África Subsahariana

Poner fin a la malaria en África debe centrarse en la pobreza

Por Silas Majambere*-
A nivel mundial, más de 400.000 personas mueren anualmente de paludismo. África soporta una carga desproporcionada de la enfermedad. En 2019, el 94% de las muertes y los casos se registraron en la región.

La historia muestra que hace dos siglos, la malaria asolaba algunos países de Europa a tasas similares a las que se experimentan en África en la actualidad. En Italia, por ejemplo, a finales del siglo XIX había dos millones de casos de malaria al año y de 15.000 a 20.000 muertes cada año. En, 1970 la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado a Italia libre de paludismo.

Existe un marcado contraste entre cómo respondió Europa a la malaria en ese entonces y cómo África, y los países de otras regiones en desarrollo, continúan abordando el problema.

Existen diferencias intrínsecas entre Europa y África. Estos incluyen el clima (Europa es, en promedio, mucho más frío) y la capacidad de los mosquitos locales para transmitir la malaria. Pero el impulsor subyacente  de la malaria en los dos continentes es el mismo.

Llevo 17 años realizando investigaciones y diseñando intervenciones para la prevención del paludismo. Esta experiencia me ha llevado a la firme conclusión de que es una enfermedad de la pobreza. Prevalece en áreas con drenaje deficiente, viviendas precarias, falta de acceso a medidas de protección y sistemas de salud débiles.

Rociar las casas con insecticida es una solución temporal. Cristina Aldehuela /

Intervenciones a largo plazo versus a corto plazo

Los países de Europa que lograron la eliminación del paludismo lo hicieron mediante políticas y prácticas impulsadas por el desarrollo. Estos incluyeron la construcción de viviendas mejoradas, la gestión ambiental mediante el drenaje de pantanos donde se reproducen los mosquitos, la separación de humanos y animales domésticos y el fortalecimiento de los sistemas de salud.

El control del paludismo en África sigue dependiendo en gran medida de las intervenciones basadas en productos básicos. El pilar de la prevención del paludismo son los mosquiteros tratados con insecticida. Pero pierden eficacia en dos o tres años y, por lo tanto, requieren un reemplazo recurrente. Las intervenciones como los mosquiteros son más baratas a corto plazo. También proporcionan una sensación de retorno de la inversión directo y rápido. Por el contrario, las intervenciones ambientales tardan más en implementarse. Y su impacto no se mide fácilmente a corto plazo.

La investigación y el desarrollo de la malaria en África también se orientan principalmente hacia los productos básicos. Estos incluyen vacunas, medicamentos, herramientas de diagnóstico, insecticidas, atrayentes y repelentes de mosquitos, mosquitos modificados genéticamente y drones que administran insecticidas contra los mosquitos. Casi todos se financian con ayuda internacional.

La opinión popular de la comunidad de la malaria es que una combinación de estos conducirá a la eliminación de la enfermedad.

La experiencia de Europa dice lo contrario. Incluso si las intervenciones tecnológicas funcionaran tan bien como esperaban sus desarrolladores, el acceso seguiría siendo un problema para las comunidades pobres de África.

A la luz de esto, la forma plausible de que África elimine la malaria será ubicar la lucha contra la malaria dentro de la agenda más amplia de desarrollo económico. Esto requerirá que los gobiernos nacionales dejen de buscar soluciones rápidas que aborden los síntomas. Deben adoptarse políticas que aborden las causas subyacentes de la transmisión del paludismo.

Mapa interactivo de la Malaria en África

Consecuencias no deseadas

Antes del descubrimiento del insecticida diclorodifeniltricloroetano (DDT) en la década de 1940, la prevención del paludismo dependía en gran medida de la gestión ambiental y la mejora de las viviendas. 

La eficacia del DDT para erradicar la malaria en los EE. UU y otras partes del mundo motivó a la OMS a lanzar una Campaña Mundial de Erradicación de la Malaria en 1955. Pero, debido a dificultades logísticas, la llamada campaña mundial no incluyó a la mayor parte de África, donde la mayoría de los casos fueron grabados.

Desde entonces, el enfoque de las estrategias de prevención del paludismo se alejó de los programas vinculados al desarrollo económico. En su lugar, comenzaron a centrarse en intervenciones repetitivas y de corto plazo basadas en medicamentos e insecticidas.

Esto, a su vez, desencadenó una carrera de armamentos evolutivos en la comunidad de investigación de la malaria para encontrar soluciones para solucionar el problema de los mosquitos que desarrollan resistencia a los insecticidas.

Ciclo biológico del paludismo. 

Cambiando el equilibrio de poder

Hoy en día, la agenda para la eliminación de la malaria en África está dominada en gran medida por académicos de países de ingresos altos, organizaciones internacionales no gubernamentales, industrias de medicamentos e insecticidas y organismos de financiación.

La mayoría de ellos se encuentran geográficamente distantes de la enfermedad y sus nefastas consecuencias.

Para lograr la eliminación de la malaria en el continente, los africanos deben hacerse cargo de la agenda. Los socios externos deben apoyar la agenda local y evitar cualquier sentido de supremacía. Esto se puede realizar en varios pasos.

La primera sería que los políticos, economistas, científicos y sus socios africanos reconsideren el enfoque actual para la eliminación de la malaria. Deben desarrollar una estrategia impulsada localmente, a largo plazo e incorporada en un plan de desarrollo nacional más amplio. Y los gobiernos africanos deben reducir su dependencia excesiva de la ayuda externa y aumentar la financiación local para la salud. Las donaciones externas rara vez han resuelto un problema social grave. Es poco probable que la malaria sea la excepción.

El segundo paso sería invertir en la educación de una masa crítica de malariólogos africanos con una comprensión amplia y pertinente de los vínculos entre la malaria, la pobreza y las estrategias de desarrollo económico y social local. Esta comprensión debería ser la base para generar preguntas de investigación operativa que aborden los obstáculos reales para la eliminación de la malaria. En este contexto, la tecnología debería explotarse como facilitador de un programa de desarrollo más amplio.

Finalmente, el tercer paso sería empoderar a las comunidades afectadas para que participen en la lucha contra la malaria. África es el hogar de una población joven y en crecimiento. Debe aprovecharse para implementar intervenciones comunitarias innovadoras contra la enfermedad.

*Silas Majambere es Director de Operaciones Científicas de la Asociación Panafricana de Control de Mosquitos y Profesor Asociado de Entomología Médica, Université des sciences, des Techniques et des Technologies de Bamako.

Artículo publicado en The Conversation y fue editado por el equipo de PIA Global