Europa Imperialismo

Pandemia, imperialismo y las alternativas de cooperación

Escrito Por Micaela Constantini

Por Micaela Constantini
La búsqueda de una vacuna para el virus COVID-19 evidenció el fracaso neoliberal y la lógica depredadora e imperialista con la que se manejan ciertos países occidentales, especialmente en Europa. Aunque no es fracaso para la fracción globalizadora que impuso esa liberalización, desregulación y privatización del sistema y sus valores.

“La guerra de las vacunas”, como la han llamado los grandes medios de comunicación, demostró que la solidaridad de la que tanto hablaron los primeros meses de decretada la pandemia, era sólo un discurso más. Como escribió Omar José Hassaan Fariñas para PIA, una pandemia es 30% evolución y mutación genética, 35% políticas públicas de los países afectados (salud, cuarentenas, apoyo a la población, etc.), y 35% cooperación internacional (o rivalidad internacional, dependiendo de lo que las elites globales deciden hacer).

En el interior de la Unión Europa la crisis económica y financiera; la crisis en el sistema sanitario; las internas entre Ursula Von der Leyen y Angela Merkel; la división de países que están interesados en las propuestas de cooperación rusas y chinas de fabricación y vacunación, frente a los países que hacen oídos sordos o campaña hostil; la represión policial; los países que están últimos en la lista de espera, pidiendo no ser olvidados; la escasa acción de los organismos multilaterales, dejó al descubierto la falta de cooperación entre países de la comunidad.

Clarito se vio en las últimas semanas con el caso, entre el laboratorio AstraZeneca y la Unión Europea, con Reino Unido de fondo.

A finales de enero de 2021, AstraZeneca informó que entregaría a la Unión Europea un 60% menos que las dosis pactadas por contrato. Aunque no era la única fabricante de vacunas que presentaba retrasos en su producción.

El anuncio desató la furia de las autoridades comunitarias, quienes sostenían que este hecho se debía a que la transnacional desviaba a otras partes del mundo, específicamente a Reino Unido e Israel, dosis que le correspondían a Europa.

Se realizó un allanamiento a la planta de la empresa en el municipio de Seneffe, al sur de Bruselas, en donde se llevaron documentación y muestras para analizar si efectivamente las dosis que se producían allí eran desviadas a otros países.

El director ejecutivo del laboratorio, Pascal Soriot, salió en varios medios a explicar que el retraso era por el “bajo rendimiento” de las cisternas en el proceso productivo. Además, negó que se desviaran dosis que le correspondían a Europa, y ratificó que con Reino Unido se firmó contrato tres meses antes, por lo tanto le concierne la entrega en primer lugar. 

Por último declaró que no se presentaría a la reunión que tenían agendada con las autoridades de la UE.

Ante la presión y demanda de varias fuerzas políticas, la UE decidió publicar el contrato con AstraZeneca que, entre todos las partes censuradas se puede observar que la empresa lo inclumplía, aunque no se pueden ver detalles importantes como los precios por dosis, el pago total, los plazos para realizar los pagos, las condiciones. Todo es secreto, como ya hemos visto en otros acuerdos como el TTIP o TISA.

Sin embargo, en diciembre ya se había filtrado la lista de precios a través de un tweet publicado por la secretaria de Estado para el presupuesto de Bélgica, Eva De Bleeker, borrado inmediatamente, ya que revelar esa información rompe con la cláusula de confidencialidad en los contratos entre los laboratorios y la Comisión Europea.

En esa lista se observaba que el pago de la UE a AstraZeneca por cada dosis de las vacunas es inferior que al resto de los laboratorios. 

Oxford/AstraZeneca: € 1,78 (USD 1,99)

-Johnson&Johnson: USD 8,50

-Sanofi/GSK: € 7,56 (USD 8,44)

-Pfizer/BioNTech: € 12 (USD 13,40)

-CureVac: € 10 (USD 11,16)

-Moderna: USD 18

Incluso se puede ver que la UE pagó menos que otros países en los mismos laboratorios. Como EEUU con Pfizer-BioNTech, quien pagó USD19,50 por cada dosis, mientras que la Unión Europea pagó USD13,40.

Algunos analistas lo resuelven entendiendo que la Unión Europea invirtió fondos públicos en la investigación de la vacuna, mientras que EEUU no.

El conflicto pareció resolverse el último día de enero, cuando se reúnen de manera virtual Ursula Von der Leyen y el consejero delegado de AstraZeneca junto a otras farmacéuticas que tienen acuerdos con la UE para la compra de vacunas.  

