Emmanuel Macron no es Talleyrand. Autopromocionado como «jupiteriano», quizá finalmente haya pisado tierra para tener una correcta perspectiva de realpolitik el mítico Talleyrand rumiaba su celebre ocurrencia: «Un diplomático que dice ‘sí’ quiere decir ‘tal vez’, un diplomático que dice ‘tal vez’ quiere decir ‘no’, y un diplomático que dice ‘no’, no es un diplomático».
El señor Macron fue a Moscú para entenderse con el señor Putin con un plan de cuatro fases en mente. 1. Cerrar un trato de largo alcance con Putin sobre Ucrania, para de este modo detener la «agresión rusa». 2. Disfrutar del brillo del título “el Pacificador de Occidente”. 3. Levantar el vergonzoso perfil de la Unión Europea en su actual condición de presidente del Consejo de la UE. 4. Recoger todo el botín y luego embolsarse las elecciones presidenciales de abril en Francia.
Tomando en cuenta que rogó por una audiencia en un aluvión de llamadas telefónicas, Macron fue recibido por Putin sin honores especiales. Una cómica descarga fue provista por los histéricos de los medios dominantes franceses, incluidos los «estrategas militares», evocando el sketch del «castillo francés» en El Santo Grial de Monty Python mientras reafirmaban todo estereotipo disponible sobre las «ranas cobardes». Para sus «análisis»: Putin está «aislado» y quiere la «opción militar». Su principal fuente de información: The Washington Post, el periodicucho de la CIA propiedad de Bezos.
Aun así, fue fascinante de ver, sobre todo con esa laaaaaaaaarga mesa en el Kremlin: el único líder de la UE que se tomó la molestia de realmente escuchar a Putin fue el que, meses atrás, definió a la OTAN de «muerte cerebral». Así que los fantasmas de Charles de Gaulle y Talleyrand sí parecen haberse involucrado en una vívida charla, enmarcada por economia cruda por este “héroe francés » con obsesión imperial . Al parecer ha reconocido que impedir que Europa se beneficie de un amplio comercio con Eurasia es una causa perdida.
Tras seis extenuantes horas de discusiones, Putin monopolizó el departamento de frases a citar, empezando con una que resonará a lo largo del Sur Global por mucho tiempo: «Los ciudadanos de Irak, Libia, Afganistán y Yugoslavia han visto cuán pacífica es la OTAN».
Hay más. El ya incónico «¿Quieres la guerra entre Rusia y la OTAN?», seguido del ominoso «No habrá ganadores». O este otro, sobre Maidán: «Desde febrero de 2014, Rusia ha considerado que un golpe de Estado es la fuente del poder en Ucrania. No nos gusta este tipo de juego».
Sobre los acuerdos de Minsk, el mensaje fue contundente: «El presidente de Ucrania ha dicho que no le gusta ninguna cláusula de los acuerdos de Minsk. Le guste o no, sea paciente, bello. Deben cumplirse».
El «verdadero asunto detrás de la presente crisis»
Macron por su parte destacó: «nuevos mecanismos se necesitan para asegurar la estabilidad en Europa, pero no reviviendo los acuerdos existentes, quizás sería innovador nuevas soluciones de seguridad». Nada que Moscú no haya enfatizado antes. Adhirió: «Francia y Rusia han acordado trabajar juntos en garantías securitarias». El nombre operativo es «Francia». No el gobierno de Estados Unidos, que no está de acuerdo.
Los medios anglo-norteamericanos insistieron en que Putin acordó en no lanzar nuevas «iniciativas militares», pero se mantuvieron mudos sobre lo que Macron había prometido a cambio. El portavoz del Kremlin Dmitry Peskov no confirmó ningún acuerdo. Solo dijo que el Kremlin se comprometerá con las propuestas de diálogo de Macron, «siempre que Estados Unidos también esté de acuerdo con ellas». Y para eso, como todo el mundo sabe, no hay garantías.
El Kremlin ha venido declarando durante meses que Rusia no tiene ningún tipo de interés en invadir de facto el agujero negro de Ucrania. Y las tropas rusas retornarán a sus bases luego de que terminen los ejercicios. Nada de esto tiene que ver con «concesiones» por parte de Putin.
Y luego vino la bomba explosiva: el ministro de Economía francés Bruno Le Maire -la inspiración para uno de los personajes principales del nuevo libro de Michel Houellebecq, Anéantir- dijo que el lanzamiento del Nord Stream 2 «es uno de los principales componentes para desescalar las tensiones en la frontera ruso-ucraniana». El diplomático galo formuló en voz alta lo que ningún alemán tuvo los cojones de decir.
En Kiev, luego de su paso por Moscú, parece que Macron le dijo a Zelensky hacia dónde tiran los vientos. Zelensky precipitadamente confirmó que Ucrania está lista para implementar los acuerdos de Minsk; nunca lo estuvo, durante siete largos años. También dijo que espera tener una cumbre bajo el formato de Normandía -Kiev, las repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk, Alemania y Francia- «en el futuro cercano». El jueves 10 de febrero se celebró en Berlín una reunión de asesores políticos bajo el formato de Normandía.
