La combinación explosiva de una profunda inestabilidad política, protestas masivas a favor del ex primer ministro Imran Khan, el resurgimiento de la insurgencia talibán pakistaní (Tehrik-i-Taliban Pakistan, TTP), tensiones con Afganistán y el peso de una creciente presión geopolítica internacional, han sumido al país en un escenario de incertidumbre con ramificaciones regionales y globales.
En este complejo tablero, factores como la rivalidad con India, las aspiraciones de Nueva Delhi bajo el liderazgo de Narendra Modi, y la influencia anglosajona que busca debilitar la estabilidad regional para frenar el proyecto chino de la Franja y la Ruta, juegan un papel determinante.
El impacto de Imran Khan
Imran Khan, líder del Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI) y ex primer ministro destituido en abril de 2022, sigue siendo una figura central en la política pakistaní. Su salida del poder, orquestada por una coalición de partidos opositores y respaldada por poderosos sectores militares y judiciales, desató una ola de protestas masivas en todo el país.
Khan ha denunciado que su derrocamiento fue planeado desde el exterior, acusando a Estados Unidos de interferir en los asuntos internos de Pakistán para imponer un liderazgo más alineado con sus intereses.
El año 2024 trajo consigo nuevas tensiones con unas elecciones plagadas de denuncias de fraude. La represión militar y la actitud de una parte del alto mando militar, percibido como entregado a los intereses occidentales, han profundizado la percepción de injusticia en la población.
El generalato pakistaní, en connivencia con las élites políticas tradicionales, ha implementado una política de represión sistemática contra los seguidores de Khan. Las multitudinarias manifestaciones han sido brutalmente reprimidas, dejando decenas de muertos, miles de detenidos y numerosos juicios masivos contra los manifestantes.
Para una gran parte del pueblo pakistaní, Imran Khan representa el único líder capaz de desafiar el sistema corrupto y servil a intereses extranjeros que ha llevado al país al borde del colapso. Su encarcelamiento y los esfuerzos por silenciar su voz no han hecho más que fortalecer su posición como un símbolo de resistencia y esperanza. Sin embargo, la polarización política y la intervención militar en los asuntos civiles han sumido a Pakistán en un ciclo de inestabilidad del cual parece difícil escapar.

El resurgimiento talibán
Paralelamente, Pakistán enfrenta una amenaza creciente por parte del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP). Este grupo insurgente, que ha intensificado sus ataques desde la retirada estadounidense de Afganistán en 2021, busca establecer un emirato islámico en territorio pakistaní, desafiando directamente la autoridad del Estado.
A diferencia de lo que algunos analistas sugieren, los talibanes pakistaníes actúan de manera independiente y no responden a ninguna estructura afgana. Aunque históricamente han compartido ideología con los talibanes afganos, su origen y financiamiento son diferentes.
El TTP surgió como una estructura autónoma conformada por estudiantes del Corán, inicialmente financiados por monarquías del Golfo en la década de los 80 con el objetivo de contener la influencia de la Revolución Islámica de Irán en la región. Sin embargo, con el tiempo, este grupo evolucionó hacia una insurgencia local con sus propios objetivos políticos y militares.
Es crucial comprender esta distinción, ya que el TTP no sigue órdenes de Kabul ni responde a los intereses del gobierno talibán afgano. Esto no elimina las tensiones entre ambos países, pero sí aclara que el conflicto pakistaní tiene raíces internas más profundas. Pakistán ha intentado, sin éxito, negociar con el TTP, y los repetidos fracasos en los acuerdos de alto al fuego han llevado a una escalada de la violencia en regiones fronterizas clave.
Afganistán y la frontera porosa
La frontera entre Pakistán y Afganistán, conocida como la Línea Durand, sigue siendo una de las más inestables y disputadas del mundo. Históricamente, esta frontera ha sido un refugio para grupos armados que operan a ambos lados, y la falta de control efectivo ha permitido que insurgentes y contrabandistas circulen libremente. Pakistán acusa al gobierno talibán afgano de ofrecer refugio al TTP, mientras que Afganistán acusa a Islamabad de interferir en sus asuntos internos.
