Esa parafernalia mediática occidental pretendió presentar la impactante ceremonia como un revivir del milenario imperio. En efecto, todo aparentó ser una especie de entronización del zar. Pero eso es en apariencia. La propia Iglesia Ortodoxa, que bendijo luego de la inauguración al nuevo-viejo presidente, descalificó cualquier similitud con las antiguas entronizaciones zaristas. Hay que reconocer el eterno papel de la Iglesia Ortodoxa, siempre al frente, desde tiempos inmemoriales en la vapuleada historia de este país, de todas las manifestaciones nacionales y las campañas en defensa de Rusia. Por supuesto que ella debía estar presente y bendecir el nuevo período presidencial en momentos en que el país se enfrenta, una vez más, a la múltiple agresión internacional (los mongoles siglo XII, los suecos siglo XIV, Napoleón, 14 países interviniendo contra la revolución bolchevique en 1918, Hitler…). Esta vez a cargo del obsoleto poder unipolar, al que podemos caracterizar como el bloque euroatlántico.
Por otra parte, los 2.600 asistentes a la ceremonia hoy en las impresionantes Salas de San Andrés y de San Jorge del Palacio del Kremlin, constituyen la nueva elite política, económica, social y cultural rusa. Una elite absolutamente caracterizada por su desempeño en la consolidación nacional. En realidad, como ya lo dije con anterioridad, el resultado de las elecciones no fue una “sorpresa” ni tampoco “sospechoso”, como se desesperan por presentarlo las usinas de la desinformación euroatlántica. Es lo que el pueblo ruso votó en consecuencia con su idiosincrasia nacionalista y la firmeza de su defensa de lo que se ha dado en llamar “civilización rusa”.
Redondeo el concepto observando la importante refluencia de quienes huyeron de Rusia a principios de la OME (Operación Militar Especial, permítaseme el término), empavorecidos por lo que supusieron la inminencia de una guerra mundial, la movilización total, la militarización de la sociedad, etc. Bueno, visto y considerando que nada de eso ocurrió y que Rusia, a todas luces y pese a los balbuceos de la OTAN, recuperará inexorablemente los territorios del Donbass y Novorossía (denominación acuñada por la emperatriz Catalina en el siglo XVIII tras conquistarle a los turcos los territorios aledaños al Mar Negro), se generó actualmente un gran movimiento de “relocantes”, retornados desde países árabes, centroasiáticos y suramericanos, que inmediatamente fueron incluidos de vuelta en la economía, la ciencia y la cultura. No aportan más del 1-1,5% del PIB ruso, pero tienen una significativa importancia política y social.
En ese contexto, no veo de dónde se deduce el “gran déficit presupuestario” ruso. No lo es ni del FMI, ni del BM, ni mucho menos de las propias estadísticas rusas. En todo caso, el presupuesto de “adaptación” para 2023 se cerró con un déficit del 1,9% del PIB, o 3,2 billones de rublos (USD/RUB=91,11), según resumió el Ministerio de Finanzas. Es casi lo mismo que en el año de “shock” de 2022 (2,1%), y encaja en el plan del 2% del PIB adoptado inicialmente por las autoridades. Me gustaría referenciar este déficit con el de las naciones del G7…
La ley presupuestaria para 2024 prevé un techo de déficit de 1,6 billones de rublos o el 0,9% del PIB, que se alcanzará a finales de año. Esto significa que el Estado deberá combinar ingresos con gastos con un déficit mensual promedio de poco más de 100 mil millones.
En correspondencia con estas cifras, la economía rusa se ha convertido en la primera de Europa y en la cuarta-quinta mundial, en disputa con Japón. Me permito citar los datos sobre el PIB mundial 2022 en paridad del poder adquisitivo, publicados por el Banco Mundial. Rusia (5,33 billones de dólares) ocupó el quinto lugar. Los primeros cuatro lugares los conservaron China (30,3 billones de dólares), Estados Unidos (25,5 billones de dólares), India (11,8 billones de dólares) y Japón (5,7 billones de dólares).
