África Subsahariana Análisis del equipo de PIA Global

República Democrática del Congo: el genocidio tras el genocidio

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
En la RDC se vive (y muere) en un permanente estado de genocidio, así lo muestran los fríos números estadísticos que indican que hoy en día al menos hay siete millones de desplazados, más miles de muertos a causa de los conflictos de la región.

Conflictos que, sin lugar a dudas, no son nuevos y que están basados en una serie de intereses relacionados con el colonialismo imperial, el extractivismo sin freno, el saqueo de los recursos naturales. Y por su puesto de una (no) cobertura mediática, que desde el silencio cómplice también propicia este estado de permanente genocidio contra la población de la RDC.

Para poder analizar este conflicto, que como decíamos, tiene a más de 7 millones de congoleños al borde de la hambruna, muerte y miseria extrema, viviendo en campos de desplazados y refugiados y en un permanente peligro, debemos remontarnos a la convulsa historia de este país africano.

La República Democrática del Congo es, además, el país oficialmente francófono más poblado del mundo. Una huella y legado del colonialismo que hoy también lo tiene sumergido en este estado de permanente genocidio, como venimos señalando.

La RDC, esta situada en la región ecuatorial de África, y ocupa gran parte de la cuenca del río Congo, extendiéndose hasta la región de los grandes lagos. Es el segundo país más extenso del continente y cuenta con una rica y variada historia que se inicia con los primeros inmigrantes bantúes que llegaron a la región, la cual se convertiría en el epicentro del gran Reino del Congo a mediados del siglo XV. Por ese entonces, estos territorios serían reclamados por la Asociación Internacional Africana, vale decir por el rey Leopoldo II de Bélgica.

Como todo proceso de colonización, Leopoldo II lo ejerció llevando a cabo un brutal genocidio, que arrojó como saldo entre cinco y diez millones de hombres, mujeres y niños asesinados. Bajo la órbita del reinado de Bélgica, el país fue bautizado con el nombre de  “Congo Belga”.

Los métodos criminales de los belgas que se instalaron en el Congo dejaron a tribus enteras cojas y mancas. Muchas de ellas fueron completamente exterminadas. Además frecuentemente utilizaban el látigo y violaban a las mujeres congoleñas.

Lumumba, Mobuto, Kabila: a pesar de las diferencias, nada cambia para la RDC

La RDC estuvo colonizada, como señalamos, por Bélgica, hasta que en 1960 donde se llevan a cabo las primeras elecciones de Estado. En ellas surge ganador Patrice Lumumba como Primer Ministro. Con tan solo 34 años el líder representaba los intereses del pueblo congoleño. Y por supuesto también un peligro para los intereses imperiales y/o coloniales.

Desde su discurso, en la toma de poder, Lumumba se mostró crítico con el proceso colonial belga, acusándolo abiertamente de la violencia y la degradación que habían sufrido los congoleses. Algunos analistas señalan que este primer discurso es la firma de su sentencia de muerte. Cosa que sí ocurriría tan solo un año después. La Guerra Fría y el deseo belga de mantener el control del territorio ofició como excusa velada para que miembros de la CIA norteamericana planearan el secuestro, tortura y muerte del líder congolés. Los estadounidenses temían un posible giro del país hacia la Unión Soviética. De hecho Lumumba fue apoyado por la Unión Soviética para combatir la intervención de empresarios y gobernantes belgas que deseaban continuar con el control de las minas del Congo para beneficiarse económicamente de ellas. Aquí también comienza una larga historia que coloca al imperialismo occidental detrás de la financiarización de los procesos y guerrillas en territorio congolés. Los intereses norteamericanos por controlar las riquezas africanas no serían la excepción en la RDC.

Una vez muerto Lumumba, el prooccidental Moise Tshombe es declarado primer ministro luego de varios pasos de mano en el poder. Ciertamente los EE.UU y Bélgica apoyaron este gobierno que claramente era afín a sus propios intereses. Vendrían otros cinco años de profunda inestabilidad en Congo. Hasta la llegada al poder, en 1965 y tras un golpe de Estado, de Joseph-Désiré Mobutu, quien además de renombrar al país como Zaire, también se cambia el nombre a Mobutu Sese Seko.

El comienzo del camino “independiente” de Zaire, no fue como quizás lo imaginaban sus pobladores. Mobutu Sese Seko, sometió al país a un gobierno autoritario y violento, donde la corrupción y la pobreza fueron la marca principal de este periodo. El proceso culminó con la caída del dictador, pero lejos de mejorar la vida de la población esto dio paso a una gran guerra civil conocida como la Primera Guerra del Congo. Con el objetivo de derrocar a Mobuto, el líder guerrillero Laurent-Désiré Kabila se puso al frente de una fuerza militar, apoyado por Ruanda y Uganda, deseosos de acabar con las milicias hutu refugiadas en el Congo tras el Genocidio de Ruanda (1994), y también de hacerse con el control de las ricas minas del este del país. El gobierno de Mobuto, finalmente llegó a su fin y el primer cambio del auto proclamado presidente Kabila fue cambiar el nombre de Zaire a la actual República Democrática del Congo.

