El domingo 1 de septiembre se celebraron las elecciones regionales en los Lander (Estados) alemanes de Sajonia y Turingia caracterizada por la alta participación electoral. Estas elecciones son importantes ya que determinan la composición de los parlamentos estatales en ambos estados, lo que influye al momento de formar gobiernos estatales y, para algunos analistas, porque reflejan tendencias políticas para de cara a elecciones federales.
Aunque no se puede establecer que reflejen tendencia política partiendo desde la densidad poblacional de estos Lander, sí podemos analizar cómo el resultado electoral junto a otros factores internos y externos reflejan una realidad que está cambiando la historia alemana.
Los principales resultados que nos arrojan las elecciones en estos Lander, y las elecciones al Parlamento Europeo antes, es la crisis y el colapso de los partidos políticos tradicionales de Alemania.
Por un lado se observa el desplome de la socialdemocracia del SPD, Die Linke, Los Verdes, los liberales FDP, mientras se da el gran salto del partido de ‘extrema derecha’ AfD por un lado y de la ‘extrema izquierda’ Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW) por otro.
En el Lander de Sajonia, la CDU quedó en primera lugar con 31,9% de los votos, seguido muy de cerca por AfD que quedó en segundo lugar con un 30,6%. En tercer lugar se ubica la BSW con 11,8%.
En Turingia, quedó en primer lugar la AfD, con una victoria histórica por ser el primer partido de extrema derecha que ganar unas elecciones en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial y por ser las primeras elecciones regionales que ganan desde fundación en 2013, con un 34,3% de los votos. La CDU quedó como segunda fuerza con un 33,5%, mientras que la BSW obtuvo el 15,8% de los votos.
Mientras la coalición semáforo, actual gobernante federal, lame sus heridas tras una de sus peores derrotas, comienzan las negociaciones para hacer coalición y formar gobierno ya que ningún partido ha logrado la mayoría necesaria para gobernar en solitario. Pero también comienza la carrera de campaña para las próximas elecciones regionales que se celebrarán en Brandenburgo en donde el SPD, Los Verdes y el FDP deberán reveer cómo hacen frente al avance de la AfD y la BSW y evitar una nueva derrota.
Por supuesto, que al igual que ha sucedido en otras parte de Europa, como en Francia con la victoria de Agrupación Nacional de Marine Le Pen, en Alemania ha comenzado el discurso de unidad para hacer frente al fascismo, a la extrema derecha. Scholz fue uno de los primeros en decir que “todos los partidos democráticos están ahora obligados a formar coaliciones sin AfD”.
En este sentido, el partido de Coalición Sarah Wagenkecht (BSW) que ha quedado como tercera fuerza se vuelve protagonista en las negociaciones.
De acuerdo al periodista, Andreu Jerez Ríos, “los democristianos de la CDU parecen obligados a sondear una coalición con la BSW en los dos estados si quiere gobernar con mayoría parlamentaria. En Sajonia, esa coalición tendrá que ser completada por los socialdemócratas del SPD para ello. En Turingia, la situación es más complicada: la victoria de la ultraderecha –con más de 32% de los votos y más de un tercio de los diputados–, obliga a la CDU a sumar los poscomunistas de La Izquierda a una posible coalición con la BSW. De esta forma, los conservadores estarían rompiendo su particular “cordón sanitario” hacia los poscomunistas”.
Estos resultados han sido noticia a nivel mundial ante una supuesta sorpresa del avance de dos partidos muy jóvenes y que se caracterizan por ubicarse en los extremos. No obstante, si analizamos de cerca algunos elementos y observamos los hechos que vienen sucediendo en los últimos años en Alemania, se podría responder el por qué de estos resultados.
En primera instancia estamos ante dos Lander que forman parte de la Alemania oriental, y que hasta la reunificación alemana en 1990, formaron parte de la antigua República Democrática Alemana (RDA). Tanto Sajonia como Turingia comparten una historia común que aún continúa presente en la cultura, política, economía y los valores de la población, una experiencia muy distinta a los Lander de la Alemania occidental. Esto es clave hacia lo interno para comprender por qué en estos Estados es que se ha visto el auge de partidos más bien nacionalistas con valores conservadores.
Uno de los factores más importantes, que ya se advertía en Alemania con los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, es el amplio apoyo que ganaron los partidos que se oponen a la política de alineamiento otanista en política exterior, a la participación alemana en la guerra en Ucrania y a las tensiones entre la UE y Rusia.