Es de fundamental importancia tener en cuenta que Rusia, en estos años de bloqueo euroatlántico, ha obtenido ganancias superiores a la de años anteriores con respecto a las exportaciones de portadores energéticos. Si bien China y la India se llevan los primeros puestos, tanto la UE en materia de GNL como los EE.UU. en materia de petróleo crudo, nunca importaron tanto de Rusia como ahora. Algunas fuentes sectoriales rusa indican que, en promedio, la “recaudación” mensual alcanza los 15.000 millones de dólares. Estos ingresos superan con creces los activos “congelados” por las sanciones en los bancos europeos.
La economía rusa está mostrando una dinámica más potente de lo que predijeron los pesimistas. Esto se debe a un fuerte aumento del gasto público, una parte importante del cual termina en los bolsillos de los rusos y se transforma en un mayor consumo. Todo esto contribuye a un aumento de los ingresos presupuestarios no relacionados con el petróleo y con el gas.
La economía rusa está creciendo de manera constante gracias a dos factores clave: ese fuerte aumento del gasto público y el exitoso traslado del comercio exterior a Asia. Este cambio parece estar impulsado en gran medida por empresas privadas y no por el gobierno. Ese mismo proceso se está verificando ahora en África, a la par de China, y pretende posicionarse en América Latina de la mano de Brasil, México y Bolivia, principales destinos -por ahora- de las inversiones rusas.
Con respecto a “la cifra real para sostener la guerra en Ucrania”, por cierto, habrá que pegarles a los redactores de esta nota con una regla en los dedos ya que simplemente copiaron mal, afirmando que es de “9 millones de rublos” (¡!). El presupuesto militar ruso se ha incrementado, como es obvio, con relación a años anteriores a la OME. A diferencia del Complejo Militar Industrial norteamericano, inflado a más del billón de dólares anuales y desviado en un enorme porcentaje a financiar bases y aventuras exteriores y a abastecer fondos financieros “paralelos”, el presupuesto militar de la FR, unos 70.000 millones de dólares, quince veces menor que el de los EE.UU., va íntegramente a la producción e innovación tecnológica. De tal forma que muchos de sus derivados tienen una aplicación práctica fundamental en la economía civil: transporte, comunicaciones, electrónica, etc.
“Uralvagonzavod”, el tradicional complejo industrial “pesado” por excelencia, además de los tanques T-90, claros vencedores de los “Abrams” y los “Leopard” en la línea de fuego del Donbass y de Novorossía, fabrica los vagones para la red ferroviaria euroasiática que, además de los tradicionales tendidos transiberianos que comunican el Sudeste Asiático con Europa, conforma el corredor “Norte-Sur” que unirá Rusia con Turquía, Irán y la India.
Las plantas fabriles de Komsomolsk del Amur, en la costa pacífica del Lejano Oriente ruso, además de los fantásticos cazas Su-35 de quinta generación, produce Superjet Sujói 100 y MD21, aviones de pasajeros de media y larga distancia que están reemplazando a los Airbus y Boeing en las extensas líneas locales. Sobre la base de los bombarderos estratégicos Tu-22M comienza a diseñarse el nuevo avión supersónico de pasajeros, absolutamente imprescindible para los grandes espacios rusos.
En cooperación con chinos, coreanos y japoneses, los astilleros del Lejano Oriente y de San Petersburgo, además de los submarinos nucleares de última generación, botan novísimos rompehielos atómicos y grandes tanqueros que permiten la navegación todo el año por el Ártico, lo que es extremadamente beneficioso para el comercio europeo con el Sudeste Asiático.
Todo esto se hace con el presupuesto “militar”. A diferencia del norteamericano, que saca el dinero de la circulación productiva, en Rusia todo conforma una especia de “circuito virtuoso” de la economía. El estado, a través de mecanismos financieros (tasas, créditos, financiaciones) regula el despliegue económico. Hoy, Putin ya anunció un complejo plan económico que se extenderá hasta 2030, es decir hasta después que finalice su último mandato, y que posibilitará el acceso del país a un nuevo nivel de desarrollo económico y social.