Pero Kabila resultó ser menos domable de lo que esperaban quienes vieron en esa guerra una posibilidad de negocio y saqueo de las riquezas congoleñas.

Cuando al comienzo de la nota afirmábamos que en la RDC, se vive y se muere en un permanente genocidio es porque el país no logra encontrar procesos de pacificación, equilibrio político que garanticen la gobernanza del país. Esta primera guerra en el Congo debió traer orden, pero lo que devino fue una segunda guerra, incluso aún mucho más violenta que la anterior. Será el momento de la “Guerra Mundial Africana”.

La Guerra Mundial Africana y la reconfiguración geopolítica de la región

Este momento de la historia congoleña es quizás, incluso uno de los momentos de mayor conflictividad en el continente africano, por supuesto que no dejamos de lado el apartheid sudafricano, ni la guerra por la independencia de Argelia, ni el conflicto la Guerra de los Seis Días entre Egipto e Israel, pero la participación de tropas de hasta nueve países y decenas de grupos armados hacen que este conflicto cobre el mote con el cual se la conoce históricamente. Incluso hay estimaciones que la ubican como el conflicto más sangriento tras la Segunda Guerra Mundial.

El origen de esta guerra comienza casi con la mismísima toma de poder de Kabila, ya que una de sus primeras medias, más allá del cambio de nombre del país, fue decretar la prohibición de cualquier actividad política, con el pretexto de consolidar la reconstrucción política, económica y moral del país. Persecución y muerte a los opositores marcaron el comienzo de la naciente República Democrática del Congo, donde claramente la “democracia” brillaba por su ausencia. 

Kabila iniciará en julio de 1998 la purga de todos los elementos tutsis de las recién creadas Fuerzas Armadas congoleñas y también decretará la expulsión de todas las tropas extranjeras. Como era esperable, este acto provocó la ira de sus otros aliados, quienes apoyaron una insurrección de milicianos banyamulengues organizados en el Reagrupamiento Congoleño para la Democracia (RCD). En muy poco tiempo esta fuerza toma el control de Goma, una de las principales ciudades del norte del país y estratégica para el funcionamiento de Kinshasha. Central eléctrica y ricos yacimientos quedan bajo control de las fuerzas de la RCD.

Ante esta situación el presidente Kabila solicita el apoyo militar de Zimbabue, Angola y Namibia, quienes se deciden al envío de tropas amparados en el beneplácito de la Comunidad de Desarrollo del África Austral, una alianza socioeconómica de la que la República Democrática del Congo formaba parte desde un año antes. A estas tropas se les unirán poco después combatientes de Chad y Sudán.

Intereses estratégicos, económicos y comerciales fueron los principales motivos que movilizaron a los unos y los otros de cada lado del conflicto. Recursos naturales, negocios, control de territorios movilizaron a miles de hombres que fueron a la guerra. El apoyo de las elites coloniales y/o imperiales se jugaba muchas veces desde las sombras, pero allí estaban siempre.

En julio de 1999 se firman los acuerdos de Lusaka tras varios intentos infructuosos de alto el fuego, el país se encuentra dividido en tres. La parte occidental sigue en manos del gobierno central, ejércitos aliados y milicias progubernamentales, y el este del país se encuentra bajo el control de Uganda y sus milicias afines en el norte, y de Ruanda y la RCD en el sur. Las negociaciones de Lusaka establecían el fin de la actividad bélica, el desarme progresivo de los distintos actores y el establecimiento de una fuerza de pacificación de Naciones Unidas.

El conflicto continuó a pesar de los esfuerzos de paz y los acuerdos firmados. La muerte de Kabila en 2001, asesinado en circunstancias poco claras, le da paso a la toma de poder de Joseph Kabila, hijo del fallecido presidente, quien en pocos meses se mostró propenso al dialogo que devino en los acuerdos de Pretoria, donde se pone fin a más de cuatro décadas de inestabilidad y guerra por el poder en la RDC.

Diferencias étnicas y el ascenso del M23

Como venimos señalando a lo largo de este artículo la RDC, no ha encontrado (o no la han dejado encontrar) largos periodos donde la paz y la estabilidad sean el denominador común. Hemos visto también el desarrollo de diferentes facciones dentro de esta convulsa sociedad donde cada una juega sus intereses y los pone por encima del bien común. Los diferentes grupos armados que intervienen en la RDC, también son los responsables de los efectos que hoy tanto afectan a los congoleses. El Movimiento 23 de marzo (M23) es sin dudas uno de los grupos insurgentes que más afecta hoy a la RDC.

