Un portavoz del Ministerio de Defensa alemán anunció el miércoles que «los carros Leopard 2A5 y Leopard 2A6 se repararán en Alemania y probablemente en Lituania» después de que fracasaran las conversaciones con Polonia para albergar un centro de mantenimiento de carros ucraniano. Anteriormente se había señalado que «hay mucho en juego en el resultado de las conversaciones militares germano-polacas», por lo que se esperaba que llegaran a un compromiso, ya que estos planes habrían sido mutuamente beneficiosos de haber fructificado.
Pero no fue así, porque Polonia no negociaba de buena fe. En lugar de intentar sinceramente llegar a un acuerdo, sólo quería desplumar a Alemania cobrándole tarifas exorbitantes por reparar tanques ucranianos en su territorio. En retrospectiva, el partido gobernante «Ley y Justicia» (PiS) podría haber pensado que esto podría ser un medio creativo para exprimir las llamadas «reparaciones» de Alemania por la Segunda Guerra Mundial, o podría haber querido condenar las conversaciones desde el principio para culpar a Berlín como parte de su campaña de reelección.
Independientemente de cuáles fueran sus verdaderas motivaciones, el resultado del fracaso de sus conversaciones es que Polonia ahora sólo será un Estado de tránsito para las reparaciones de estos tanques en lugar de albergar un centro como se pretendía en un principio. Estos ambiciosos planes se han ido al traste, ya sea para conseguir un margen de beneficios disparatado por motivos políticos relacionados con agravios históricos o para reunir a los polacos en torno al partido gobernante sobre una base nacionalista antialemana de cara a las elecciones de otoño, lo que complica los planes de liderazgo regional previstos por Polonia.
No sólo reparará pronto algunos tanques ucranianos, sino que también planea acoger de forma permanente a 4.000 soldados alemanes, lo que en conjunto la convertirá en el puesto militar más oriental del líder de facto de la UE. Al hacerse indispensable para las ambiciones hegemónicas de Alemania, Lituania puede evitar preventivamente el escenario de convertirse en vasallo polaco como resultado del ascenso de su vecino, además de intentar enfrentar a esos dos rivales tradicionales en busca de los mejores acuerdos posibles.
Sin darse cuenta, PiS acaba de poner trabas a los planes de liderazgo regional previstos por Polonia, al excluir prácticamente la posibilidad de que Lituania vuelva a caer bajo su influencia y resucite así su mancomunidad añorada en una forma posmoderna. Siguen siendo oficialmente socios en pie de igualdad con Ucrania en el marco del llamado «Triángulo de Lublin», pero a Varsovia le resultará mucho más difícil presentarse como «el primero entre iguales» ahora que Vilna cuenta con el sólido apoyo de Berlín.
Por último, infundir a dicho marco una apariencia de igualdad, después de que hasta ahora sólo tuviera una apariencia superficial, ralentizará aún más los planes hegemónicos de Polonia en beneficio de los de Alemania. Por lo tanto, se puede concluir que el intento fallido del PiS de desplumar a su vecino occidental tuvo consecuencias inesperadas al permitir a Lituania equilibrar con más confianza el ascenso de Polonia, lo que socava la dimensión oriental de la política exterior del partido gobernante de cara a las elecciones de este otoño.
*Andrew Korybko, analista geopolítico.
Artículo publicado originalmente en korybko.substack.
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