Tanto AfD, ubicado como extrema derecha, como BSW, ubicado como extrema izquierda, comparten una visión de oposición de involucrar a Alemania en la guerra de Ucrania, como también una política conservadora en el aspecto migratorio. También comparten la atracción indudable del electorado desencantado de los partidos tradicionales de Alemania, la crítica a las élites alemanas es otro punto en común.
Otra línea que hacen coincidir a ambos partidos es su crítica a las élites europeas que se encuentran en las instituciones de la Unión Europa, en este punto podemos notar a un AfD más reaccionario y euroescéptico en comparación con BSW. La postura antiglobalización y la construcción nacionalista o soberanista del país también encuentra a AfD y BSW en la misma línea. Con ciertos matices ambos partidos se oponen a las sanciones contra Rusia comprendiendo el rol estratégico de Moscú en el desarrollo de Alemania.
Las políticas migratorias del gobierno de coalición semáforo han sido duramente criticadas por AfD y BSW, aunque la extrema derecha se posiciona desde un enfoque xenófobo mientras que la extrema izquierda lo hace desde una visión económica sobre cómo la política migratoria afecta a la clase trabajadora alemana.
Durante el último discurso de campaña, la líder de BSW soltaba frases como “En Ucrania mueren cada día hombres jóvenes a ambos lados del frente”; “no sólo Putin comenzó una guerra ilegal, también los americanos atacaron ilegalmente siete países en los últimos 30 años”; “con las sanciones a Rusia no dañamos a Putin, dañamos nuestra economía”; “queremos diplomacia y no más envío de armas”; “ahí están los políticos que nos pretenden enseñar lo que debemos decir, lo que debemos pensar, lo que debemos comer”; “hace dos años dije que tenemos el Gobierno más estúpido de Europa y desde entonces no se ha vuelto más inteligente”; “no puede ser que en nuestro país haya gente que muera a manos de personas que no deberían estar aquí”.
Por su parte, Alice Weidel, líder de AfD ha dicho frases como «Alemania está siendo arrastrada a una guerra que no es nuestra. No deberíamos estar involucrados en el conflicto entre Ucrania y Rusia. Las sanciones a Rusia están dañando más a nuestra economía que a Rusia»; «La política migratoria de Alemania está fuera de control. Necesitamos cerrar nuestras fronteras y detener la inmigración masiva que está poniendo en peligro nuestra seguridad y nuestro sistema social»; «Rusia ha sido un socio confiable para Alemania durante décadas. Las sanciones son inútiles y perjudican a nuestra economía. Deberíamos normalizar nuestras relaciones con Rusia y actuar en nuestros propios intereses, no los de Estados Unidos»; «La UE ha demostrado ser una institución fallida, antidemocrática y burocrática. Alemania debe recuperar su soberanía y dejar de ser el pagador de los errores de otros países».
Describir estos puntos en común no tiene como objetivo provocar a los lectores, sino que busca comprender la elección de la población alemana. Una población que no sólo ha dejado de creer en los partidos tradicionales de la política alemana sino también en los proyectos que cada uno representa y que posiciona (o no) al país como actor geopolítico regional e internacional.
Alemania que se caracterizó durante muchos años por ser potencia industrial con un perfil fuertemente regional y de liderazgo en los asuntos europeos, hoy se encuentra hundida económicamente y su rol en el continente ya no pasa por ser la locomotora europea sino por ser representante (léase lacayo) de Washington en los asuntos bélicos de la región. Desde la guerra en Ucrania, las decisiones políticas de la coalición semáforo encabezada por Scholz llevaron a la industria alemana a una pérdida sustancial de competitividad, que hoy se traduce en el cierre de fábricas por un lado y la fuga de empresas claves por otro. Así, Alemania sufrió un drástico aumento de los costes energéticos; descenso tendencial de la producción industrial; desplome de las exportaciones de la industria automovilística; aumento de la tasa de desempleo; descenso del gasto en alimentación de los hogares alemanes; incremento significativo de aprobación del partido radical Alternative für Deutschland (Afd); desplome de las exportaciones; drástica reducción de la financiación de todos los sectores excepto el militar; aumento de los gastos para el pago de los suministros energéticos estadounidenses, la subvención de la energía a empresas y hogares y la reposición de los depósitos de armas vaciados por las entregas a Ucrania, mediante la compra de sistemas de armamento fabricados por el complejo militar-industrial estadounidense.