Una característica importante de la genealogía de los grupos armados a los que pertenece el M23 es que han sido dirigidos principalmente por comandantes tutsis de Kivu del Norte. Históricamente, estos comandantes han mantenido estrechos vínculos con el ejército de Ruanda. También podemos señalar que el M23 es producto una combinación compleja de causas interconectadas, de las que podemos señalar en primer lugar a las políticas de “divide y vencerás” del estado colonial (1885-1960) y el régimen de Mobutu Sese Seko (1965-1997). Por otro lado, durante el régimen de Mobutu (1990) se alimentaron conflictos entre las poblaciones de habla kinyarwanda, tanto hutu como tutsi, y otras comunidades en el este del Congo al negarles a estas últimas los derechos de ciudadanía, lo que desencadenó violentos conflictos en el este del país. Otro aspecto a señalar es que estos conflictos, con raíz netamente étnica, profundizan las diferencias internas entre los congoleses según la región en la que se encuentren. Y así los conflictos escalan a los niveles que hoy conocemos.

Todos estos factores han producido un resentimiento generalizado hacia las comunidades de habla tutsi y kinyarwanda en general. Por el contrario, los tutsis de Kivu del Norte deploran que el Estado congoleño no los respete y proteja como ciudadanos. Esto ha llevado a muchos hablantes de kinyarwanda a apoyar rebeliones sucesivas como un medio para buscar protección contra los grupos armados que les son hostiles.

Es bajo este escenario que en abril de 2012, se forma el M23. Este Movimiento insurgente siempre se ha ubicado en la intersección entre las dinámicas de poder locales, nacionales y regionales, donde participa en diferentes luchas por el control del territorio, las personas y los recursos. Estas luchas están vinculadas a las preocupaciones de seguridad de diferentes redes políticas y militares transfronterizas que reúnen a actores estatales y no estatales.

Con su epicentro en la provincia de Kivu del Norte, el M23 ha ido forjando su poder. La toma de la ciudad de Goma, a fines de 2012, puso en alerta a la comunidad internacional que debió intervenir en el conflicto a través de una fuerza especial de la ONU. Los millones de dólares invertidos en la paz de la RDC, se tuvieron que reconvertir en millones para una guerra que combatiera a los insurgentes.

Si bien los rebeldes se retiraron después de una fuerte presión internacional, continuaron controlando sitios estratégicos clave, como el puesto fronterizo de Bunagana con Uganda. Estos les proporcionaron importantes ingresos por concepto de impuestos.

En 2013, un nuevo componente de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU se encargó de desmantelar los grupos armados del este de la RDC. Se llamó Brigada de Intervención de la Fuerza . Estaba compuesto por ejércitos regionales e hizo del M23 su primer y principal objetivo. Las tensiones internas también desencadenaron una escisión dentro del M23, dejando al grupo debilitado y exiliado en Uganda y Ruanda.

Más allá de ser derrotados y obligados a firmar acuerdos de paz e invitados a la participación política dentro de la RDC, el M23 siempre es una amenaza para la débil democracia congolesa. De hecho a tenido regresos en 2016 y en 2023 generando el actual estado de conflictividad en el país.

Recursos naturales: la riqueza detrás del genocidio

El este del país es la región rica en recursos naturales como cobalto, cobre, oro y coltán, elementos indispensables para la fabricación de herramientas tecnológicas como teléfonos celulares, computadoras y dispositivos electrónicos como automóviles y electrodomésticos y no por casualidad es allí donde se disputa el poder. El gobierno, los rebeldes, los actores externos (ya sea en forma de empresas o en apoyo a la insurgencia) se disputan los recursos naturales existentes en la RDC.

Kivu del Norte sigue siendo señalada como la zona con más afectaciones derivadas de los enfrentamientos armados entre el M23, el Ejercido de la RDC y cientos de grupos armados que intentan apoderarse de la operación de las minas del país. En dicha zona, más de 2.4 millones de habitantes fueron obligados al éxodo para huir de las matanzas provocadas por la violencia del conflicto. En total, como ya hemos señalado en todo el país, al menos casi siete millones de personas han huido de sus comunidades de origen por las guerras internas. Continuando con los fríos números estadísticos y según algunas estimaciones extraoficiales, al menos seis millones de personas han sido asesinadas directamente o durante fuego cruzado durante las últimas décadas. Esta cifra se puede sumar a las millones de personas asesinadas durante la colonia belga por órdenes del rey Leopoldo II, que duró casi 100 años controlando el país.

Entonces y bajo este contexto es muy difícil no aseverar que lo que está ocurriendo en la RDC, responde literalmente a un genocidio. Un genocidio que a pesar de la gravedad del mismo y de la larga duración, incluso podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, que la RDC no conoce de periodos fuera de la violencia. Violencia provocada por el coloniaje belga, violencia provocada por la ambición de sus gobernantes. Violencia desde los Estados imperiales que solo ven recursos naturales, sin tener en cuenta que esos suelos son habitados por personas. Violencia de grupos azuzados desde el exterior en favor de sus interese o de sus aliados. Violencia desde la inoperancia de los sucesivos gobiernos electos por el pueblo.  Violencia desde los organismos internacionales, que por acción u omisión también son responsables. Y finalmente violencia por la invisivilización mediática que tiene el genocidio permanente en la RDC.

*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp