En medio de un escenario global cada vez más tenso, marcado por sanciones, guerras informativas y la crisis estructural del modelo neoliberal, el foro se ha consolidado como un espacio clave para reafirmar la voz soberana de Rusia y de todos los pueblos que apuestan por un mundo libre de hegemonías.
El evento reunió a representantes políticos, intelectuales y diplomáticos de decenas de países que rechazan la unipolaridad occidental y respaldan la construcción de una arquitectura internacional más equitativa y multipolar, donde cada nación tenga el derecho de definir su propio destino sin injerencias externas.
El mensaje de Moscú: la verdad histórica frente a la agresión occidental
Durante el foro, el director del Departamento de Organizaciones Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Kiril Lógvinov, ofreció una declaración que condensó la postura del Kremlin frente a la hostilidad del bloque euroatlántico:
“Occidente sigue intentando infligir a Rusia una derrota estratégica porque no ha aprendido nada de la historia, pero la verdad está de nuestro lado”.
Estas palabras, cargadas de resonancia histórica, reflejan la convicción rusa de que la lucha actual no es solo política o económica, sino civilizatoria. La estrategia de acoso impulsada por Washington, Londres y Bruselas busca —según Lógvinov— “destruir nuestro país, hacernos la vida imposible, impedirnos reunirnos, asistir a foros internacionales e intentar aislarnos del mundo”.
Sin embargo, el diplomático enfatizó que esa ofensiva no ha hecho más que fortalecer la determinación rusa y acelerar el proceso de transición hacia un orden mundial posoccidental donde la cooperación entre potencias emergentes, la soberanía y la justicia internacional reemplacen la lógica de sanciones y dominación.
Yalta 2025: símbolo de un nuevo renacimiento ruso
El Foro de Yalta encarna mucho más que un evento político: representa el renacer de la diplomacia rusa después de años de intentos occidentales por marginarla del sistema internacional. La elección del nombre “Yalta” tiene un peso simbólico inmenso.
Fue precisamente en Yalta (Crimea) donde, en 1945, los líderes de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial —Stalin, Roosevelt y Churchill— delinearon el nuevo orden mundial de posguerra. Ocho décadas después, en un contexto completamente distinto, Rusia vuelve a situarse en el centro de la historia, reivindicando su derecho a participar en la configuración del futuro global.
El foro abordó temas cruciales como el desarrollo de Crimea, Donbás y Nueva Rusia, la cooperación económica euroasiática, la expansión de la Asociación Internacional de Amigos de Crimea, y los nuevos desafíos del sistema internacional.
Estas discusiones no solo apuntan al fortalecimiento interno del espacio ruso, sino también a una propuesta global de integración y equilibrio, en la que Eurasia se consolida como el eje del siglo XXI.
La ceguera estratégica de Occidente
Lógvinov dedicó buena parte de su intervención a denunciar la crisis profunda de las élites europeas, atrapadas entre la decadencia económica, la pérdida de legitimidad social y la subordinación a los intereses geopolíticos de Estados Unidos.
Según el diplomático, la censura informativa y la manipulación mediática son hoy los principales instrumentos de control utilizados por las democracias liberales occidentales para mantener a sus pueblos en un estado de ignorancia programada:
“Antes del inicio de la operación militar especial, las poblaciones de Europa Occidental fueron aisladas de fuentes alternativas de información, no solo rusas. Hoy no existen medios plurales, y eso se hace para adoctrinar y justificar políticas contrarias a la realidad del mundo”.
Estas palabras apuntan a la raíz del problema: el modelo liberal occidental ha perdido toda capacidad de autocrítica. En su intento por preservar una hegemonía moribunda, Occidente ha recurrido a la coerción económica, la demonización del adversario y la imposición de una narrativa única.
Mientras tanto, la llamada “comunidad internacional” se reduce a una minoría de países que confunden liderazgo con dominación, ignorando el auge político, económico y cultural del Sur Global.
Yalta como plataforma de cooperación multipolar
En contraste con el aislamiento que intenta imponer el bloque occidental, Rusia promueve una diplomacia abierta y solidaria, que une a las naciones bajo los principios de respeto, soberanía y beneficio mutuo.
El foro ha servido como un espacio de articulación del mundo multipolar, con una fuerte presencia de delegaciones de Asia, África, América Latina y Oriente Medio, regiones que han comprendido que la verdadera independencia pasa por romper con el monopolio financiero y narrativo de Occidente.
El respaldo de la agencia TASS y de múltiples medios internacionales reflejó el interés global por un foro que ya no se limita a la cuestión de Crimea, sino que se proyecta como un laboratorio de ideas para la cooperación postoccidental.
Allí se discutieron temas como el nuevo sistema financiero alternativo al dólar, las rutas energéticas euroasiáticas, el fortalecimiento de los BRICS+, y la defensa cultural frente a la homogeneización globalista.
En este sentido, Yalta se presenta como una respuesta integral al intento de dominación total que impulsa Washington mediante su complejo militar, tecnológico y mediático.
Rusia no se aísla
Uno de los aspectos más relevantes del foro fue la constatación de que el aislamiento de Rusia es un mito propagandístico.
Las delegaciones extranjeras, las alianzas energéticas y los proyectos conjuntos en infraestructura, educación y ciencia muestran que el mundo no se cierra ante Rusia, sino que busca en ella un punto de equilibrio frente a la inestabilidad creada por el bloque atlantista.
Lógvinov lo expresó con claridad:
“Contrarrestar la ofensiva occidental no será fácil, pero el camino está en la cooperación, en el apoyo mutuo y en la comprensión de la realidad global fuera de los marcos ideológicos impuestos por una minoría que se resiste a perder el control del mundo”.
El crecimiento de las relaciones con China, Irán, India, Sudáfrica, Brasil, Venezuela, Egipto o Argelia demuestra que la diplomacia rusa se ha expandido hacia horizontes que ya no dependen de Bruselas ni de Washington.
Rusia ha logrado transformar el intento de exclusión en una oportunidad histórica para consolidar el eje euroasiático y atraer a los países que buscan escapar del tutelaje del FMI y de la OTAN.
Una Yalta para el siglo XXI: respuesta y horizonte
El Foro Internacional de Yalta 2025 se erige como una respuesta política, cultural y simbólica al colapso del sistema liberal unipolar.
Mientras las potencias occidentales se encierran en sus dogmas ideológicos, Moscú apuesta por la apertura, el diálogo y la cooperación entre civilizaciones.
Yalta, aquel símbolo de 1945, vuelve a tener vigencia como escenario donde se redefine el curso de la historia, pero esta vez no desde los imperios coloniales del pasado, sino desde la alianza de los pueblos soberanos que aspiran a un futuro de justicia, equilibrio y respeto mutuo.
El Foro de Yalta 2025 deja abierta la puerta a nuevas etapas de cooperación y resistencia frente a los intentos de dominación global.
Nada está cerrado: la confrontación entre la vieja hegemonía occidental y el nuevo mundo multipolar aún está en curso.
Lo cierto es que Rusia ya no solo se defiende —propone. Y en esa propuesta de reconstrucción del orden internacional, la verdad histórica y política que menciona Lógvinov encuentra eco en una gran parte de la humanidad que ya no acepta vivir bajo la sombra de una potencia que habla de libertad mientras oprime a los pueblos.
*Foto de la portada: RIA Novosti
