Nadie sabe lo que habrá de suceder en esta circunstancia, porque el Legislativo peruano, además de ser impresentable, es impredecible. Puede variar de una hora a otra, o incluso de un minuto a otro, según oscile la voluntad de quienes digitan las bancadas que cortan el jamón en el recinto parlamentario.
En verdad hay solo tres antecedentes referidos a una «Vacancia» como la que ha sido propuesta en el escenario de mañana. No contamos con la ocurrida en noviembre del 2000, porque aquella vez el Jefe del Estado salió corriendo, fugó del país y envió su renuncia por fax.
Así, la Declaratoria de Vacancia, fue apenas un formalismo, un rito administrativo destinado a llenar al vacío de Poder que dejó como legado el Chinito de la Yuca cuando lo sorprendió un ataque de pánico.
A Toledo, que tuvo una gestión altamente cuestionable, y que cayó a 9 puntos en las encuestas de opinión, no se le cuestionó, ni intentó sacar de su Podio incriminándole algún tipo de incapacidad. Lo mismo ocurrió con García, pese a que lotizó la Amazonía para repartir el gas y el petróleo entre sus afines, y consumó matanzas como la de Bagua.
Ambos gobernaron a la sombra de la embajada yanqui y con la anuencia del Fondo Monetario, de modo que resultaron intocables. Sólo debían preservar los privilegios de la Clase Dominante, y arrodillarse ante el Imperio. Nada más.
En diciembre del 2017 volvió ese fantasma, y fue precisamente a raíz del Indulto dispuesto por Pedro Pablo Kuczynsky en beneficio de Alberto Fujimori. Aún se recuerda –incluso en tribunales- el tema que envolvió a Kenyi Fujimori, al ya finado congresista Mamani, y unos oscuros audios que finalmente nunca fueron conocidos en su integridad.
En la ocasión, la vacancia no prosperó a la primera, pero se levantó en marzo del 2018, cuando PPK decidió poner el cuello en la guillotina antes que esta cayera, y renunció, abriendo paso al gobierno de Martín Vizcarra¸ a quien hoy la derecha más reaccionaria detesta con el odio más primitivo y salvaje.
Precisamente por ese odio, que se incrementó cuando el 30 de septiembre de aquel año el Jefe del Estado, disolvió el Congreso digitado torpemente por el fujimorismo; Vizcarra fue víctima de una conjura urdida por Manuel Merino y sacralizada por Raúl Diez Canseco y Víctor Andrés García Belaunde.
El Congreso de entonces “vacó” al Jefe del Estado y pretendió establecer un régimen inicuo que recibiera el rechazo masivo de la inmensa mayoría de peruanos.
La población no esperaba, en esa circunstancia, una decisión parlamentaria como la que se activó. En realidad, ella fue una reacción hepática a la exposición del Mandatario cuestionado, que recordó a los congresistas, aquella noche, que 69 de ellos tenían cuentas pendientes ante la justicia por la comisión de delitos que aún no ventilados. Es por esas intemperancias abruptas del Legislativo, que nadie puede predecir con certeza lo que habrá de ocurrir mañana.
Fueron los días de noviembre del 2020, los que todavía se recuerdan. Se movilizaron 3 millones y medio de personas en la capital y más de 7 millones en todo el país. Inti y Brian ofrendaron sus vidas en esa circunstancia, generando un proceso penal que aún no concluye.
La ultra derecha se consume de rabia cuando recuerda aquellas jornadas, y llena de improperios a los actores de entonces a los que atribuye la caída del proyecto que levantara a espaldas del pueblo.
Las cosas ahora lucen más complicadas porque mañana seguramente se dará a publicidad la cuestionada Sentencia del Tribunal Constitucional que reconoce el Habeas Corpus en provecho de Alberto Fujimori; pero también porque está previsto un Paro de Transportistas. Y porque a partir de mañana, habrán de agravarse conflictos con Comunidades Campesinas como las Bambas, Cuajone y otras.
Además, porque la izquierda partidista se reunirá hoy para “tomar distancia” del Gobierno de Castillo, y porque, finalmente asoman fisuras marcadas en el escenario oficial donde algunos sectores del gobierno acusan a otros que comparten con ellos las mismas funciones de conducción, de presunta traiciones y deslealtades.
Nadie podría decir, entonces, que el suelo esta parejo. Bien puede ocurrir que las cosas marchen sin mayores contratiempos; pero también, que la situación se ponga color de hormiga.
Por eso este “Día D” tendrá para los peruanos una connotación especial. No será por cierto, como el 6 de junio del 44 –el Desembarco en Normandía- que cambió el rostro de Europa en una guerra contra el Nazismo que hoy renace en Ucrania; pero si un día de definiciones concretas que ayudará a despejar el escenario.
Lo importante –y quizá lo decisivo- será que la gente no se muestre indiferente, no mire con escepticismo lo que ocurra. Ésta, es también la hora de la acción. Como en todas las circunstancias, serán las masas -y no las figuras de Gabinete o de Curul- las que forjen la historia.
Notas:
* Periodista peruano. Colabora con Cubadebate y otras publicaciones digitales.
Fuente: https://espanol.almayadeen.net/