Varsovia ha sido uno de los motores de la ayuda occidental a Ucrania. El primer ministro polaco -junto con sus homólogos checo y esloveno- realizó una visita a Kiev menos de tres semanas después del lanzamiento de la operación militar especial, desencadenando así una avalancha de estas giras favoritas de los políticos occidentales a la capital ucraniana. El conflicto en el país adyacente ha acelerado la aplicación de las prioridades a largo plazo fijadas por el partido gobernante Ley y Justicia (PiS) después de que lograra hacerse con el control de la escena política nacional en 2015. La Estrategia de Seguridad Nacional no deja lugar a dudas.
Hay que oponer resistencia a la “política neoimperial” de Rusia mediante el fortalecimiento de las capacidades de la OTAN y la UE, la profundización de los lazos transatlánticos, así como una mayor expansión de ambas organizaciones hacia el este. Varsovia quiere desarrollar una cooperación estratégica con Washington al tiempo que configura activamente el panorama político, económico y militar de la región mediante diversos instrumentos.
Integrar militarmente la región
El primero de ellos son los Nueve de Bucarest (B9). Esta agrupación se creó en 2015 para reforzar los lazos militares y de seguridad entre los nueve países poscomunistas de la OTAN que se extienden desde el Báltico hasta el Mar Negro, impulsar la presencia militar de la OTAN a lo largo de su flanco oriental y promover la incorporación de otros países -originalmente Ucrania, Moldavia y Georgia, ahora también Finlandia y Suecia- a la alianza. La orientación de la iniciativa resulta obvia por el abierto apoyo estadounidense.
A las cumbres del B9 celebradas en mayo de 2021 y febrero de 2023 asistió Joe Biden. No obstante, Varsovia no se limita a los miembros de la OTAN, ya que tiende a percibir a los Estados postsoviéticos, desde Transcaucasia hasta el Báltico, como pertenecientes a su esfera de interés, que es librarse de la influencia rusa. Por eso Polonia apoya activamente la Asociación Oriental, lanzada en 2009 para integrar a estos Estados postsoviéticos en la UE. El Fondo Europeo para la Paz se ha encargado de los aspectos militares y de seguridad de esta iniciativa. En la actualidad, financia operaciones militares en siete países, entre ellos Ucrania.
La perspectiva de que más países postsoviéticos se incorporen a la OTAN sigue siendo bastante remota. Sin embargo, no se descarta que Polonia, junto con otros socios de ECE, pueda mejorar la cooperación militar conjunta a través de instrumentos como el B9, así como de acuerdos bilaterales o multilaterales similares al suscrito entre Azerbaiyán y Türkiye (originalmente concluido en 2010, se está ampliando sobre la base de la Declaración de Shusha de 2021), así como la formación de unidades conjuntas.
Varsovia ya tiene experiencia de este tipo. En 2009 Polonia, Lituania y Ucrania firmaron un acuerdo para la creación de una brigada conjunta. Aunque se tardó varios años en hacer operativa la unidad, la estructura existe y puede servir de modelo para la cooperación militar entre actores OTAN y no OTAN. La integración militar en la región se ha complementado con estructuras políticas. Además de la Asamblea Interparlamentaria, creada en 2005, hace tres años se creó el Triángulo de Lublin.
¿Renovación de la Mancomunidad Polaco-Lituana?
Los inicios de la organización se vieron afectados por la pandemia, por lo que cabe esperar más actividad de desarrollo en el futuro. Los tres países no ocultan que el Triángulo de Lublin se nutre de la herencia de la Mancomunidad Polaco-Lituana, que en su día fue uno de los mayores imperios de Europa. La influencia polaca se extendió hasta las orillas del Mar Negro, y el rey Segismundo era lo bastante poderoso como para inmiscuirse en los asuntos de Moscú durante los Tiempos Difíciles e instalar a su hijo como zar de Rusia.
Estos episodios históricos de expansionismo polaco pueden inspirar las ambiciones actuales, provocar guerras culturales en los Estados bálticos, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y otros países vulnerables, y desestabilizar la región. La cumbre presidencial del Triángulo de Lublin, celebrada en enero en Lvov, declaró la necesidad de la conquista de Crimea y el Donbass, la admisión de Ucrania tanto en la UE como en la OTAN, así como el establecimiento de un tribunal internacional para los “criminales de guerra” rusos. Varsovia aprovechó la cumbre para anunciar su decisión de suministrar a Kiev tanques Leopard, lo que amplió el alcance del equipamiento militar proporcionado por los aliados de la OTAN.