Una de las últimas noticias relacionadas a la crisis económica que atraviesa el país germano fue hace unos pocos días cuando la empresa Volkswagen con 87 años de historia en el país y uno de los principales empleadores industriales planea cerrar varias plantas e incluso también cancelará para el 2029 el programa de seguridad de empleo.
El investigador Giacomo Gabellini, explicó hace un año, que “estos signos claros e inequívocos de desindustrialización se combinan, además, con una larga cadena de quiebras de empresas, cuyos eslabones individuales están formados por respetables empresas históricas como Eisenwerk Erla (industria siderúrgica), Fleischerei Röhrs (carnicería), Weck GmbH & Co. (industria del vidrio), Klingel (servicios postales) y Hofer Spinnerei Neuhof (servicios postales).
Con todas las consecuencias previsibles. Basf, la mayor empresa química del mundo, ha anunciado una «reducción permanente» de su presencia en Europa debido a los elevados costes de la energía, poco después de inaugurar la primera parte de su nueva planta de ingeniería de 10.000 millones de euros en China y realizar una importante inversión para modernizar su complejo industrial de Chattanooga (Tennessee).
El gigante farmacéutico Bayer, con sede en Leverkusen, ha anunciado un plan de inversiones centrado en China y Estados Unidos, donde los incentivos derivados del abaratamiento de la energía se superponen a los -subvenciones públicas y rebajas fiscales- que ofrece la Ley de Reducción de la Inflación.
Volkswagen se ha movido en la misma dirección, retirándose de su intención declarada de construir un complejo de coches eléctricos en Alemania en favor de nuevas plantas en China. BMW, por su parte, ha desentrañado los detalles de un programa industrial que implica la construcción de una megafábrica de producción de baterías para coches eléctricos en la provincia de Liaoning. Mercedes-Benz ha realizado maniobras sustancialmente similares, al igual que decenas y decenas de pequeñas y medianas empresas de la industria automovilística.
Según una encuesta publicada por «The Economist», alrededor de un tercio de las empresas del Mittelstand se plantean trasladar su producción y sus puestos de trabajo al extranjero”.
La Ley de CHIPS y la Ley de la Reducción de la Inflación (IRA) abrió una brecha en las relaciones con EEUU, ya que afectan directamente a la industria europea, en especial a la francesa y alemana, causando un enorme punto de tensión entre socios.
Alemania preocupaba a EEUU como competidor industrial, como potencia con fuerte peso en las decisiones europeas, por su enorme crecimiento vinculado a las relaciones con Rusia y China, y por la posibilidad del fortalecimiento del eje franco-alemán. EEUU ha logrado borrar el potencial alemán aislandolo de Rusia, China y Francia, mientras lo ha sometido a sus intereses y decisiones.
Para EEUU los escenarios en donde las principales potencias europeas se vean debilitadas y sometidas a sus deseos sirven a la proyección de sus intereses geoestratégicos y guerra frente al proyecto euroasiático y el desarrollo de un orden multipolar. Pero para Europa, esto no sólo representa un sometimiento a Washington, sino que para la población europea y para la población alemana significa un deterioro muy importante y abrupto de la calidad de vida.
Los ciudadanos y ciudadanas alemanas no parecen apoyar el tipo de políticas alineadas al europeísmo otanista globalista que abandera Scholz y que ha llevado a la locomotora alemana al hundimiento total y a la sumisión completa de Alemania a las garras de EEUU. Incluso en las regiones como Sajonia y Turingia observamos que el único partido tradicional que se mantiene en competencia es la CDU. Una CDU que gobernó con Angela Merkel un proyecto de país alineado al desarrollo de un europeísmo que posicionó a Alemania como la potencia industrial regional y como actor geopolítico y competitivo relevante en el escenario internacional. Diferencias importantes entre ambos proyectos en donde uno se somete a los designios y ambiciones estadounidenses en la región mientras que el otro busca la proyección estratégica con un marcado carácter de protección de lo nacional. En uno de los proyectos se considera a Rusia como enemigo declarado sin muchos argumentos sólidos alrededor de los intereses alemanes, mientras que en el otro se comprende la importancia de los vínculos estratégicos con Rusia para el crecimiento nacional.
Micaela Constantini, periodista y parte del Equipo de PIA Global.
Foto de portada: Imagen: Sascha Steinach/IMAGO
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