«Un paso adelante en las vacunas. AstraZeneca entregará 9 millones adicionales de dosis en el primer trimestre (40 millones en total) comparado con la oferta de la semana pasada y empezará las entregas una semana antes de lo programado», dijo la presidenta de la CE en un tweet.

Habrá que esperar para saber si se cumple la entrega del total de la dosis. Lo interesante de esta reunión se desprende de una de las cláusulas más carroñeras: la que prohíbe la solidaridad. Esta cláusula especifica que por fuera de la Unión Europea las vacunas no podrán ser vendidas, ni donadas a otros países, ni siquiera la donación a través de ONGs o la Organización Mundial de La Salud, sin el consentimiento previo del contratista. Entre Estados miembros se podrá revender, exportar y distribuir las vacunas, siempre y cuando acepten por escrito que se hará cargo de las indemnizaciones en caso de que sea necesario.

Así es como la Unión Europea, comenzará el 31 de marzo el control de las exportaciones de vacunas (para combatir el covid-19) de aquellos laboratorios con los que la CE firmó acuerdos de compra anticipada.

The Big Pharma y los países “olvidados”: la desigualdad eterna

Desde que la Organización Mundial de la Salud caracterizó el virus covid-19 como pandemia, se comenzó una carrera nociva por encontrar una vacuna. 

¿Por qué nociva? Porque los motivos que impulsan la búsqueda, se encuentran bajo la lógica del mercado y la necesidad de ejercer el predominio geopolítico en el mundo. Lejos, a lo último se encuentra el derecho a la vida.

¿Quiénes llevaron la delantera? aquellos países con un mayor potencial económico, tecnológico y político. 

Cualquiera respondería que los países de la Unión Europea tienen esa capacidad, sin embargo, debido a las políticas neoliberales adoptadas en 2009 después de la crisis económica y financiera, los gastos “innecesarios” como la salud se vieron drásticamente reducidos. Entender que el sistema médico y de salud para el pueblo es una mercancía, y que puede tratarse como tal, como privatizar los hospitales y las residencias para ancianos,  es una de las principales fallas de los países europeos al enfrentar esta pandemia.

Esto demuestra nuevamente el fracaso del sistema neoliberal en donde dejan la salud de los pueblos, ya bastardeada, en manos de las empresas privadas con lógica especulativa como las transnacionales e industrias farmacéuticas mencionadas. 

The Big Pharma,  controladas directa o indirectamente por unos pocos negocios y una élite de poder, tiene el monopolio no sólo de la fabricación, las patentes, el comercio, los precios y las decisiones, sino también de la esperanza, y juega esa carta de poder frente a los Estados. Estas farmacéuticas se enriquecen a partir de los recursos públicos de los países para su ambiciosa expansión.

Si estas transnacionales ejercen semejante magnitud de dependencia y sometimiento sobre la Unión Europea, en qué posición quedan los países con menores posibilidades económicas y políticas, que no encuentran una organización regional fuerte, que están sumidos en conflictos bélicos o bloqueados, o aquellos países que dependen de organismos internacionales ausentes.

Las conclusiones del informe “Desequilibrio Mortal” de Médicos Sin Fronteras del año 2001, aún sigue latente cuando menciona que existen enfermedades “olvidadas” e incluso otras “muy olvidadas”. Los institutos públicos de investigación en el mundo industrializado y las empresas farmacéuticas no consideran las enfermedades “olvidadas” como prioridad, ni como una gran amenaza para sus poblaciones. Por lo tanto no investigan ni desarrollan medicamentos porque la inversión necesaria no proporciona suficientes ganancias. 

Pero, el COVID-19 está lejos de ser una enfermedad “olvidada”, ni mucho menos con falta de financiamiento para buscar una vacuna. Sin embargo, la lógica se aplica a los pueblos “olvidados” debido a su escaso o nulo potencial económico y político.

Tenemos el claro ejemplo del continente africano, que aún transita epidemias para las que ya hay vacunas disponibles, pero no cuentan con las condiciones económicas suficientes.

E incluso, en Sudáfrica la vacuna de AstraZeneca costará 2,5 veces más de lo que cuesta en la mayoría de los países de Europa[1]. 

Al contrario, Israel es el ejemplo de país rico, con poder de élite global. El Estado sionista ha comprado 24 millones de dosis para combatir el covid-19, a distintas farmacéuticas, aun cuando la población vacunable es de 6 millones, para los cuales se requieren 12 millones asumiendo que se deben aplicar doble dosis[2].

Tedros Adhanom, el Director General de la Organización Mundial de la Salud, en la 148a reunión del Consejo Ejecutivo celebrada el 18 de enero de este año (2021) enfatizó sobre la desigualdad en el acceso a las dosis de la vacuna. 

“En la actualidad, se han administrado más de 39 millones de dosis de vacuna en al menos 49 países de ingresos más altos. Solo se han administrado 25 dosis en un país de ingresos más bajos. No 25 millones; no 25 mil; solo 25«.

No obstante, el panorama no es del todo apocalíptico, también hubo cooperación entre países que priorizaron la vida y pusieron a disposición sus avances científicos-tecnológicos para buscar una solución en conjunto, como es el caso de China, Rusia o Cuba.

Países como India, Sudáfrica, y China propusieron a la OMS la interrupción transitoria a los laboratorios para que sus vacunas puedan producirse en forma coordinada.

La Comisión Europea, que tanto rechazó, ninguneó e injurió la vacuna Sputnik V y los llamados de cooperación rusos y chinos; después de que invirtió más de 2.7000 millones de euros en pagos anticipados a media docena de laboratorios que aún no hacen entrega adecuada, han comenzado a cambiar su discurso y actitud hacia el fármaco ruso.

Hace una semana veíamos que la decisión de desbloquear la vacuna Sputnik V en Europa generaba una gran interna entre la Canciller alemana Angela Merkel y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. 

La Canciller Federal alemana, habló con Vladimir Putin sobre la autorización de la Sputnik V en la Agencia Europea del Medicamento y también destacó la patente china.

Para la presidenta de la CE, aprobar la vacuna rusa en Europa sería admitir su fracaso en el plan de vacunación como también un desgaste político el cambio de postura frente a Moscú.

Aún así, esta segunda semana de febrero, el Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF) anunció que el pasado 29 de enero solicitó el registro de la Sputnik V en la UE  y recibió la confirmación de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) de que la solicitud había sido aceptada. 

«Hemos observado con interés cómo cambiaba la actitud aquí, en la Unión Europea, hacia el fármaco ruso, que durante varios meses, es decir, prácticamente desde el momento de su aparición, se percibió abiertamente con suspicacia, por no decir hostilidad», dijo Chizhov, subrayando que ahora esa percepción «ha sido reemplazada por el discurso de que la Sputnik V es el mayor logro científico de Rusia prácticamente desde el lanzamiento del primer satélite artificial de la Tierra en 1957» [3].

No obstante, habrá que darle seguimiento a las relaciones entre Rusia y la Unión Europa, ya que aún siguen vigentes las tensiones a partir de las sanciones diplomáticas.

En Turquía se planea producir la vacuna Sputnik V, tanto para el mercado nacional, como para la exportación, en la farmacéutica VisCoran. En diciembre del año pasado, el ministro de exteriores turco, Mevlut Cavusoglu dijo que la cooperación entre Turquía y Rusia, relacionada con la vacuna, mostraba un avance considerable.

Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping planteó el fortalecimiento de la cooperación entre China y los países de Europa central y oriental, al proponer las vacunas contra el COVID-19 como un espacio para lograr ese objetivo.

Imperialismo, pandemia y elites globalistas

A los grandes laboratorios farmacéuticos no les interesa cooperar en comunidad, por el contrario tienen como prioridad cotizar en la bolsa y prolongar sus ventas para recomprar sus propias acciones sin invertir ese capital en investigación y desarrollo[4].

 Jorge Elbaum, en Topografía viral del neoliberalismo dice que los cuatro laboratorios más importantes del mundo (GSK, Johnson & Johnson, Pfizer y Sanofi) evaden tributos por 3.800 millones de dólares al año. Sin embargo, sus CEOs son los mismos que participan de los encuentros de Davos para defender la primacía del mercado por sobre el Estado y enarbolar la transparencia como divisa prístina de ética pública.

¿Acaso es suficiente COVAX para la OMS?

¿y la ONU? 

¿Estos Organismos Internacionales no podrían ajustar las prioridades de las farmacéuticas a través de una intervención directa? Mejor dicho, ¿les interesa hacerlo?

Podemos ir dando respuesta, observando quienes financian proyectos como COVAX o instituciones claves en la investigación y desarrollo tecno-científico; el grado de participación de organismos no gubernamentales privados; quiénes son las élites empresariales que más han sobresalido en esta pandemia, cuáles son sus valores, modelos y proyectos de orden mundial.

