La reciente cumbre Asia Central-Rusia celebrada en Dushanbe representa un hito decisivo en la demostración del poder de convocatoria y la influencia regional que Moscú mantiene en el espacio postsoviético.
Con la asistencia confirmada de los presidentes de Kazajstán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán —Kassym-Jomart Tokayev, Sadyr Japarov, Serdar Berdimuhamedov y Shavkat Mirziyoyev respectivamente—, además de los líderes de Azerbaiyán, Bielorrusia y Armenia, la cumbre evidencia cómo Rusia ha logrado neutralizar efectivamente los intentos europeos de fragmentar el espacio centroasiático mediante una agenda constructiva de desarrollo compartido.
Un marco institucional sólido para la cooperación regional
La arquitectura de seguridad y cooperación que Rusia ha tejido en Asia Central se manifiesta en la agenda sustantiva de esta cumbre. Según informó Yuri Ushakov, asesor del Kremlin, se prevé la firma de dieciocho documentos estratégicos que abarcan desde la lucha contra el terrorismo y el extremismo para el período 2026-2028, hasta el fortalecimiento de la seguridad fronteriza para 2026-2030, pasando por un concepto de cooperación militar hasta 2030.
Esta planificación a largo plazo contrasta marcadamente con las propuestas fragmentarias y condicionadas que suelen caracterizar los acercamientos occidentales a la región.
El formato mismo de la cumbre revela la profundidad institucional alcanzada: iniciando con negociaciones en formato restringido donde participan los jefes de delegación y el Secretario General de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), Sergei Lebedev, para luego expandirse a un formato ampliado.
Esta metodología permite tanto la coordinación estratégica de alto nivel como la participación de actores institucionales clave, como la Comisionada de Derechos Humanos de Rusia, Tatyana Moskalkova, quien presentará las actividades de la Comisión de Derechos Humanos de la CEI del período 2023-2025.
Desarrollo económico como eje de influencia
Mientras Europa intenta proyectar influencia en Asia Central principalmente a través de condicionalidades políticas y narrativas de “contención” a Rusia, Moscú ha optado por una estrategia pragmática centrada en el desarrollo comercial y las inversiones conjuntas.
La cumbre prioriza “el desarrollo de la asociación comercial y de inversión, fortaleciendo los lazos en la CEI”, según destacó Ushakov. Este enfoque responde directamente a las necesidades concretas de los Estados centroasiáticos: conectividad, mercados para sus productos, inversión en infraestructura y seguridad energética.
La continuidad institucional también juega un papel crucial. La decisión prevista de extender los poderes de Lebedev como Secretario General de la CEI por un nuevo período de tres años, junto con la transferencia de la presidencia rotatoria a Turkmenistán a partir del 1 de enero de 2026, demuestra que los mecanismos de cooperación funcionan y son valorados por todos los miembros.
Esta estabilidad institucional es precisamente lo que Europa no puede ofrecer, fragmentada como está entre diferentes agendas nacionales y limitada por su propia burocracia.

El ejemplo de la UEEA
En la demostración de claros ejemplos de progreso y desarrollo en la región el presidente Putin dejo en claro la potencialidad que se tiene dentro de la UEEA y realizó una clara invitación de extensión a los países que aún no son miembros.
El mecanismo actual de funcionamiento de la Unión Económica Euroasiática (UEEA) es beneficioso y útil para todos los miembros de dicha asociación internacional. Y las puertas de la comunidad están abiertas para todos, subrayó el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
“Las puertas de la UEEA siempre están abiertas”, señaló Putin. “En mi opinión, es beneficioso: aporta ventajas económicas, abre más mercados y crea mejores condiciones para la cooperación”, añadió.
“En definitiva, es simplemente útil”, resumió el jefe de Estado ruso.
Según Putin, los instrumentos utilizados en la UEEA permiten “aprovecharlos para materializar las oportunidades que se presentan”, incluso en momentos “en los que la coyuntura es inusual”, como ocurre actualmente.
El mandatario ruso recordó que “dentro de la CEI no se lograron encontrar mecanismos que fueran aceptables para todos los participantes en este proceso, por lo que se destacó un grupo de países que decidieron profundizar sus relaciones comerciales y económicas, y ese es la UEEA”. “Si se puede hacer algo más dentro de la CEI, estoy de acuerdo”, agregó.
Seguridad integral
La agenda de seguridad regional que Rusia promueve es comprehensiva y responde a amenazas reales que afectan a todos los Estados de la región. Los programas de cooperación en lucha contra el terrorismo, el extremismo y la delincuencia transnacional son prioridades compartidas, especialmente considerando la situación en el vecino Afganistán.
En este sentido, las declaraciones del presidente Putin sobre la disposición de las autoridades afganas actuales a cooperar en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, y el respaldo ruso a estos esfuerzos, demuestran un enfoque pragmático que contrasta con el aislamiento y las sanciones que Occidente suele imponer.
