Europa

Países europeos anuncian el envío de los primeros cazas F-16 mientras Borrell prepara una cumbre de paz

Por María Zornoza* –
Los aviones de combate cedidos por Países Bajos y Dinamarca tardarán meses en llegar y cuentan con la gran traba de entrenar a los pilotos ucranianos.

Dinamarca y Países Bajos han derribado el último tabú de la guerra de Ucrania anunciando un compromiso para enviar los primeros cazas F-16 a Ucrania. Los potentes aviones eran el bien más preciado y demandado por Kiev en los últimos meses. Pero su complejidad logística, la difícil tarea de pilotarlos, la imprecisión del número que se donarán o la situación actual sobre el terreno diluyen la perspectiva de que se trate de un arma catalizadora y determinante para cambiar el curso de la guerra.

«El envío de cazas de combate F-16 a Ucrania va sobre desescalada, sobre una reducción significante de los riesgos para la expansión de la guerra y sobre una aceleración hacia un final justo. Ayudará a minimizar las pérdidas ucranianas, optimizar las operaciones ofensivas y aumentar la efectividad para destrozar a los grupos de ocupación rusos», celebraba Mykahilo Podolyak, mano derecha de Zelenski. «Los países donantes están demostrando su interés por proteger el Derecho Internacional, la democracia y la justicia», agregó pidiendo al resto de países que siguiesen sus pasos.

Rusia respondió a este anuncio advirtiendo de que se trata de una escalada del conflicto. Sin embargo, todo transcurre según el patrón establecido desde que comenzó la guerra. Al comienzo de la contienda, los países aliados de Ucrania eran sumamente reticentes a ceder cazas de combate. Pero el envío de material bélico a las filas que dirige Volodimir Zelenski ha ido incrementando en cantidad y calidad tras ver que las amenazas del Kremlin sobre consecuencias severas o sobre el uso de armas nucleares no se iban materializando.

Polonia abrió el camino con la donación de aviones soviéticos y en los últimos días ha llegado la cesión de Copenhague y Ámsterdam, tras la coordinación con Estados Unidos, que como productor de los mismos, debe dar la autorización para su reexportación. Es un requerimiento que en su momento se necesitó desde Alemania para el envío de los tanques Leopard.

Pero son muchos los obstáculos que se interponen en el camino para que los ansiados F-16 marquen un cambio real en la tendencia del conflicto. A priori, su valor inicial radica en el mensaje de apoyo político que traslada. El escenario más optimista los sitúa en Ucrania a finales de este año, aunque no estarían operativos hasta bien entrado el 2024. Así lo ratifican las palabras del primer ministro neerlandés, Mark Rutte: «Es un paso más en nuestro apoyo a Ucrania. Un paso para el largo plazo, que envía una señal clara, la de que continuaremos apoyando a Ucrania con todo el tiempo que sea necesario».

Difícilmente serivrá para superar a Rusia por el aire el número que se aporte. Por ejemplo, Países Bajos cuenta con un total con de 42, pero no ha especificado cuántos donará. Los neerlandeses han sido los primeros en tomar esta decisión «histórica» en lo que muchos han interpretado como una reacción al derribo en 2014 del avión de Malaysia Airlines, en el que perdieron la vida 196 holandeses, tras un cohete lanzado desde la zona del Donbás, en control ruso. Los investigadores del país concluyeron que había «fuertes indicios» de que el propio Putin lo había autorizado.

El otro país, Dinamarca, sí se ha comprometido a ceder 19 de sus cazas. Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE, ha asegurado que la Unión Europea podría financiar parte de estas entregas. No obstante, el mayor desafío es el de entrenar a los pilotos ucranianos. Un ejercicio que ya está en marcha a través de una coalición de 11 países europeos, pero que puede prolongarse más allá de un año.

La gran dificultad sobre el envío de armamento continúa siendo la escasez de munición, que llega a cuentagotas ante la imposibilidad de la industria europea de satisfacer la necesidad actual de artillería en la que es ya una guerra de desgaste.

El anuncio de los cazas F-16, que tienen capacidad para transportar armas nucleares, supone un banderazo a Zelenski tras semanas en las que su esperada contraofensiva no termina de dar los frutos anhelados. La situación sobre el terreno apenas se mueve. Rusia ha construido unas líneas de defensa muy potentes, que hacen de Ucrania el país más minado del mundo en estos momentos. Y todo ello amenaza con congelar el conflicto. El Wall Street Journal aventura que la guerra podría alargarse durante muchos años debido a la falta de objetivos estratégicos claros tanto de Moscú como de Washington.

¿Cumbre de paz?

El jefe de la diplomacia europea ha anunciado esta semana, a su paso por el seminario Quo Vadis organizado en Santander, que los europeos están trabajando en la organización de un encuentro de «alto nivel» para discutir el plan de paz en Ucrania. Todo apunta a que la conferencia se celebraría a finales de septiembre en los márgenes de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Este será el segundo intento de acercar posiciones por parte de la comunidad internacional, tras el acontecido en agosto en Arabia Saudí, que contó con la presencia de más de 40 países. El objetivo prioritario de la diplomacia europea ha sido, desde que comenzó la guerra, atraer a las potencias más reacias y más cercanas a Rusia, como China o una buena parte de países de África y América Latina.

Sin embargo, a pesar del temor de que el conflicto se enquiste, como ocurrió con Crimea y el Donbás en 2014, Ucrania reitera que una negociación en estos momentos o un alto al fuego solo beneficiará a que las tropas rusas se reorganicen. Con ambos bandos tan estancados sobre el terreno y sin victorias claras, es difícil pensar en que unas negociaciones de paz darán frutos en el corto plazo.

*María Zornoza, periodista.

Artículo publicado originamente en Público.es

Foto de portada: El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky (izquierda), y el primer ministro holandés, Mark Rutte, ofrecen una rueda de prensa durante una visita a la Base Aérea de Eindhoven, en Eindhoven, Países Bajos, el 20 de agosto de 2023. —ROB ENGELAAR/EFE

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