La Fundación Bill y Melinda Gates (B&MGF) que controla a la Alianza para la Vacunación (GAVI), no sólo financia y es parte del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19  (COVAX – OMS) que tiene el objetivo de garantizar el acceso equitativo a las vacunas, sino que es parte, junto al Foro Económico Mundial, de la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI), que ya ha financiado vacunas como Oxford/AstraZeneca y Moderna. Esta Coalición, anunció el desarrollo de la vacuna nCoV una semana antes de que la OMS decretara emergencia de salud pública mundial.

Son de público conocimiento las declaraciones del exdirector del Programa Mundial de Medicamentos de la OMS,  Germán Velásquez, quien reveló que el 90% del Programa es financiado directamente por la Fundación Bill y Melinda Gates, y que más del 80% por ciento del presupuesto de la OMS proviene de donaciones voluntarias, públicas o privadas, concentradas en diversos países, en la Fundación Bill y Melinda Gates y en la industria farmacéutica.

Michel Chossudovsky, director del Centro de Investigación sobre la Globalización, explica que CEPI busca ejercer de «monopolio» en el negocio de la vacunación cuyo objetivo es un «proyecto de vacuna global», en asociación con un gran número de «candidatos«. Anunció financiamiento para su asociación con Inovio y la Universidad de Queensland (Australia). Además, confirmó la CEPI (enero 23) un contrato con Moderna, Inc. y el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés), dirigido por el Dr. Anthony Fauci, quien ha sido fundamental en la campaña de miedo y pánico en todo Estados Unidos: «Es diez veces peor que la gripe estacional»[5].

Narciso Isa Conde, para La Haine, analiza más en profundidad la relación entre pandemia e imperialismo globalista que opera a nivel mundial: Bill Gates, George Soros, Jeff Bezos, Warren Buffett, Mark Zuchenbert, son, entre otros, los principales ideólogos y líderes de la facción capitalista-imperialista globalizadora; con sede en EEUU y ejercicio supranacional; con las recientes ventajas que le ha dado recuperar la Casa Blanca y el Capitolio a través de Biden y el PD. Isa Conde argumenta que Bill Gates impulsa un sistema mundial de salud en donde confluyen los intereses de la industria informática-digital-robótica, con los de los grandes laboratorios farmacéuticos y corporaciones relacionadas con el tema salud, que a su vez se conectan con la minería de punta, el complejo militar-industrial financiero y la producción de los sistemas súper-modernos de seguridad, control y monitoreo.

La pandemia desatada por el Covid-19, comprueba y convence de la vinculación entre el sistema de salud y la seguridad nacional (e internacional) a partir del bioterrorismo, para justificar las intervenciones militares bajo el lema de “ayuda humanitaria”. 

Nada nuevo, en las relaciones internacionales y el accionar imperial, el oportunismo geopolítico de los actores con mayor poder mundial para fortalecerse, derrotar enemigos, ocupar territorios (geográficos y virtuales), y debilitar (destruir) las soberanías de los pueblos.

Podemos asumir que estamos frente a dos posturas y valores bien diferenciados que marcan el camino hacia una resolución de la pandemia – y otras (no menores) disputas geopolíticas.

Por un lado, aquellas élites empresariales (algunas mencionadas en el presente artículo) quienes buscan prolongar el COVID-19 para explotar toda la riqueza posible. Manejados y justificados bajo la lógica neoliberal en simbiosis con el globalismo. Camino que ya vemos en derrumbe con los resultados en la Unión Europea, incluso tratándose de países “del primer mundo o altamente desarrollados”.

Por otro lado, el camino que prioriza la cooperación entre países y regiones, el que brindó recursos, asistencia, inversión y suministros a los países que lo pidieron. Que se manejan con otros valores y lógica histórica, como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pero también Cuba, Austria, Uruguay, Nicaragua, Vietnam y Venezuela. Su principal objetivo estratégico es acabar con la pandemia, priorizando a los pueblos sobre las élites privadas, sin supeditarse a los organismos multilaterales e internacionales, ejerciendo soberanía y empatía humana.

Foto de portada: ILUSTRACIÓN ELENA OSPINA

Acerca del autor

Micaela Constantini

Comunicadora Social, periodista. Miembro del equipo de investigación de PIA Global. Investigando cibergeopolítica y virtualidad. Feminista, antiimperialista y autodidacta. Nuestra americana Trabajo con redes sociales, edición de video y comunicación digital.