El Parlamento Europeo ha colocado discretamente a la Unión Europea en esta línea política, incluso antes de que los gobiernos hayan tomado una decisión.
El 20 de mayo de 2021, el Parlamento Europeo congeló la ratificación del Acuerdo de Inversión UE-China, concluido en diciembre por la Comisión Europea tras siete años de negociaciones. La resolución fue aprobada por una abrumadora mayoría, con 599 votos a favor, 30 en contra y 58 abstenciones [1].
Formalmente, está motivada como represalia a las sanciones chinas contra miembros del Parlamento Europeo, decididas por Pekín después de que sus funcionarios fueran objeto de sanciones por la acusación, rechazada por China, de violaciones de los derechos humanos, especialmente de los uigures. Los legisladores de la UE argumentan que mientras las sanciones chinas son ilegales porque violan el derecho internacional, las de la UE son legales porque se basan en la defensa de derechos humanos establecida por la ONU.
¿Cuál es el verdadero motivo que se esconde tras el manto de la “defensa de los derechos humanos en China”? La estrategia, lanzada y dirigida por Washington, para reclutar a los países europeos en la coalición contra Rusia y China. La palanca fundamental de esta operación es el hecho de que 21 de los 27 países de la Unión Europea son miembros de la OTAN bajo el mando de Estados Unidos. En primera línea contra China, al igual que contra Rusia, están los países de Europa del Este, miembros de la OTAN y de la UE al mismo tiempo, que, al estar más vinculados a Washington que a Bruselas, aumentan la influencia de Estados Unidos en la política exterior de la UE. Esta política sigue sustancialmente la de Estados Unidos, especialmente a través de la OTAN. Pero no todos los aliados están al mismo nivel: Alemania y Francia se ponen de acuerdo con Estados Unidos sobre la base de la conveniencia mutua, mientras que Italia obedece y calla en detrimento de sus propios intereses. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, puede declarar así, al final de su reunión con el presidente francés Emmanuel Macron el 21 de mayo: “Apoyaremos el orden internacional basado en normas contra el empuje autoritario de países como Rusia y China”.
China, a la que la OTAN había dejado de lado como “amenaza” al centrar su energía en la estrategia contra Rusia, se encuentra ahora en el mismo plano. Esto ocurre a raíz de lo que se está haciendo en Washington, donde la estrategia contra China está a punto de convertirse en ley. En el Senado de Estados Unidos, el 15 de abril, se presentó el proyecto de ley S. 1169 sobre Competencia Estratégica con China, por iniciativa bipartidista del demócrata Bob Menéndez y el republicano James Risch. La motivación del proyecto de ley no deja lugar a dudas de que se trata de una confrontación total: “La República Popular China está aprovechando su poder político, diplomático, económico, militar, tecnológico e ideológico para convertirse en un competidor estratégico mundial, casi a la par, con Estados Unidos. Las políticas que la RPC aplica cada vez más en estos ámbitos son contrarias a los intereses y valores de Estados Unidos, sus socios y gran parte del resto del mundo”. Sobre esta base, la ley estipula medidas políticas, económicas, tecnológicas, mediáticas, militares y de otro tipo contra China, destinadas a golpearla y aislarla. Una verdadera declaración de guerra, no en sentido figurado.
El almirante Philip S. Davidson, que dirige el Mando Indo-Pacífico de Estados Unidos, ha solicitado al Congreso 27.000 millones de dólares para construir una cortina de bases de misiles y sistemas de satélites alrededor de China, incluida una constelación de radares sobre plataformas espaciales. Mientras tanto, la presión militar de Estados Unidos sobre China aumenta: unidades portamisiles de la Séptima Flota navegan por el Mar de China Meridional, bombarderos estratégicos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos han sido desplegados en la isla occidental del Pacífico de Guam, mientras que los aviones no tripulados Triton de la Marina de Estados Unidos han sido trasladados más cerca de China desde Guam a Japón. Siguiendo la estela de Estados Unidos, la OTAN también está ampliando su estrategia a Asia Oriental y el Pacífico[2], donde –anunció Stoltenberg– “tenemos que reforzarnos militarmente con socios cercanos como Australia y Japón”.
Por tanto, el Parlamento Europeo no se ha limitado a dar un paso más en la “guerra de sanciones” contra China. Ha dado un paso más para llevar a Europa a la guerra.
[1] “Los eurodiputados rechazan cualquier acuerdo con China mientras se mantengan las sanciones“, Parlamento Europeo, 20 de mayo de 2021. [2] “La OTAN quiere convertirse en la Alianza Atlántico-Pacífica“, por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 10 de diciembre de 2019.*Manlio Dinucci, geógrafo y politólogo.
Artículo publicado en L’Hora.