Esto factores son los que le permiten a Rusia ser principal soporte de los BRICS y propender a su mayor integración, algo que nuestra actual ceguera ha rechazado con esa bruta ignorancia que la caracteriza. El innegable auge del complejo agroindustrial ruso, que ha colocado al país en el liderazgo del mercado internacional liberándolo de la dependencia de los grandes monopolios del sector (las cinco hermanas), a diferencia del régimen de Kíev, le permite a Rusia, este año presidente pro-tempore de los BRICS, lanzar la propuesta de una “Bolsa BRICS agroindustrial”, a imagen y semejanza de la OPEP+. La Bolsa BRICS interactuará con las bolsas de sus miembros y de aquellos países no miembros del Grupo O BOLSAS INDEPENDIENTES (por ejemplo, Rosario), en un mercado con paridad conformada por las divisas nacionales.
De esta forma, los BRICS (tanto los actuales diez como las varias decenas que hacen fila para ingresar en 2024) completarán su consolidación como ordenadores de los mercados energético y agroindustrial mundiales, restándole ese papel a Chicago, a Londres o directamente a los grandes monopolios sectoriales. Enorme paso hacia la consolidación de la multipolaridad.
No me parece que estos desarrollos económicos evidencien una “gran crisis” presupuestaria o un inmanejable déficit fiscal, como aduce la nota periodística citada. Y otra inexactitud en el artículo de marras: Rusia no está “llevando a cabo ejercicios nucleares en el Distrito Militar Sur” incluyendo al Donbass y a Novorossía. El lector desprevenido puede imaginar una hecatombe atómica desencadenada por Moscú.
El gobierno ruso ordenó a sus fuerzas armadas la preparación de ejercicios con armamento nuclear no estratégico, lo que de ninguna manera presupone “ejercicios nucleares”. La doctrina rusa de seguridad nacional descarta el uso de armas nucleares en forma preventiva o por iniciativa propia. Y mucho menos la instalación de dicho armamento en el cosmos. Las armas nucleares se emplearán como último recurso ante la amenaza cierta de ataque atómico o de disgregación del territorio nacional. Me gustaría decir lo mismo de las doctrinas de seguridad de la OTAN y de los EE.UU.
Estos ejercicios son una respuesta a las bravuconadas de Macrón, cuya “legión extranjera” ya está en Ucrania, a la “brigada” alemana de Scholtz que se dislocará en Polonia oriental, y a las admisiones de Cameron, dando vía libre a los neonazis kievitas para utilizar sus misiles atacando en profundidad el territorio ruso. La renovada advertencia de Moscú está dirigida a “enfriar” la calentura de la OTAN y recordarle que la misma distancia que hay desde la UE a Rusia es la que hay desde Rusia a la UE.
Está claro que la histeria es provocada por el derrumbe militar, aunque también político y económico del régimen neonazi de Kíev, fuertemente jaqueado por el avance continuo de las tropas rusas, pero en lo fundamental por la tambaleante y casi fracturada “ayuda” euroatlántica, muy complicada y comprometida por la crisis económica que afecta tanto a la Unión Europea como a los Estados Unidos (34 billones de deuda externa).
El discurso de asunción de Vladímir Putin, en su parte internacional, fue precisamente de prevención de esas barrabasadas de una dirigencia euroatlántica muy por debajo de quienes fueron los arquitectos de la estabilidad continental: Kohl, Mitterrand, Berlusconi, Felipe González. La lánguida conducción europea, integrada por personajes de medio pelo, algunos de los cuales ostentan una ignorancia importante, no alcanza ni siquiera a ponerse de acuerdo en los pasos que hay que dar para terminar con el conflicto por ellos desencadenado y cuyo final real plantean el Papa Francisco, todos los líderes africanos, Lula, los jefes de los países del sudeste asiático, el húngaro Orban, el serbio Vučić, el primer ministro eslovaco Fico, la propia primer ministra italiana Meloni y, por supuesto, los líderes BRICS.
Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: RIA Novosti