Allá por agosto de 2020, ya apuntaba hacia dónde nos dirigíamos en el gran tablero de ajedrez. Unas cuantas mentes agudas en Beltway, enviando correos electrónicos a sus redes, se dieron cuenta que escribí en mi columna: «la política rusa y china es reclutar a Alemania en una triple alianza que reuna la masa terrestre de Eurasia a la Mackinder en la mayor alianza geopolítica de la historia, cambiando el poder global a favor de estas tres grandes potencias contra el poder marítimo anglosajón».
Ahora, una fuente de inteligencia de alto nivel del Estado Profundo, jubilada, va al grano señalando cómo «las negociaciones secretas entre Rusia y Estados Unidos se centran en los misiles que van a Europa del Este, mientras Estados Unidos impulsa frenéticamente su desarrollo de misiles hipersónicos».
La cuestión principal es que si Estados Unidos coloca dichos misiles hipersónicos en Rumanía y Polonia, como está planificado; el tiempo que tomarían en llegar a Moscú sería una décima parte del tiempo de un Tomahawk. Es aún peor para Rusia si se colocan en el Báltico. La fuente señala que «el plan de Estados Unidos es neutralizar los sistemas de misiles mucho más avanzados que sellan el espacio aéreo de Rusia.
Esta es la razón por la que Estados Unidos ha ofrecido permitir a Rusia inspeccionar estos emplazamientos de misiles en el futuro, para probar que allí no hay misiles hipersónicos nucleares. Pero esa no es la solución, ya que los lanzadores de misiles de Raytheon pueden controlar los misiles de ataque y los defensivos, por lo que es posible colar los misiles de ataque por la noche. Así que todo requiere observación continua».
La conclusión es dura: «Este es el verdadero asunto detrás de la presente crisis. La única solución es que no se permitan emplazamientos de misiles en Europa del Este». Eso parece que es la parte esencial de las demandas de Rusia como garantías de seguridad.
Navegando hacia Bizancio
Alastair Crooke ha demostrado cómo «Occidente lentamente está descubriendo que no hay punto de presión contra Rusia (su economía siendo relativamente a prueba de sanciones), y que su ejército no es rival para Rusia».
En paralelo, Michael Hudson ha explicado de forma concluyente:”la amenaza al dominio estadounidense es que China, Rusia y el corazón de la isla mundial euroasiática de Mackinder están ofreciendo mejores oportunidades de comercio e inversión que las que ofrece Estados Unidos con su demanda cada vez más desesperada de sacrificios por parte de su OTAN y de otros aliados».
Bastantes de nosotros, analistas independientes del Sur y el Norte Global, llevamos años insistiendo sin cesar que el estallido del Gotterdammerung (nota del traductor: en alemán, «el ocaso de los dioses») en curso depende del fin del control geopolítico estadounidense sobre Eurasia. La Alemania ocupada y Japón imponiendo la sumisión estratégica de Eurasia desde el oeste al este; la OTAN en constante expansión; el Imperio de las Bases siempre des-multiplicado; todos los lineamientos impuestos de gratis por más de 75 años están colapsando.
El nuevo ritmo está marcado por las Nuevas Rutas de la Seda, o IFR (Iniciativa de la Franja y la Ruta); el poder hipersónico sin parangón de Rusia, y ahora las demandas no negociables como garantías securitarias; el advenimiento de la Asociación Económica Integral Regional, el más grande tratado de libre comercio en el planeta que unifica Asia oriental; el Imperio expulsado de Asia Central luego de la humillación afgana; y más temprano que tarde su expulsión de la primera cadena de islas del Pacífico occidental, completada con un papel estelar para los misiles chinos, «asesinos de portaaviones», DF-21D.
El MICIMATT (siglas en inglés para el complejo industrial-militar-congresista-de inteligencia-mediático-académico-think tank), acuñado por Ray McGovern, no fue capaz de reunir el coeficiente intelectual colectivo para siquiera comenzar a entender los términos de la declaración conjunta Rusia-China emitida en el ya histórico 4 de febrero de 2022. Algunos en Europa sí lo hicieron, posiblemente en el Palacio del Elíseo.
Este esclarecedor desembalaje se enfoca en la interconexión de algunas afirmaciones clave, como «las relaciones entre Rusia y China son superiores a las alianzas políticas y militares de la época de la Guerra Fría» y «la amistad no tiene límites»: la asociación estratégica, con todos sus retos por delante, es mucho más compleja que un mero «tratado» o «acuerdo». Sin un conocimiento profundo de las civilizaciones china y rusa, y sus maneras de pensar, los occidentales simplemente no están preparados para entenderlo.
Al final, si conseguimos escapar de tanta pesadumbre occidental, podríamos terminar navegando en una remezcla distorsionada de Navegando hacia Bizancio de Yeats. Siempre podremos soñar con que los mejores y más brillantes en Europa se alejen por fin del control férreo del despreciable Excepcionalistán imperial:
Una vez fuera de la naturaleza, nunca tomaré / Mi forma corporal de ninguna cosa natural, / Sino una forma como la que hacen los orfebres griegos / De oro forjado y esmalte dorado / Para mantener despierto a un emperador soñoliento; / O fijarme en una rama dorada para cantar / A los señores y damas de Bizancio / De lo que es pasado, o es pasajero, o por venir.
*Pepe Escobar, analista internacional.
Artículo publicado en Observatorio de la Crisis.