El Pacífico Sur ha sido una zona de interés imperial desde hace siglos, hoy sigue siéndolo. Hoy en la costa peruana, a poco más de 70 kilómetros de Lima se levanta el puerto de Chancay, una obra que marca un antes y un después en la infraestructura marítima de América Latina. Inaugurado recientemente, este megapuerto representa una inversión de más de USD 3.500 millones, liderada por la empresa china COSCO Shipping, mediante la cual consolida su posición como eslabón clave en la cadena logística global.
Con una capacidad inicial para movilizar 1 millón de contenedores anuales, Chancay promete dinamizar el comercio entre Sudamérica y Asia, reduciendo los tiempos de transporte y posicionándose como una alternativa estratégica al Canal de Panamá y otros puertos del Pacifico. Según estimaciones del gobierno peruano, el puerto generará 8.550 empleos directos y contribuirá con un 1.8% al PIB del país. Pero ¿Cuál es el impacto geopolítico de esta mega obra?

Para China representa una expansión de su Iniciativa de la Franja y la Ruta en América Latina, consolidando su presencia en una región que históricamente ha estado bajo la influencia de Estados Unidos. No fue casual que el propio presidente chino Xi Jinping llegara hasta Perú para inaugurar el puerto. Desde Washington el puerto ha sido observado con preocupación y sus analistas advierten sobre posibles usos estratégicos de la infraestructura china en la región, especialmente en escenarios de tensiones internacionales.
Asimismo, algunos sectores estadounidenses critican la falta de proyectos similares liderados por empresas de su país, lo que permite a China llenar ese vacío con inversiones multimillonarias en infraestructura crítica para el comercio global. Si bien el próximo presidente de EEUU, Donald Trump, no se pronunció al respecto, uno de sus principales asesores sugirió que se aplicarían aranceles del 60% a los productos que lleguen a través de Chancay. También las operaciones del puerto de San Pedro en Los Ángeles, el principal en la costa del Pacifico se vería afectado con el movimiento de productos asiáticos. Pero también es necesario mencionar las controversias y la polémica en Perú al respecto.
Grupos ambientalistas y comunidades locales peruanas han denunciado los impactos negativos en el ecosistema marino y las posibles afectaciones culturales. También se han señalado irregularidades en los permisos iniciales de construcción, lo cual contiene una posible veta de corrupción. Pese a ello, el gobierno peruano ha priorizado la relación económica con China, ajustando regulaciones para facilitar el desarrollo del puerto. El bien mayor parece ser la alianza estratégica entre el país sudamericano y China.
El puerto de Chancay es el ejemplo más reciente de una sociedad cada vez más estrecha entre ambos países. Perú se ha convertido en uno de los mayores receptores de inversión china en la región, con proyectos en minería, energía e infraestructura. El gobierno peruano ha adoptado una postura pragmática, buscando maximizar los beneficios económicos de esta relación, aunque ello implique mayores niveles de dependencia comercial.
Además de lo anterior, Chancay representa la transformación de los patrones económicos y de poder en el siglo XXI. Para América Latina, representa una oportunidad de modernizar su infraestructura y aumentar su participación en el comercio global. Sin embargo, también plantea preguntas sobre la soberanía económica y el equilibrio de poder en una región en constante reconfiguración.
La presencia de China en esta parte del continente ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. En países como Ecuador, por ejemplo, China financió y construyó la represa de Coca Codo Sinclair, la central hidroeléctrica más grande del país; en Argentina, la construcción de una base de monitoreo espacial china en Neuquén generó controversias debido a las sospechas sobre su uso para fines militares o de inteligencia, lo que encendió alarmas sobre la pérdida de control en infraestructura estratégica.
La obra portuaria en el Perú ya está en marcha, y su impacto en las próximas décadas será decisivo, no solo para este país, sino para toda la cuenca del Pacífico. La posibilidad de que Brasil se acerque al comercio asiático a través de la construcción de un corredor o tren bioceánico que, pasando por territorio boliviano, una al puerto peruano con los principales centros productivos brasileños, es aparentemente otro de los proyectos chinos de gran envergadura en un horizonte muy cercano.
México también ya está tomando recaudos al respecto al anunciar la construcción de un nuevo mega puerto, muy cerca del actual de Manzanillo-San Pedrito, probablemente también para contrarrestar el alcance e influencia china a través del puerto peruano. La presidenta Claudia Sheinbaum anunció que éste iniciaría sus actividades en un plazo no mayor a cinco años, buscando así mantener el control sobre las operaciones asiáticas en el norte y el centro del continente.
En resumen, el puerto de Chancay es una pieza clave en la expansión de la influencia china en América Latina, destacando tanto oportunidades económicas como riesgos geopolíticos y ambientales. Las opiniones varían ampliamente entre los países involucrados, mientras la región observa con atención cómo este desarrollo puede redefinir el comercio global y las dinámicas de poder en el Pacífico.
¿Será Chancay el puente que acerque a América Latina al auge asiático?
Valeria Silva Guzmán* Historiadora con Diplomado en Ciencia Política con perspectiva de género
Este artículo ha sido publicado en el portal diario.red/
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