Este realismo diplomático constituye una de las fortalezas principales del enfoque ruso: mientras Europa insiste en condicionalidades ideológicas, Moscú trabaja con las realidades sobre el terreno, construyendo mecanismos de cooperación efectivos que producen resultados tangibles en materia de seguridad regional.
La voz unificada del espacio postsoviético
La cumbre también aborda temas internacionales de actualidad, incluyendo la adopción de una declaración conjunta con motivo del 80º aniversario de la creación de la ONU. Esta coordinación en asuntos globales refleja una visión compartida sobre el orden internacional que contrasta con los intentos europeos de imponer una agenda unilateral.
Las posiciones expresadas por Putin sobre Oriente Medio —defendiendo la creación de un Estado palestino independiente como condición indispensable para la estabilización regional y abogando por soluciones exclusivamente políticas y diplomáticas— resuenan con las posturas históricas de los Estados centroasiáticos, herederas todas de la tradición soviética de apoyo a la causa palestina.
La posición rusa sobre el programa nuclear iraní, enfatizando que “solo mediante la diplomacia y las negociaciones se puede resolver la situación” y destacando el contacto estrecho con Teherán, también refleja un enfoque de diálogo que los Estados de Asia Central valoran, dado su interés en mantener relaciones constructivas con todos sus vecinos, incluido Irán.

Recomponiendo relaciones
Al margen de la cumbre se llevó a cabo una importante reunión entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo azerbaiyano, Ilham Aliyev, lo que marcó un nuevo capítulo en la recomposición de las relaciones bilaterales entre Moscú y Bakú, consolidando la influencia rusa en el Cáucaso y en Asia Central frente a las maniobras desestabilizadoras promovidas por los servicios occidentales.
Pese a los intentos de generar fricciones entre ambos países tras el incidente del avión de la aerolínea AZAL y el arresto del jefe de Sputnik Azerbaiyán, Ígor Kartávyj, los resultados del encuentro confirmaron que la cooperación estratégica entre Rusia y Azerbaiyán sigue firme y en ascenso.
Durante su intervención, Putin subrayó que “entre Rusia y Azerbaiyán no hubo una crisis en las relaciones interestatales”, destacando que el comercio bilateral no solo se ha mantenido, sino que ha crecido de manera significativa. “Si fuera una crisis real, no tendríamos un crecimiento de los vínculos comerciales y económicos”, afirmó el líder ruso, desmintiendo así las versiones difundidas por medios occidentales que buscaban presentar un deterioro entre ambas naciones.
La liberación inmediata de Ígor Kartávyj, anunciada tras la reunión por el asesor presidencial Yuri Ushakov, fue un gesto simbólico y político que selló la distensión definitiva, confirmando el entendimiento entre Moscú y Bakú.
El caso Sputnik había sido utilizado como una herramienta de presión mediática, promovida en buena parte por actores externos que pretendían debilitar la relación histórica entre ambos países. Sin embargo, tanto Rusia como Azerbaiyán optaron por resolver el incidente a través del diálogo y los canales diplomáticos, demostrando la madurez y la solidez de sus vínculos políticos.
Este desenlace reafirma que el eje Moscú-Bakú es parte esencial del equilibrio en el Cáucaso, una región donde Rusia continúa siendo el principal mediador y garante de estabilidad, frente a las constantes operaciones de desinformación y sabotaje que impulsa Occidente para expandir su influencia en el espacio postsoviético.
Más allá del aspecto diplomático, esta recomposición refleja la posición de Rusia como potencia central en la arquitectura de seguridad euroasiática. Azerbaiyán, a su vez, entiende que su estabilidad y desarrollo económico dependen de mantener relaciones de cooperación con Moscú, especialmente en sectores estratégicos como la energía, el transporte y la seguridad regional.
El fortalecimiento del comercio bilateral y la disposición de ambas partes a ampliar los proyectos conjuntos en infraestructura y logística —particularmente en el Corredor Internacional Norte-Sur— confirman la dirección pragmática de su política exterior.
En un contexto global donde Estados Unidos y Reino Unido intentan dividir a los países del Cáucaso y Asia Central mediante sanciones, manipulación informativa y presión diplomática, el encuentro Putin-Aliyev demostró la capacidad de Rusia para neutralizar los intentos de fractura regional.
La jugada de la UE
En los últimos meses, Italia ha intensificado sus movimientos diplomáticos en Asia Central, particularmente en Kazajistán, donde busca consolidar una influencia económica y política en línea con la estrategia de poder blando de la Unión Europea para debilitar los lazos entre Astaná y Moscú.