Sin embargo, la colaboración política y militar dentro del Triángulo de Lublin va más allá de su territorio. Estableció vínculos con la oposición en Bielorrusia. Svetlana Tikhanovskaia, como jefa del Consejo de Coordinación de Bielorrusia (que gana cada vez más legitimidad entre los políticos occidentales), apoya la inclusión del país en el Triángulo de Lublin. Polonia sirve de base de operaciones a la Asociación de Fuerzas de Seguridad de Bielorrusia, organización cuyo objetivo es derrocar al gobierno bielorruso e instalar un nuevo gabinete dirigido por Tikhanovskaia. Todas estas actividades apuntan a la repetición del trágico escenario ucraniano. Sin embargo, los políticos occidentales deberían ser conscientes de que Bielorrusia no es Ucrania; el país pertenece al Estado de la Unión, y Moscú difícilmente tolerará los intentos de hacerse con el control de este territorio.
La lucha por Trimarium
Por último, pero no por ello menos importante, los representantes polacos promueven con entusiasmo la Iniciativa de los Tres Mares (3SI). La plataforma sigue la idea de entreguerras del Trimarium en su apuesta por la integración del espacio delimitado por los mares Adriático, Báltico y Negro. Podría ser una herramienta útil para el desarrollo de infraestructuras y una interacción regional polifacética; sin embargo, ese contenido positivo ha sido arrinconado por intereses geopolíticos. El apoyo de Washington a la 3SI se ha reafirmado en numerosas ocasiones, empezando por la participación de Donald Trump en la cumbre de 2017 y terminando con una resolución de 2020 de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
El documento relacionaba explícitamente la 3SI con la seguridad nacional estadounidense, comprometiéndose a prestar un generoso apoyo financiero al proyecto para contrarrestar proyectos energéticos rusos como Nord Stream 2 y TurkStream, así como la Iniciativa Belt & Road de China y 17+1 (que entretanto se ha reducido a 14+1). La dimensión geopolítica y la incorporación de la 3SI a la estrategia global estadounidense de contención, así como la disuasión y el cerco de China y Rusia devalúan el potencial positivo de dicha iniciativa. Es probable que el papel de la 3SI aumente, ya que se utilizará para la integración de Ucrania en las estructuras transatlánticas. Mateusz Morawiecki lo resumió lacónicamente: “No hay Tres Mares sin Ucrania”.
Polonia aspira a convertirse en una hegemonía regional con las fuerzas armadas más fuertes de la Europa continental. Varsovia quiere tener 300.000 soldados en 2035, lo que convertiría al país en una superpotencia militar europea. Los polacos apoyan las tendencias prooccidentales en el espacio postsoviético, reforzando así su papel en la expansión de la OTAN y la UE hacia el este. Washington utiliza las ambiciones polacas para militarizar la región de Europa Central y Oriental y presionar a los actores moderados de Europa, como Alemania o Francia, para que se unan a la campaña contra Rusia.
Así pues, Varsovia tiene gran parte de responsabilidad en la creciente división y animadversión entre Rusia y Europa, y en el coma de autonomía estratégica de los europeos. Polonia podría desempeñar un papel mucho más constructivo si se centrara en el desarrollo de la autonomía estratégica, incluyendo alguna forma de ejército conjunto europeo. La dependencia de Varsovia de su aliado de ultramar nunca permitirá que Europa se convierta en un actor seguro de sí mismo que responda a sus propios intereses.
*Ladislav Zemanek, República Checa. Investigador del Instituto China-CEE, establecido por la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) en Budapest. Autor de informes semanales sobre asuntos de la CEE y artículos relacionados con China, Rusia, el surgimiento de un orden multipolar posoccidental y la transformación autoritaria de las democracias liberales, publicados por importantes editoriales, universidades y grupos de expertos (De Gruyter, Universidad MGIMO Prensa). Graduado de la Universidad Charles de Praga, tiene experiencia en estudios rusos, ciencias políticas y relaciones internacionales, y experiencia profesional del Instituto Parlamentario del Parlamento de la República Checa y la Academia Checa de Ciencias.
Artículo publicado originalmente en Club Valdai.
Foto de portada: Reuters.