La falta de una política fronteriza coherente y la desconfianza mutua entre los gobiernos de Islamabad y Kabul han convertido esta zona en un polvorín. Las tribus pashtunes, que habitan ambos lados de la frontera, han mantenido lazos históricos y culturales que desafían las divisiones políticas impuestas por la Línea Durand. Esta realidad complica cualquier intento de control efectivo de la frontera y facilita el flujo de armas, drogas y combatientes.
Además, el aumento de los enfrentamientos en esta región no solo amenaza la seguridad de ambos países, sino que también tiene el potencial de desencadenar un conflicto más amplio que podría involucrar a actores regionales como India, Irán y China. Los constantes intercambios de fuego y los ataques transfronterizos han aumentado las tensiones entre Islamabad y Kabul, dificultando cualquier esfuerzo diplomático para estabilizar la región.
A nivel económico, esta situación ha paralizado el comercio bilateral y afectado gravemente proyectos de infraestructura cruciales para ambas naciones. El Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) también enfrenta riesgos debido a la inseguridad en estas regiones. Si la inestabilidad persiste, no solo se verán afectadas las relaciones bilaterales, sino que se generará un impacto negativo en toda Asia Central, una región clave para las ambiciones económicas y geopolíticas de potencias como China y Rusia.

El factor India
India, bajo el liderazgo de Narendra Modi, ha adoptado una postura cada vez más agresiva hacia Pakistán. La histórica rivalidad entre ambos países, marcada por disputas territoriales en Cachemira y múltiples conflictos bélicos, ha alcanzado nuevos niveles de tensión en los últimos años. Nueva Delhi ve con buenos ojos la inestabilidad en Pakistán, ya que debilita a su tradicional enemigo regional y refuerza la posición india como potencia hegemónica en Asia del Sur.
Modi ha aprovechado la narrativa de la lucha contra el terrorismo para justificar su política exterior beligerante hacia Pakistán. Sin embargo, detrás de esta retórica subyace un objetivo geopolítico más amplio: asegurar la influencia india en una región clave para el comercio de hidrocarburos y rutas comerciales internacionales.
El juego anglosajón: caos controlado y la Franja y la Ruta
El proyecto chino de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) tiene en Pakistán uno de sus pilares fundamentales. El Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) es una pieza clave en la ambiciosa estrategia de Pekín para conectar Asia, África y Europa a través de una red de infraestructura y rutas comerciales. Sin embargo, la inestabilidad en Pakistán representa una amenaza directa para la viabilidad de este proyecto.
Las potencias anglosajonas, lideradas por Estados Unidos y el Reino Unido, han visto en la crisis pakistaní una oportunidad para frenar el avance chino. La estrategia parece orientada a fomentar un caos controlado que impida la consolidación del CPEC y, en consecuencia, del BRI. Al mismo tiempo, el debilitamiento de Pakistán beneficia indirectamente a India, un aliado clave de Washington en su estrategia para contener a China en el Indo-pacifico.
La desestabilización de Pakistán no solo afecta a Asia del Sur, sino que tiene implicaciones directas para Asia Central y la Federación Rusa. Una expansión del conflicto pakistaní podría desbordar las fronteras y afectar a países como Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, generando un efecto dominó de inestabilidad en una región ya de por sí frágil.
Rusia, que mantiene intereses estratégicos en Asia Central, ve con preocupación la situación en Pakistán. La desestabilización de este país podría afectar las rutas energéticas y comerciales que conectan Asia Central con Rusia y China. Además, un aumento del extremismo islámico en la región representaría una amenaza directa para la seguridad de Moscú.
La situación en Pakistán es un complejo rompecabezas en el que convergen factores internos y externos. La crisis política, el resurgimiento talibán, las tensiones con Afganistán, las aspiraciones hegemónicas de India y el juego de poder de las potencias anglosajonas que han creado un escenario volátil que amenaza no solo la estabilidad del país, sino la de toda la región.
Pakistán, una potencia nuclear con una posición geoestratégica clave, se encuentra en un vórtice de caos que amenaza con desbordarse y arrastrar consigo a toda la región. Si el conflicto continúa escalando, las implicaciones no solo afectarán al sur de Asia, sino que podrían desestabilizar toda Asia Central, impactando directamente a potencias como China, Rusia e Irán. En este contexto, es fundamental observar con atención los acontecimientos en Pakistán, ya que su desenlace tendrá repercusiones globales.
Tadeo Casteglione*. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: Akhtar Soomro / Reuters