Lavrov no es retórica. Estados Unidos y el Reino Unido continúan intentando reinsertarse en la región mediante la cooptación de gobiernos vecinos y la instalación encubierta de infraestructura militar bajo pretextos humanitarios o antiterroristas. Detrás de estas maniobras se encuentra el viejo objetivo geoestratégico de impedir la consolidación del bloque euroasiático liderado por Rusia y China.

El propio Lavrov recordó que las bases militares extranjeras no traen estabilidad, sino conflictos, mientras que Donald Trump llegó a amenazar a las autoridades afganas con “cosas malas” si no cedían el control de la base aérea de Bagram a Washington, incluso después de la retirada formal de sus tropas. Ese episodio reveló la persistente intención estadounidense de mantener su pie militar en el corazón de Asia Central, aun cuando su presencia ha sido la principal fuente de inestabilidad.

Afganistán, pieza clave en el nuevo orden euroasiático

La séptima cumbre del formato de Moscú confirma que el destino de Afganistán ya no se decide en Washington, sino en Eurasia. La cooperación entre Moscú, Pekín y Kabul representa un cambio de paradigma: Afganistán deja de ser una periferia del caos para convertirse en un puente de integración regional.

Lavrov lo sintetizó con claridad:

“Garantizar la seguridad de la región y su bienestar supone la inclusión de Kabul en los procesos políticos y económicos conjuntos.”

Esa inclusión, respaldada por la OCS y el BRICS+, será clave para neutralizar cualquier intento de recolonización militar o financiera. Afganistán, tras décadas de guerras impuestas, comienza a vislumbrar un nuevo papel en la arquitectura multipolar, donde la cooperación sustituye a la ocupación.

La séptima cumbre Rusia-Afganistán no solo reafirma una alianza estratégica, sino también una visión de futuro para Asia Central. Mientras el eje euroasiático consolida su influencia con base en el respeto a la soberanía, Occidente observa impotente el derrumbe de su hegemonía, sostenida durante décadas por el uso del caos como herramienta de control.

Afganistán se convierte, así, en un símbolo de la transición global: de la guerra impuesta al desarrollo compartido, del tutelaje occidental a la cooperación soberana entre pueblos.

*Foto de la portada: RIA NOVOSTI

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