Luego de que Israel lanzara su primer ataque al suelo iraní el 13 de junio, los Países del Golfo Árabe se pronunciaron en contra del asedio a su vecino persa.
El Ministerio de Exteriores emiratí condenó “enérgicamente” estos ataques de Israel contra Irán, y expresó “su profunda preocupación por la escalada en curso, y sus repercusiones en la seguridad y la estabilidad regionales”. El principado árabe llamó a refuerzos en Francia, Pakistán y Hungría para instar a moderar la situación. Al mismo tiempo, Abu Dhabi, eximió de las multas por visado a los residentes iraníes como una señal de contención.
Así mismo, Arabia Saudita, expresó “estar buscando por todos los medios diplomáticos, ejercer presión y detener la agresión israelí contra Irán”, luego de haberse comunicado con los líderes de países europeos como Alemania y Bélgica, y asiáticos como Jordania e Iraq.
Omán, un estado tradicionalmente neutral, pareció inclinarse hacia una neutralidad proiraní al igual que Qatar e Iraq. El reino de Mascate, que previamente medió en conversaciones nucleares entre Washington y Teherán, condenó los ataques israelíes hacia Irán.
Doha, ha sabido ser un fuerte interlocutor de Teherán con el resto del mundo y mantiene importantes relaciones económicas con la República Islámica gracias a que comparten el mayor campo de gas natural del mundo, el yacimiento de South Pars. Sin embargo, como todos los países mencionados, Qatar mantiene bases estadounidenses (las más avanzadas en la región), en Al-Udeid y Al-Sailiya, ubicados a menos de 300 kilómetros de Irán.
Emiratos Árabes y Bahrein firmaron en el año 2020 los Acuerdos de Abraham, intermediados por el primer mandato de Trump. Con esos tratados, los reinos potenciaron las gestiones con Israel y enredaron las relaciones diplomáticas de la región, aún más. “Cuando firmamos los Acuerdos de Abraham, uno de nuestros principales objetivos era ayudar a la población de Gaza a través de nuestra relación con Israel.” expresó en una reciente entrevista Anwar Gargash, Exministro de Asuntos Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos (y actual asesor diplomático del presidente Mohamed bin Zayed).
Sin embargo, lo que hicieron estos Acuerdos fue otorgar reconocimiento al Estado hebreo por parte de vecinos de la región árabe.
No obstante, la relación que mantienen las monarquías del Golfo con Israel y Estados Unidos son intrincadas para el afuera, pero claras en sus intenciones comerciales.

Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) han mantenido una doble dialéctica: acercamientos diplomáticos tanto con la República Islámica como con la Casa Blanca.
Mientras Arabia Saudita y Emiratos parecieran querer hacerse parte de grupos multipolares como los BRICS+, hace un mes, recibieron con celebraciones y condecoraciones al presidente estadounidense, Donald Trump, con quien intercambiaron fuertes rondas de negocios y aseguraron la cooperación mutua en materia de petróleo, armas y tecnologías.
Por ello, su posicionamiento se vio en la cuerda floja cuando Washington decidió entrar formalmente a la guerra atacando las bases nucleares de Irán el pasado 22 de junio.
Lo que estaba en juego
El CCG buscó la mediación multilateral de las Naciones Unidas para frenar la tensión regional. Así, delegaron el llamado de atención a organismos internacionales, neutralizando su posicionamiento.
Con la escaldada de la guerra, las monarquías de la Península detectaron una serie de efectos en sus países:
- Las aerolíneas Emirates, Qatar Airways y Air Arabia cancelaron decenas de vuelos, gastaron millones en redirecciones, el combustible aumentó y la cantidad de pasajeros disminuyó. Air Arabia tuvo la caída más alta (10%) de sus acciones desde el 2008.
- El ataque israelí hacia la reserva de gas compartida entre Irán y Qatar, sacudió los mercados energéticos mundiales y empañó la credibilidad del Golfo como exportador.
- Una detonación de las bases de enriquecimiento de uranio iraníes hubiera podido contaminar totalmente las aguas del Golfo Pérsico, fuente fundamental de suministro acuífero de los países árabes, los cuales desalinizan agua de mar para su consumo.
- Si bien los reinos árabes poseen derecho legal de vetar operaciones ofensivas desde las bases estadounidenses radicadas en sus países, existió el temor de que Teherán buscara desactivar estos centros en los países vecinos. Así sucedió el pasado lunes cuando bombardeó las instalaciones de Qatar.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI) lanzó un importante ataque a la base militar norteamericana de Al Udeid en Qatar. Esta ofensiva, fue una respuesta del involucramiento explícito de la Casa Blanca al conflicto.
Al Udeid funcionaba como cuartel general del Comando de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y representaba el activo más estratégico en Medio Oriente.
El ataque iraní no causó bajas árabes, y las autoridades de la República Islámica abrieron instantáneamente diálogo con Doha para apaciguar la situación asegurando que la operación se efectuó con blanco estadounidense y no qatarí.
Un nuevo lugar
La reciente guerra dejó una nueva perspectiva en la región: un Irán predispuesto y listo para la defensa nacional, y un Occidente desestabilizador y provocativo.
La respuesta iraní al ataque estadounidense prendió las alarmas de los demás países de la Península respecto a sus bases norteamericanas. En especial de países como Bahrein que contienen importantes instalaciones yankees y suelen direccionar sus políticas más a Occidente que a Oriente.
Sin embargo, la competencia por el poderío de la región entre Irán e Israel no ha finalizado aún. Y puesto que las monarquías árabes gustan de conquistar a las potencias, la llave para un nuevo ciclo de relaciones se está conformando.
Gracias al cese al fuego proclamado, el Golfo se salvó en esta oportunidad de declararse en un bando definido, mas no sugiere que para futuras negociaciones, algunas de las facciones le exija colocarse de un lado. La neutralidad ya no podría tener lugar en una escalada mayor, y la posición de toda la Península árabe sería clave para afilar las agujas en la región.