Las elecciones generales anticipadas celebradas en los Países Bajos el pasado 29 de octubre, con una participación del 78,4 %, han rediseñado el mapa político del país sin llegar a cambiarlo radicalmente. El primer dato a destacar es que la extrema derecha sufre una corrección significativa con respecto al pico de 2023, con el Partido por la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV) de Geert Wilders retrocediendo once escaños, hasta los 26 representantes. Por otro lado, la fuerza que capitaliza la ola de votos es un partido de centroizquierda moderado, europeísta y firmemente atlantista, el Democraten 66 (D66) de Rob Jetten, que obtiene el mejor resultado de su historia en las elecciones legislativas, llegando también a los 26 escaños y convirtiéndose, a la par con el PVV, en el primer partido por número de diputados. La diferencia entre el primero y el segundo, calculada en votos y escaños, es la más reducida desde 1956, lo que confirma una competencia extremadamente reñida que refleja una sociedad polarizada, pero también cansada de una deriva securitaria inconclusa.
La votación surge de la crisis del ejecutivo de derecha liderado por el independiente Dick Schoof y respaldado por el PVV y otras tres formaciones del centro-derecha. La ruptura se produjo en junio por las políticas de asilo, con la salida del PVV de la coalición y la dimisión del Gobierno. A la crisis social y económica, ya grave en los suburbios urbanos y en las pequeñas ciudades, se sumó la inestabilidad institucional. La posterior ruptura del partido cristiano-moderado Nuevo Contrato Social (Nieuw Sociaal Contract, NSC) en relación con las sanciones y la guerra en Gaza contribuyó a congelar un panorama político fragmentado y a impulsar el regreso a las urnas.
En términos estrictamente numéricos, la derrota del bloque saliente es clara. Todas las fuerzas que apoyaban al gabinete de Schoof pierden terreno. El PVV retrocede, como se ha dicho, nada menos que once escaños. El Partido Popular por la Libertad y la Democracia (Volkspartij voor Vrijheid en Democratie, VVD), liderado por Dilan Yeşilgöz, pierde dos escaños y se queda en 22. El Movimiento Campesino-Ciudadano (BoerBurgerBeweging, BBB) se reduce de siete a cuatro escaños, mientras que el NSC, abrumado por una crisis de identidad y liderazgo, desaparece de la Cámara perdiendo los 20 escaños que había conquistado en 2023.
Sin embargo, esto no significa que la derecha haya sido derrotada en bloque o haya perdido su capacidad de iniciativa. Por el contrario, asistimos a un relevo entre las formaciones de este espectro político, con el Appello Cristiano Democratico (Christen-Democratisch Appèl, CDA) remontando con fuerza, ganando 13 escaños y alcanzando los 18, mientras que dos fuerzas de la derecha radical, JA21 (Juiste Antwoord 2021) y Forum voor Democratie (FvD, hoy liderado por Lidewij de Vos), logran avances de ocho y cuatro escaños respectivamente, situándose en nueve y siete en total. La derecha populista, por tanto, retrocede en su figura más conocida, Geert Wilders, pero no desaparece; la derecha conservadora reestructura su perímetro y se prepara para contar en los juegos parlamentarios.
También en el bando contrario, la situación política es compleja. Si D66 se afirma como pilar de un posible eje reformista liberal, con un perfil inequívocamente proeuropeo y pro-OTAN, la formación rojo-verde GL-PvdA (Partij van de Arbeid-GroenLinks), que en 2024 había apostado por la unidad de la izquierda entre ecologistas y laboristas con una lista común y un proceso de fusión previsto para 2026, no capta la ola del voto útil y pierde cinco escaños, bajando a 20. Este descenso ha tenido consecuencias inmediatas en el plano del liderazgo: en las horas posteriores a la votación, la coalición rojo-verde anunció el relevo, con Jesse Klaver, ya figura destacada de los Verdes, como nuevo líder del grupo y, de hecho, líder político del proyecto GL-PvdA en sustitución de Frans Timmermans. Klaver reivindica la necesidad de liderar «la lucha por los ideales socialdemócratas y verdes», asumiendo la tarea de conducir a la nueva formación hacia el congreso fundacional previsto para el verano de 2026. El mensaje es relanzar la colaboración y reorientar la acción parlamentaria en una fase en la que el reformismo verde y social corre el riesgo de verse aplastado entre la ola liberal-centrista del D66 y la competencia de una derecha aún capaz de ejercer hegemonía cultural en materia de seguridad, migración y coste de la vida.
La izquierda socialista tradicional, representada por el SP (Socialistische Partij), también retrocede dos escaños y se queda con tres, mientras que las fuerzas minoritarias progresistas mantienen posiciones prácticamente estables, pero sin posibilidad de influir realmente en el proceso de formación del gobierno. El panorama general sigue siendo el de un Parlamento sin mayorías preestablecidas, con una pluralidad de combinaciones posibles, pero en el que la brújula atlántica y europea parece estar firmemente en el centro del espectro político. La «victoria de la izquierda», como han escrito algunos periódicos burgueses, es en realidad la victoria de un centro-izquierda liberal e institucional, incapaz de poner en duda la estructura económica y las restricciones euroatlánticas, y desde luego no de una izquierda antagonista o antisistémica en sentido socialista.