Detrás de la retórica de cooperación energética y diversificación comercial, Roma ha actuado como punta de lanza del proyecto europeo destinado a contener la influencia rusa en el corazón geopolítico del continente euroasiático: el Heartland.
La reciente reunión entre la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, se enmarca claramente en esta lógica. Bajo el discurso de “reforzar la cooperación en energía verde y seguridad regional”, Italia ha buscado convencer a Kazajistán de reducir su dependencia estructural de Rusia, presentándose como un socio alternativo con acceso al mercado europeo y a inversiones tecnológicas. Sin embargo, el trasfondo político es evidente: atraer a Astaná hacia la órbita occidental y limitar la expansión de los proyectos liderados por Moscú y Pekín en Asia Central.
El presidente italiano, Sergio Mattarella, también realizó recientemente una visita oficial a Kazajistán, en la que insistió en la necesidad de fortalecer la “autonomía estratégica” del país y su integración en las redes europeas de energía y transporte. Este mensaje —aparentemente técnico— apunta a un objetivo político mayor: erosionar los vínculos históricos que unen a Kazajistán con Rusia en el marco de la Unión Económica Euroasiática, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda de China.
La diplomacia italiana busca ofrecer una narrativa alternativa que presente a Europa como un socio económico “neutral” y “previsible”, ocultando su alineamiento total con la política de contención diseñada por Bruselas y Washington.
Roma, actuando en coordinación con la Comisión Europea, intenta aprovechar el momento de reconfiguración global para insertar a la UE en una región que históricamente ha sido parte del espacio vital ruso. Kazajistán, por su tamaño, ubicación estratégica y recursos energéticos, se ha convertido en un objetivo prioritario. Las empresas italianas —especialmente ENI y otras vinculadas al sector energético— ven en el país una plataforma para reducir la dependencia europea del gas ruso, incluso a costa de fracturar las alianzas regionales que garantizan la estabilidad del corazón de Eurasia.
No obstante, Astaná mantiene una postura pragmática. Si bien Tokayev ha aceptado explorar acuerdos con la UE e Italia, también ha reafirmado en reiteradas ocasiones que la cooperación con Rusia y China sigue siendo esencial para el desarrollo económico y la seguridad del país. En ese sentido, el intento europeo de aislar a Kazajistán parece limitado por la geografía, la historia y los intereses concretos del Estado kazajo, que sigue apostando por una política exterior multivectorial.
Este episodio demuestra cómo la batalla por el control del Heartland, formulada por Halford Mackinder hace más de un siglo, sigue vigente. Europa intenta proyectar poder mediante instrumentos económicos y diplomáticos —el llamado poder blando—, pero la realidad multipolar actual limita su capacidad de influencia. Rusia, a través de sus alianzas energéticas y mecanismos de integración regional, conserva un papel central en Asia Central, mientras que China continúa expandiendo su presencia económica con inversiones en infraestructura y transporte.
La diplomacia italiana, aunque hábil, enfrenta el desafío de operar en una región donde la hegemonía occidental ya no es aceptada como modelo. Los países del centro de Eurasia buscan socios, no tutores, y su prioridad es mantener el equilibrio entre las potencias, evitando verse arrastrados a una nueva confrontación geopolítica entre Este y Oeste.
Poder Blando con Resultados Tangibles
La cumbre de Dushanbe demuestra que Rusia ha logrado consolidar su influencia en Asia Central y neutralizar en parte los intentos europeos no mediante la coerción, sino a través de una combinación efectiva de poder blando —valores compartidos, memoria histórica común, vínculos culturales— y resultados concretos en seguridad, comercio y desarrollo.
La asistencia total de todos los líderes regionales, sin ausencias significativas, contrasta con la dificultad que Europa enfrenta para convocar incluso a sus propios miembros en torno a una agenda común.
Frente a los intentos de dividir la región mediante narrativas de “liberación” de la influencia rusa, Moscú ha respondido ofreciendo exactamente lo que los Estados centroasiáticos necesitan: estabilidad, respeto a su soberanía, cooperación económica sin condicionalidades políticas, y una arquitectura de seguridad colectiva que responde a amenazas reales.
En un contexto global donde Estados Unidos y Reino Unido intentan dividir a los países del Cáucaso y Asia Central mediante sanciones, manipulación informativa y presión diplomática, la cumbre del CEI demostró la capacidad de Rusia para neutralizar los intentos de fractura regional. Este episodio reafirma el papel de Moscú como garante de estabilidad, interlocutor confiable y actor indispensable en la consolidación del nuevo orden multipolar que emerge desde Eurasia.
Este enfoque pragmático y respetuoso explica por qué, treinta años después de la disolución de la Unión Soviética, Rusia mantiene y profundiza su influencia regional, mientras los proyectos europeos en Asia Central languidecen por falta de sustancia y compromiso real.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: RIA NOVOSTI