Precisamente en este punto se sitúa la crítica frontal del Nuevo Partido Comunista de los Países Bajos (Nieuwe Communistische Partij Nederland, NCPN). En vísperas de las elecciones, el Comité del Partido difundió un documento que describe el contexto como «una época de profunda crisis capitalista y amenaza imperialista de guerra», caracterizada por precios que siguen aumentando, salarios reales comprimidos, hospitales que cierran, escuelas que pierden fondos y municipios empujados hacia políticas de austeridad, mientras que miles de millones se desvían hacia las grandes empresas, la industria bélica y la OTAN. En este contexto, el «circo electoral» cae en saco roto frente a las preocupaciones concretas de la clase trabajadora sobre la vivienda, la salud y la seguridad social. Los comunistas neerlandeses denuncian además la adaptación general de todos los partidos, incluida la izquierda en el Gobierno o en el Gobierno potencial, a la hegemonía reaccionaria en materia de migración y seguridad y, sobre todo, a la lógica de la militarización, percibida como un destino inevitable.
Es una postura que se ha traducido en una decisión táctica concreta, que ha llevado al NCPN a no participar en estas elecciones nacionales; no por menospreciar en absoluto la representación parlamentaria, que sigue siendo un objetivo, sino porque la prioridad es reforzar la organización de base en los barrios, los lugares de trabajo y los sindicatos. Del mismo modo, el Partido no ha dado indicaciones de voto, al considerar que todas las fuerzas en liza se sitúan en el marco de la reproducción del sistema capitalista y de la subordinación a las estrategias bélicas de la UE y la OTAN. La «verdadera» palanca del poder, sostiene el NCPN, no está en el Parlamento, sino en la huelga, en la acción solidaria y en la organización desde abajo. Es un mensaje que encuentra eco en las movilizaciones del último año, en las que se ha visto a trabajadores y trabajadoras de la sanidad luchando contra cargas insostenibles, huelgas en el transporte por salarios y turnos más humanos, reivindicaciones de carteros y personal de limpieza, ocupaciones estudiantiles en solidaridad con Palestina, manifestaciones masivas contra el genocidio en Gaza, hasta la negativa de los portuarios europeos a mover cargamentos militares.
La denuncia antimilitarista del NCPN se inscribe además en una lectura más amplia de la coyuntura europea. La declaración del 3 de noviembre de European Communist Action, en la que participan numerosos partidos comunistas del continente, habla sin rodeos de una Europa «que se prepara para la guerra», con gobiernos que aceleran reformas antisociales para financiar la carrera armamentística y planes de rearme continental rebautizados como «Readiness 2030». El objetivo no declarado de estas medidas, según la crítica comunista, es defender la competitividad de los monopolios europeos en un contexto de crisis estructural del capitalismo y de conflicto interimperialista. Los porcentajes de gasto militar superan en muchos países el umbral del 2 % del PIB, mientras se imaginan flexibilidades presupuestarias unidireccionales, que permiten saltarse las restricciones presupuestarias cuando se trata de armas, pero no cuando se trata de sanidad, educación, pensiones o negociación colectiva.
Trasladada al contexto holandés, esta interpretación desafía directamente la narrativa que surgió el 29 de octubre. La derrota de Wilders es un hecho políticamente relevante, ya que frena la proyección institucional de la extrema derecha tras el apogeo de 2023. Pero no significa una derrota de la derecha, que, por el contrario, se rearticula entre componentes liberales, conservadores y radicales y mantiene una fuerte agenda de presión en materia de ley y orden, migración y recorte del bienestar social. Sobre todo, para el NCPN, no significa un cambio de rumbo en la política atlantista y militarista del país. El éxito del D66, aunque acogido como «proeuropeo» por los comentaristas y los mercados, no cambia la elección de bando en política exterior y de defensa, ni responde a la demanda social de redistribución, servicios públicos universales y control democrático de las inversiones. Tampoco el proyecto GL-PvdA, que sigue siendo la segunda pata del frente progresista con 20 escaños, sale reforzado de la prueba, y la sustitución de Timmermans por Jesse Klaver al frente de la federación rojo-verde parece un intento necesario pero insuficiente para luchar en dos frentes: a la izquierda, contra el abstencionismo social y sindical; y en el centro, contra la hegemonía liberal-atlantista de D66.
*Giulio Chinappi, politólogo.
Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.
Foto de portada: Rob Jetten, jefe del partido de centro gauche D66, aparece en escena después de la publicación de los resultados de las sondas en la salida de las urnas en una oficina de votación de las elecciones generales en Leyde, en Pays-Bas, el 29 de octubre de 2025. © Peter Dejong, AP
